Traducción de Manuel Talens
Adriana no ha visto a su marido desde hace casi doce años, es decir, desde casi un año antes de que el comando de ataque y armas especiales SWAT [1] echara abajo la puerta de su pequeño apartamento de Miami en septiembre de 1998 para detenerlo. En aquel instante, cuando Hernández les preguntó por qué se lo llevaban, la respuesta fue un hosco gruñido: «Tú sabes por qué«. ¡Vaya manera de respetar el debido proceso! Aquélla fue sólo la primera de una serie interminable de violaciones de los derechos del cubano.
A Adriana le concedieron sólo una de las visas que durante los once años ha estado solicitando. Fue una broma de mal gusto de la administración Bush en 2002: cuando aterrizó en el Aeropuerto Intercontinental George Bush de Houston (Tejas), fue recibida por un comité del FBI, que le tomó las huellas dactilares y la interrogó durante once horas tras privarla del derecho a un abogado o de consultar con su representación consular; luego, el comité revocó la visa y mandó a la joven de vuelta a Cuba sin permitirle comunicación alguna con su marido.
En 2005 la administración se burló nuevamente de ella al denegarle la visa con la excusa de que podría tener intenciones de inmigrar de manera permanente. Como si la atracción de vivir en el país que tanto ha maltratado a su marido y a ella misma fuese tan poderosa que ningún ser humano pudiera resistirla.
Pero Adriana no es la única persona a la que el Departamento de Estado ha privado arbitrariamente en estos años del derecho de ver a su marido. A Olga Salanueva, la mujer de otro de los Cinco, René González, también le ha denegado visas para viajar al imperio. Contrariamente a Adriana, que estaba en Cuba cuando arrestaron a Gerardo, Olga vivía con su marido y sus hijas en Miami y estaba allí aquel fatídico día de septiembre en el que los miembros del SWAT irrumpieron en su casa e inmovilizaron en el suelo a René.
Gerardo, René y los otros tres héroes (Antonio Guerrero, Ramón Labanino y Fernando González) fueron recluidos en celdas incomunicadas durante 17 meses en el Centro de Detención de Miami; se les impidió que preparasen su propia defensa y, dado que sus acusadores no encontraron pruebas de que hubiesen cometido espionaje, fueron acusados de planear un futuro espionaje. En jerga legal eso se denomina conspiración. Dos años después, durante el juicio, los expeditivos pensadores de Miami invocaron un segundo cargo, conspiración para cometer asesinato, y para ello se basaron en la respuesta militar de Cuba en 1996, cuando derribó dos aviones del grupo de exiliados Hermanos al Rescate, que violaron por última vez el espacio aéreo cubano.
No es éste el momento de contar otra vez la historia de cómo los Cinco Héroes fueron enviados en misión para hacer el trabajo que el FBI no hacía, es decir, impedir que los extremistas violentos de Miami -quienes desde 1959, tras el triunfo de la revolución, han estado utilizando la Florida como base de operaciones- continuasen asesinando cubanos inocentes en la Isla por medio de atentados terroristas. Tampoco es este el lugar de explicar en detalle cómo Hermanos al Rescate estaba implicado en esa violencia con la excusa de ayudar a los balseros. Menos aún de repetir de qué manera Washington retrasó y presionó a los investigadores de Naciones Unidas que se ocupaban de dilucidar el incidente, hasta lograr que en vez de situarlo donde sucedió -en el espacio aéreo cubano- determinasen que fue en el espacio aéreo internacional; ni de cómo esto dio lugar al saqueo por parte de Miami de los bienes congelados de Cuba y, en última instancia, a la falaz condena de Hernández a dos sentencias a perpetuidad y 15 años adicionales. Por último, tampoco explicaremos por qué justo antes del 11 de septiembre, en vez de vigilar a unos cuantos jóvenes de Oriente Próximo que estaban aprendiendo a volar en la Florida y mostraban una inusitada impaciencia en los ejercicios de aterrizaje, el FBI concentró todas sus energías en allanar la residencia de Hernández para hurgar en su computadora. Partes de esta historia ya han sido contadas y el resto puede esperar hasta mejor ocasión. La historia que de verdad quiero contar aquí es la de Adriana y Gerardo.
