Un año y medio después de la bancarrota práctica de los principales bancos, que casi hundió la economía del país, la policía ha empezado a detener a algunos de los principales banqueros, mientras otros antiguos cargos ejecutivos y propietarios se enfrentan a pleitos de unos 1.600 millones de euros. Desde el hundimiento o las graves […]
Un año y medio después de la bancarrota práctica de los principales bancos, que casi hundió la economía del país, la policía ha empezado a detener a algunos de los principales banqueros, mientras otros antiguos cargos ejecutivos y propietarios se enfrentan a pleitos de unos 1.600 millones de euros. Desde el hundimiento o las graves dificultades financieras de los tres bancos más grandes del país, sus antiguos directivos y propietarios han vivido prácticamente sin problemas, plácidamente, en el extranjero, en un mundo que, según algunos, es casi mejor que el mejor de los mundos posibles. La publicación de una investigación parlamentaria sobre la profunda crisis financiera y económica del país en el pasado mes de mayo de 2010 ha dado un giro a la situación. Culpa principalmente de la caída y bancarrota a los ex directivos y líderes de los tres grandes bancos [1].
Esperen un momento, no se levantan alegres y confiados y con el puño alzado de sus sillas. Con algún pequeño cambio, estaba hablando de Islandia. Aquí, en el país de los señores Botín y González ocurren otra cosas. Éstas por ejemplo.
El borrador de la contrarreforma laboral del Gobierno se divulgó el viernes, o días antes, de la semana pasada. Voces de la izquierda social, académica, sindical y política se alzaron indignadas. Ulises-Zapatero suele usar tapones de hierro para estos vientos que intentan agitar consciencias con átomos de dignidad. La derecha, en pleno, se alzó también y dio voces. No tenían suficiente. Más leña al mono, más carne en el asador de la explotación. Fueron oídos. No hay tapones gubernamentales cuando irrumpen estos huracanes de tempestad y acero.
El lunes por la tarde el presidente de Gobierno se reunió con cuatro o cinco catedráticos que representan un colectivo, un lobby mejor dicho, el grupo de presión de los «cien economistas», gentes «muy bien instaladas», con empleo fijo y seguro todas ellas. Son los firmantes de un manifiesto a favor de la necesidad y urgencia de lo que ellos llaman «reforma laboral». Para los otros, no para ellos. Por supuesto, por supuestísimo. Más allá de algunos detalles técnicos y de consistencia jurídica, el presidente y su equipo económico, ni siquiera el Ministro de Trabajo ni la vicepresidencia económica, cedieron a las observaciones del lado oscuro y derechista de la Academia económica, del grupo de los cien. Ríen satisfechos. A ellos no les tose nadie, a ellos se les escucha.
La derecha, no solo el PP sino también CiU, y en concreto ese político de derecha extrema llamada Duran i Lleida, no tienen suficiente. La contrarreforma se queda a medias aseguran; es confusa añaden. No es imposible que sea una simple repartición de papeles. El teatro político español suele jugar a esas ubicaciones. En el fondo, abren botellas de buen vino. Español por supuesto.
Un grupo de 750 expertos laborales han criticado las medidas del gobierno. Defienden una salida social y progresista a la crisis. Son los mismos ciudadanos que hace meses defendieron el trabajo como nudo gordiano de una potencial reforma laboral. No se les oye, ni caso. Por aquí, el resto es silencio. De lo que no se quiere hablar, lo mejor es el silencio. Al presidente le han leído el último enunciado del Tractatus.
La contrarreforma aprobada el pasado miércoles, tiempo habrá de entrar con más detalle, alienta al empresariado español a adoptar un contrato de trabajo que va a tener un despido más barato que el ordinario indefinido. 12 días por año trabajado en caso de despido objetivo procedente (ocho días menos) y 25 días (ahora son 33) para los despidos improcedentes. Todos los despidos en los que se aleguen causas objetivas, aunque luego se declaren improcedentes, recibirán una subvención del Fondo de Garantía Social (Fogasa). Así, pues, el Fogasa subsidiará ocho días del despido de la mayoría de los trabajadores fijos. Según el propio Gobierno [2], las subvenciones al despido que la ley incorpora costarían unos 800 millones hasta 2015, si se mantienen hasta esa fecha. Ochocientos millones dicen; veremos qué cantidad se alcanza.
El Ejecutivo «socialista» (¡por favor!) ha aceptado además una de las demandas patronales: los contratos de obra y servicio se extenderán de los dos a los tres años, con posibilidad complementaria de un año más si se acuerda en negociación colectiva. Tal como están las cosas, cuatro años.
Igualmente, los trabadores varones entre 30 y 45 años que tuvieran un contrato indefinido antes de pasar al desempleo y que estuvieran en el paro menos de tres meses quedaban excluidos en el borrador anterior. Se les han incluido finalmente; otra vindicación de la patronal atendida.
