Esta mujer menuda que mide 1,57 y pesa 48 kilos escasos, de ojos profundos y enrojecidos por el llanto, pudo sentarse una noche a cenar con el príncipe Carlos de Inglaterra y le dio calabazas. Prefirió la compañía de Yaser Arafat. Cuatro años después, cuando de nuevo las bombas caen como lluvia maldita sobre Gaza, […]
Esta mujer menuda que mide 1,57 y pesa 48 kilos escasos, de ojos profundos y enrojecidos por el llanto, pudo sentarse una noche a cenar con el príncipe Carlos de Inglaterra y le dio calabazas. Prefirió la compañía de Yaser Arafat.
Cuatro años después, cuando de nuevo las bombas caen como lluvia maldita sobre Gaza, María José Lera Rodríguez recuerda su encuentro con el fallecido líder palestino.
Formaba parte de un grupo de unos 20 profesores europeos. Arafat los recibió en su residencia de La Muqata. Era octubre de 2004. «Se encontraba bien de salud, estuvo muy atento y hasta te acercaba la silla».
Pero tenía un extraño presentimiento, recuerda María José Lera: «nos dijo que iba a morir por la cocina».
Un par de semanas después, de vuelta a casa, escucha las noticias en la televisión: Arafat ha muerto. Era el 11 de noviembre. María José le dijo a su madre:
-¡Lo han envenenado!
-Pero mujer, ¡qué cosas dices!
¿Qué hacía esta mujer nacida en Alcalá de Guadaira hace 43 años sentada junto a Arafat? Estaba allí porque era y es una reconocida especialista en educación infantil y violencia en las aulas.
En la pizarra de su despacho de la Facultad de Psicología hay pintado un triángulo invertido. Cada uno de sus vértices tiene una letra: el superior izquierdo, una A; el derecho, una V; el de abajo, otra A. El polígono tiene nombre: triángulo dramático.
-Primero hay que definir la violencia. Debe tener tres características: que sea intencional, te pego queriendo; que sea repetitiva y que proceda de una persona que tiene un desequilibrio de poder. En resumen: el fuerte humilla y acosa al débil de manera repetitiva e intencionada.
La profesora Lera señala la pizarra: «Ahora, pongámosle nombre a cada uno de esos roles: en un vértice, la A de agresor; en el opuesto la V de víctima y abajo la de los ausentes. Ese es el triángulo dramático. El agresor cuenta con un grupo que lo apoya, los ayudantes o animadores. La víctima ha de ser vulnerable, porque el agresor nunca se enfrenta a alguien que es igual o superior a él, pues no sería violencia, sino lucha. Y por último, nos preguntamos ¿por qué A acosa a V? Respuesta: para mantener el poder. Para mostrar a los del vértice de abajo, los ausentes o espectadores, quien es el que manda».
María José Lera descubrió cuando trabajaba sobre el triángulo dramático que ese esquema servía lo mismo para explicar el bullying (acoso escolar), que el conflicto palestino-israelí.
-No, conflicto, no -corrige-. En Gaza no hay un conflicto, porque los contendientes no son iguales. Lo que hay estos días es el mayor genocidio que hayamos visto nunca.
El cruce entre una investigación sobre la violencia en las aulas y la situación en Palestina se produjo de manera natural. María José Lera se había casado con un profesor inglés que a comienzos de este siglo trabajaba en Burlington Books, una editorial de material escolar israelí. Cada mes viajaba a Tel Aviv. Eran los tiempos de la segunda intifada. Los noticiarios televisivos vomitaban escenas de violencia en los territorios palestinos.
-Más que compañía israelí, era una compañía sionista. Mi marido estaba en un pedazo de hotel de Tel Aviv, y no se enteraba de que a 40 kilómetros estaban matando palestinos. Como si estuviera en Hawai. El director de la compañía les decía que los palestinos eran animales a los que había que exterminar.
En Alcalá de Guadaira, la profesora Lera veía en el televisor de su casa los rostros desamparados de los niños palestinos. Y se identificó con ellos. Quizá porque desde su niñez también se había sentido desamparada.
