Andreu Mas-Colell, el actual conseller de Economía del gobierno de los mejores privatizadores versión 2.0, el nuevo gobierno presidido de nuevo por Artur Mas, la voluntat-d’un-poble, y vicepresidido por Joana Ortega, la del partido corrupto, fue al cine el sábado pasado, 26 de enero de 2013. No puedo asegurarlo pero probablemente fuera a ver «Amour», […]
Andreu Mas-Colell, el actual conseller de Economía del gobierno de los mejores privatizadores versión 2.0, el nuevo gobierno presidido de nuevo por Artur Mas, la voluntat-d’un-poble, y vicepresidido por Joana Ortega, la del partido corrupto, fue al cine el sábado pasado, 26 de enero de 2013. No puedo asegurarlo pero probablemente fuera a ver «Amour», la imprescindible película del maestro Michael Haneke. Como a muchos de nosotros, se le quedará grabada en su retina las enormes interpretaciones de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, la maravillosa protagonista de aquel inolvidable film de Alain Resnais: «Hiroshima mon amour» [1].
A diez metros de la salida del cine, un joven ciudadano catalán le dirigió unas palabras. ¿Es usted Mas-Colell, le preguntó? La gran matemática chilena, compañera del conseller neoliberal, profesora de Aula (la cara academia «europea» privada, donde no se practica la inmersión lingüística y en la que estudiaron los hijos del president Mas, el independentista) le ayudó en su respuesta: sí lo era. Jordi Santiago, este es el nombre del ciudadano indignado y rebelde, tuvo el coraje de proseguir haciendo observaciones críticas sobre la práctica económico- política, realmente existente, del conseller. Traduzco y resumo: «Deje de destrozar a las clases trabajadoras catalanas, deje de destrozar el país».
Don Mas-Colell agitó manos y brazos, y se alejó molestó. Que le dejarán en paz, pareció decir. El ciudadano crítico había sido muy descortés en su opinión. Probablemente pensaría también que circulaba por algún sendero que atravesaba o se aproximaba a la locura política izquierdista.
Pero no es el caso evidentemente. Lo contrario es más verdadero. De descortesía nada y de locura aún menos. La acción de Jordi Santiago nos enseña a todos, nos debería enseñar a todas. Pero, más allá de lo sucedido, ¿hay algo en común entre ellos? Sí, lo hay.
Mas-Colell, como es sabido, además de un destacado cuadro político universitario del PSUC en tiempos de silencio, represión y rebeldía, fue un alumno-discípulo de Manuel Sacristán. El autor de Sobre Marx y marxismo habló de él en más de una ocasión en sus clases de Metodología de las Ciencias Sociales. Sentía admiración, reconocía la complejidad matemática de los trabajos del catedrático de Harvard. En alguna ocasión llegó a conjeturar sobre la posibilidad de que Mas-Colell, que le solía visitar en su casa de Diagonal, fuera el primer Nobel español (y/o catalán) de Economía.
Jordi Santiago no es nada de eso. No ha podido serlo. Activista desde hace muchos años, es actualmente un joven licenciado en paro. Como tantos otros jóvenes. Lo conocí hace más de veinte años, en el nocturno del Instituto Puig Castellar, los estudios que fueron anulados-liquidados posteriormente por el conseller «socialista» Ernest Maragall. ¡Fuera el nocturno de Santa Coloma de Gramenet!, exclamaría. Sus «serviles subordinados» tomaron nota.
Fui su profe de filosofía y le hablé -¿cómo no hacerlo?- de Sacristán. Jordi tomó nota y se convirtió en un lector apasionado de la obra del gran lógico marxista y de la de su discípulo y amigo Francisco Fernández Buey.
¿Quién representa mejor el legado filosófico-político de uno de los grandes pensadores de la cultura catalana y española, un filósofo de una pieza que apenas cuenta en las «cuentas» y «narratividades» de hoy en día? La respuesta parece evidente: el gran catedrático, el actual conseller.
Pero no es así, en absoluto. Una pista para que rectifiquen, si esa ha sido su primera impresión (que no creo), que copio de una entrevista, la última probablemente, que le hizo al autor de Contribución a la crítica del marxismo cientificista el historiador, activista y cristiano socialista-comunista Jaume Botey [2], un amigo de ambos: «La primera cosa que querría decir es que a mi lo de considerarme marxista o no, siempre me ha parecido una cosa secundaria. Aunque pueda parecer otra cosa desde fuera, no es mi asunto. También para Manolo Sacristán lo de ser marxista era tan secundario que en discusiones bastante serias que tuvimos con amigos y colegas Manolo quería considerarse fundamentalmente comunista. Yo también. Para mi, el marxismo es una historia de la que han salido muchas cosas. Siempre consideré que eso del marxismo había pasado a ser uno de los elementos de la cultura superior y que, para entendernos, había marxistas de derechas y marxistas de izquierdas. La línea divisoria de la lucha social y política en nuestro mundo, no pasa por ser marxista o no marxista…».
Creo, prosigue Francisco Fernández Buey, «que hay que hacer un esfuerzo por superar confesionalidades de cualquier tipo y caminar hacia una cultura laica tolerante, consciente de las dificultades, de lo que ha sido la cultura laica de izquierdas hasta ahora». Sacristán tenía muy claro, señaló también, que «uno de los problemas principales del marxismo es que nunca ningún marxista había dicho nada interesante sobre un tema tan clave para las personas como la muerte. Nuestras cosmovisiones, que se pretenden globalizadoras, no tienen explicaciones para casi nada de lo profundo, no sólo de la muerte, sino de casi ninguno de los grandes problemas de la persona, por ejemplo de la relación entre mi yo privado y mi yo público. Estudiar la tragedia de Gramsci podría ayudarnos a vislumbrar algo en esta línea».
Jordi y yo no coincidimos en este punto con nuestros maestros. Tanto Sacristán como Francisco Fernández Buey, entre otros desde luego, han dicho cosas esenciales sobre aspectos claves de nuestras vidas. Por ejemplo: la de mirar el mundo desde la posición de los de abajo, la de ir en serio, la de no transigir con la injusticia y la explotación.
Notas:
[1] Una conjetura insustantiva: ¿Es significativa la presencia de la palabra «amour» en el título de ambas películas?
[2] «Francisco Fernández Buey, la incesante búsqueda de una alternativa de izquierda», por Jaume Botey. IGLESIA VIVA, nº 246,abril-junio 2011, pp.73-90.
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic de Catalunya Somos Mayoría
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