A pesar de que ya han transcurrido varios días del discurso ante la Asamblea Nacional del General de Ejército, Raúl Castro Ruz, aún me siento conmovido. La emoción que sentí con sus palabras estuvo relacionada con el hecho de percibir cuanta comprensión y conciencia tiene nuestro Presidente sobre los problemas más acuciantes del país y […]
A pesar de que ya han transcurrido varios días del discurso ante la Asamblea Nacional del General de Ejército, Raúl Castro Ruz, aún me siento conmovido. La emoción que sentí con sus palabras estuvo relacionada con el hecho de percibir cuanta comprensión y conciencia tiene nuestro Presidente sobre los problemas más acuciantes del país y de los peligros que enfrenta nuestro proyecto revolucionario.
Raúl ha insistido en numerosas oportunidades a todos los cuadros que deben «pegar los oídos a la tierra» y en cada discurso pronunciado da un ejemplo en ese sentido. Claro que, al pasar los días, la emoción se transforma en preocupación, pues el diagnóstico de nuestra realidad en cuanto a la pérdida de valores y comportamientos éticos elementales, es bien complejo y difícil, pero las soluciones posibles parecen mucho más enrevesadas, debido a que cualquier análisis nos lleva a la conclusión de que solo sería posible revertir esta situación con respuestas integrales y sistemáticas, contando con el mayor apoyo de la población cubana y sus extraordinarias reservas morales.
Ello está intrínsecamente relacionado con el cambio de mentalidad que queremos desarrollar y que sabemos no se logra de manera inmediata. Las mentalidades se resisten al cambio y por lo general solo van modificándose de acuerdo a las condicionantes externas que lo propicien, que incentiven a que las personas dejen de actuar de la manera en que habitualmente lo han hecho durante años.
También recibí con mucho beneplácito las palabras de Raúl, pues en alguna medida me sentí respaldado en varias de las ideas que he defendido en diversos escenarios y conversaciones con amigos y colegas de trabajo. Como por ejemplo, el pensamiento de que la recuperación económica de nuestro país, debe ir acompañado de un trabajo muy fuerte en el plano ideológico y cultural, sobre todo enfocado en los aspectos en los que hemos retrocedido. Mucho más ahora con todos los cambios que están teniendo lugar que le dan más espacio al mercado y el influjo de las relaciones monetarios-mercantiles se apodera de las mentes de más cubanos, mientras la llamada «pirámide invertida» continúa haciendo labor de zapa en las conciencias.
Sin ese acompañamiento es prácticamente imposible que avance nuestra economía como queremos -ya se está poniendo de manifiesto-, y en caso de hacerlo, ello no puede llevarnos a pensar que con eso habremos salvado el socialismo en Cuba, pues la batalla final entre el capitalismo y el socialismo se define en el terreno de la espiritualidad. Podremos el día de mañana tener medianamente resueltos los problemas económicos, pero si no hemos creado una nueva cultura, opuesta y superior a la cultura del capitalismo, igualmente habremos perdido el rumbo socialista.
Recordemos que lo que nos hizo sobrevivir la caída del Campo Socialista fue precisamente nuestra cultura y que no en balde Fidel señaló en aquella aciaga coyuntura que eso era lo primero que teníamos que preservar. Pero también nuestra experiencia histórica ha demostrado que no se puede sostener durante mucho tiempo la hegemonía cultural socialista, sin una economía sólida que la respalde. De ahí que exista, una estrecha relación orgánica entre ambos aspectos de la realidad. Gramsci lo explicó muy bien en sus Cuadernos de la Cárcel.
Mas, ¿como enfrentamos la degradación moral y cívica de la que hemos sido testigos durante todos estos años posteriores al derrumbe del campo socialista y que atentan contra la sobrevivencia de nuestro proceso revolucionario? Pienso que esa debe se la pregunta fundamental ahora de los revolucionarios cubanos luego del contundente discurso de Raúl. Y en la búsqueda de respuestas a esa pregunta, los intelectuales cubanos tenemos mucho que aportar.
Pensar en cómo sanar todo el tejido espiritual, allí donde ha sido dañado, debe ser labor fundamental de la intelectualidad cubana, pero no solo pensar, sino también actuar en consecuencia.
Hay medidas y soluciones que deben ser aplicadas a corto plazo y otras en un tiempo mucho más prologando. Está claro que las medidas coercitivas no resuelven los problemas de fondo, sino que estos solo pueden solventarse de manera efectiva en nuestro sistema de educación y en la familia, logrando también una progresiva mejora económica que supere el estado de marginalidad en que viven ciertos sectores de la sociedad cubana. Pero como ha dicho Raúl: «Lo real es que se ha abusado de la nobleza de la Revolución, de no acudir al uso de la fuerza de la ley, por justificado que fuera, privilegiando el convencimiento y el trabajo político, lo cual debemos reconocer no siempre ha resultado suficiente».
