Sin alarmismos. Admitiendo que no es el único; hay otros, muchos otros, y están también es ese mundo. Sus opiniones y ocurrencias no representan., sin más mediaciones, ningún conjunto de aficionados con opiniones parmenídeas. Desde luego. Las gentes pasan y las opiniones cambian. Pero ciertas épocas pueden y suelen dejar huella. Y nada buena en […]
Sin alarmismos. Admitiendo que no es el único; hay otros, muchos otros, y están también es ese mundo. Sus opiniones y ocurrencias no representan., sin más mediaciones, ningún conjunto de aficionados con opiniones parmenídeas. Desde luego. Las gentes pasan y las opiniones cambian. Pero ciertas épocas pueden y suelen dejar huella. Y nada buena en ocasiones.
El fútbol, por otra parte, no es cultura en la que haya que detenerse. De acuerdo. Aunque Eduardo Galeano, Manuel Sacristán e incluso Valdano, y algunos más, plantearían algún contraargumento de interés. Es cierto, en todo caso, por razones familiares, históricas y sociales de clases poco letradas, que algunos ciudadanos tenemos el gusto estropeado, poco cultivado, a ras de suelo, bajo mínimos si se quiere decir así, y no podemos dejar de sentir emoción y algún placer estético al ver jugar al Barça en los últimos años (a pesar del estupor y rabia que sentimos ante el «Qatar Foundation»), al Madrid en alguna de sus versiones (la última es mejor que buena), al Valencia de algunas épocas, al Chelsea cuando se ponían estupendos, a aquel Milan de Arrigo Sacchi que tan rentable fue, desgraciadamente, a Benito.. perdón a Silvio Berlusconi y, desde luego, a aquel Brasil de Sócrates y Falcao que cortaba la respiración y el mundo, detenía el tiempo y nos hacía pensar durante unos 90 minutos que el mundo era sólo eso: ellos y un balón moviéndose euclídeamente arriba y abajo.
Viene esto al cuento, como era fácilmente de imaginar, del importante sino decisivo papel que José Mourinho está adquiriendo en el fútbol español y europeo, en los medios de generación de opinión y en los temas de conversación de una parte nada desdeñable de la ciudadanía española, especialmente entre sus sectores obreros masculinos, incluso en las bromitas de algunos parlamentarios, catalanes en este caso. Pregúntenselo al conseller de Empresa y Ocupación del gobierno de Mas y Mas-Colell. «Laia Ortiz, qui és?» ¡Qué gracioso, qué ocurrente!
En el partido del pasado miércoles en el «Santiago Bernabéu» [1] podían observarse pancartas del siguiente tenor: «Mou, tu dedo nos señala el camino»; «Mou, el Bernabéu te quiere»; «El Real Madrid mi religión, Mou mi profeta»; «Mourihista y madridista»; «Mourinho, nuestro apoyo es inquebrantable». Había otras. Y, además, está su estilo, su tono, sus ocurrencias en las conferencias de prensa, su hablar para «el madridismo». Etc. Dentro de poco: «Mou, el imprescindible».
Nada grave, se dirá; nada grave. Por el momento. Esperemos que el globo se desinfle. Aunque el populismo es de libro y su alcance se verá,… lo veremos y sufriremos. El filón anti-Barça que Mourinho, aconsejado y asesorado por quien fuere, ha descubierto y está explotando y va a explotar, abonado probablemente por quienes quieran sacar interés político de la apuesta o por iniciativa propia, puede hacer surgir serpientes sociales nada bondadosos.
No sólo entre los seguidores del Madrid desde luego. La reacción barcelonista, que a algunos les gustaría ampliar fuera de límite y norma, puede ser también de libro. El independentismo se frota las manos. Como solía decir Vázquez Montalbán: no se trata sólo de que el Barça sea más que un club (que lo es, como el Madrid o el Manchester United desde luego) sino que Catalunya desde hace algunos años es el Barça y algunas cosa, poca cosa más.
Recuérdese el aforismo de Heráclito tan estimado por los fundadores de Laye, la inolvidable: ¡Hasta en el sueño son los hombres obreros de lo que ocurre en el mundo!
Notas.
[1] ¿Cómo es posible que un estadio de fútbol en un país democrático, aunque sea una democracia muy demediada, lleve el nombre y primer apellido de un ex simpatizante de la CEDA que con el estallido de la Guerra Civil española se refugió en la embajada de Francia durante dos años, que más tarde se exilió al país vecino, y en los últimos meses de la guerra civil formó parte de las filas del bando fascista, figurando como cabo observador bajo el mando de, nada más y nada menos, Agustín Muñoz Grandes? La Medalla de Oro y Brillantes de la Real Federación Española de Fútbol la obtuvo de manos de su presidente, el fascista Pablo Porta.
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