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Veinte años después del peor desastre industrial, la historia de David contra Goliat todavía se escenifica en las chabolas de Bhopal.

Un legado tóxico

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre   El 2 de diciembre de 1984, alrededor de la medianoche, más de 40 toneladas de un letal cóctel de gases, entre los que se hallaban el metiloizocianato (MIC), cianuro de hidrógeno y monóxido de carbono, escapó de un depósito averiado de la compañía de pesticidas Union Carbide India […]

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

 

El 2 de diciembre de 1984, alrededor de la medianoche, más de 40 toneladas de un letal cóctel de gases, entre los que se hallaban el metiloizocianato (MIC), cianuro de hidrógeno y monóxido de carbono, escapó de un depósito averiado de la compañía de pesticidas Union Carbide India Limited (UCIL) en su planta de Bhotal.

 

La nube tóxica que descargó en el corazón de la ciudad acabó con miles de personas de forma inmediata y causó miles de muertes más, tras largas agonías, en los años siguientes.

 

Aunque la catástrofe de Bhopal produjo un escándalo internacional en el momento de ocasionarse, muy pocos adivinaron que el legado tóxico de la planta continuaría envenenando a muchos centenares de miles de seres humanos hasta hoy. La negativa de sus propietarios estadounidenses a asumir responsabilidades por lo ocurrido en aquella fatídica noche se basa en que las condiciones actuales en la zona son un poco mejores que lo eran hace veinte años.

 

Han pasado veinte años, y 550.000 personas todavía viven en las áreas más afectadas, cercanas a la factoría abandonada, en el Viejo Bhopal- Estado de Madhya Pradesh (MP)-, desde donde los productos tóxicos continúan envenenándoles. Las víctimas denuncian que la intoxicación producida por el MIC la noche del desastre, unida a la actual exposición al agua contaminada proveniente de la balsa de evaporación solar- en donde la UCIL acumulaba los residuos tóxicos- produce unas condiciones higiénicas malsanas que ocasionan dolores de cabeza constantes, náuseas, y enfermedades cutáneas, estomacales y ginecológicas.

 

El legado del gas letal está presente en la vida de Lilabee Devi, de 54 años, madre de cuatro hijos, de Sunder Nagar, un suburbio en el Viejo Bhopal, a menos de 15 minutos caminando de la planta siniestrada. Su marido, Babu Shingh, trabajaba allí de forma temporal. Tenía 48 años y murió en 1993 tras sufrir durante nueve años graves problemas respiratorios, pulmonares y de riñón.

 

La suegra de Lilabee, Nanibai murió de tuberculosis en 1997 contraída, según cree Lilabee, por la exposición al MIC.

 

Su hija de 17 años, Preeti, tiene problemas ginecológicos que cree se deben a haber bebido agua contaminada por los productos tóxicos que pasaron de la balsa de residuos al sistema de distribución de agua.

 

La gente que vive en esos suburbios no puede elegir el agua que bebe. La mayoría utiliza bombas que extraen agua incluso de zonas señaladas como peligrosas con carteles que avisan de que sólo debe utilizarse para lavar. Los tanques de agua que facilita el Gobierno de Madhya Pradesh se rellenan sólo cada tres días.

 

La familia Devi gasta entre 400-500 rupias (9-11 $) al mes para tratar los problemas de Preeti, lo que supone alrededor de la mitad de los ingresos familiares. La misma Preeti habla de la angustia que le produce pensar que su tratamiento puede durar décadas, y que jamás podrá ser madre.

 

«Siento cólera contra la Union Carbide por haber vertido esas sustancias tóxicas aquí», dice. «Deberían venir y contemplar los problemas que tenemos. Entonces conocerían qué clase de ayuda necesitamos y asumirían su responsabilidad».

 

Su madre recuerda vívidamente la noche de la catástrofe. El barrio estaba en plena celebración de una boda, «mi hijo más pequeño notó picor en los ojos, por lo que mi marido me dijo que le sacara afuera», recuerda Lilabee.

 

«Vi que mucha gente salía fuera y no podía entender lo que pasaba. Huían por el escape de gas».

 

Lilabee abandonó Bhopal aquella misma noche, llevando a su hijo en tren a una ciudad a 60 kilómetros del lugar de la catástrofe. Volvió a la mañana siguiente para descubrir que su marido había sido llevado al hospital con problemas respiratorios muy graves. Poco menos de un década más tarde, tras sufrir una parálisis total de su lado izquierdo, murió.

 

«¿Qué futuro le espera» pregunta Lilabee, señalando a su hija, «Me preocupa su futuro porque no tiene padre».

