Para el amigo y referente Enrique Ruiz-Capillas, un represaliado y torturado, uno de los 462 «catalanes» más vigilados por el franquismo. Se hallaba destinado en Getafe cuando estalló en Jaca, el 12 de diciembre de 1930, la sublevación republicana de Fermín Galán y García Hernández [1]. El día 15, un nuevo intento de pronunciamiento […]
Se hallaba destinado en Getafe cuando estalló en Jaca, el 12 de diciembre de 1930, la sublevación republicana de Fermín Galán y García Hernández [1]. El día 15, un nuevo intento de pronunciamiento republicano tuvo lugar en su destino. Los oficiales, él incluido, solicitaron del jefe de la base que se les permitiera no disparar contra sus compañeros sublevados. También ellos fueran acusados de rebelión militar. Entró en prisión con sus compañeros. Fue por poco tiempo. El 14 de abril de 1931 se proclamaba la Segunda República española. Fue amnistiado.
En junio de 1932 se le destinó a la Base de hidroaviones de El Atalayón, cerca de Melilla, a orillas de la Mar Chica. En 1934, un decreto del Gobierno -el bienio negro radical-cedista- obligaba a declarar a los militares «que no pertenecían a ninguna sociedad política y/o sindical». Él declaró no pertenecer a ningún partido ni sindicato. Cuando estalló la Revolución de Asturias, octubre del 1934, un oficial escribió en un medio de la época: «mientras exista la Legión no entrará el comunismo en España». Al leerlo, escribió una carta al general jefe de la circunscripción oriental del Protectorado, Manuel Romerales. Preguntó si se había derogado el decreto de no pertenencia a sociedades políticas. El general jefe ordenó su arresto y la incoación de expediente judicial. Durante el tiempo que estuvo en prisión no perdió el tiempo y diseñó un motor a reacción, original y revolucionario para su época. Le denominó Mototurbocompresor de Reacción. Fue patentado en el Registro de la Propiedad Industrial de Madrid el 28 de marzo de 1935.
El 17 de julio de 1936 era viernes. Los aviones de la base militar de Hidro del Atalayón de Melilla estaban desmontados para una revisión mecánica. La mayoría de la tropa gozaba de un permiso; un soldado, Eduardo Sánchez, disfrutaba del suyo. Sus padres tenían un bar en la ciudad. Ese mismo día recibió una orden. Tenía que volver al cuartel con urgencia. Llegó en bicicleta a media mañana del día siguiente, 18 de julio. La carretera estaba sembrada de muertos. El soldado republicano encontró la base tomada por las tropas franquistas. Su mejor amigo, en un rincón de los hangares, estaba sentado en el suelo. Lloraba y estaba visiblemente «perturbado». Acababan de matar al primer oficial fusilado por los franquistas. Era el capitán Virgilio Leret Ruiz (1902-1936).
«A mi padre lo fusiló un pelotón que obligaron a formar a sus propios soldados», comentó Carlota Leret O’Neill, su hija menor [3]. Semidesnudo y con un brazo roto. No lo supo hasta 2010 por una carta que le envió Angelina Gatell, la viuda del soldado Eduardo Sánchez.
Aviador e ingeniero, Leret Ruiz fue uno de los precursores del motor a reacción. El primer avión con motor a reacción, diseñado por el alemán Hans von Ohain, voló en agosto de 1939, al filo de la Segunda Guerra Mundial. Cuatro años antes, Leret había patentado su invento en España. De no haber sido asesinado, habría empezado su construcción en septiembre de 1936. Su hija Carlota ha señalado que «Azaña tenía mucho interés en que se empezaran a hacer las pruebas de lo que habría sido el primer motor a reacción del mundo».
En el expediente oficial que halló Carlota Leret, señaló Braulio García Jaén, se relata que había sido fusilado cinco días después del comienzo de la Guerra. La información era falsa. Un informe secreto elevado al Partido Comunista en España en 1937 por un teniente que desertó del banco franquista, y que un mando militar en activo le remitió posteriormente a Carlota Leret, así lo revela. Junto a él fueron fusilados dos alféreces: Armando González Corral y Luis Calvo Calavia.
