José Mário dos Santos Mourinho Félix es un entrenador de fútbol de una entidad deportiva privada de enorme y reconocida influencia político-cultural y económica que ha hecho suyo, como postulado more geométrico, uno de los lemas más queridos por Deng Xiaoping y Felipe González-Gas Natural: lo importante es cazar ratones; no importa como. Peor imposible […]
José Mário dos Santos Mourinho Félix es un entrenador de fútbol de una entidad deportiva privada de enorme y reconocida influencia político-cultural y económica que ha hecho suyo, como postulado more geométrico, uno de los lemas más queridos por Deng Xiaoping y Felipe González-Gas Natural: lo importante es cazar ratones; no importa como.
Peor imposible desde luego, sin principio de incertidumbre anexo; la ley básica de la cosmovisión capitalista desbridada sin eufemismos.
Como es así, y no puede ser de otro modo en mala lógica pragmática, casi todo es aceptable para vencer en una competición. Incluso cuando el Madrid juega dos de los mejores partidos que se le recuerdan en los últimos años, cuando el Barça es injusto-justo vencedor de una copa en absoluto trascendente, los jugadores por él dirigidos salen con consignas de «fuerte defensa de hombres», acusando a los jugadores adversarios de tirarse a la piscina y hacer cuento todo el partido, organizando alguna tangana y, por parte del susodicho, presuponiendo en conjetura poco inteligente que las cámaras están filmando otros escenarios y que el Ebro transita lejano, agrediendo -dedo en el ojo- al ayudante de Guardiola.
No es lo peor. En su lógica, la tensión, los nervios, juegan malas pasadas y los vientos huracanados agitan mentes, cuerpos y jugadores. También en su caso. Sea así Lo peor vino después. Calmado en apariencia, respondió en la rueda de prensa con la chulería insoportable de (casi) siempre de pijo ultraseguro de sí mismo, menospreciando al rival, cambiando pueril y estúpidamente el nombre del ayudante de Guardiola -«Pito» por «Tito»- y, con desdén chulesco, aparentando no conocerlo: «¿Y quién es ese Pito Vilanova?». ¡Qué gracia tan graciosa! ¡Qué abono tan sublime del cinismo! ¡Qué ejemplo tan maravilloso y didáctico para los jóvenes y no tan jóvenes que siguen el juego y los resultados del equipo que representa!
(Para que no se me crea cegado por algún barcelonismo inconsciente observo entre paréntesis, aunque no es ahora el punto siendo por lo demás un nudo importante, que no es tampoco ningún detalle de cultura pública ciudadana, todo lo contrario más bien, llevar una camiseta con el logotipo «Fundación Qatar». ¿Podemos imaginarnos lo que se hubiera dicho si el Madrid llevara una camiseta con el logo «Fundación Sudáfrica» pre-Mandela? ¿Es un muy distinto? ¿De qué es modelo político el reino y la familia real de Qatar? ¿La pela es la pela y todo vale por alcanzarla? ¿Hay tanta distancia entre esta consideración y la «filosofía deportiva» del «dedista»)
Sea como fuere, el Madrid es una entidad privada y José Mourinho es un dirigente de esta corporación deportiva de historia no siempre deslumbrante ni «caballerosa». Puede decir barbaridades; le conciernen a él y a la entidad que representan aunque eduquen mal, muy mal, a la razón pública y a todos en general.
Francesc Xavier Mena, en cambio, no es entrenador. Que se sepa. No sé si es simpatizante del Real Madrid; creo que no. Es un político profesional, un doctor en Económicas y licenciado en Derecho (¡qué cosas!), un parlamentario, todo un conseller del gobierno de Mas y Mas-Colell, el de Empresa y Ocupación, y responsable político directo de las recientes (y siniestras) actuaciones contra la Renta de Inserción Mínima en Catalunya. Se ha dado cuenta de ellas en esta misma página. «Apretar las tuercas a los sectores más desfavorecidos», esa es la consigna del «gobierno de los mejores». Hacerles la vida imposible a personas y familias que cobran una ayuda pública para «montarse la vida» de unos 425 euros mensuales, algo menos, aproximadamente, de lo que el conseller debe ganar en un día, uno de esos días en lo que nos obsequia con alguna declaración que bordea la xenofobia y el racismo.
La semana pasada, Laia Ortiz, diputada de ICV-EUiA, anunció que su grupo político, y creo que ERC y el PSC también, presentarían una reprobación del conseller de Empresa y Ocupación por su actuación en la gestión de la renta mínima. El conseller, tan bravucón como su (anti) modelo de referencia, tan chulo como algunos de sus coleguillas de gobierno, tan poco cuidadoso, como no es admisible, con trabajadores de origen magrebí (jamás lo sería con «sus clases medias catalanas»), con currículo antifranquista prácticamente vacío, no se cortó ni un pelo en su comparecencia parlamentaria: «Laia Ortiz, qui és?» comentó. Estaba detrás de él y sabía perfectamente quien era, quien es, la portavoz del ICV-EUiA en el Parlament.
La vida, su clase social, el partido y el poder les han hecho así a gentes como Mena. Está tan seguros de su hegemonía, de que pueden hacer lo que quieran y cuántas veces quieran, que no les importa imitar, a la baja pero a corta distancia, las actuaciones y decires de su supuesto contra-modelo, que probablemente no sea tal.
PS: Algún día después, sábado 20 de agosto, el conseller rectificó y declaró a Europa Prees que sí sabía quién era la diputada y portavoz de ICV en el Parlament, pero que no la conocía personalmente. Ha matizado que sus palabras «fueron malinterpretadas» y ha pedido disculpas a Ortiz «si la lectura que se ha hecho la ha ofendido».
Alguien le habrá pasado alguna nota y le habrá indicado, si se ha atrevido dada la jerarquía ejercitada, que ha metido la pata hasta la cervical: de toda comparación con el entrenador del Madrid (y sistemas, personas e instituciones afines) hay que huir como de la peste negra aunque, en el fondo, no se piense de manera muy distinta. Su concepción del mundo es calcada.
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