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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre "Praxis política y estado republicano. Crítica del republicanismo liberal"

«Un ethos, una cosmovisión, surge de la praxis humana emergente, histórica, nueva y de la reflexión experiencial sobre la misma»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.   *** Estábamos en este punto. ¿Y qué emergió en la revolución francesa?  Si alguien reflexiona sobre esa experiencia y su filosofar […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.

 

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Estábamos en este punto. ¿Y qué emergió en la revolución francesa? 

Si alguien reflexiona sobre esa experiencia y su filosofar inmediato, o sea, sobre el filosofar y la experiencia de los protagonistas activos, por ejemplo, Hegel, surge, a su vez, una nueva filosofía, una metafilosofía o filosofar de tercer nivel -el filosofar sobre la praxis, es «el segundo nivel» o «saber segundo», que reflexiona sobre la experiencia. Una filosofía, en el sentido habitual, que será formidable: a la altura de lo formidable del cambio histórico impulsado de la que es orgánica. Pero, nuevamente, éstas son filosofías y metafilosofías que se fundamentan en saber concreto, en experiencia concreta, que son totalidades y que son históricos, singulares, inherentes a una época, distintos a los otros.

Si no existe movilización, si no existe sujeto social en ciernes, a la altura de la situación, la Filosofía de la Práctica vive en las mentes de algunos individuos, conscientes de que es un legado recibido del pasado, un legado que fue reflexión viva, orgánica, de una experiencia de lucha, quizá de un poderoso ethos, o cultura material de vida autónoma elaborada por el bloque social subalterno que existió, que, incluso, pudo llegar a ejercer hegemonía, por un tiempo. Un legado heredado que se posee, porque la anterior comunidad en lucha lo desarrolló como un saber de sí, en el acto de organizar para actuar. Pero ahora es un saber de lo que fue: un saber que sabemos, que «se sabe» histórico; sabe de sus condiciones genéticas, históricas, anteriores. Vive como el Humanismo renacentista de los siglo XV y XVl, elaboración intelectual importantísima, recogida de los legados del pasado, pero sin base social. En esa forma inmediata, es inerte. Le falta le movilización real de masas, la actual «Reforma Luterana», que aún en la actualidad, no se da. Para usar los ejemplos de Gramsci.

Esto que has contado sería Gramsci. 

Bueno, todo esto es Antonio Gramsci: sí es Gramsci. Si esto es Gramsci, se puede comprender fácilmente que algunos de los que hoy menciona a Gramsci, no lo han leído, sino que practican el postureo -se dice así ahora; es eufemismo amable, y por eso lo uso- con Gramsci.

Las ciencias, y esas sí merecen tal nombre, son parciales, reducciones analíticas artificiales pero imprescindibles, que toman como objeto de estudio parte de la realidad. El filosofar, por el contrario, se elabora como pensamiento de una totalidad histórica, a partir de la experiencia subjetiva humana concreta e histórica, y sobre esa totalidad y su experiencia, pretende orientar la praxis creadora de una totalidad práxica, y del saber hacer y vivir inherente a la misma.

Los saberes científicos deben ser integrados dentro de la cosmovisión de los subalternos, deben ser tenidos en cuenta al generar nueva praxis.

¿Integrados? 

Deben ser integrados, subsumidos, como parte a tener en cuenta, en una totalidad intelectual, la que mueve la praxis, la nueva cosmovisión que emerge de las luchas. Tal como los burgueses subsumieron la ciencia. De la subsunción formal a la subsunción real del trabajo en el capital, así lo escribe Marx en el capítulo XlV de El Capital. Los trabajadores artesanos poseían un control sobre las técnicas de trabajo que los preservaba de la total sumisión a los capitalistas. Y éstos auspiciaron las investigaciones de técnicos para que les desarrollasen técnicas nuevas, aplicaciones nuevas del saber técnico, que permitiesen la construcción de máquinas que descompusieran el trabajo en fases muy simples, de forma que no se requiriese de formación especial por parte del trabajador y todo individuo pudiera ser incorporado a esa tarea. El capitalismo no «está en» la ciencia; la ciencia, la tecnología, no genera ni determina el capitalismo: la ciencia fue subsumida en el capitalismo.