Nacida en un hogar «muy humilde», su padre José era panadero y su madre Matilde costurera. «No sabían leer ni escribir; eran analfabetos». Además de pobres. El padre sufrió una extraña enfermedad y a los 40 años se quedó completamente sordo. La pensión de invalidez total que les quedó era una miseria. «Había meses que solo podíamos comer sopa de avecrem«.
María José tenía 13 años y su hermana 17. La madre y las dos hijas se pusieron a trabajar en lo poco que sabían: coser.
-Yo bordaba y hacía ropita para bebés. Desde entonces, esa ha sido toda mi vida: trabajar y estudiar.
Estudiar. Palabra mágica. Porque eran pobres, pero inteligentes. María José terminó el bachillerato con un currículo plagado de matriculas. «Con unas notas tan altas y una pobreza tan grave, siempre tuve becas». Se doctoró en Psicología, aunque le hubiera gustado ser reportera de guerra. Pero en Sevilla no había Facultad de Periodismo. Completaba la beca con los trabajos mas variados: limpiar coches, buzonear, hacer encuestas…
Otra beca la llevó al Instituto de la Educación de Londres, uno de los mejores centros en su especialidad. Conoció a su marido, hubo boda, dos hijos, un aborto y separación amistosa. Y sobre todo, se abrió a Europa: desde entonces, ha firmado numerosos proyectos de investigación financiados por la Unión Europea. De vuelta a España, oposita y se convierte en Profesora Titular de Psicología Evolutiva y de la Educación. Además de la violencia en las escuelas, ha investigado sobre la calidad de la enseñanza o la presencia del hombre en la educación infantil.
Más profeta fuera que dentro, varios programas educativos suyos se desarrollan en países europeos. El más conocido, Golden 5, financiado por la UE y hecho en colaboración con Polonia, Italia, Noruega y Bélgica. Y Palestina. El país que la atrapó.
El país por el que canceló su asistencia a la presentación de un proyecto patrocinado por IBM para introducir ordenadores entre niños de tres años, que debía culminar con una cena junto al príncipe Carlos.
María José prefirió viajar a la tierra batida de Palestina y profundizar en el estudio que la violencia está produciendo en miles de niño que «ya no ríen, no lloran, no hablan y están en estado de shock permanente».
Niñas al fútbol, niños con casitas
En su mesa hay un libro verde de un centenar de páginas con titulo de cuento El fútbol y las casitas. Pero no es ninguna ficción. Es realidad pura. El resultado de una investigación que la profesora Lera realizó al regresar de Londres.
Estudia la escasa presencia de la figura masculina en los primeros años de la vida de los niños. Frente a la presencia de la mujer: cuando nace el bebé, es cuidado por la madre; en la guardería, por la canguro; en el colegio, por la maestra. Niños y niñas crecen pensando que esas no son cosas de hombres. Conclusión:
-Las niñas que han tenido maestros son menos estereotipadas y tienen una educación mas completa. Más fútbol y menos casitas.
El estudio apenas tuvo repercusión en Sevilla. En su facultad le preguntaban ¿a quien le interesa eso? Pues interesa. A los austriacos, por ejemplo. Hace tres semanas contactaron a su autora.
Otro tema investigado por la profesora Lera es el bullying (acoso escolar). ¿Es preocupante? No demasiado: «tenemos alrededor de un 6% en las aulas andaluzas, incluyendo acosadores y víctimas».
Es relativamente fácil de erradicar, si se prepara bien al profesor. En eso consiste el programa Golden 5, que enseña al profesorado estrategias de control del aula. Polonia ya lo aplica en sus escuelas. Pero sobre todo, la profesora Lera está entusiasmada por la buena acogida que tiene en Palestina, en donde ya han preparado a un centenar de profesores. ¿Qué hay de la acusación de que esos profesores enseñan a los niños a ser terroristas?
La profesora Lera endurece su rostro:
-Es la mayor falsedad que se ha podido decir. El currículo palestino está supervisado por la ONU y lo que más se les enseña a los niños son los derechos humanos.
Precisamente, los más violados en aquel sufrido territorio.