 

En 2000, Lilabee recibió 25.000 rupias indias (unos 560 $) como indemnización de la UCIL y de su compañía matriz, Union Carbide Corporation (UCC)- con sede en Estados Unidos-, como parte del paquete de 470 millones de dólares de indemnizaciones «voluntarias» negociado entre la empresa y el Gobierno de India.

 

Lilabee obtuvo otras 25.000 rupias cuando murió su suegra, y 25.000 más por la muerte de su hijo Niral víctima de enfermedades respiratorias y del hígado. En noviembre de este año, debería recibir-como las otras 550.000 víctimas reconocidas oficialmente-, el resto de las indemnizaciones que hasta ahora han estado en poder del Gobierno indio. Este pago «final» será de entre 25.00 y 100.000 rupias (entre 560 y 2.240 $): según los fondos existentes).

 

Estas indemnizaciones corresponden exclusivamente al desastre inicial. Como las otras familias del Viejo Bhopal, Lilabee no ha percibido indemnización alguna por la continuada exposición al agua contaminada. Investigaciones independientes llevadas a cabo por un grupo de expertos, comisionados por Greenpeace, han revelado que las aguas subterráneas de las zonas que rodean a la factoría en desuso no son aptas para el consumo humano. Los resultados, publicados en 1999, revelan que el agua contiene una «alta concentración» de productos químicos tóxicos, entre los que se hallan el mercurio y los insecticidas más letales.

 

En las muestras de agua tomadas de pozos cercanos a la planta se ha detectado también la presencia de tetracloruro carbónico que la Agencia Estadounidense para las Sustancias Tóxicas considera que puede dañar el hígado, el riñón y el sistema nervioso, y que según la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos es probablemente cancerígeno para los seres humanos. Los niveles de tetracloruro carbónico encontrados son 1.700 veces más altos que lo que la Organización Mundial de la Salud considera permisibles en el agua potable.

 

En un suburbio vecino, llamado de forma incongruente «Blue Moon Colony» (Colonia de la Luna Azul), Hasina Bee está sentada ante su chabola desgranando guisantes. La estructura de la fábrica con sus torres oxidadas surge por encima de ella en el calor de la tarde.

 

«Nuestra única opción es beber esa agua sucia», afirma la mujer de 30 años, «Causa problemas de piel y dolor abdominal y no es posible lavar realmente o bañarse con esa agua contaminada porque hace que tu piel quede con rasguños que sangran, se infectan y producen pus. La Union Carbide o el Gobierno deberían limpiar la zona».

 

Los políticos de la Corporación Municipal de Bhopal, responsable del suministro de agua a las comunidades locales, dicen que abastecen de agua potable por tuberías a casi la mitad de lo 550.000 habitantes del Viejo Bhopal mientras que al resto se les facilita agua potable por medio de camiones.

 

A la pregunta de si algún día todos los habitantes de los suburbios recibirán agua potable a través del sistema de distribución , el administrador, Rashmi Arun Shami, es optimista: «Intentamos conseguir los recursos, y esperamos ser capaces de suministrar agua a través de la red de distribución en poco tiempo», contesta.

 

«Tenemos proyectos en marcha, aunque no puedo decirles en qué momento se llevarán a cabo, pero estamos suministrándoles agua potable mediante camiones cisterna, y nos aseguramos de que se rellenen a tiempo».

 

Hace 20 años, apenas quedó sin afectar a una sóla casa en el Viejo Bhopal . Los más veteranos entre las víctimas denuncian que alrededor de 8.000 personas murieron inmediatamente después de la catástrofe y la verdad es que se vendieron más de 7.000 sudarios en las 24 horas que siguieron a la tragedia.

 

Conductores de camiones hablan de haber vertido «centenares» de cadáveres en fosas comunes cercanas. Otras 12.000 personas, hombres, mujeres y niños, han muerto desde entonces por enfermedades relacionadas con la exposición al gas, afirman los veteranos. Según un Informe del Consejo de Investigaciones Médicas de la India, publicado en 2001, entre 120.000 y 150.000 personas en Bhopal todavía sufren síntomas derivados de la exposición al gas.

 

Una pancarta deshilachada con la leyenda siguiente. «La seguridad es asunto de todos» todavía cuelga de la pared de una de las salas de supervisión de la factoría abandonada.

 

«La seguridad es asunto de todos, excepto de la Union Carbide», dice Tota Ram Chouhan de 49 años y padre de cuatro hijos, que fue operario de planta en la fábrica durante los diez años anteriores al desastre.

 

Afirma que se producían con alarmante frecuencia escapes de productos químicos en los diez años que trabajó en la factoría pero fueron ocultados por los responsables de la administración y por los empleados de la UCC.

 

Antes de 1984 «estuvimos expuestos al MIC muchas veces», explica. «Allí se produjeron muchas fugas. A veces tuve contacto físico con el MIC y sufrí irritación de ojos y vómitos. Nos quejamos a través de los sindicatos y de nuestros administradores, e hicimos pequeños paros».

