La clase obrera asturiana no fue indiferente al terremoto político que supuso la revolución rusa. Es lógico que así fuera en una de las regiones más industrializadas de España y en la que el movimiento obrero había alcanzado ya en la década de 1910 altísimos niveles de organización e implantación territorial. El historiador Francisco Erice cuenta en el libro “Los comunistas en Asturias. 1920-1982” que el derrocamiento del zar en la revolución de febrero de 1917, la victoria de los bolcheviques en la segunda revolución de octubre de ese mismo año, la posterior Guerra Civil y en general los acontecimientos políticos en el llamado país de los soviets, fueron un apasionado tema de conversación en los chigres, tabernas, casas del pueblo y centros obreros de la región. Y es que al término de la Primera Guerra Mundial, el mundo, como dice la letra de La Internacional, parecía “cambiar de base”. Los imperios europeos se desmoronaban, en todas partes había huelgas y el capitalismo parecía caminar hacia su colapso en una revolución a escala planetaria. No solo lo pensanban los revolucionarios. También los reaccionarios. Lo sucedido en el antiguo imperio zarista parecía tan solo el prólogo de lo que estaba por venir en Alemania, Francia, Italia… También España. No tardarían en surgir grupos en Asturies que aspiraban a imitar el modelo de partido de los revolucionarios rusos. Cansados de los debates interminables en el seno del PSOE sobre la afiliación o no del partido a la nueva Internacional Comunista promovida por Moscú, la mayoría de las juventudes socialistas se escindirían para fundar por las bravas el Partido Comunista Español en abril de 1920.
En Asturies jóvenes socialistas y algunos militantes de la CNT conformarían este primer partido comunista con base en Xixón y las cuencas mineras. La cosa no acabaría ahí, ya que en el PSOE seguía permaneciendo una gran corriente de simpatía hacia los bolcheviques. No tardaría en surgir, apenas un año más tarde, una nueva organización, el Partido Comunista Obrero Español, que agrupaba a los perdedores del congreso socialista que había decidido finalmente la permanencia del PSOE en la Segunda Internacional. La federación asturiana del PCOE se fundaba el 26 de mayo de 1921 en Oviedo/Uviéu. Esta segunda escisión del PSOE, intergeneracional y más numerosa, estaba implantada en la capital asturiana y sobre todo en las cuencas, con una especial fuerza en el valle de Turón, llegando incluso a disputar a los socialistas la dirección del Sindicato Obrero Minero de Asturias. La hegemonía comunista no duraría mucho. Tras la recuperación del control del SOMA por parte de Manuel Llaneza y sus seguidores, los mineros comunistas se unirían a los libertarios para formar en noviembre de 1922 el Sindicato Único de Mineros, afiliado a la vez a la CNT y a la Internacional Sindical Roja promovida por la Komintern. El SUM agrupaba a los mineros más combativos, contrarios a la orientación más pacticta y negociadora del SOMA. Estos y los trabajadores ovetenses del transporte serían los principales bastiones sindicales de la federación asturiana del nuevo Partido Comunista de España, fundado el 14 de noviembre de 1921 tras la imposición de los soviéticos al PCE y el PCOE de unificarse si querían ser reconocidos como sección española de la Tercera Internacional.
El PCE nacía con un fuerte impulso, sobre todo de obreros jóvenes, pero no tardaría en entrar crisis. El frenético ritmo de huelgas impuesto por una dirección ultraizquierdista y el reflujo general de la movilización social en España y en toda Europa, provocarían un descenso de afiliados que la represión de la dictadura del general Primo de Rivera agravaría. Con unos pocos centenares de afiliados, el pulso del partido durante la década de los años 20 sería débil, y solo comenzaría a recuperarse con la crisis del régimen y del reinado de Alfonso XIII. Tras el Pacto de San Sebastián todas las fuerzas de izquierdas, el republicanismo catalanista y el galleguismo acordarían trabajar juntos para acabar con la Monarquía. A pesar de estar invitado a participar en Asturies, el PCE se autoexcluiría de la alianza electoral republicano-socialista para las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Unas votaciones que desembocarían en la proclamación de la Segunda República dos días más tarde, y que las izquierdas ganarían por amplia mayoría en el Principado. Por su cuenta el PCE obtendría tan solo algunos pocos concejales en Mieres, Llaviana, Teverga y Grau.
