Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La conclusión de un informe de un panel parlamentario japonés publicado la semana pasada de que el desastre de la planta nuclear Fukushima Daiichi se debió a colusión entre el gobierno y la industria y por lo tanto fue «hecho por el hombre» se refleja en todo el mundo. La «conquista reguladora» citada por el panel es un modelo en las agencias nucleares que llega hasta el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
«El accidente en la planta de energía nuclear Fukushima fue el resultado de la colusión entre el gobierno, los reguladores y Tepco [Tokyo Electric Power Company, la propietaria de las seis plantas en Fukushima] y la falta de gobernanza por las partes mencionadas», dice el informe de 641 páginas de la Comisión Independiente de Investigación del Accidente Nuclear Fukushima, publicado el 5 de julio.
«Efectivamente traicionaron el derecho de la nación a estar libre de accidentes nucleares. Por ello, concluimos que el accidente fue evidentemente «hecho por el hombre», dice el informe establecido por la Dieta Nacional o parlamento de Japón.
«Creemos que la causa fue el sistema organizativo y regulador que apoyó justificaciones erróneas de decisiones y acciones», siguió diciendo. «En general, la comisión estableció la existencia de una ignorancia y arrogancia imperdonables en todas y cada una de las organizaciones encargadas de la energía nuclear». Dice que todos los reguladores nucleares en Japón y Tepco «no desarrollaron correctamente los requerimientos más elementales de seguridad».
El presidente del panel de 10 miembros, el médico Kiyoshi Kurokawa, declaró en la introducción del informe: «Fue un desastre totalmente ‘hecho por el hombre’ que podría haber previsto y prevenido».
También culpó a las características culturales de Japón. «Lo que hay que admitir con mucho dolor, escribió el doctor Kurokawa, es que fue un desastre ‘hecho en Japón’. Sus causas fundamentales se encuentran en las convenciones arraigadas en la cultura japonesa; nuestra obediencia reflexiva; nuestra renuencia a cuestionar la autoridad; nuestra devoción a ‘seguir el programa’; nuestro grupismo y nuestra insularidad».
De hecho, la situación reguladora nuclear en Japón es la regla en todo el globo.
Por ejemplo la Comisión Reguladora Nuclear de EE.UU. (NRC) y su predecesora, la Comisión de Energía Atómica (AEC), no rechazaron una sola licencia para la construcción u operación de una planta de energía nuclear en algún sitio, en algún momento. La NRC ha estado ocupada en los últimos tiempos no solo en aprobar el inicio de la construcción de nuevas plantas de energía nuclear en EE.UU., sino en ampliar las licencias de operación de la mayoría de las 104 plantas existentes de 40 a 60 años, aunque se diseñaron para funcionar solo durante 40 años. El motivo es que la radiactividad vuelve quebradizos los componentes de metal y degrada otras partes después de 40 años llevando a inseguridad en la operación de las plantas. Y la NRC ahora considera la posibilidad de ampliar sus licencias a 80 años.
Además, el presidente de la NRC, Gregory Jaczko, dimitió recientemente debido a un ataque contra él de la industria nuclear y los otros cuatro miembros de la NRC, encabezados por William D. Magwood IV, un ejemplar típico de la mayoría de los comisionados de la NRC y de la AEC a lo largo de décadas, un ardiente promotor de la energía nuclear. Llegó a la NRC después de dirigir Advanced Energy Strategies en la cual sirvió de consultor para varias compañías involucradas en la energía nuclear, incluidas muchas en Japón, entre ellas Tepco.
Antes de eso, Magwood fue director de energía nuclear en el Departamento de Energía de EE.UU. (DOE). «Dirigió la creación, según su biografía en la NRC, de programas del DOE promoviendo la energía nuclear, ‘Nuclear Power 2010’ y ‘Generation IV'». Anteriormente, trabajó para el Edison Electric Institute y Westinghouse, importante fabricante de plantas de energía nuclear.
Jaczko, a pesar de ser patrocinador de la energía nuclear, con un doctorado en física, llamó recientemente a que la NRC aplique las «lecciones aprendidas» del desastre de Fukushima a sus reglas y acciones, molestando a la industria y a los otros cuatro comisionados de la NRC. Como declaró a la NRC en febrero cuando los otros cuatro comisionados de la NRC aprobaron la construcción de nuevas plantas nucleares después de Fukushima, autorizando dos plantas en Georgia: «No puedo apoyar la emisión de esa licencia como si Fukushima jamás hubiera sucedido».