Ya desde los 16 años Adriana sabía que Gerardo era del amor de su vida. «Me impresionó su fuerte masculinidad y a la vez su gran delicadeza hacia mí», dijo en declaraciones a la revista cubana Bohemia. «Gusto mucho de sus manos bien cuidadas, de su voz… Analizo mi vida, junto a Gerardo, y siento pasión por el hombre bueno que me tocó. Por el amor inmenso y sin límites que siempre me ha entregado. Con esas razones bastan para estar siempre a su lado, sin titubeos.»
Gerardo y Adriana se casaron en 1988, pero menos de un año después él partió como voluntario a Angola, donde las tropas cubanas estaban ayudando a las angoleñas a repeler los ataques que los mercenarios sudafricanos efectuaban desde Namibia. El conflicto culminó en la batalla de Cuito Cuanavale, que fue decisiva en la derrota del apartheid en Sudáfrica. «Nuestra misión era de explorar esa parte del norte de Angola, muy cerca del Congo, que era una mezcla entre selva y desierto», le confesó a Saul Landau en una reciente entrevista. «Para proteger nuestras tropas nosotros hacíamos exploraciones buscando indicios de actividad enemiga. Salíamos a explorar con los zapadores a revisar los caminos por donde se movían los transportes de la unidad.»
[…]
«Yo estuve desde el año 1989 hasta 1990. La prensa ha dicho que yo participé en misiones combativas. Hay una gran diferencia entre misión combativa y acción combativa. El pelotón de exploradores cumplía sus misiones sin entrar en combate. Nosotros cumplimos 64 misiones combativas, pero yo nunca tuve acción de combate. A pesar de que eso era ya la ultima etapa de la colaboración cubana en Angola, hubo compañeros que sí tuvieron encuentros con minas.»
Tras la misión en Angola, la pareja ya no se separó hasta el mes de noviembre de 1997, cuando él se fue al imperio en otra misión voluntaria de exploración, esta vez para infiltrar grupos extremistas de Miami que estaban planeando atentados terroristas en el interior de Cuba. Adriana creía que se había ido a trabajar en una embajada cubana de América Latina y no supo que se encontraba en Miami hasta que menos de un año después le llegaron noticias de su detención. «Yo estaba trabajando cuando fueron a comunicarme lo sucedido», declaró en Bohemia. «Lo recuerdo como un instante muy duro. […] Mientras me informaban del apresamiento de Gerardo yo permanecí inmóvil. Varios segundos después me percaté de que ni siquiera respiraba. La vida se paralizó totalmente para mí durante aquellos minutos. Lo que viví luego resulta horrendo. Sólo sabía que estaba vivo y que pasó 17 meses en el famoso hueco, aislado del mundo exterior.»
En una entrevista que le hizo el periódico californiano La Opinión, Adriana insistió en que nunca se sintió traicionada por el hecho de no haber sabido cuál era la auténtica misión de Gerardo:
» No pude sentirme traicionada, Gerardo no me había mentido… S u labor no podía conocerse de antemano: él estaba haciendo todo eso para proteger al pueblo de Cuba. Mire, los dos nacimos bajo el sistema socialista: hemos sido víctimas de los ataques contra Cuba, nuestra patria; el que no ha perdido un amigo, ha perdido un familiar o un compañero de trabajo’. ¿Usted cree que alguien, no con conciencia política, sino humana, no se hubiera entregado a realizar un trabajo como éste? Ni siquiera lo estaban cobrando, ni un centavo, arriesgando su vida, lejos de sus seres queridos; era imposible que pudiera sentirme traicionada.»
Adriana era sólo una niña en 1976, pero todavía recuerda la opresión que sintió en el pecho al enterarse de que un avión de Cubana se había precipitado en el mar poco después del despegue en Barbados, tras la explosión de una bomba puesta por hombres a sueldo del exiliado cubano Luis Posada Carriles. Los 73 pasajeros murieron.
