De un trabajo de investigación de usos de los recursos naturales, por las comunidades Q’eqchi’, ubicadas en un Área Protegida de la Sierra Santa Cruz, del Departamento de Izabal, en la zona Caribe de Guatemala, se obtuvieron importantes conclusiones sobre el sistema de conservación de semillas tradicionales en la región, importantes hallazgos etnobotánicos y culturales […]
De un trabajo de investigación de usos de los recursos naturales, por las comunidades Q’eqchi’, ubicadas en un Área Protegida de la Sierra Santa Cruz, del Departamento de Izabal, en la zona Caribe de Guatemala, se obtuvieron importantes conclusiones sobre el sistema de conservación de semillas tradicionales en la región, importantes hallazgos etnobotánicos y culturales que aportan al conocimiento de la conservación de variedades locales de Maíz, en Guatemala… Esta investigación fue financiada por la oficina de asuntos indígenas de la Embajada de Noruega en este país y el apoyo técnico y administrativo de la ONG: FUNDAECO. En el presente artículo se describen algunas de estas prácticas interesantes ya muy conocidas por la comunidad científica. Se valoran algunas de ellas como muy positivas y se incursiona en la descripción de un concepto nuevo: el de «estrategia cultural, regional para la conservación de las variedades locales de Maíz».
Al final se hace una especial referencia a las principales amenazas sobre esta práctica, principalmente ante la incursión en la zona de semillas importadas de E.E.U.U., seguramente modificadas genéticamente, en forma de ayuda alimentaria.
Descripción de las características de la zona
«Localizada al Norte del Lago de Izabal, en el departamento de Izabal en Guatemala, la Sierra Santa Cruz es la porción terminal del sistema ortográfico de la Sierra de los Cuchumatanes, que separa la basta planicie del departamento del Petén, de la cuenca del Lago de Izabal. Su localización relativamente aislada en un terreno montañoso, quebrado y con un paisaje kárstico inigualable, han dado origen a un sin número de sumideros, colinas, dolinas, grutas y manantiales. Estos factores en conjunto han formado una muestra magnífica de riqueza biológica de elevada peculiaridad» (FUNDAECO, 2004).
La Reserva Natural «Chocón Nacional» forma parte del Complejo II del Área de Protección Especial Sierra Santa Cruz, con una extensión aproximada de 24.300 has, en su mayoría cubierta con bosque tropical latifoliado (B. Villeda, com. pers.).
En torno de este particular sistema geográfico se encuentran más de 40 comunidades de la etnia Maya, «Q’eqchi'». Las cuales fueron la población de estudio indirecto del trabajo realizado, de las cuales se extrajeron 4 (10% aprox.), sobre las que se desarrolló un trabajo directo.
Un cálculo aproximado, arroja las cifras de 940 familias en la región geográfica que se estudió, las que se encuentran relacionadas en la estrategia de conservación que se describe.
La mayor parte de esta población ha llegado a la zona, en los últimos 40 años. El conflicto interno y principalmente una desmedida represión militar sobre las comunidades indígenas, genero un proceso de desplazamiento interno, que afectó a la mayor parte de la población indígena de Guatemala, en el período de los años ’70s y ’80s, (Plataforma Agraria, 2003). Estas familias se han trasladado a regiones geográficamente diferentes, llevando consigo los bienes materiales que podían cargar y un importante conocimiento cultural, que les ha permitido instalarse rápidamente y establecer nuevamente redes sociales de producción para la conservación de semillas, capaces de generar el autosustento de las familias.
Esta población se encuentra en una de las áreas de mayor diversidad biológica del Departamento y actualmente en un proceso legal de declaratoria de área protegida. Las mismas desarrollan una actividad intensa de uso de los recursos naturales, en forma de explotación, en actividades religiosas (ya que se encuentran una serie de sitios de oración donde se practica la espiritualidad Maya), y también ejercen una función elemental como protectores del área (Birriel, 2005).
¿Como usan los recursos?
Dentro de las actividades más importantes se encuentran la agricultura tradicional, con múltiples actividades de producción y conservación de una cantidad importante de variedades tradicionales de producción de alimento (45 especies), de cereales, frutales tubérculos y otros.
«…en el mismo pueblo hay árboles frutales de plátanos, sapotes, jocotes, anonas de tierra caliente, guanabas, jícaras redondas, algunos árboles de achiote, piñas muy dulces y de todo eso tienen también en sus milpas y en ellas mucho camote, ayote, chayote, yucas, frijoles y cañas dulces y en algunas partes limones. Las casas de las milpas aunque más pequeñas, tan buenas como las del pueblo y en ellas sus trojes para el maíz, embarradas.
