Hijo de familia campesina, en 1908 nació el poeta Julio Mateu Martínez. Muy pronto empezaría a encadenar los trabajos de jornalero, botero, tornero, desenterrador, vendedor de periódicos y periodista. Militante del PCE, Julio Mateu murió a los 77 años en Moscú. Uno de los hitos en su trayectoria militante se produjo durante la revolución asturiana […]
Hijo de familia campesina, en 1908 nació el poeta Julio Mateu Martínez. Muy pronto empezaría a encadenar los trabajos de jornalero, botero, tornero, desenterrador, vendedor de periódicos y periodista. Militante del PCE, Julio Mateu murió a los 77 años en Moscú. Uno de los hitos en su trayectoria militante se produjo durante la revolución asturiana de octubre de 1934, por cuya participación resultó detenido y condenado a 30 años de prisión. Ya en la guerra de 1936, este obrero y hombre de letras se incorporó como miliciano al Ejército Popular, al tiempo que fue uno de los dirigentes en Valencia de la Federación Provincial Campesina. En 1937 publicó el cuento infantil «El pirata Pancho Ponche» (Editorial Joven Guardia).
Tras la derrota del bando republicano, partió al exilio, primero a Francia y Argelia, después a la Unión Soviética. Entre 1944 y 1948 trabajó en Radio España Independiente («La Pirenaica»). En un sentido poema declaró a la URSS su segunda patria. Julio Mateu se dedicó en Moscú al periodismo político y la traducción de textos (en la editorial moscovita Progreso vertió autores rusos a la lengua castellana). Además fue miembro del Comité Central del PCE, de la Unión de Escritores de la URSS y dirigente en el exilio de los comunistas españoles. Galardonado con la orden de la Estrella Roja, la Editorial Progreso le publicó dos libros: «Poesías escogidas» (1972) y «Olivos y abedules» (1977).
Julio Mateu Martínez es uno de los 1.191 autores abordados en el «Diccionario Biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939», obra de cuatro volúmenes y 2.318 páginas publicada en enero de 2017 por la editorial sevillana Renacimiento. Coordinado por el catedrático de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autonoma de Barcelona, Manuel Aznar Soler, y por el doctor en Filología José Ramón López García, el diccionario es la materialización de un trabajo colectivo en el que han participado, desde 1995, más de un centenar de personas, con un papel central del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL) adscrito al departamento de Filología Española de la Universitat Autònoma. La primera presentación de la obra tuvo lugar el uno de junio, dentro de las VII Jornades de Memòria Democràtica organizadas por el Fórum de Debats de la Universitat de València.
Además de más de mil autores exiliados (escritores en castellano, catalán, vasco y gallego), la vasta obra incluye las entradas de 245 revistas y 55 editoriales. «Se trata de un atlas de consulta, que incluye a autores olvidados, poco o mal estudiados o que en ocasiones se ha considerado menores», explican Aznar y López. Además, en coherencia con el sentido de las enciclopedias y obras de consulta, las voces o entradas no aportan al lector análisis y juicios de valor, sino exclusivamente información y datos. En el prólogo, los coordinadores lamentan que la ingente tarea haya sido fruto del esfuerzo voluntario de los colaboradores. «La recuperación de la biblioteca del exilio republicano tendría que haber sido prioritaria en la política cultural del Estado; es más, continúa siendo una asignatura pendiente de la actual democracia», explica Manuel Aznar.
El lector tendrá acceso a información sobre «Nuevo Romance», editorial fundada a finales de 1941 en Buenos Aires. Debido a los apuros financieros y problemas de distribución, de la que se encargó la editorial Losada, el proyectó se mantuvo menos de dos años. Uno de los objetivos era la publicación de obras de los autores exiliados en América. Detrás de esta empresa figuraron escritores como Rafael Alberti, Francisco Ayala, Lorenzo Varela y Rafael Dieste. Entre los seis libros que «Nuevo Romance» alcanzó a editar, figura «Teresa» (1941), una biografía de Teresa Mancha (amante del poeta Espronceda), obra de Rosa Chacel. Asimismo «La luna nona y otros cuentos» (1942), de Lino Novás Calvo; y el libro de relatos «Del cielo y del escombro» (1942), de Arturo Serrano Plaja. Además editaron una colección de «clásicos», titulada «Libros raros y curiosos».
Desde el lanzamiento en 1939 de la editorial Séneca en México, el desarrollo de casas editoriales resultó capital para que los escritores exiliados pudieran publicar libros y traducciones. Devino una fuente de ingresos, además de los encargos de corrección e ilustración de textos. Además, «la tarea de los editores en el exilio fue fundamental para el desarrollo cultural e industrial de algunos países latinoamericanos», subraya José Ramón López. Su presencia fue destacada en editoriales como el Fondo de Cultura Económica de México o la Editorial Losada, de Buenos Aires. Otra parte de la obra de estos autores se desplegó en periódicos y revistas, como las mexicanas «Hoy», «Mañana» y «Siempre!».