La predilección de Posada por el explosivo C-4 contra objetivos civiles no se detuvo ahí. En 1997 ordenó que se pusiesen bombas similares en hoteles de La Habana y en una de las explosiones murió un turista italiano llamado Fabio di Celmo, dos meses antes de que Gerardo fuese enviado a Miami. Posada se jactó de los ataques en el New York Times al afirmar que «ese italiano estaba sentado en el lugar equivocado y en el momento equivocado».
En el año 2000, planeó la voladura con explosivos de un auditorio universitario lleno de gente también sentada en lo que, para él, era siempre el lugar equivocado en el momento equivocado: la celebración de un discurso de Fidel Castro en Panamá. Pero fue detenido con 90 kilos de C-4 y encarcelado hasta que la presidenta panameña Mireya Moscoso – estrechamente vinculada con la administración Bush – lo perdonó al final de su mandato. Hoy es un hombre libre que vive en Miami a la espera de que lo juzguen por cargos migratorios [2].
En 2006, durante una entrevista concedida al periódico internético español larepublica.es, Adriana se refirió a «la hipocresía, la doble moral del Gobierno de EEUU, que se demuestra también en la situación de Posada Carriles hoy en día». Mientras que éste se pasea libremente por Miami, los Cinco están cumpliendo sentencias de cárcel junto a auténticos asesinos, violadores y otros criminales violentos que, contrariamente a ellos, pueden recibir mensajes electrónicos y visitas familiares con regularidad. El Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre las Detenciones Arbitrarias (Comisión de Derechos Humanos) ha emitido un informe sobre las muchas violaciones de los derechos jurídicos y humanos que han sufrido los Cinco desde el momento su detención en septiembre de 1998 hasta la fecha, entre las cuales se cuenta la denegación de las visas para visitas familiares.
Leonard Weinglass, el abogado que los representa, ha manifestado que «la negativa a permitir que una esposa visite a su marido encarcelado es una violación del Acuerdo Internacional contra la Tortura, lo cual es algo que no está permitido en ningún país, tampoco en éste. He representado a personas que estaban en el corredor de la muerte tras haber cometido crímenes horribles. Siempre pudieron ver a sus esposas.»
Tal como Adriana señaló en larepublica.es, la prohibición de las visitas familiares equivale a una sentencia extrajudicial añadida: «¿Pero en algún lugar del acto de sentencia quedó escrito que no ver a su familia, a sus esposas y a sus hijos era una condena más? En ninguno quedó escrito, por eso es que nosotros decimos que no han cesado las acciones violatorias de los derechos humanos, ni las torturas contra estos hombres.»
Es como una olla a presión que se hubiera puesto a calentar en Miami y que sigue a fuego lento a lo largo de tres administraciones presidenciales – Clinton, Bush y Obama – con el único objetivo de presionar a los Cinco hasta que se derrumben y condenen a su propio país. Adriana lo explica:
«En el caso de Olga y René, otro tanto sucede, porque además la familia de René fue utilizada como un chantaje contra él. La familia de René vivía allí como le he dicho, sin embargo a René le pidieron que firmara un acta de negociación haciéndose responsable de los actos o culpando a sus compañeros teniendo en cuenta el status migratorio de su esposa. Quiere decir que si René hubiese firmado, cosa que no hizo, su esposa hoy estaría viviendo en Estados Unidos y René estaría en la calle. A René también le recordaron que su hija menor era ciudadana norteamericana y que podían quitarle su custodia. La custodia de su hija. Ante esa situación es imposible que su hija viaje sola a EEUU porque podríamos correr un gran riesgo. Pero dos años más tarde, después que René iba a comenzar el juicio, le recordaron nuevamente el status migratorio de su esposa y le conminaron a que firmara. René volvió a negarse y la respuesta fue llevar a su esposa a prisión durante 3 meses.»