En 1934 la federación asturiana del PCE contaba ya con unos 1.400 militantes, y las Juventudes Comunistas con otros tantos. Asimismo encuadraba a unos 500 niños y adolescentes en la organización de pioneros, cantera a su vez de la organización juvenil. El partido había logrado purgar a los anarquistas del Sindicato Único Minero, y aumentar su radio de influencia social formando las secciones asturianas de la Confederación General de Trabajadores Unitaria y del Socorro Rojo Internacional, organismo dedicado a tareas anti-represivas. Seguía siendo no obstante una organización muy pequeña en vísperas de la huelga general revolucionaria de 1934. A pesar de su reducida militancia, los militantes del PCE van a jugar un papel destacado en la revolución, especialmente en Oviedo/Uviéu donde tendrían un gran protagonismo en el comité revolucionario local, la organización del llamado soviet del barrio obrero de La Argañosa y en la toma de la fábrica de cañones de Trubia. El asesinato de la joven comunista carbayona Aida Lafuente en los últimos días de la insurrección terminaría de engrandecer el prestigio comunista, muy superior a la participación numérica de efectivos del partido en las jornadas de octubre.
El PCE sabría pues rentabilizar bien su participación en la revolución del 34, frente a un PSOE dividido con respecto a la respuesta a la represión. Mientras una parte de los dirigentes socialistas renegarían del movimiento, los comunistas sacarían pecho de este y se volcarían en la lucha contra la represión y en apoyo a las familias con miembros muertos, encarcelados, despedidos o en el exilio. La evacuación de cientos de niños asturianos a otras partes de España por parte del Comité Pro Infancia Obrera, encabezado por Dolores Ibárruri, supondría en ese sentido un magistral golpe de efecto dentro de una campaña que elevaría el prestigio del PCE y sus dirigentes.
En 1935 la Komintern abandonaba las posiciones ultraizquierdistas y entendía que la amenaza del fascismo obligaba a una política de alianzas amplia. La apertura del PCE a pactar con republicanos y socialistas en el Frente Popular rompería el aislamiento del partido y popularizaría sus siglas, consignas y dirigentes. Dolores Ibárruri y Juan José Manso, obrero de la fábrica de Trubia encarcelado por su participación en la revolución de 1934, serían elegidos diputados en la lista asturiana del Frente Popular. Una recién electa Pasionaria protagonizaría uno de los momentos más icónicos del triunfo de las izquierdas asturianas: la liberación como “diputado por Asturias” de los presos políticos de la cárcel ovetense. Pasionaria tomaría en sus manos las llaves de la prisión, y sin esperar al decreto de amnistía, abriría una a una las celdas del presidio. Todavía con 80 años la presidenta del PCE recordaría aquel como uno de los momentos más emocionantes de su vida.
El partido crece y la cooperación con los socialistas avanza. En el horizonte se dibuja la posibilidad de una reconciliación entre las dos grandes tradiciones marxistas. Los sindicatos comunistas se integran en la UGT y las juventudes del PCE y del PSOE se unen en la Juventudes Socialistas Unificadas, que en Asturies tendrán como líder al abogado ovetense Rafael Fernández, presidente en la Transición de la preautonomía asturiana. Momentos de euforia para el partido en la región: 4.800 afiliados y un notable crecimiento en dos espacios hasta entonces poco receptivos al comunismo, el mundo rural y Xixón, plaza fuerte de la CNT asturiana. Momentos de incertidumbre también. El PCE va a organizar en toda España las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, en previsión un posible golpe de Estado. Esta organización paramilitar llegaría a encuadrar a 3.000 jóvenes asturianos y combatiría en los primeros días de la Guerra Civil.
Con la sublevación militar del 18 de julio de 1936 los comunistas asturianos van a ocupar por primera vez responsabilidades gubernamentales. Asumirán al principio responsabilidades bélicas, y más tarde las carteras de agricultura y de educación en el Consejo interprovincial de Asturies y León presidido por el líder socialista langreano Belarmino Tomás, y con sede en Xixón. En agricultura los comunistas asturianos apostarán por una línea similar a la defendida por su camarada Vicente Uribe en el Gobierno de la República. Entregar a los campesinos la tierra de los propietarios identificados con los golpistas, respetar la pequeña propiedad y evitar las requisas y colectivizaciones forzosas que pudieran alejar a las gentes del campo del apoyo a la causa antifascista. En educación Juan Ambou coordinaría la evacuación de 800 niños asturianos desde el puerto gijonés de El Musel hasta la URSS.
