La radiación liberada por los reactores podridos de Fukushima ha contaminado el territorio nipón mucho más de lo que hasta ahora se había calculado y pensado, apuntaba Javier Salas el pasado martes 15 de noviembre [1]. Tres nuevos estudios -dos independientes y otro del propio gobierno japonés- han concluido que «la basura radiactiva ensució los […]
La radiación liberada por los reactores podridos de Fukushima ha contaminado el territorio nipón mucho más de lo que hasta ahora se había calculado y pensado, apuntaba Javier Salas el pasado martes 15 de noviembre [1]. Tres nuevos estudios -dos independientes y otro del propio gobierno japonés- han concluido que «la basura radiactiva ensució los suelos de más prefecturas (provincias) de las que se consideraban contaminadas inicialmente». Dieciocho de un total de 47. Casi un 40% [2].
Día tras día la información (parcial) que llega a cuentagotas desde tierras niponas da idea de la catástrofe en la que seguimos inmersos. Una de las mayores hecatombes de la industrialización humana. Eduard Rodríguez Farré [3] habló pocos días después de accidente de un «Chernóbil a cámara lenta». No le faltaron razones; acertó de pleno [4].
Sin embargo, gracias a Masao Yoshida, director de la central, el jefe de los llamados «héroes de Fukushima», la catástrofe fue menor. ¿Menor? ¿Por qué?
Porque Yoshida, el mismísimo director de la central, desoyó la orden de sus jefes de Tepco, la gran corporación nipona, la propietaria de Fukushima y de otras muchas centrales niponas, una de las grandes empresas eléctricas del mundo. ¿Qué orden?
La de parar la inyección de agua marina en los reactores. ¿Y por qué había que parar la inyección de agua marina?
Porque a pesar del desastre anunciado y corroborado, en las oficinas de Tokio no se querían echar a perder las inversiones efectuadas en la central. La rentabilidad en el puesto de mando, caiga quien caiga, pase lo que pase.
Yoshida, que es un físico o ingeniero nuclear probablemente, sabía que lo más importante era enfriar los reactores. Para eso era crucial el uso del agua marina.
Pero ese no era el punto básico para la interesada mirada de los grandes directivos de TEPCO. La central siniestrada, ¿no podía seguir funcionando en el futuro? ¿No quedaría inutilizada con el uso del agua marina?
Los negocios seguían siendo los negocios incluso en medio de la devastación atómica.
PS1: IRSN, el Instituto de Radioprotección y Seguridad Nuclear de Francia, anunció el pasado martes 15 de noviembre que se han detectado trazas de yodo-131 en el cielo francés [5]. La alerta había sido dada por la República Checa. El OIEA, Organismo Internacional de Energía Atómica, describió el mismo fenómeno -aire con trazas radiactivas- en varios países centroeuropeos. Se ignora su origen, las autoridades e instituciones europeas no saben cómo explicar la presencia en los cielos de esas trazas. Los niveles, aseguran, son totalmente inofensivos y, si bien se desconoce su origen, aseguran que el yodo-131 detectado no tiene nada que ver con lo sucedido en Fukushima. Seguramente. El CSN español ha asegurado que el elemento radiactivo no ha sido detectado en España.
PS2: La OIEA apuntó el jueves 17 de noviembre el origen de la emisión radiactiva: una fábrica húngara (en Budapest) que se dedica al desarrollo de radioisótopos para fines médicos. Se desconoce cómo se produjo la fuga [6].
PS3: Distrito de Onami, ciudad de Fukushima, jueves 17 de noviembre: las autoridades niponas han localizado una partida de arroz contaminado por la radiactividad de la central nuclear. El gobernador de la prefectura, Yuhei Sato, aseguró en octubre de 2011 «que el arroz cultivado en su territorio era seguro, ya que no se habían encontrado restos de radiactividad en los exámenes practicados en muestras tomadas en 48 ciudades de la región» [7]. El cultivo afectado por altos niveles de radiactividad está a 80 kilómetros de la central, lejos del perímetro de evacuación determinado por el gobierno. Los granos de arroz contenían 630 becquerelios por kg de cesio (el límite establecido en Japón para este tipo de contaminación es de 500 becquerelios por kilo). Según las autoridades, ni un solo grano de los 840 kilogramos que se recolectaron en la plantación ha llegado a los mercados.
Notas:
[1] Javier Salas, «Fukushima ensució un tercio de Japón». http:// www.publico.es/ciencias/406917/fukushima-ensucio-un-tercio-de-japon
[2] Además de Fukushima, informa Salas, las prefacturas más afectadas son las de Miyagi (norte) e Ibaraki (al sur). Están también seriamente contaminadas por el cesio-137, las de Iwate (al norte de Miyagi), Yamagata (noroeste), Tochigi (sur) y Chiba (al sur de Ibaraki). Diversos investigadores sostienen que la agricultura de las regiones señaladas debe ser vigilada.
[3] Véase el último capítulo de Ciencia en el ágora, El Viejo Topo, Barcelona (en prensa).
[4] Salas cita unos resultados sorprendentes de una encuesta de la NHK del pasado 28 de octubre de 2011: aunque es el doble que la del mes de abril, un mes después del accidente, sólo el 24% de los ciudadanos nipones desean el abandono definitivo de la energía atómica y son el 42%, no llegan a la mitad, los que apuestan por la reducción de su uso (eran el 32% en el mes de abril). ¡Incluso un 2% quiere que crezca el uso de la energía nuclear! La penetración cultural núcleo-atómica y sus eslóganes publicitarios sobre el carácter imprescindible de la industria nuclear son evidentes.
[5] Público, 16 de noviembre de 2011, p. 49.
[6] Público, 18 de noviembre de 2011, p. 44.
[7] JS «Japón intercepta una remesa de arroz radiactivo». Público, 18 de noviembre de 2011, p. 44.
Salvador López Arnal es coautor, junto a Eduard Rodríguez Farré, de Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente. El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2009.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.