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La OMS estima en 39,4 millones las personas infectadas por el virus del Sida el pasado año

Una crisis mundial que no cesa

Fuentes: Centro de Colaboraciones Solidarias

No hay una epidemia única de Sida sino muchas, dependiendo del contexto social de cada país. En África, la ruta esencial de transmisión es la sexual, siendo las mujeres las más afectadas. Sólo en los países sudafricanos hay 25,4 millones de infectados, y allí las jóvenes tienen de 3 a 6 veces más probabilidades de […]

No hay una epidemia única de Sida sino muchas, dependiendo del contexto social de cada país. En África, la ruta esencial de transmisión es la sexual, siendo las mujeres las más afectadas. Sólo en los países sudafricanos hay 25,4 millones de infectados, y allí las jóvenes tienen de 3 a 6 veces más probabilidades de infectarse que los varones de su edad. La pobreza impulsa el comercio sexual y la falta de educación hace difícil la implantación de medidas de prevención. En muchos casos la relación sexual es fruto de la violencia. La India es otro de los países más afectados, pero el ritmo de crecimiento de la epidemia es especialmente preocupante en el área del Caribe, donde el comercio sexual es también la primera causa. En Asia oriental y en países de la Federación Rusa, que son también zonas de elevada prevalencia, la drogadicción intravenosa es la primera vía de contagio y muchas cárceles son focos importantes de infección.

El Sida no sólo es causa de muerte y enfermedad, sino que empobrece más a los países al disminuir la mano de obra y aumentar la emigración. Una de sus consecuencias colaterales es la desaparición del personal sanitario, agravando más la situación.

Los fármacos antirretrovíricos han transformado radicalmente la vida de los infectados por el VIH en los países desarrollados, al convertir una enfermedad mortal en crónica. El desarrollo de genéricos, especialmente en países como la India y Brasil, ha disminuido espectacularmente el precio del tratamiento, que ha pasado de unos 10.000 a unos 300 dólares anuales. Pero aún así, sólo el 7% de las personas necesitadas de países de ingresos bajos o medios pueden recibir tratamiento. En el África subsahariana sólo el 5% de las mujeres embarazadas tienen acceso a medidas para prevenir la transmisión a sus hijos. Y el tratamiento del Sida supone sólo antirretrovirales; hay que considerar las infecciones asociadas, especialmente la tuberculosis, que se reactiva o progresa con facilidad en las personas infectadas y cuya prevalencia en África va pareja a la del VIH. El programa «3×5» lanzado por la OMS y ONUSIDA para ofrecer tratamiento a 3 millones de enfermos a finales de 2005, ha su
puesto una extraordinaria movilización de recursos. Pero se ha visto totalmente desbordado por la epidemia, que requiere unos presupuestos casi tres veces mayores a los estimados. Para el año 2007 se calculan en 20.000 millones de dólares las necesidades para la lucha contra el Sida.

En los últimos años no han aparecido novedades en el tratamiento de antirretrovíricos, a excepción del Enfurtivida, que no ha aportado ventajas significativas. Sin embargo, el reciente descubrimiento de la proteína hA3G, un factor antivírico natural producido por algunas células humanas, ha abierto una nueva línea de investigación. Por otro lado, las vacunas, aunque actualmente en ensayo en varios países africanos, no parecen ofrecer una solución a corto plazo.

No existe un arma única contra el Sida, sino la conjunción múltiples medidas que sean de aplicación factible aunque su eficacia individual no sea elevada. El uso correcto del preservativo en la práctica es la prevención más eficaz, pero su aceptación es muy limitada en muchos países y situaciones. Educar en relaciones sexuales sanas y limitadas a una pareja, utilizar sustancias microbicidas, facilitar tratamientos de deshabituación y acceso a jeringuillas estériles a los drogadictos, prevenir la transmisión maternofilial o tratar a los ya infectados son múltiples frentes de lucha para reducir las tasas de transmisión.

Y para que la ayuda económica no se desperdicie hay que potenciar las políticas locales, lo que se ha resumido en el concepto de «tres unos»: un plan nacional sobre el Sida, una autoridad nacional del Sida y un sistema de vigilacia y evaluación de cada país. Además, una política anti-Sida debe implicar en su diseño y aplicación a los propios infectados por VIH, y debe ir ligada a estrategias que combatan la pobreza, la marginación social y la desigualdad de sexos; en resumen, actuaciones que defiendan el respeto de los derechos humanos.

* Profesor del Departamento de Microbiología II de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid

http://www.ucm.es/info/solidarios/ccs/articulos/salud/una_crisis_mundial_que_no_cesa.htm