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Feminismo-igualdad

Un binomio problemático

Fuentes: Diagonal

Tras la eclosión del feminismo en los ’60, en las décadas siguientes surgieron grupos de hombres donde éstos podían replantearse su rol social. Hay, ante la violencia de género, instituciones y medios de comunicación que apoyan iniciativas de hombres contra las agresiones. Publicamos unas reflexiones sobre ello. Que el feminismo como ideología y como movimiento […]

Tras la eclosión del feminismo en los ’60, en las décadas siguientes surgieron grupos de hombres donde éstos podían replantearse su rol social. Hay, ante la violencia de género, instituciones y medios de comunicación que apoyan iniciativas de hombres contra las agresiones. Publicamos unas reflexiones sobre ello.

Que el feminismo como ideología y como movimiento político haya sido denostado no es nada nuevo. Podríamos retroceder a la llamada primera ola feminista para apreciar cómo las sufragistas fueron objeto de fuertes críticas y persecuciones en pos de mantener intacto el status quo de la sociedad patriarcal. O situarnos en los ’60 y analizar cuál era la imagen pública de las mujeres que se organizaron para luchar por sus derechos. El feminismo ha sido, desde sus orígenes, una amenaza para la estructura de una sociedad basada en la división sexual binaria, y en el predominio de un sexo sobre el otro para garantizar el control.

La imagen negativa del feminismo, insistimos, no es nada nuevo, como tampoco es casual. Esto se comprueba cada vez que una mujer actual, independiente y autónoma, replica ese: «Yo no soy feminista, yo estoy por la igualdad», que tantas veces hemos oído. O si constatamos esa creencia generalizada de que el feminismo es igual que el machismo pero al revés. Nos gustaría preguntar a esas mujeres, supuestamente tan independientes y autónomas, dónde estarían ellas, o qué sería de sus vidas si el feminismo no hubiera existido. Porque, que el feminismo siempre haya sido denostado es algo que a las feministas ya no nos importa demasiado. Lo realmente preocupante es la creencia generalizada de que el feminismo ha quedado ya obsoleto, que ha sido superado, porque vivimos en una sociedad igualitaria. ¡Pero si tenemos hasta un Ministerio de Igualdad! ¿De qué sirve ser feminista cuando el feminismo ha sido fagocitado por las instituciones y sus discursos se han maquillado para pasar a formar parte de eso que llaman «Igualdad»? Es mucho más moderno, y por qué no, políticamente correcto, hablar de igualdad, o de género, que de feminismo. Definirse como feminista hoy no es nada chic, es más, resulta pedante, anticuado, e incluso amenazante para un sistema que ha alzado la falsa bandera de la igualdad. Precisamente por constituir una amenaza, las feministas sabemos que a pesar de tanta floritura igualitaria, podemos seguir siendo subversivas.

La estrategia que se utiliza para acallar aquello que amenaza es la invisibilización. Aquello que no se nombra deja obviamente de existir.

Y parece que esto es lo que está ocurriendo en la actualidad con el movimiento feminista. En Gasteiz los grupos feministas y de mujeres llevamos aproximadamente 30 años saliendo a la calle para reivindicar el espacio público y para denunciar la violencia que cotidianamente se ejerce contra las mujeres. Violencia que los medios de comunicación se empeñan en mostrarnos cuando ya no hay vuelta atrás, cuando los hechos son irremediables, cuando nos revelan la cara más brutal del patriarcado: los asesinatos. No entendemos por qué no se hacen cargo de la existencia otras muchas violencias. En pleno siglo XXI, y quizás más que nunca, es cierto que «lo que no se nombra no existe» y «lo que no se ve» tampoco. Eso es exactamente lo que ha sucedido este 25 de noviembre: los medios de comunicación, radios, periódicos y televisiones, en su mayoría, han invisibilizado el espacio que las mujeres hemos ocupado en las calles, apenas han asistido a nuestras ruedas de prensa. Sobre la manifestación en Gasteiz, ni una imagen, ni una palabra. Así llevamos unos dos años. A las mujeres nos han hecho invisibles y la invisibilización es la más sutil y efectiva de las violencias y también una de la más difíciles de combatir.

No podemos aceptar que las mujeres seamos noticia solamente cuando hay sangre, cuando hay dolor, o cuando se empeñan en convertirnos en víctimas. Las portadas de la mayoría de los medios de comunicación de nuestra ciudad, salvo honrosas excepciones solamente mostraron, el 26 de noviembre, la concentración del Grupo de Hombres por la Igualdad, que tuvo lugar el día anterior por la mañana. Ni una sola referencia a la manifestación de la tarde, convocada por la Plataforma 25 de Noviembre, organizada por diferentes colectivos de mujeres.

No entendemos si ignorar la lucha de las mujeres es una estrategia más del sistema patriarcal, que vuelve a conceder todo el protagonismo y el poder a los hombres, pasando por encima de 30 años de luchas y experiencias feministas. Queremos aclarar desde aquí, que valoramos muy positivamente la implicación de los hombres en la lucha contra la violencia machista, aunque no podemos aceptar que se apropien de espacios que las mujeres hemos construido y mantenido durante décadas. ¿Por qué está sucediendo esto? Quizás, desde el feminismo, deberíamos pararnos a reflexionar sobre la institucionalización de la igualdad, sus consecuencias, y las posibles estrategias para hacerle frente.

La manifestación de Gasteiz contó con un número importante de mujeres y hombres que exigimos y reivindicamos nuestro derecho a ser tratadas sin violencia, a repudiarla y a tomar la calle. El derecho a vivir con dignidad, a no quedarnos en casa, a que se nos oiga, a hacernos visibles.