Esas síntesis, ese tipo de síntesis, quiero reiterarlo, no la hace el filósofo técnico. No es elaboración ex post del conocimiento científico, como síntesis holística elaborada por los filósofos praxeólogos, que luego deba ser difundida públicamente. La weltanschauung, la cosmovisón o visión del mundo, es síntesis de todo el saber hacer práxico que permite la reproducción de la sociedad desde el saber hacer tornillos, a saber cortejar a un ser eróticamente amado, y está siempre en proceso de reelaboración; la weltanschauung, la cosmovisión es síntesis también, de los saberes práxicos nuevos emergentes, de los fines y el sentido, nuevos y emergentes desde la acción previamente decidida desde la propia weltanschauung, y desde la reflexión experiencial sobre la misma, la dación de sentido al vivir -o la dación de «sinsentido», ahora, que , «aún», el mundo se nos presenta como ajeno a nosotros. La weltnaschauung incluye la recepción del saber de las ciencias y su uso como medio para reflexionar la acción. Todo eso, la creación de una nueva síntesis cosmovisiva, a partir de todo eso, no es y no puede ser obra de los filósofos en el sentido habitual del término.

Sería un imposible, una desmesura. 

Sería una desmesura. Tal propuesta de hecho olvida que el mundo existe porque lo ponemos en obra, lo creamos entre todos en cada instante, y que eso lo logramos hacer gracias al grosor del saber hacer que poseemos como comunidad. Un saber hacer además en constante modificación y sobre cuya concreción deben decidir los agentes productores.

Existen por ejemplo, diversos tipos de organización de la familia, la institución fundamental para la reproducción de los niños. Ninguno de esos modelos ha sido creado según planeamiento científico previo; son históricos. Y no tendría sentido preguntarnos si el saber -el saber hacer y su sentido- que nos permite vivir en y como familia nuclear es más científico que aquel otro que nos permite vivir como familia extensa; o si estos lo son más que los nuevos saberes prácticos que despuntan como elaboración a partir de la experiencia práctica de los nuevos tipos de relaciones de familia y de pareja que se están constituyendo. Tampoco el capitalismo emerge como consecuencia de un saber científico que aconseje nuevas prácticas económicas.

Tampoco otros modos de producción, otras formas civilizatorias. Tampoco el feudalismo, el esclavismo. 

Insisto en esto, porque toda «positivización», toda intervención para decidir cómo tiene que ser el vivir concreto, desde el nivel de la filosofía técnica, aunque sea inspirándose en las ciencias, tratando de extraer conclusiones de la unificación ex post de los saberes de las mismas, acabará convirtiéndose en un corsé como el de la iglesia, impuesto por un grupo de clérigos y sostenido a priori. Y en un embarazo para la misma filosofía, como es un embarazo para la iglesia haberse puesto de espaldas a las nuevas necesidades humanas al rechazar el divorcio, por ejemplo. Ahora tienen en problema de cómo encajar todo eso sin que haya rupturas…

Declarar que la filosofía práctica, que el proyecto nuevo, que la nueva práctica política debe surgir de una filosofía que sea síntesis holística, posterior a los saberes científicos, generada por un «brain» de teóricos, implica declarar que esa filosofía debe ser la que dé respuestas a todos los asuntos del vivir humano y los debe responder desde esa instancia: debe entrar en asuntos como, por ejemplo las prácticas familiares: cuáles y cómo, etc., a la luz de la ciencia. Porque el vivir incluye estas prácticas, pero es absurdo pensar que se puede abarcar todo esto desde la filosofía técnica, inspirada en las ciencias. La ciencia solo explica lo que hay; no lo que puede haber.

Has insistido sobre ello en varios momentos. 

