Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
El glaciar Thwaites, en la Antártida occidental, es el más peligroso de mundo. El 15 de enero pasado, los científicos lo han catalogado como una «bomba de relojería del clima».
Foto: NASA, dominio público
Thwaites se está desmoronando por su parte inferior, atravesada por las corrientes oceánicas cálidas, lo que prueba que el calentamiento global está tomando velocidad aunque Estados Unidos, por orden del presidente Trump, renunciara a sus compromisos del Acuerdo de París (2015), firmado por casi todas las naciones del mundo.
De hecho, Estados Unidos está demasiado pendiente de las continuas (y carentes de sentido) alzas de la Bolsa de Nueva York para dedicarle siquiera un pensamiento pasajero a algo tan alejado de nuestra realidad como el derrumbamiento del glacial Thwaites (que está sucediendo a 14.600 kilómetros, demasiado lejos para ser tomado en cuenta por las mentes simples).
En todo caso, los datos concretos son irrefutables: estudios llevados a cabo por la NASA en el marco de la Operación IceBridge han revelado la existencia de una cavidad descomunal, del tamaño de la ciudad del Nueva York, oculta bajo la superficie helada de Thwaites. Y mientras tanto, el glacial pierde 35.000 millones de toneladas de masa al año. Indiscutiblemente, «lo que le ocurre a Thwaites afecta a todo el casquete polar» (1).
A fin y al cabo, el glacial Thwaites es la principal barrera de contención de toda la Antártida occidental, que contiene suficiente hielo como para elevar el nivel del mar unos tres metros y medio por encima de su nivel actual. Si Thwaites se viene abajo, desencadenará un derrumbe imperioso de proporciones monstruosas. Aunque nadie sepa cuánto tiempo pasará (décadas o siglos) antes de que se produzca el grave derrumbe, a juzgar por su comportamiento reciente, Thwaites está dando los suficientes avisos escalofriantes como para pararse y dedicar un tiempo a pensar seriamente en ello.
El glacial Thwaites tiene 160 kilómetros de ancho y 1.200 metros de profundidad y está derritiéndose mucho antes y muchísimo más rápido de lo que pronosticaban todas las proyecciones. Resulta raro, pues ha sido un rasgo permanente de la Antártida desde los inicios de la humanidad.
Al mismo tiempo, frente a los ecosistemas que se derrumban en la periferia de la civilización, allí donde primero se siente el impacto del calentamiento global, Estados Unidos, bajo la dirección del presidente Trump, se dedica a desmantelar décadas de leyes federales dirigidas a proteger la vida y los ecosistemas. Casi una centena de regulaciones diseñadas para contener el cambio climático, proteger la salud humana y limitar la destrucción de ecosistemas están siendo derogadas, dentro de lo que se conoce como «el gran desmantelamiento de las agencias federales» de Trump.
Las principales políticas ecológicas y de bienestar social se están destruyendo a marchas forzadas, lo mismo que ocurre con los ecosistemas debido al impacto del calentamiento global antropogénico. El permafrost del Ártico, por ejemplo, se está derritiendo 70 años antes de lo previsto. ¡Alerta! ¿El calentamiento global se está adelantando 70 años? Si así fuera, si está ocurriendo realmente, pronto se producirán terribles trastornos climáticos (2).
Para los científicos estadounidenses, Trump representa su peor pesadilla a todo color. Ningún presidente en toda la historia de Estados Unidos se acerca a su nivel de ignorancia pura y dura y a su absoluta incapacidad de entender los términos y conceptos científicos más rudimentarios. No por nada su propio secretario de Estado, Rex Tillerson, le definió como un «jodido imbécil» (Vanity Fair, 23 de mayo de 2019).
En cuanto a Thwaites, la buena noticia es que los últimos hielos de la Antártida tardarán cientos de años en fundirse. Pero la mala es que, mientras tanto, y posiblemente más pronto que tarde, se desencadenará un caos inimaginable en forma de daños duraderos que cambiarán las costas de todo el mundo, año a año, década a década y centímetro a centímetro, pero que con el tiempo llegarán a ser metro a metro. Se trata de un pronóstico extraordinariamente peligroso, repleto de todo tipo de desafíos para las metrópolis costeras del mundo.
Lo más significativo es el mensaje implícito en el nuevo artículo del NewScientist: alguien que posea una posición de autoridad en el mundo y grandes dotes de liderazgo (evidentemente, no Estados Unidos) debe asumir que el calentamiento global ha comenzado la cuenta atrás y ha puesto de rodillas a la civilización humana en las latitudes más remotas, allí donde su efecto ya es remarcable, por ejemplo en el derrumbe del hielo del núcleo del glacial Thwaites.
Dicho glacial, tan grande como Gran Bretaña, no es sino uno de los muchos ejemplos del inicio del colapso de los ecosistemas del mundo, pero en los lugares donde esto ocurre no vive nadie. Aparte de los científicos, ¿quién más es consciente de estas transformaciones?
La pérdida de hielo del Thwaites se ha duplicado de forma alarmante en los últimos veinte años, hasta alcanzar los 35.000 millones de toneladas anuales; ese mero dato nos trasmite un mensaje inquietante. Con el tiempo, el glacial Thwaites será responsable de un aumento de 60 centímetros del nivel del mar. Pero ese es solo el comienzo de un problema mucho mayor, pues ese glacial actúa como contrafuerte de todo el casquete polar de la Antártida occidental.
Hace tan solo cinco años los científicos afirmaban con seguridad que el casquete polar antártico había comenzado a derrumbarse, para añadir que «aunque el aumento del nivel del mar (de 3 a 4 metros) no pueda detenerse, todavía pasarán cientos de años, incluso mil, antes de que se haga totalmente efectivo». Así que ¡no hay problema!
Pero ahora parece que sí estamos ante un grave problema.
Notas:
(1) Adam Vaughan, «Antarctica’s Doomsday Glacier is Melting. Can we Save it in Time?» (El glacial antártico del Día del Juicio se está derritiendo. ¿Podremos evitarlo a tiempo?) NewScientist , 15 de enero, 2020.
(2) Louise M. Farquharson et al, «Climate Change Drives Widespread and Rapid Thermokarst Development in Very Cold Permafrost in the Canadian High Arctic», Geophysical Research Letters, 10 de junio, 2019).
Fuente: https://www.counterpunch.org/2020/01/24/a-climate-time-bomb-with-trumps-name-inscribed/
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