[Ayer, 17 de octubre, a las 12h00, en todos los meridianos del planeta, las mujeres salieron a las calles para mostrar su adhesión a la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad y a sus valores: igualdad, libertad, solidaridad, justicia, paz. El relevo empezó por las islas del Pacífico, siguió por Asia, Medio-Oriente, África […]
[Ayer, 17 de octubre, a las 12h00, en todos los meridianos del planeta, las mujeres salieron a las calles para mostrar su adhesión a la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad y a sus valores: igualdad, libertad, solidaridad, justicia, paz. El relevo empezó por las islas del Pacífico, siguió por Asia, Medio-Oriente, África y Europa simultáneamente, y por fin llegó a las Américas donde se programaron actividades en varios países.]
Acción pacífica inmensa, evento sin precedente, la Marcha Mundial de las Mujeres contra la pobreza y las violencias plasma su visión del mundo futuro en la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad.
En 1995, miles de manifestantes de Québec marcharon para reclamar «pan para vivir y rosas para tener una razón de vivir». Con este mismo objetivo, y con el de luchar contra la violencia hacia las mujeres, millones de manifestantes empezaron a marchar, un 8 de marzo de 2000 por las calles y las carreteras de los cinco continentes. La Marcha Mundial de las Mujeres contra la pobreza y las violencias culminó el 17 de octubre de 2000, en el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, con una gran concentración en Nueva York frente a las Naciones Unidas.
Las responsables presentaron las millones de firmas recogidas y participaron en un encuentro con el secretario general de la ONU, Kofi Annan. «Compartimos la tierra, decían las mujeres de Maruecos, compartamos sus riquezas!» La ambición de todas: ¡Cambiar el mundo!
Una ambición que no ha cambiado y por lo cual este año la Marcha actúa para dar a conocer la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad, texto adoptado a fines del año 2004. Esta Carta surgió como una necesidad para las feministas del mundo que luchan por la igualdad, la libertad, la justicia, la solidaridad y la paz en un mundo en el cual la desigualdad no deja de aumentar.
Hoy día, en el mundo entero, las mujeres siguen marchando para reclamarle a los Estados «que adopten estrategias para la erradicación de la pobreza, garanticen el derecho de las mujeres a la autonomía económica y social, promuevan el reparto equitativo de las responsabilidades familiares». Ellas quieren la eliminación de la deuda de los países del tercer mundo, con la garantía que «el dinero liberado servirá a los pobres». Piden un nuevo sistema financiero «basado en una repartición equitativa de las riquezas del planeta y en la justicia social». ¡Cambiar el mundo!
En todas partes del mundo, desde Indonesia hasta el África, presa del SIDA, y América Latina, desgarrada por la violencia, la miseria crece. El 20% de los humanos más ricos consumen el 86% de todos los bienes y servicios, mientras que el 5% de los más pobres sólo el 1,3%. El hambre, «vergüenza de una humanidad cada vez más rica», según Sylvie Brunel de la Asociación Acción contra el Hambre, «hace sufrir al 20% de la población mundial, en su mayoría niños y niñas de menos de cinco años, mujeres en edad de procrear, sobre todo mujeres embarazadas y lactantes, hogares de bajo ingreso, encabezados por lo general por la madre. Entre los pobres de la India del Norte, el 21 % de las niñas padecen de malnutrición extrema en comparación con el 3% de los varones. Si bien la Grameen Bank sigue siendo un modelo de lucha contra la pobreza, los estrategas de las políticas alimentarias siguen descuidando el papel central que desempeñan las mujeres en los cultivos alimentarios y la ingeniería agrícola sigue empeñándose en hacer caso omiso de las competencias que poseen las campesinas.
La mundialización de la economía nos ha hecho tomar consciencia a todas y a todos que la humanidad es una y los derechos humanos universales. El presidente de la industria textil de Renania del Norte (Alemania) se imaginaba la fábrica del 2000 como un «navío que lanzará el ancla donde los salarios estén más bajos». La división internacional del trabajo resultó en la implementación de 3000 zonas francas en el mundo en 116 países (según cifras de 2002), que emplean a unas 37 millones de personas.
¿Cómo cambiar las cosas? Por medio de la justicia: en 1999, se intenta un proceso en nombre de 50.000 inmigrantes, en su gran mayoría mujeres de China, tratadas como esclavas en las fábricas de confección en Saipán, un territorio de Estados Unidos en las Islas Marianas. Por medio del poder de los consumidores: cada persona puede favorecer el comercio justo optando por comprar productos elaborados en condiciones dignas. Por medio de presiones, para que se adopten normas sociales internacionales.
En Occidente, el trabajo de las feministas ha permitido dar a conocer mejor el fenómeno de la violencia masculina, especialmente la sexual, ejercida contra las mujeres. Se ha demostrado, en encuestas, que una de cada tres mujeres ha sido agredida sexualmente en su infancia; una de cuatro es acosada en su trabajo y, en el 95% de estos casos, ella es la que renuncia y no el acosador; una mujer de diez sufre violencias graves causadas por su marido o pareja. Falta especificar las agresiones y las violaciones colectivas en las escuelas, desde la primaria hasta las iniciaciones estudiantiles; las violaciones infantiles por incesto, que son siempre el secreto mejor guardado; el maltrato de las personas mayores por personas cercanas o en instituciones; la opresión de mujeres con impedimentos físicos, a quienes no se les respetan su derechos. Se necesitarán todavía muchas campañas para acabar tanto con la culpabilidad de las víctimas, reducidas al silencio por la vergüenza y el miedo, como con la impunidad de sus agresores, quienes en muchos casos no tienen ningún remordimiento, para acabar con la complacencia hacia la pornografía, con el silencio consensual que protege aún a muchos padres incestuosos, maridos violentos y clientes de la prostitución.
La toma de conciencia de la violencia contra las mujeres, su condena y su represión son hechos muy recientes en la escala histórica, y la prevención apenas está empezando. Los países nórdicos llevan a cabo desde hace mucho tiempo acciones ejemplares. En Canadá, desde la masacre en la escuela Politécnica en 1989, hay hombres que se ponen una cinta blanca significando así su rechazo de la violencia contra las mujeres, símbolo adoptado también por movimientos feministas.
En un mundo donde el orden social sigue fundamentado en la dominación masculina, esta violencia pisotea los derechos humanos. Pan y rosas es un futuro sin sexismo con un mayor respeto y humanismo, tal como describe la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad.
* Florence Montreynaud, es historiadora francesa y activista feminista. Ha publicado 14 libros, incluyendo La Enciclopedia El Siglo XX de las Mujeres.