Traducido por Atenea Acevedo
La semana pasada la televisión sueca transmitió el documental de 52 minutos Like a Pascha (Como un pachá) de Svante Tidholm. El documental se centra en la existencia de un edificio azul claro de 11 pisos situado en plena Colonia, la cuarta ciudad más grande de Alemania. Podría ser como cualquier otro edificio, pero no: se trata de un lugar donde las fantasías se hacen realidad, un burdel. De hecho, es el burdel más grande de Europa y está abierto día y noche, las 24 horas, siete días de la semana. Su nombre es Pascha (pachá en alemán) y refleja el concepto del lugar: los clientes saldrán sintiéndose como un pachá.
Tidholm visitó varias veces el burdel a lo largo de tres años para averiguar por qué el sexo es tan importante para los hombres. La cuota de ingreso es de €5 y garantiza el acceso a los 11 pisos. Más de 700 hombres atraviesan el umbral del burdel día tras día para disfrutar de las 150 mujeres que ahí trabajan. Por tan solo €30 es posible tener un orgasmo en el primer piso (la casa se compromete a devolver el dinero de todo cliente insatisfecho). Los pisos son temáticos y no hay dos iguales. ¿Su fantasía es una enfermera? Este es el lugar indicado. ¿Le gustan las asiáticas? Diríjase al cuarto piso. Los travestis se encuentran en el séptimo piso.
Según Tidholm, la clientela diurna está fundamentalmente conformada por hombres de negocios, sobre todo cuando Colonia es sede de grandes congresos y ferias. Los padres de familia se dan una pasadita por la noche durante el fin de semana o bien un lunes por la mañana, tras una difícil semana con la familia.
Avances de Como un pachá
El documental nos presenta a Sonia, una guapa morena que trabaja en Pascha. Dice que al principio era bastante duro, pero que con el tiempo «te acostumbras». El trabajo no ha cambiado su forma de pensar acerca de los hombres («los hombres son hombres, ya se sabe»). Sonia está convencida de que la prostitución cumple una función: evitar la violencia en contra de las mujeres y los niños. En Rumania, su país de origen, la violaron siete veces.
«No tienes que pensar que está mal, porque si lo haces empiezas a llorar, te deprimes», explica. Para ella es mejor ganarse la vida haciendo favores sexuales que ser asesina o ladrona. Quiere tener una familia algún día y al prostituirse puede ganar algo de dinero. «Creo que esto es lo último que deseaba para mi vida», reconoce.
Sonia cuenta que a algunos hombres les gusta charlar y hay los que incluso se sueltan a llorar al hablar de cómo les va en casa. Tidholm le pregunta qué siente cuando ellos lloran. ¿Su respuesta? «A veces también lloro. Te despierta compasión, te sientes mal por ellos».
Conocemos también a André, un alemán bastante atractivo. Recuerda la ocasión en que él y su novia pasaron una semana en casa de los padres de ella y no pudieron tener relaciones sexuales. Al volver él tenía ganas de hacerlo, pero ella no. «Me enojé tanto que pensé, ‘bueno, me voy al Pascha'». Por supuesto, eso no es lo que le contó: «Le dije que tenía una reunión con unos clientes».
Va al burdel una o dos veces al mes. Según él, la actitud de la mayoría de los hombres cambia una vez dentro: «Se sienten como capos, piensan ‘Bueno, yo mando aquí y estas chicas son mías’, por eso se la pasan bien». Además, explica que hay dos tipos de clientes: los que solo vienen a coger o por una mamada, y después se van, o los que, como André, quieren divertirse y disfrutar un poco de la fiesta antes de entrar en materia.
La primera vez que Svante Tidholm visitó Pascha le resultó «un lugar extraño, casi irreal». Sin embargo, con el tiempo empezó a sentir que el único raro ahí dentro era él. Triste, aunque entendible: las personas pueden acostumbrarse prácticamente a todo. Quienes están en el burdel defienden la prostitución; el razonamiento de alguien que ahí trabaja es simple: «Cuando te duelen los dientes, vas al dentista. Cuando tienes ganas de tener sexo o hablar con alguien… pues vienes aquí». Huelga decir que los hombres que visitan el burdel no reflexionan ni un segundo en lo que hacen a estas mujeres.
Al inicio del documental Tidholm afirma: «Los burdeles son un símbolo de la manera en que, como sociedad, tratamos de resolver un problema. Hay un montón de hombres con cierta idea del sexo que no funciona bien del todo… y el burdel es una idea de cómo solucionar el problema. En el burdel (al igual que en el resto de la sociedad), las mujeres se ocupan de los hombres.
Pascha es el espacio al que estos hombres pueden recurrir a fin de huir de sus problemas y sus familias, aunque sea por un rato. El burdel simboliza una solución que no es tal. En realidad, es una vía legal para que los hombres exploten a las mujeres. Pero también simboliza el fracaso de una sociedad occidental que pone la igualdad en papel, mas no en la vida real. Simboliza el fracaso de una izquierda que cayó en la trampa capitalista al creer que la explotación y el abuso están bien siempre y cuando la víctima reciba un pago. Lo peor de todo es que legalizar la pornografía y la prostitución envía un mensaje claro a los hombres (y a las mujeres): nada hay de malo en explotar a otros seres humanos para satisfacer tus necesidades personales.