No se trata ahora de asumir el reto a través de una campaña del momento o por medio de consignas vacías. El problema no se resuelve, por mencionar un ejemplo, a través de una convocatoria formal por los CDR para decir nuevamente que hay que combatir las ilegalidades, la corrupción y las indisciplinas sociales. Se trata de crear las estructuras y mecanismos que faciliten al pueblo el combate de todos estos fenómenos. Se trata de pensar en profundidad y con mucha creatividad cómo atacar estos problemas a fondo y de una manera sistemática, sabiendo que muchos de ellos costarán años resolverlos.
Considero que las indisciplinas sociales pueden combatirse en lo inmediato utilizando las fuerzas coercitivas y los recursos legales que disponemos. Pero habrá también que crear nuevas fuerzas y recursos legales, pues los existentes no creo sean suficientes. En muchos lugares del mundo se le aplican multas a los ciudadanos que botan papeles u otros desechos en la calle, ponen música alta, pisan el césped, etcétera. Nuestra Policía Nacional Revolucionaria debiera jugar un papel protagónico en ese sentido. También en el transporte público.
Es muy común encontrarse en determinados ómnibus y horarios, ciudadanos que acceden a este servicio en estado de embriaguez, fumando y diciendo palabras obscenas. En otras ocasiones, grupos de revoltosos maltratan la propiedad social. Son pocas las ocasiones en que son requeridos, pues las personas temen recibir una respuesta violenta, incluso con armas blancas. Eso pasa incluso en otros ámbitos de la vida social. Recientemente me contaron de un caso de una persona que fue a reclamar a la panadería, pues le habían dado un pan de muy mala calidad mientras el de mejor elaboración se vendía por la «izquierda» y terminó recibiendo una herida en el brazo, al esquivar el ataque de un machete.
Lo que quiero decir con esto, es que a pesar de que este pueblo también hay valientes que se enfrentan a las indisciplinas sociales y otras conductas inmorales como estas, deben contar con el respaldo de las autoridades correspondientes para que la impunidad no siga prevaleciendo. Las autoridades deben apoyar al máximo a todos los ciudadanos que combaten este tipo de manifestaciones y que sobre los infractores caiga todo el peso de la ley y la repulsa social.
En ese sentido los medios de comunicación, pueden desempeñar un papel muy importante de denuncia y divulgación de todos estos hechos denigrantes para nuestra sociedad. Últimamente han salido en el periódico Granma varios artículos en esa dirección, demostrándose lo efectivos que pueden ser nuestros medios en el enfrentamiento a estas conductas inmorales. Ello contribuye a realzar el espíritu combativo de nuestra sociedad y al desarrollo de una conciencia crítica en nuestro pueblo. De esta manera los corruptos e inmorales se van a ir sintiendo cada día más acorralados.
En cuanto a la corrupción y las ilegalidades pienso que se podrían crear una especie de oficinas anticorrupción en las comunidades dedicadas a recibir las denuncias de la población para luego someterlas a investigación. Este combate a la corrupción y las ilegalidades es de prioridad mayúscula, pues indudablemente constituye el principal enemigo de la Revolución, como bien a expresado el destacado académico cubano Esteban Morales Domínguez en varios de sus artículos. Aunque considero que ese combate debe comenzar de arriba hacia abajo y no a la inversa. No puede ser que la pelea comience contra el viejito que para poder sobrevivir vende maní en la esquina sin licencia, antes que por el gerente o jefe de una fábrica que está robando al por mayor, enriqueciéndose a la vista de todos, llevando un nivel de vida que sabemos es imposible de acuerdo a su salario.
A veces no nos damos cuenta de lo subversiva que puede ser nuestra propia realidad para la persistencia de nuestro proyecto, más subversiva que la propia labor del enemigo externo. Ya Fidel nos lo advirtió el 17 de noviembre de 2005 en su magistral discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. El General de Ejército, Raúl Castro, también se ha referido a esta cuestión en varias de sus intervenciones. La realizada el 7 de julio de 2013, ante la Asamblea Nacional es una clarinada para todos los revolucionarios cubanos en los momentos actuales que vivimos, pues tenemos que ganar en percepción del riesgo que corremos si continuamos de brazos cruzados ante este tipo de fenómenos que han ganado cada vez más espacio en nuestro país.
Aún estamos a tiempo de salvarnos de la barbarie que significaría el regreso del capitalismo a Cuba. Los intelectuales cubanos, además de vincularnos muy estrechamente a todas las tareas del proceso revolucionario, seguimos llamados a ofrecer luz, alertar y ejercer la crítica ante todos los fenómenos que nos parezcan puedan atentar contra la obra que estamos empeñados en construir, y no solo a ello, sino también a hacer proposiciones concretas. La mejor ciencia social es la que no solo se queda en el diagnóstico de la realidad, sino la que a partir de ese escrutinio hace propuestas que puedan ayudar a transformarla. Eso nos hace también marxistas.
Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2013/07/18/un-discurso-medular/