Setenta y seis años después de su fusilamiento, sus hijas y nietos, que siguen viviendo en Venezuela, en Caracas, han publicado el 17 de julio de 2012, en el diario matutino y global [5], la siguiente nota:
«IN MEMORIAM
de
VIRGILIO LERET RUIZ
COMANDANTE DE LA BASE DE HIDROAVIONES DEL ATALAYÓN DE MELILLA ASESINADO EL 17 DE JUIO DE 1936
y de todas las víctimas del terrorismo franquista
cuyos asesinatos, torturas y persecuciones han sido silenciadas con la complicidad de muchos seudodemócratas y seudosocialistas, y con la indiferencia de las instituciones del Estado, para quienes hay un terrorismo malo y un terrorismo bueno; para quienes hay unas víctimas que merecen justicia y otras que merecen olvido; para quienes hay unos criminales que merecen se castigados y otros que todavía dan nombre a calles españolas [6] o, incluso, a salas del Congreso de los diputados.
Sus hijas y sus nietos. Caracas, 17 de julio de 2012″.
Todos los demócratas antifranquistas celebramos y nos reconocemos en esta nota. Todos los familiares de asesinados y represaliados comprendemos muy bien los motivos y sentimientos que envuelven esas palabras. Este nieto de un obrero asesinado tres años después, fusilado como Laret Ruiz, agradece desde lo más profundo de su corazón la veracidad y autenticidad del texto de los familiares del capitán Virgilio Leret Ruiz. Gracias, compañeros, gracias.
Notas:
[1] Tomo la información del artículo de BRAULIO GARCÍA JAÉN publicado en Público en 2011: http://www.publico.es/culturas/366873/acabamos-de-fusilar-al-capitan y de http://www.noticiasdenavarra.com/2011/03/15/ocio-y-cultura/cultura/un-documental-rescata-la-figura-del-militar-e-ingeniero-pamplones-virgilio-leret-ruiz
[2] Recuerdos de su viuda, la poetisa Angelina Gatell
[3] Su madre fue la escritora de origen mexicano Carlota O’Neill. Falleció en 2000. Tomo el apunte de Wikipedia: «Carlota O’Neill (Madrid, 1905-Caracas, 2000) fue encarcelada en Melilla y sus hijas enviadas a un colegio de huérfanas militares en Madrid. En la cárcel recibió la maleta que contenía los planos y la memoria del motor turbocompresor, consiguió sacarlos envueltos en ropa sucia y ponerlos a salvo en casa de una compañera presa. Ya en libertad, en el otoño de 1941, la autora de Una mujer en la guerra de España entregó los planos al agregado aéreo de la Embajada británica en España. «Mi madre pensó que los planos podían ayudar a los aliados, que estaban perdiendo la guerra», cuenta Carlota [su hija menor], en su casa de Madrid. Él murió poco después en el frente de la II Guerra Mundial». Carlota O’Neill, que había desarrollado su trayectoria feminista como dramaturga y como directora del periódico Nosotras, fue detenida, como otras tantas hijas y mujeres de republicanos, y separada de sus hijas, Carlota y Mariela. Fue «juzgada» por un tribunal militar 18 meses después de su detención y fue condenada a seis años de prisión: «por saber ruso, por subversiva y por su responsabilidad en los actos de su marido». Tras su salida de la cárcel, O’Neill pudo recuperar, después de grandes esfuerzos, la custodia de sus hijas y se exilió en Venezuela y luego en México.
[4] La tumba del cementerio sobre la que Carlota Lerey O’Neill depositó ramos de flores tampoco albergaba el cuerpo de su padre. El soldado Sánchez siempre recordó las palabras de su amigo, el soldado perturbado por lo sucedido, y así se lo contó a sus hijos y a su mujer: el cadáver de Leret se lo llevaron en un camión. «Eso de que lo enterraron en un cementerio es mentira», aseguró Angelina Gatell.
[5] El País, 17 de julio de 2011, p. 45.
[6] Sin excluir Cataluña desde luego. Un «Museu Olímpic i de l’Esport», Avinguda de l’Estadi, 60, al lado del Estadi Olímpic de Barcelona, lleva por nombre «Joan Antoni Samaranch», un franquista de toda la vida que fue despedido con honores de Estado por el anterior gobierno tripartito catalán, «catalanista» y «de izquierdas».
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