Fray Diego de Rivas en su relato sobre la entrada y conquista del Peñol del Petén Itzá, del año 1692…» (Estrada Monroy, 1990, pg.76).
Quiero hacer referencia al espacio comunitario (área existente en lo que es el espacio urbano de la aldea), el cual es utilizado también para la producción de alimentos, principalmente frutas, que hacen sus respectivos aportes a la dieta a lo largo del transcurso de las diferentes estaciones. En la fotografía de un mapa Vernacular realizado por las mujeres de la aldea Santa Cruz Rubel Hó podemos encontrar algunos esquemas o dibujos, que muestran la increíble diversidad de frutas que se encuentran dentro de los límites de la comunidad, se identifican mas de 20 especies diferentes, combinadas también con la producción animal de aves, cerdos, vacunos y hasta piscicultura en algunas comunidades.
También desarrollan el complejo sistema de policultivo indígena o Conuco (Núñez, 2004), en el que se mezcla gran cantidad de rubros alimenticios, como las Musáceas (Musa paradisiaca), cardamomo (Elettaria cardamomum), Cacao (Theobroma cacao), Piña (Ananas comosus), Pataxte (Tiliaceae sp.), etc. Este sistema es especialmente conservador de suelos y recomendado en las características de cultivo subtropical, sobre suelos frágiles y en pendiente. Con este sistema las comunidades consiguen una producción de alimentos variada y segura, que también contribuye a la producción de animales domésticos. Otro ejemplo de esto son las pequeñas parcelas de Yuca (Manihot esculenta), Güisquil (Sechium edule), Ñame (Colocasia esculenta), Malanga (Alocasia macrorrhiza), que son mantenidas en áreas que antes fueron producidas de milpa (de esta manera se denominan los cultivos de maíz, Zea mays), estos productos básicos, en la alimentación de otras culturas, aquí son producidos como alternativa, en el momento que escasea el Maíz.
Estrategia regional, cultural, para la conservación de variedades de Maíz
A pesar de las fuerte desarticulación social, producida por el proceso de desplazamiento y las fuertes connotaciones psicológicas que este produce (Espinosa, 2001), las comunidades Q’eqchi’ han logrado desarrollar un sistema regional, de trabajo productivo de autosustento, que demuestra ser un complejo sistema cultural de conservación de la biodiversidad, principalmente sobre las semillas de Maíz.
Si investigamos la propia cultura Q’eqchi’ donde esta se define, en sus prácticas religiosas, como hombre de maíz (Estrada Monrroy, 1990) y al estudiar la historia de este cereal es donde encontramos que el origen del mismo se encuentra en el seno de estas culturas (Acción Ecológica, 2004). De esto deducimos que la diversidad de prácticas culturales, sobre la semilla de maíz es muy extensa en esta región, de Mesoamérica.
Se mantienen las técnicas tradicionales de siembra en la que se destaca la de Tumba y Quema (Comités de producción y Mujeres del Volao y cols., 2002), la segunda siembra, las construcciones particulares para la conservación del producto post cosecha y la ritualidad que encierra toda la siembra y cosecha del mismo.
Existe una gran variabilidad al respecto, de las formas de producción, los diferentes rubros a producir y también los tiempos de siembra y cosecha, acostumbrados en las diferentes comunidades. Esto hace que las prácticas de conservación de diversidad, sean más eficientes, porque un mismo taxón es sometido a estrategias productivas diferentes, en cada comunidad (condiciones de suelo, pendiente, sombra, altitud y fechas de siembra sobre todo). De esta manera se logra mayor variabilidad genética de la especie en cuestión, con el aumento de la variabilidad, también aumenta la capacidad de sobrevivencia de la misma y la especificidad a cada microecosistema especial. Así es que las comunidades Q’eqchi’, han desarrollado un complejo sistema de producción genética, el cual hace posible la seguridad alimentaria en cada comunidad. Esta última se ve potenciada por dos prácticas interesantes de analizar y que son claves. La principal es que nunca dos pobladores de una aldea siembran el mismo día. Esto hace que se separen los tiempos de cosecha y que se logre una mayor variación ambiental sobre el total de la producción de la aldea. De esta manera se separa la siembra del primer agricultor un mínimo de 15 días de la siembra del último (debido a que la mayoría de las aldeas están constituidas por una población de 10 a 20 familias), generando así un efecto de amortiguamiento, ante algunas irregularidades del clima, que diezme la producción. Un proceso de inundación, inicio de sequía, incendio, etc; son ejemplos de catástrofes que pueden terminar con una parcela de cultivo en proceso, pero al estar separadas, la seguridad de que alguna llegue a término es alta. Un ejemplo de esto se dio en la comunidad Angel Há, durante el período que duró esta investigación, en el que un poblador sembró su maíz con las primeras lluvias y especulando que continuaría lloviendo, esto no sucedió y se perdió totalmente el cultivo, mientras que los que comenzaron con la siembra 15 días más tarde, presentaron rendimientos de producción normales. De esta manera un poblador puede perder su cosecha, pero nunca el total de los agricultores. Así es que luego la comunidad puede absorber la falta de comida de algunas familias.