[…]
«Su esposa vivió desde el 98 hasta el 2000 en territorio norteamericano. Su esposa intentaba visitarlo los fines de semana en el Centro de Detención de Miami. Su esposa, por supuesto, era monitoreada en todas sus acciones por el FBI y el Gobierno norteamericano. Sin embargo, cuando René se niega a firmar en agosto de 2000, muy próximo a comenzar el juicio que debía ser en septiembre, su esposa es llevada a prisión y se la presentan frente a él vestida de presa y aún así, René se niega a firmar. Por supuesto, esto ya era un acto demasiado fuerte para las autoridades norteamericanas, que un hombre, con su familia, un hombre al que se le estaba amenazando, que además se le había alertado y se había cumplido con ponerle a su esposa delante, se siguiera negando. Pues su esposa fue procesada por cargos migratorios.»
[…]
«Su esposa tenía un estatus de residente permanente en EEUU, sin embargo termina siendo deportada en noviembre de 2000 cuando faltaban sólo unos días para comenzar el proceso judicial. Desde entonces vive en Cuba; no ha podido visitarlo, porque cada vez que ha pedido visa se le ha denegado por diferentes razones. Se la han negado por ser una supuesta terrorista, por ser un peligro para la seguridad de Estados Unidos, por ser una posible agente de inteligencia del gobierno cubano. Sin embargo, llama la atención en esto porque las dos hemos sido calificadas con los mismos argumentos en diferentes etapas, sin embargo yo no vivía en Estados Unidos. Pero Olga que vivió dos años más después de que su esposo fue detenido, en aquel momento no resultó un peligro para la seguridad de Estados Unidos. En aquel momento si su esposo firma no hubiese sido un peligro para la seguridad de Estados Unidos. ¿Por qué si fue procesada por cargos migratorios hoy el gobierno de Estados Unidos la condena con estos cargos que ni siquiera aparecieron en su acta de detención? Esto es una presión, esto es un maltrato. Y en el caso mío, igual.»
Gerardo le dijo a Landau: «Negarme la posibilidad de ver a mi esposa es parte del mismo proceso; el interrogatorio, las ofertas de que nos vendiéramos, los meses en solitario. Pero los planes que haya tenido el FBI o la administración, no dio resultado. En el principio ellos pensaron, ‘arrestamos a estos agentes de Castro, los amenazamos y ellos se van a arrepentir, porque este es el país más rico y mejor del mundo. Y Cuba es un país pobre, una dictadura…’ A los americanos por 50 años les han dicho, ‘Cuba es un infierno, pero no puedes ir a ver por ti mismo’.»
[…]
«Los americanos son libres para muchas cosas pero no de ir a 90 millas a visitar a ese país a ver si es verdad lo que dice su gobierno. El plan que tenían con ‘los 5’ era que cambiáramos de bando, armar todo un show propagandístico, que denunciáramos todo lo que ellos pensaban que debíamos de denunciar, que condenáramos la revolución, lo mismo que obligan hacer a cualquier deportista o artista. Cuando vienen aquí lo primero que tienen que decir es, ‘Vengo buscando libertad’. Entonces los exprimen al máximo, y después se olvidan de ellos. Ése era el plan más o menos que tenían con nosotros, pero les salió mal. Como venganza nos hacen la vida lo más difícil posible. Durante diez años. Los presos usan el email para comunicarse con sus familiares. A mí no me dejan usar el email, ni siquiera para comunicarme con mi esposa.»
El Departamento de Estado acusó el golpe de las críticas recibidas en todo el mundo por el desproporcionado castigo que inflige a los Cinco en comparación con otros reos sentenciados por verdadero espionaje, no por un posible espionaje futuro, y el año pasado publicó una declaración en la que se defendía en estos términos por haber denegado las visas:
«Este país tiene derecho a protegerse a sí mismo de espías encubiertos. Por eso, el gobierno no ha concedido visas a las esposas de los prisioneros. Las pruebas presentadas durante el juicio de sus esposos revelaron que una de estas mujeres era miembro del Wasp Network y fue deportada por actividades relacionadas con el espionaje, y ésa es la razón por la que es inelegible para regresar aquí. La otra mujer era candidata a un entrenamiento como espía del Directorio de Inteligencia cubano, para actuar en este país, cuando las autoridades desarticularon la red.»
