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Reseña de Amianto, de Alberto Prunetti. Hoja de Lata, 2020

Una biografía obrera de la explotación neoliberal

Fuentes: Mundo obrero

Si el género de la novela surgido en unas condiciones históricas concretas –las del siglo XVI europeo– es el discurso que la burguesía empleó (y emplea) para la conquista y consolidación de la hegemonía, ¿puede la clase subalterna usarlo como medio para su liberación? Sí, puede. ¿Logrará con él esa liberación? No, nunca. Alberto Prunetti, escritor de Amianto, uno de los últimos títulos publicados por la editorial asturiana Hoja de Lata, parece saberlo bien, por ello dedica la primera página de su libro precisamente a distanciarse del modelo heredado. Amianto no es una novela, no puede serlo. Amianto es, como escribe su autor, una biografía obrera, la biografía de su padre, Renato Prunetti, soldador italiano fallecido por contacto severo y prolongado con el amianto durante la explotación neoliberal tras la crisis del petróleo de la década de los setenta.

Elaborado con materiales no ficcionales, Amianto narra la vida y el trabajo de un personaje perteneciente a la clase obrera sin salirse de esa clase obrera. Es decir que, al contrario que otros intentos literarios de plasmación de la realidad proletaria, Prunetti no se contenta con el mero reflejo del modo en que viven y conviven los obreros, sino que, lejos de lo anterior, se esfuerza por elaborar un discurso con potencial político mediante la ruptura de ciertos códigos. El primero, el del género. El segundo, el del lenguaje. Y es que Amianto está narrada a través de un lenguaje determinado, que es el suyo propio: un lenguaje obrerista en el que no solo hay cabida para las voces orales, sino también para un juego de metáforas que llevan al lector al mundo del trabajo. No se trata, por lo tanto, de un proceso de narración en el que los de abajo son representados por los de arriba, sino más bien de una toma de conciencia de clase que hace de los de abajo sujetos con agencia para tomar el medio de producción de las palabras y contarse a sí mismos.

El discurso desde la explotación hace partícipe al lector del estado de excepción doble en el que viven las personas como Renato. Por un lado, son trabajadores que renuncian (literalmente) a su vida por contribuir a un mundo mejor, por ese progreso que hará que sus hijos tengan una vida distinta, más libre, menos oprimida, como si solamente estando desprotegidos (las condiciones de seguridad laboral brillan por su ausencia) pudiera el desarrollo económico llegar al país. Por el otro –y es algo que queda bien patente al final de la lectura–, las muertes de esos trabajadores carecen de importancia, en la medida en que parecen carecer asimismo de culpables.

Amianto pone sobre la mesa la posibilidad de que pueda ser literaria una vida que, hasta la llegada de la llamada literatura obrera, no podía ser o no había sido literaria, y lo hace con un tono que, en las antípodas de la mitificación y de la nostalgia, evita caer en el puro objetivismo. Prunetti moldea el enfoque para narrar desde el orgullo de clase una vida digna en la que no solo cabe el trabajo, sino también la familia, el ocio, las bromas y la militancia. Así, no hay en el texto tanto una visión melancólica del pasado, cuanto una apuesta por poner de manifiesto las conexiones y similitudes entre esa realidad y la presente. Renato trabaja hasta fallecer para que su hijo tenga la educación que él ni siquiera pudo soñar con tener; sin embargo, el tiempo cambia los colores, pero no el horizonte. El sistema de producción se mantiene inalterado, y semejantes son sus condiciones, sus contradicciones y sus fisuras. Pueden haber variado los medios, pero de lo que no hay duda es de la existencia de una correlación entre los dos mundos, que no son sino, a fin de cuentas, uno.

MARÍA AYETEEstudiante de doctorado en literatura española  

Publicado en el Nº 337 de la edición impresa de Mundo Obrero septiembre 2020