Me detengo en todo esto, porque sé que el programa de Unidad de las Ciencias como medio para dirigir la práctica política ha sido defendido por filósofos rojos de gran calidad intelectual y humana. Programa de Unidad de la ciencia, o Ciencia Unificada, como el que por ejemplo, se proponía un gran revolucionario, marxista y comprometido con la acción revolucionaria, hasta ser partícipe en la lucha de la república soviética de Baviera, además de miembro del Círculo de Viena, Otto Neurath.

Está muy esa referencia al gran Neurath, un autor que sigue siendo bastante desconocido entre nosotros.  

Un ethos, una cosmovisión, no se elabora así. Surge de la praxis humana emergente, histórica, nueva y de la reflexión experiencial sobre la misma, a partir de las cosmovisiones, los ethos anteriores, concretos existentes previamente. En la medida en que eso toma cuerpo, se genera un nuevo vivir que es hegemónico, que es hegemonía. Si se hace mayoritario, mayoritariamente hegemónico, eso es lo que constituye un nuevo Estado. Su proceso de constitución y extensión es el proceso en el que se crea el nuevo sujeto social activo, generador de esa nueva práctica, de ese nuevo saber hacer sintético, que es una cultura de vida en ciernes, nueva, cuya producción es cada vez más potente porque se suman a ella creativamente, cada vez más personas, que también se suman a la destrucción o la retransformación -reforma moral e Intelectual, la llama Gramsci- del vivir y del ethos anterior. Se trata de que la comunidad social de individuos que operan posea la mayor cantidad de información. Que haya medios e instrumentos para ello. Pero la elaboración del nuevo ethos surge de la praxis y de la experiencia práctica, de la mayoría social: historicidad humana, ontología humana. Y ese ethos, y la cosmovisión que lo integra…todo esto no es ciencia.

Lo hemos comentado ya en algún momento, pero vuelvo a insistir: ¿podrías definir en media página, no más, qué entiendes tú por matriz ideológica liberal positivista? 

Es una ideología orgánica del capitalismo, de la burguesía, que aúna la naturalización de la vida humana, tal como ésta se constituye bajo el capitalismo, y el aristocraticismo con el cientifismo. Naturalización de la vida: parte de la ontología filosófica del individualismo antropológico, según la cual la sociedad es un ente nominal inexistente porque no es sino la suma de individualidades preexistentes y las relaciones que éstas deciden entablar con otras a partir de un modelo de hacer que es innato. Cada individualidad preexiste, trasciende a las sociedades históricas, porque posee innatamente una serie de inclinaciones pulsionales, instintivas, cerradas, fijas, entre ellas el egoísmo propietarista, el afán de competición, etc. Por tanto, la vida humana, la inmensa mayoría de las actividades de la misma, dependen de un comportamiento natural -«racional»- no modificable. En consecuencia son asunto de cada cual y no pueden ser interferidas por ningún poder o instancia. A este conjunto de actividades que dependen de la «propensión innata» y que abarcan la inmensa mayoría del hacer humano, se le denomina «Vida privada» y está excluida de la deliberación común y de la intervención política. La política es tan solo asunto de reglaje exterior para que las individualidades puedan ejecutar libremente su hacer, sin interferirlo: libertad como no interferencia. La política es la actividad de gestión que se ejecuta desde las instituciones político-administrativas de la sociedad. Esta actividad debe ser confiada a quienes son merecedores de ejecutarla, los «mejores», las «minorías selectas», «los más y mejor preparados», que son aquellos que lo han demostrado por su preeminencia, esto es, por la capacidad que tienen para alcanzar a ser los más ricos, los más cultos, los mejor situados. Algo que esta ideología explica como resultado de la superioridad innata de unos sobre otros.

El positivismo se constituye sobre esta matriz. Considera que el mundo humano se gobierna conforme a leyes universales, que pueden ser conocidas mediante la ciencia -la biología y la sociología, o idea de una ciencia especial que integra a todas y trata sobre la sociedad, que él inventa-, o sea, mediante saberes especializados que no son alcanzables para el intelecto común, sino mediante la investigación científica, que combaten otros estadios intelectuales anteriores de la humanidad.