Podemos asumir que las dos mujeres a las que se alude en esta declaración son Olga y Adriana, en ese orden. Sin embargo, de acuerdo con la posición gubernamental de no revelar hechos que no concuerden con la historia que pretende contar, no hace públicas las pruebas utilizadas en el juicio, con lo cual los lectores no pueden juzgar por sí mismos. Según Adriana, «las actividades relacionadas con el espionaje» de Olga no parecían lo bastante peligrosas como para que el FBI la detuviese hasta que su presencia fue necesaria para presionar a su marido. Lo cierto es que no fueron suficientes para juzgarla. ¿Cuáles fueron esas actividades? ¿Cuidar de su hijita? ¿Preparar un congrí? Es posible, porque hoy sabemos que todo lo que el FBI se llevó del domicilio de los Cinco, entre otras cosas las recetas de cocina, fue estampillado Classified, y ello para que el gobierno pudiese escoger las pruebas más propicias a una condena y retener las que hubiesen podido favorecer a los Cinco.
En el caso de Adriana, ¿qué significa «candidata a un entrenamiento»? ¿Podría ser que en dicho entrenamiento la iban a informar sobre la verdadera naturaleza del trabajo de su marido con el fin de no obligarlos a vivir separados?
Y si el Departamento de Estado se preocupa tanto de protegerse a sí mismo de espías encubiertos, ¿está acaso admitiendo en su declaración que si concede visas a estas mujeres no podrá controlar lo que hacen mientras permanecen en el país? Es algo risible.
Pero hay otro aspecto en esta negativa a conceder visas a Adriana y Olga que cualquier ciudadano podría encontrar turbador, y no sólo por su carácter vengativo e inmoral. La moraleja va más allá de todo eso: tal como el sociólogo argentino Atilio Borón señaló en su reciente discurso de aceptación del Premio internacional José Martí de la UNESCO en La Habana, » En su lamentable resolución la Secretaria de Estado Hillary Clinton considera que la simple visita de la esposa de Gerardo ‘constituye una amenaza a la estabilidad y seguridad nacional de los Estados Unidos’. Es evidente que si ello constituye una amenaza a la estabilidad y seguridad de los Estados Unidos no hay nada ni nadie en este mundo que, en medio de semejante paranoia, pueda evitar ser considerado como un terrorista y, por lo tanto, sometido al escarmiento que se merece por tal condición.»
Ahora, todos somos Adriana.
También es cierto que de la misma manera que Gerardo y sus compañeros vigilaban a los grupos extremistas de Miami para impedir más atentados terroristas contra sus compatriotas en Cuba, los agentes del imperio también trabajan bajo falsas identidades en el extranjero, sin inscribirse como agentes, para descubrir y prevenir complots como el del 11 de septiembre contra usamericanos.
En 2003, un mes antes de que se presentasen las apelaciones de los Cinco, y cuando Gerardo más necesitaba comunicarse con su abogado, de repente lo enviaron a la «caja», un sótano situado debajo del «hueco» durante un mes. La «caja» era un cuarto sin ventanas, iluminado las 24 horas del día con lámparas fluorescentes, en el que confinan a los reclusos violentos que han atacado a sus guardianes. En él no les está permitido ningún material de lectura ni contacto alguno con otros seres humanos. Allí dejaron a Gerardo en calzoncillos, descalzo, mientras que ni siquiera el escolta que lo condujo sabía lo que estaba sucediendo. En su entrevista con Saul Landau, Gerardo dijo: «El teniente que me llevaba para el ‘hueco’ me preguntó, ‘¿Por qué vas para el ‘hueco?’ Y le dije, ‘¿Y usted me va a preguntar a mí? Si usted es el que tiene que decirme. […] Las otras celdas tenían las puertas exteriores abiertas. La puerta interior era una reja cerrada. Pero la otra, que era una plancha de hierro que aislaba completamente, las tenían abiertas para que la gente no se desesperara. Pero la mía siempre estaba cerrada. Cuando me iban a sacar, cerraban todas las otras para que nadie ni siquiera me viera. Porque una de las cosas establecidas era que no podía tener contacto con nadie. Allí sí estuve un mes, sin saber si era de día o si era de noche, con agua sucia cayendo por las paredes, descalzo, con la luz encendida las 24 horas y oyendo los gritos de la demás gente alrededor, que algunas habían perdido la mente. Un día, un jueves, vinieron y me trajeron unos papeles para que los firmara donde decía que iba a estar allí un año.»