En síntesis: condiciones más drásticas para los trabajadores; más ataques decididos contra conquistas laborales de la clase obrera; generalización del contrato de 33 días que no evitará otros contratos precarios ni fraudes ni trampas complementarias (por ejemplo, lo que está pasando con los jóvenes que estudian ciclos formativos y la formación en centros de trabajo que es usada para evitar contratos laborales dando bajo mano 250 o 300 euros a los estudiantes). La voluntad de los mercados, el insaciable deseo empresarial, en el puesto de mando. A su servicio.
Mientras tanto, los ciudadanos, jóvenes y no tan jóvenes, andan desorientados y con apenas fuerzas para la organización, la lucha y la rebeldía. Ven que «con paso seguro hoy marcha la injusticia», que «los opresores se disponen para otros diez mil años», que «el poder asegura: lo que es, persistirá como es», que «voz, ninguna llega, sino las de los dominadores», y que «en los mercados» (¡qué bien lo vio y expresó Brecht) «dice bien alto la explotación: Ahora/ Llegó por fin mi hora». El desánimo se extiende: «Entre los oprimidos muchos dicen ahora:/Lo que queremos, no ha de venir jamás».
Razonablemente, el poeta alemán internacionalista daba ánimos no quiméricos: «Quien aún siga vivo: ¡que no diga jamás!». Tenia razón: «Quien esté perdido, ¡que luche!». Acertaba. «¿Quién detendrá al consciente de su situación?». Nadie, nada, puede detenerle. «Porque los vencidos de hoy son los vencedores de mañana/ Y del jamás, saldrá el todavía» [3]. Sigue siendo un pronóstico razonable. Pero cuando se leen las declaraciones de todo un Ministro del Trabajo [4], que representa, según dicen, el ala izquierda del gobierno, a su arista más social, declaraciones, decía, en las que afirma como el que no quiere la cosa que «los mercados son parte de nuestra vida y es verdad que ahora han identificado que una de las necesidades de la economía es la reforma laboral» el corazón se hiela y, como quería Alberti, por las venas transita despabilada la rabia y el odio incluso.
Además, por si las piedras que siguen lloviendo no nos hubieran dado, anuncian una contrarreforma inmediata del sistema de pensiones. Sus manos son guiadas incansablemente por un batallón de desalmados sin control ni límites.
El gran lingüista y teórico de la comunicación George Lakoff, miembro de la comisión de científicos de la Fundación Ideas del PSOE, sostiene que el cambio defendido por el presidente del gobierno es correcto [5], que la cuestión es explicar que las cuestiones morales que motivaron las políticas de protección del gobierno han cambiado con el tiempo y que, por tanto, «tienen que cambiar las políticas». Señala Lakoff Zapatero cometió un error: no decir que «era una crisis económica corporativa». Empresarial, capitalista, quiere decir Lakoff.
Sin habla, sin aliento, sin respiración apenas. ¡Qué sesudas reflexiones elaboran y divulgan estos grandes lingüistas que aconsejan no pensar en elefantes! Menos mal que se va acercando la huelga general del 29 de septiembre para pasearnos a cuerpo, un día antes del recuerdo del centenario del nacimiento del poeta comunista Miguel Hernández, dos días después de cuando, hace de ellos 35 años, el fascismo español fusilaba por última vez. Cinco luchadores antifranquistas caían al alba; el dictador golpista dormía plácidamente. Con ese recuerdo y con la obra y la vida de Hernández en nuestras mentes y corazones, podemos gritar ¡Basta!.
PS: «Pensa-miento 24: La jubilación de los carros tirados por mulas -me cuenta Pep- inició la globalización alimentaria. «En Barcelona, por ejemplo, los alimentos sólo podían llegar del Maresme y de los campos del Delta del Llobregat. Es decir, desde distancias que saliendo a la caída del sol, permitía -a paso de mulo- llegar al mercado de abastos de madrugada». Descargar, un buen almuerzo, y vuelta para la finca. Ahora entiendo mucho de lo que pienso». Es una hermosa reflexión, otra más, de Gustavo Duch. Ésta es la civilización humanista y ecológicamente sostenible a la que debemos aspirar.
En cambio, esta es la cultura política de la que no podemos formar parte. El lunes, 28 de junio, en el Palau Robert de Barcelona, se organiza una jornada sobre «el fomento de los productos ecológicos» en los que las Administraciones -gobernada por partidos que se han negado en sede parlamentaria, con ayuda de CiU y el PP, y con la honrosa excepción de ICV-EUiA, a discutir, ni siquiera a discutir, el asunto de los transgénicos, tienen el bloque 3. La jornada la inaugura el honorable José Montilla, un conocido ecologista de pro, y la cierra la consellera Marina.Geli, una defensora del copago. Activos grupos están comenzando a organizarse para ir a protestar ese día. Les sobran razones. ¿Se apuntan?
Notas:
[1] http://estrategumtrading.com/
[2] Público, 17 de junio e 2010, pp. 2-5.
[3] La traducción es de Antoni Doménech. Véase Manuel Sacristán, Sobre dialéctica. Mataró (Barcelona), El Viejo Topo, 2009, p. 375.
[4] «Los cambios en el mercado del trabajo. Entrevista a Celestino Corbacho». Público, 17 de junio de 2010, p. 4.
[5] «Entrevista a George Lakoff». Ibidem, p. 15.
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