 

Añade: «Estábamos preocupados por la planta de MIC antes de la fuga de1984 porque en las clases de formación, se nos decía que el MIC era muy peligroso. Se nos decía que esta planta de gas tendría una gran sofisticación y estaría completamente equipada, pero cuando trabajamos de verdad en las plantas vimos que la gente manejaba el MIC como si fuera agua».

 

En 1998, UCIL, traspasó el control de la fábrica al gobierno del Estado de Madhya Pradesh . Con las ventanas destrozadas y restos de botellas de productos químicos por la planta, ésta se ha convertido con sus 87 acres de superficie en un improvisado campo de juego donde los niños vuelan sus cometas y juegan al fútbol.

 

La factoría se construyó en los años 70, originalmente para la fabricación de pesticidas e insecticidas. Aunque empleaba alrededor de 1.200 operarios, la mayoría de los puestos exigían una alta cualificación que no se podía encontrar entre las gentes de los alrededores. El 2 de diciembre de 1984, un fallo de las válvulas ocasionó que el agua entrase en un depósito que contenía unas 40 toneladas de MIC. El mortal cóctel dio lugar a una incontrolable «reacción en cadena» que culminó en la fuga del terrible gas. La causa de la desgracia de Bhopal- el «tanque asesino», como dice Chouhan- todavía puede verse en su sitio. Permanece como una vieja locomotora oxidada, rodeada de plantas trepadoras, a unas pocas yardas de su ubicación original a donde fue transportado por obreros de la fábrica y dejado para que se pudriera allí.

 

La planta ha quedado devastada tras 20 años de abandono: la maquinaria oxidada, las tuberías y escombros han transformado su pregonada imagen de símbolo de la mayor inversión extranjera de una época en un casco vacío que constituye una reliquia ominosa y todavía intoxicante.

 

Pequeñas gotas de mercurio cubren el suelo, son como astillas plateadas que ponen en peligro a los niños que juegan allí olvidados por todos. La medidas de seguridad, salvo la cerca de entrada vigilada por un solitario guarda, brillan por su ausencia. Los residuos tóxico y químicos están esparcidos descuidadamente por el suelo y todo el lugar apesta a un olor acre que inflama las ventanas de la nariz.

 

Akash Vasuvez, de 12 años, del suburbio vecino de Abu Nagar, salta la pequeña valla que separa su casa de la factoría para volar su cometa en el interior. Sus movimientos apenas son dificultados por los tubos de plástico que los médicos le han implantado para tratar de aliviar sus problemas respiratorios.

 

A juicio de Chouhan, la falta de cualquier tipo de descontaminación del lugar refleja la absoluta irresponsabilidad de la UCC y de UCIL antes y después de 1984. Ambas compañías fallaron en no facilitar suficiente formación a los obreros. Tampoco equiparon la fábrica con los medios necesarios y nunca advirtieron a la comunidad de los posibles peligros en caso de un escape de gas.

 

Están en marcha procesos criminales contra UCIL, UCC y UCC Oriental de Hong Kong. El juicio en Bhopal de los directores y gestores de UCIL, que se enfrentan a acusaciones de negligencia temeraria, se inició en 1996 y continuará al menos durante otros tres años.

 

Warren Anderson, ex presidente de UCC y el de UCC Oriental han sido considerados «prófugos» por los tribunales indios por no haberse hecho cargo de los gastos derivados del delito de homicidio sin premeditación. Las víctimas han pedido el archivo de la demanda ante los tribunales de Bhopal para implicar a Dow, que se ha unido a UCC en 2001, en asumir las responsabilidades por los mismas acusaciones.

 

Mientras tanto, en el otro lado del mundo, en los tribunales de Estados Unidos se libran actualmente batallas legales para señalar quién debería asumir la responsabilidad de limpiar el lugar, con la UCC y DOW intentando escurrir el bulto de su culpabilidad.

 

El Tribunal de Distrito de Nueva York está decidiendo ahora si se debería obligar a la UCC a llevar cabo la descontaminación de la fábrica, tras la demanda presentada ante el tribunal el pasado 28 de junio del presente año, por los gobiernos de India y del estado de Madhya Pradesh exigiendo que los jueces ordenen a pagar a la UCC la descontaminación.

 

El Gobierno indio y las víctimas veteranas aseguran que corresponde a la UCC la descontaminación de la fábrica y de las áreas que la rodean porque India y Estados Unidos reconocen el principio de quien «contamina, paga», una directiva internacional sobre medioambiente que establece que quienes contaminan deben asumir la factura de los trabajos de descontaminación y no los contribuyentes indios a través del Gobierno de Madhya Pradesh.