Simultáneamente, a los cinco cubanos se les administró el mismo tratamiento en los diferentes penales del país en que estaban encerrados. Por último, después de una enorme presión popular, fueron repentinamente devueltos a sus celdas habituales sin explicación alguna, como cuando los introdujeron en las celdas de castigo.
A pesar de que la tortura de «combatientes enemigos» en la base de Guantánamo dejó bien claro que a la administración Bush no le preocupaba en absoluto el precedente que esto podría crear para sus propias fuerzas, la tortura menos conocida de estos cinco agentes cubanos conlleva un riesgo mucho mayor que, aunque sólo sea por puro interés, debería evitarse. Obama tiene todavía agentes en el extranjero y el hecho de persistir en la arbitrariedad de las detenciones y de la tortura es poco sensato. Más aún si se basa en un espionaje que nunca ocurrió, sino más bien que podría haber ocurrido en el futuro, tal como se pretendió ante un jurado aparentemente muy receptivo y dócil de Miami. Todo hace suponer que la película Minority Report, de Steven Spielberg, en la que Tom Cruise interpreta el papel de jefe de la unidad precriminal en Washington (DC) que persigue delitos de pensamiento, no se alejaba mucho de la realidad, al menos no de la realidad del Distrito Sur de la Florida.
A pesar de que, según parece, los Cinco no han estado en la «caja» este año, la denegación de las visas y de las visitas familiares, así como de otras comunicaciones, sigue siendo tortura y supone una rastrera venganza que Obama podría fácilmente evitar. Incluso los racistas sudafricanos que mantuvieron a Nelson Mandela en la prisión de Robben Island le permitían que su mujer fuese a visitarlo.
Por supuesto, Obama debería poner término a todo esto. Tres de los Cinco recibirán una nueva sentencia este otoño, ya que una corte de apelación ha decidido que el juez original que se negó tercamente a trasladar el caso lejos del juzgado de Miami había sido demasiado duro en su sentencia. Lo cierto es que la de Gerardo en particular fue una caza de brujas políticamente motivada y una de las decisiones más injustas de la historia judicial usamericana. Se trata de una vil actitud que ya ha ido demasiado lejos, que está causando un sufrimiento innecesario y que constituye un verdadero obstáculo para la mejora de las relaciones entre los dos países, algo que todos desean, salvo en Miami.
«Nunca he dudado que las acusaciones son una cuestión política y el propio Gerardo me lo dijo, ‘en algún momento, en otro lugar, se hará justicia'», dice Adriana. ¿Ha llegado el momento? Las continuas denegaciones de visas por parte del Departamento de Estado no son un indicio favorable. Pero Obama ganó la presidencia sin hacer desvergonzadamente el juego a los exiliados cubanos de la Florida, como fue el caso de sus predecesores. Tanto McCain como Romney prometieron a la gusanera (todavía insatisfecha con los Cinco como chivos expiatorios temporales y deseosa de alcanzar su objetivo final) que formularían cargos contra Fidel y Raúl Castro por haber ordenado el derribo del avión de Hermanos al Rescate. Obama, en cambio, no hizo eso; bien al contrario, dijo que deseaba establecer un diálogo con Cuba sin condiciones, palabras por las cuales su actual Secretaria de Estado, Hillary Clinton, que entonces era su contrincante, lo denigró [3].
«Quien hiciera eso pudiera olvidarse del voto de los cubanos en la Florida», le dijo Gerardo a Landau. «Pero él lo hizo, y pienso que toda declaración de un político norteamericano está bien calculada. El sabía los riesgos que corría. Él ganó las elecciones sin el voto mayoritario de los cubanos. No les debe nada. Es una persona inteligente y sabe que 50 años de esa política errónea no han conducido a nada. Y yo espero, sin muchas expectativas ni falsas ilusiones, que el tome medidas más razonables, más racionales con relación a Cuba. Este país está avanzando en la dirección de tener una relación más respetuosa con Cuba -para el bien de ambos países.»
