Traducido por Gorka Larrabeiti
Los rusos clavaron ya una bandera en el subsuelo, los canadienses ordenaron la construcción de nuevos rompehielos, Dinamarca ocupó una isla en la región y ha realizado exploraciones, Noruega sueña con extender sus reservas de crudo, ya enormes. Y ahora, al tesoro potencial de petróleo y gas ocultos bajo el Ártico, se acercan también los Estados Unidos, si bien mediante una compañía privada. En efecto, la «Artic Oil & Gas», sociedad que cuenta con un senador de Washington en su círculo directivo, ha presentado a la ONU una solicitud para intervenir como «agente de desarrollo» exclusivo de la zona, que, según la compañía, alberga en su subsuelo 400.000 millones de barriles de oro negro. La reivindicación. Aun reconociendo que los depósitos de hidrocarburos constituyen un «patrimonio común de la humanidad», a la región ártica le hace falta-según la compañía- un «gestor principal» privado, que pueda ponerse al frente de un consorcio internacional de sociedades petrolíferas interesadas en repartirse los recursos de modo equitativo. Mientras el gobierno canadiense ha definido ya como «carente de valor legal» la idea lanzada por la «Artic Oil & Gas», la compañía se ha servido en sus estudios de las investigaciones de un científico canadiense, que ha confirmado la presencia de estratos rocosos «extremadamente ricos» en hidrocarburos bajo el hielo ártico.
Tierra prometida. La carrera en pos de las riquezas del extremo norte se enriquece así con un nuevo participante. Gracias al derretimiento de los hielos provocado por el calentamiento del planeta, se auspicia que en los próximos decenios toda el área al norte del Círculo polar ártico se convierta en la nueva tierra prometida para los recursos energéticos, y que se puedan abrir nuevas vías de comunicación naval por espacios ocupados hasta ahora por los hielos. En una previsión que se suele citar a menudo -aunque acerca de este asunto circulan hipótesis de lo más descabellado- se calcula que en el subsuelo ártico se halla un cuarto de las reservas mundiales de gas y petróleo por explotar, amén de diamantes, níquel y otros minerales.
Conflictos pendientes. Todos los países que se asoman a la región ártica (EE. UU, Rusia, Canadá, Noruega y Dinamarca, gracias a Groenlandia) reclaman su derecho a zonas mayores o menores en el área. El reparto de las riquezas se traducirá a buen seguro en una lucha, cuando menos legal. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) establece una «zona económica exclusiva» (EEZ) para cada país a 200 millas náuticas de la costa. Sin embargo, resulta más complejo calcular la amplitud de la «plataforma continental», o sea, la prolongación submarina de la costa, que, para UNCLOS, constituye la franja siguiente a la «zona económica exclusiva» de cada estado. Como en todas las fiebres del oro, se producen choques de intereses. La Unión Europea también se ha dado cuenta de ello hace poco y ha mencionado en un informe las «consecuencias potenciales para la estabilidad internacional y para los intereses de seguridad de Europa» debidas a los cambios de las «dinámicas geoestratégicas de la región».
Fuente en italiano: http://www.peacereporter.it/dettaglio_articolo.php?idc=0&idart=10563