José Ramón López García da cuenta en la Universitat de Valencia de la «complejidad» asociada a la elaboración del diccionario. Por un lado, los especialistas han tenido que afrontar la amplitud y heterogeneidad del exilio republicano de 1939, y no sólo los ejemplos más conocidos de México, Argentina o Francia. Esta diversidad incluye también la ideología, ya que en la obra de consulta figuran escritores liberales, socialistas, comunistas y anarquistas. Además, la nómina de autores abarca los artistas, abogados, periodistas, científicos, filósofos y políticos que publicaron al menos un libro desde 1939. «De algunos lo desconocemos casi todo sobre su vida y actividad», destaca el investigador de GEXEL. Por ejemplo Ángel Arce, María Benito de Segarra, Antonio Fernández Martínez, Eduardo Martínez Carrasco o Jaume Palau.
Tampoco los coordinadores han aplicado criterios rígidos, ya que de ser así, habrían quedado excluidos autores como Antonio Machado, quien falleció en Collioure (Francia) en febrero de 1939. Entre los más de mil autores, el diccionario del exilio ofrece información sobre algunos que no nacieron pero sí desplegaron su obra en el estado español; como el polaco Mauricio Amster, el mexicano Juan Miguel de Mora, el uruguayo Eduardo Dieste, el cubano Eduardo Zamacois y los argentinos Luis Alberto Quesada y Valentín de Pedro. También figuran republicanos que no se exiliaron nada más finalizar la guerra, sino años después. En este apartado figuran el escritor y pintor alicantino Vicente Bautista Belda, autor de 14 novelas; o el dramaturgo José Martín Elizondo, promotor del colectivo «Amigos del Teatro Español».
No se incluye a los autores cuyo itinerario no pasó por el exilio. Así ocurre con el poeta Miguel Hernández, quien murió de tuberculosis en la cárcel; o el doctor Juan Peset Aleixandre, fusilado por el franquismo. Se ha dado entrada en el diccionario, por el contrario, a algunos perfiles que ofrecían dudas, como el del guionista y dirección de cine y televisión, Pío Caro Baroja. Pero no a otros, como Ramón Gómez de la Serna, inventor del género de las «greguerías», ya que su exilio en Buenos Aires no se debía a la condición de vencido republicano.
El diccionario aporta información y datos de revistas como «Nuestra Bandera», órgano de expresión del PCE que comenzó a publicarse durante la guerra de 1936. Entre 1940 y 1944 continuó publicándose en México, a lo que siguió un trienio (1945-1948) de edición en Toulouse, donde la revista se vendía por 20 francos. Dirigieron, de manera sucesiva la revista, Antonio Mije, Santiago Carrillo, Manuel Azcárate y José Sandoval. Durante la etapa mexicana, en el número cinco, figuraba el siguiente lema en la contraportada: «Bajo las banderas de Marx, Engels, Lenin y Stalin». Durante esos años colaboraban en la publicación Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo, Jesús Hernández, José Díaz, Julio Álvarez del Vayo, Daniel Anguiano e Hidalgo de Cisneros, entre otros. Además, la revista publicó editoriales desde los primeros números. En cuanto a los contenidos, «fueron básicamente ensayos políticos de ideología comunista, opuestos al franquismo y al trotskismo, y a favor de la Unión Soviética». A partir de 1949 «Nuestra Bandera» empieza a editarse en París, con un nuevo subtítulo: «Revista Mensual de Educación Ideológica del Partido Comunista de España». En 1952 el centro de edición pasa a ser Madrid.
El exilio republicano español de 1939 promovió o participó en una pluralidad de revistas. Por ejemplo «Las Españas», «El hijo pródigo», «Romance», «De Mar a Mar», «Correo Literario», «Independencia», «Cultura y Democracia» o los boletines de la Unión de Intelectuales Españoles, tanto de París como de México. Pese al notable trabajo de recopilación, advierte Manuel Aznar, «es una obra de consulta imperfecta por incompleta». Se trata de un punto de partida. «Seguro que no están todos los escritores, editoriales y revistas». Pero sí Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, Ernesto Guerra da Cal, Pura Ucelay Maórtua, Joaquín Díez-Canedo, Clemente Airó, Juan Ortega Costa, Joaquín Piñol, Virgilio de los Llanos o Fernando Valera. Algunos de los investigadores y especialistas fallecieron por el camino, antes de cerrar la publicación de los cuatro volúmenes. Es el caso del hispanista Nigel Dennis, autor de las entradas sobre Ramón Gaya o la revista «España Peregrina», fundada en México en 1940 y dirigida por José Bergamín; también sobre la Editorial Séneca, fundada un año antes y en la que participaron Bergamín y Emilio Prados. En 2008 murió el filólogo Ignacio Soldevila, responsable de la primera voz del autor de «El laberinto mágico», Max Aub.
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