Ambou, de 26 años, uno de los dirigentes de la revolución del 34 en la capital asturiana, se convertirá en el hombre fuerte del PCE asturiano durante la Guerra Civil. Desde su posición en el Frente Popular y el Consejo de Asturies y León, el ferroviario ovetense defenderá la posición del partido: militarización de las milicias y de las industrias de guerra, unificación de todo el frente norte bajo un solo mando, respeto a los pequeños y medianos propietarios leales a la República, disciplina de guerra y reforzamiento del Frente Popular asturiano con la incorporación de la CNT para levantar la moral de la retaguardia. Las posiciones de Ambou chocarán en varias ocasiones con las de sus aliados. Los comunistas se opondrán a concentrar todo el esfuerzo bélico en la toma de Oviedo/Uviéu, en manos de los militares golpistas, y defenderán priorizar la defensa de la frontera con Galicia. También votarán en contra de la creación del Consejo Soberano de Asturias y León, y defenderán una política de mayor mano dura contra posibles espías y quintacolumnistas, así como de alargamiento de la guerra y la resistencia hasta sus últimas consecuencias.
El crecimiento del PCE asturiano hasta los casi 20.000 afiliados encenderá las señales de alarma de republicanos, socialistas y libertarios. Los comunistas atraen una nueva afiliación, sobre todo de personas jóvenes, que encuentra en el PCE la organización más disciplinada y con las ideas más claras para defender la República. El partido se fortalece en esos quince meses de guerra con la incorporación de milicianos, obreros de la retaguardia, estudiantes, militares, clases medias, campesinos y mujeres, muchas de ellas encuadradas en la organización Mujeres Antifascistas, liderada por Dolores Ibárruri. Este desarrollo de la organización va a despertar recelos en el resto del Frente Popular que acusa al PCE de ser un grupo solo interesado en hacer proselitismo y engordar su afiliación, así como de haberse convertido en refugio de elementos derechistas en busca de la protección del carnet del partido. Aunque sin llegar a los extremos de enfrentamiento de otros territorios de la zona republicana, la caída de Asturies se producirá en un clima de creciente división política, en la que los socialistas acusarán al PCE de hacer una defensa demagógica y partidista de la posición de resistencia numantina, cuando estos ya sabían que la derrota era inevitable.
Pese a sus críticas a Belarmino Tomás, los comunistas, como el resto de consejeros y dirigentes más destacados serán evacuados por mar en octubre de 1937. Comenzaba un largo exilio del que la mayoría de ellos nunca regresaría.
Tras la caída de Asturies en manos del Ejército franquista algunos militantes comunistas, así como de otras organizaciones, tratarán de escapar de la cárcel y el pelotón de fusilamiento echándose al monte. “Los fugaos” se irán progresivamente convirtiendo en “guerrilleros” gracias a la llegada de refuerzos, armas e instrucciones del exterior. Entre el final de la Segunda Guerra Mundial y 1950 el PCE va a tratar de derrocar al franquismo a través de la combinación de lucha armada en el interior y presión diplomática a nivel internacional. El partido, con su dirección en Francia, se implicará a fondo en esta tarea y mandará a España a veteranos de la resistencia contra el nazismo a organizar a los distintos grupos armados que sobrevivían en las montañas. El comunista de Gozón Cristino García, Héroe Nacional de Francia por su papel en la resistencia, se infiltrará clandestinamente en España y dirigirá la guerrilla urbana en Madrid, así como en la zona centro, hasta su caída y ejecución el 21 de febrero de 1946, en medio de grandes protestas internacionales.
Las montañas asturianas se convertirán en uno de los principales focos del movimiento guerrillero español. Los maquis asturianos realizarían acciones de sabotaje como voladuras de líneas telefónicas y tendidos ferroviarios durante la visita de Franco en mayo de 1946. En julio de 1949 un grupo de guerrilleros asturianos, “Los Caxigales” tratarían de matar a Franco durante una viaje del dictador al Bierzo. Sin embargo, a finales de los años 40 el propio Stalin desaconseja a los dirigentes del PCE persistir en una vía armada agotada, y que suponía un sacrificio de vidas muy alto. Se imponía un cambio de táctica en la lucha contra la dictadura.
Diego Díaz Alonso es historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.
Fuente: https://www.nortes.me/2021/11/15/un-siglo-de-comunismo-con-acento-asturiano-i/