 

La UCC, no obstante, mantiene que la responsabilidad de la descontaminación de la fábrica corresponde al Gobierno de Madhya Pradesh puesto que asumió el control de la planta en 1998.

 

» La Union Carbide siente el mayor respeto y compasión por las gentes de Bhopal, pero no mantiene intereses o relación alguna con la ciudad de Bhopal», afirma el portavoz de UCC, Tomm F. Sprick, alegando el hecho de que UCIL gastó más de 2 millones de dólares en la limpieza en 1994. Sprick afirma también que según un estudio de las fuentes de agua de los alrededores de la factoría realizado en 1998, el Gobierno de Madhya Pradesh declaró que no se habían encontrado en ellas sustancias químicas que pudieran tener relación con los productos químicos usados en la fábrica. DOW, mientras tanto, ha seguido manteniendo la postura de que no tiene nada que ver con la catástrofe.

 

Así, mientras las partes implicadas siguen pasándose el muerto unos a otros, la gente de Bhopal continúa viviendo los días que les quedan en un entorno medioambiental de los más tóxicos del mundo.

 

 

Una justicia enturbiada

 

Mientras Productos Químicos Dow todavía se niega a asumir la responsabilidad en la descontaminación de la planta de la UCI en Bhopal, aumenta la controversia sobre la sentencia del Tribunal Supremo de la India de 1989 al eximir de responsabilidad civil y penal en el desastre a cambio de aceptar la muy restringida relación de víctimas y del daño sufrido que establece el Tribunal, afirma Frederic Bowie.

 

Un Informe de Amnistía Internacional con el título de Nubarrones de Injusticia, publicado la semana pasada con motivo del vigésimo aniversario de la catástrofe, así como la detallada historia de las negligencias y evasivas de UCC/UCI, acusa también al Gobierno de India de no haber cumplido con su obligación de proteger los intereses de la comunidad de Bhopal contra la depredación de las multinacionales estadounidenses.

 

No sólo el importe establecido fue inadecuado para responder a todas las reclamaciones de indemnización presentadas por los habitantes de Bhopal, sino que el Gobierno indio, tras haber asegurado que estaba dispuesto a actuar rápidamente para ayudar a las víctimas ha bloqueado la mayoría del dinero recibido durante los 15 años siguientes. De las reclamaciones presentadas, el 30 por ciento han sido rechazadas por el Gobierno y 16.000 están todavía pendientes de atender. La mayoría de los que han reclamado con éxito han recibido cantidades tan pequeñas que apenas cubren los gastos médicos que tiene que abordar. En septiembre de 2004, 330 millones de dólares de los 470 previstos en el acuerdo inicial todavía continúan en los depósitos del Banco de Reserva de la India.

 

Pero más aún, en 1994 las investigaciones del Gobierno indio sobre las consecuencias sanitarias del desastre de Bhopal se detuvieron sin explicación alguna, y los resultados obtenidos con anterioridad nunca se han publicado en su totalidad. Esto tiene una importancia crucial habida cuenta de que UCC siempre se ha negado a facilitar información sobre los gases implicados en la fuga, lo que ha hecho muy difícil, cuando no imposible, para los médicos encontrar antídotos en su momento.

 

El Gobierno indio inicialmente pidió 3.000 millones de dólares de indemnización. La cantidad convenida de 470 millones era equivalente a lo que la UCI podía obtener de su póliza de seguros más los intereses.

 

El Tribunal Supremo anuló más tarde su primera sentencia, y declaró ilegales las condiciones del acuerdo original, abriendo de esta manera el camino a nuevos procesos legales contra UCI y las corporaciones que la han sucedido.

 

Sin embargo el cambio más significativo que refleja el Informe de Amnistía es el siguiente, y que sigue tan vigente hoy como lo era en los años 70: a pesar de las repetidas alarmas de los años precedentes al siniestro, y de las quejas de los sindicatos de trabajadores, los investigadores de Amnistía fueron «incapaces de encontrar evidencias de que los gobiernos central o estatal tomaran las medidas necesarias para asegurar contra el riesgo a las comunidades locales o al medioambiente o para presionar a la Union Carbide para que revisara las medidas de seguridad».

 

Los cálculos de diferentes organizaciones sociales sobre el número de habitantes afectados médicamente por la catástrofe de Bhopal estiman entre 100.000 y 200.000 víctimas y los daños medioambientales al lugar, entre los que se incluye la contaminación de las aguas subterráneas, se remontan a la fecha de apertura de la factoría inaugurada en 1979.

 

El texto completo de Nubarrones de Injusticia: Bhopal 20 años que han salido gratis, se puede consultar en www.amnesty.org .

 

http://weekly.ahram.org.eg/2004/719/feature.htm