En Cuba, Adriana sigue esperando la oportunidad de ver a su marido, algo que le ha sido denegado de forma arbitraria todos estos años. Washington espera con ello separar a la pareja, pero tiene perdida la apuesta de antemano.
Habla Gerardo: «Mire, ya son más de 10 años que llevamos en la prisión. Muchas personas que conocen el caso me dicen: ‘Cuba debe haberte pagado mucho dinero para que hicieras esto’- Yo siempre me río y digo: ‘Si lo hubiera hecho por dinero, no estaría aquí’. Porque cuando uno trabaja por dinero, lo hace para el que pague mejor. Y Cuba jamás en la vida podría pagar lo que puede pagar este país. Si hubiera aceptado la oferta de ellos, me hubiera ahorrado 10 años de mi vida en prisión sin ver a mi esposa. Muchas personas no entienden eso, personas que se han criado con la idea de que el dinero es todo en la vida.»
Y añade Adriana: «Cuando algunas personas me preguntan si yo confío en que vuelva, digo, ‘sí, por supuesto, no sé si será el próximo año o dentro de muchos más, pero lo tendré conmigo’. El gobierno de Estados Unidos nos prohíbe encontrarnos, pero lo que no podrá impedir es nuestra fortaleza; el amor, la confianza y la solidez que hemos logrado.»
Notas
[1] Véase http://es.wikipedia.org/wiki/SWAT (NdelT).
[2] Ya bajo la presidencia de Obama, el gobierno usamericano ha formulado nuevos cargos contra Posada que sustituyen a los anteriores, en los cuales se lo acusaba de mentir a funcionarios de inmigración sobre cómo se introdujo en el país. En estos nuevos cargos se lo acusa de «pedir a otros individuos que lleven a cabo atentados en Cuba», si bien sigue siendo un caso de inmigración fraudulenta, puesto que está acusado de haber mentido sobre esa petición para atentar durante sus entrevistas con los funcionarios de inmigración. Livio di Celmo, el hermano del turista italiano asesinado en el atentado de La Habana de 1997, ha sugerido que, puesto que el FBI ha rechazado todas las pruebas relativas a las actividades de Posada, cualquiera de los Cinco «podría muy bien testificar sobre los actos terroristas que han tenido lugar en Cuba desde 1959».
[3] John McAuliff, el director ejecutivo del Fund for Reconciliation and Development señaló durante la campaña presidencial del pasado año que «Hillary Clinton es la luz que ilumina a Bush con respecto a Cuba y, según parece, se lo debe al senador Bob Menéndez y a su cuñada, que viven en Miami y son de origen cubano. Más les valdría a ambos candidatos que escuchasen a dos tercios de las personas de este país que apoyan la normalización de las relaciones con Cuba y el derecho a viajar a la Isla».
Pies de las imágenes
Foto 1: Adriana Pérez O’Connor
Foto 2: Gerardo Hernández
Foto 3: Bimotor Cessna Skymaster de los utilizados por la aviación usamericana contra El Salvador y Vietnam, luego adquiridos por Hermanos al Rescate con la ayuda de la congresista de la Florida Ileana Ros-Lehtinen
Foto 4: Periodistas cubanos en Angola
Foto 5: Adriana Pérez O’Connor
Foto 6: Olga Salanueva con la hija menor de la pareja, Ivette González Salanueva
Foto 7: Propaganda anticomunista
Foto 8: Congris
Foto 9: Celda de castigo utilizada por los nazis. La descripción que de la suya hace Gerardo es muy similar.
Foto 10: Tom Cruise en Minority Report
Foto 11: Barack Obama e Hillary Clinton
Foto 12: Olga Salanueva y Adriana Pérez O’Connor
Esta traducción está dedicada a Adriana Pérez y Gerardo Hernández.
Primera edición en Cubadebate, bajo el título de «¡Vaya manera de respetar el debido derecho!» (http://www.cubadebate.cu/noticias/2009/08/23/%C2%A1vaya-manera-de-respetar-el-debido-proceso/). Asimismo en Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=8436&lg=es
Machetera y Manuel Talens son miembros de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Talens pertenece asimismo a Rebelión.