Por supuesto, científicos solo pueden serlo aquéllos que poseen el conocimiento de esa saber especializado, una minoría que debe regir el mundo; un aristocraticismo. Creo que con esto es suficiente… Es suficiente también para comprender hasta qué punto el pensamiento que se considera de izquierdas está imbuido por esta matriz liberal positivista.

¿Y existe algún pensamiento que sea izquierdas y que no esté imbuido por esa matriz liberal positivista que criticas? 

En lo que hace la consideración de que el proyecto político debe estar en manos de minorías cualificadas, de líderes, dado que solo puede ser elaborado a partir del conocimiento científico y de las técnicas de intervención social elaboradas a partir del mismo, creo que ese pensamiento antihistórico es general en la izquierda: unos, los politólogos, los economistas, los técnicos sociales, elaboran el proyecto a gestionar por ellos mismos desde las instituciones, otros votamos y apoyamos movilizándonos. Es también la matriz de la clásica versión de la teoría de elites, propia de la izquierda, la de la «consciencia exterior», «científica», del proletariado, tan contundentemente criticada por Antonio Gramsci en el cuaderno de notas sobre el manual de materialismo histórico, escrito por Bujarin

Haces referencia al legado, ¿de qué legado hablas, del legado de las tradiciones comunistas? ¿No nos sirven otros legados?  

El libro repasa un legado que es el de la filosofía praxeológica. Cuyo fundamento es Aristóteles. Es un legado que no es el «legado europeo»: No. No tanto porque surgiera en «mar de muchas riveras» el Mediterráneo, como porque el pensamiento liberal es el que ha sido asumido por Europa y éste nació para combatir el legado hasta exterminarlo. En mi libro pruebo razonadamente que una parte de la Ilustración, Hegel, Marx, Gramsci -podría haber citado a otros muchos pensadores- sí constituyen parte de esa misma tradición o legado filosófico.

Me interesan en general los pensadores que han trabajado a partir del mismo: Francisco Vitoria, por ejemplo. No porque sea o no sea cura, sino porque trabaja en esta tradición y la complementa con la noción estoica de universalidad y unicidad de la humanidad. Como comunista y marxista, me interesan los comunismos, los marxismos praxeológicos, y me parecen liquidados, inútiles, los no praxeológicos, los comunismos neopositivistas, cientifistas, evolucionistas, estructuralistas, los analíticos, vanguardistas, que conciben la política como consciencia exterior, como tarea para especialistas… Si un cristiano -acabo de mencionar a uno, que además trabajé y sobre el que he escrito-, un ilustrado -Rousseau, Montesquieu, Mably, o Robespierre- o un libertario, por ejemplo, Cornelius Castoriadis, sostienen este legado, o elaboran ideas comparables a las de este legado, somos de la misma tradición, de una tradición a lo mejor más amplia, voz como rumor de muchas aguas. No pertenecemos a la misma Condorcet, Quesnay, o Turgot, y yo.

Todo pensamiento que considere que el mundo humano no es sino resultado de la actividad generada por la comunidad humana, que la comunidad posee prioridad ontológica sobre el individuo, que el ser humano no tiene naturaleza prefigurada innatamente y es por ello histórico. Y que concluya de ello que la sociedad humana puede producir su propio mundo, sin tribunos ni dominadores ni poderes que se lo prescriban, puede auto generar la autodeterminación, la democracia sustantiva: todo pensamiento o acervo que exprese esto, es mi pensamiento. Quien lo elabore, es de los míos, soy de los suyos. En este sentido preciso -amplio, pero preciso- sí sirven o pueden servir otros legados. Cohn Bendit, no es de los míos. Wojtila tampoco. 

Voy a insistir: ¿por qué no pertenecen a tu tradición Condorcet, Quesnay y Turgot? Te pregunto ahora sobre esto. 

Cuando quieras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.