La NRC se estableció para que fuera un regulador independiente de la energía nuclear para reemplazar la AEC, establecida por el Congreso según la Ley de Energía Atómica de 1946. La AEC recibió las misiones de promover y regular la energía nuclear, un conflicto de interés, según comprendió el Congreso en 1974, por lo cual eliminó la AEC y creó la NRC como reguladora y, después, el Departamento de Energía como promotor de la energía nuclear. Pero tanto la NRC como el DOE han terminado por promover la energía nuclear con puertas giratorias entre ellos, los laboratorios nucleares nacionales del gobierno y la industria nuclear.
El Organismo Internacional de Energía Atómica se estableció como una versión internacional de la AEC por las Naciones Unidas después de un discurso del presidente Dwight Eisenhower en 1953 en el que apoyó «Átomos para la Paz». Sus misiones son ser monitor de la tecnología nuclear en todo el globo mientras busca «la aceleración y ampliar la contribución de la energía atómica a la paz, la salud y la prosperidad en todo el mundo».
Su primer director general fue Sterling Cole quien como congresista estadounidense fue un gran propugnador de la energía nuclear. Luego llegó Hans Blix después de dirigir una iniciativa en su Suecia natal contra un esfuerzo por cerrar plantas nucleares en ese país. Blix fue franco en su esfuerzo de propagar internacionalmente la energía nuclear y apeló a una «reacción resuelta del gobierno, actuando individualmente o en conjunto como en el Organismo (OIEA).
El segundo de a bordo de Blix en el OIEA fue durante mucho tiempo Morris Rosen, antes de la AEC y antes de eso de la división nuclear de General Electric (que fabricó las plantas de Fukushima), quien dijo después del desastre de la planta nuclear de Chernóbil en 1986: «Cabe muy poca duda de que la energía nuclear es una empresa industrial bastante benigna y que es posible que tengamos que esperar accidentes catastróficos de vez en cuando».
Mohamed ElBaradei de Egipto vino después de Blix, y como dijo en una «Conferencia Internacional sobre la Energía Nuclear para el Siglo XXI» organizada por el OIEA en 2005: «Existe evidentemente un sentido de crecientes expectativas para la energía nuclear».
El actual director general del OIEA es Yukiya Amano, de Japón. En Viena, en la sede del OIEA, marcando el primer aniversario del desastre de Fukushima en marzo, Amano dijo: «La energía nuclear es ahora más segura de lo que era hace un año».
¿De verdad?
Shuya Nomura, miembro de la comisión de investigación japonesa y profesor en la Escuela de Derecho Chuo, fue citado por el New York Times diciendo que el informe del panel trata de «esclarecer los problemas estructurales más amplios de Japón, sobre el pus que impregna la sociedad japonesa». Y, según el Times, agregó: «Este informe contiene señales de cómo tiene que cambiar la sociedad japonesa».
Esos «problemas estructurales más amplios» son mucho más amplios que Japón, son globales. La «conquista reguladora» citada en el informe del panel japonés ha ocurrido en todo el mundo, mientras la industria nuclear y los que promueven la energía nuclear en los gobiernos se aseguran de que los zorros nucleares estén a cargo de los gallineros nucleares. El «pus que impregna la sociedad japonesa» es internacional. Con algunas excepciones muy importantes, la gente no ha enfrentado adecuadamente a las autoridades nucleares. Y todos debemos hacerlo. Los promotores nucleares han establecido un sistema corrupto para permitir que se salgan con la suya con su tecnología letal. Han mentido, se han confabulado, han distorsionado gobiernos. Por lo tanto se ha permitido que la industria nuclear haga lo que le da la gana. Los impulsores nucleares deben ser firmemente desafiados y hay que detenerlos a ellos y a la energía nuclear.
Karl Grossman, profesor de periodismo de la Universidad Estatal de Nueva York/Colegio de Nueva York, es autor del libro: The Wrong Stuff: The Space’s Program’s Nuclear Threat to Our Planet. Grossman es un asociado del grupo de monitoreo de los medios Fairness and Accuracy in Reporting (FAIR). Es colaborador de Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion.
Fuente: http://www.counterpunch.org/
rCR