Este mismo proceso se hace regional, ya que nunca el momento de siembra de una comunidad, coincide con el de su vecina y esto extiende el intervalo existente entre la primera siembra y la última de la región geográfica planteada, extendiéndose hasta más allá de 3 meses en las comunidades estudiadas. Así es que en una pequeña región que no supera las 50000 hectáreas, se ha desarrollado un mecanismo de acción colectiva para la protección de semillas y la seguridad alimentaria. Producto de las condiciones culturales particulares de la región y de esta manera, nunca una catástrofe natural, a producido la pérdida de la producción total en la región y tampoco la semilla local, adaptada al ecosistema, que conservan muy celosamente las comunidades Q’eqchi’. Ya que la base de la producción y de la vida Q’eqchi’, es la agricultura del maíz.
Amenazas a las prácticas tradicionales de conservación de la diversidad.
Esta característica cultural, ha logrado mantener las variedades de maíz y ha logrado trasladarse geográficamente, a partir de procesos sociales extremos como la guerra y la discriminación racial, desplazamientos humanos hacia regiones geográfica y climáticamente diferentes. Se ve en este momento amenazada por las imprudencias de los diferentes aparatos del estado que han introducido en la región, en forma de ayuda alimentaria semillas de maíz procedente de EEUU (observación personal). Este producto con un alto porcentaje de semillas genéticamente modificadas, más del 80% (RAPAL-VE, 2004), ha sido introducido desde hace unos años, en la zona sin haber tenido la precaución siquiera de estar distribuyendo semillas genéticamente modificadas (transgénicos), en territorios que se encuentran en áreas protegidas. Personalmente pude constatar la utilización actual por algunos productores indígenas, de maíz rojo, variedad que se produce principalmente en E.E.U.U, y que no es tradicionalmente utilizada en la zona (Sólo se acostumbra sembrar el maíz blanco y el negro). Este hecho representa una importante amenaza a la diversidad biológica y cultural que rodea al tradicional sistema de Milpa (Maíz) en el área en cuestión. Debido principalmente a la consecuente pérdida de la genética local por cruzamientos con maíz modificado genéticamente, la contaminación por genes modificados ya ha sido demostrada en el sur de México (Alvaro Salgado Ramírez, com. pers.), es posible que en esta área protegida también este sucediendo lo mismo. También la interacción de este cultivo con especies del ecosistema local es probable (Tuxil y Nabhan, 2001), lo cual extendería el problema a la biodiversidad natural, que se está tratando de conservar. Un ejemplo de esto ultimo ya existe en la zona, por consecuencia de la introducción de la Tilapia (Tilapia sp.), una especie de pez procedente de África que ha sido promovido en la zona como estrategia para la alimentación de las poblaciones humanas.
Reflexionando sobre estos temas sólo cabe expresar, que en el campo de la conservación aún faltan extremar medidas en torno a la avalancha de la industria alimenticia que esta arrasando con la diversidad local, cultural y biológica.
* Doctor en Medicina Veterinaria, Especialista en Organización Campesina y Agroecología.
Referencias:
Acción Ecológica, 2004. Maíz de alimento sagrado a negocio del hambre. Red por una América Latina libre de Transgénicos. Quito, Ecuador. 111 pp.
Birriel, I. 2005. Usos de los recursos naturales por comunidades Q’eqchi’, de Izabal. Informe de investigación. Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación, Guatemala Ciudad, Guatemala. 31+xvi pp.
Comités de producción y Mujeres del Volao, ASPROFINCA, ASPROCIG, Asociación de Artesanos de San Andrés de Sotavento, ASPROAL, Asociación de Productores de San Pedro Alcantara, ASPROINPAL, ASPROINSU, ASALMA, ASOCAMCOCRE. 2002. Los maíces criollos. Manejo, producción y usos en la región caribe colombiana. Campaña de divulgación de maíces criollos, Región Caribe Colombia, Serie Semillas de identidad, 2. Colombia. 39 pp.
Espinosa, O. M. 2001. Del territorio, la guerra y el desplazamiento forzoso, un vistazo sociológico. Pp. 115-125, en Territorios y Cultura, territorios de conflicto y cambio Socio Cultural (B. Nates, ed.). Grupo de investigación territorialidades, Departamento de Antropología y Sociología, Universidad de Caldas. Manizales, Colombia 2001. 615 pp.
Estrada Monroy, A. 1990. Vida esotérica Maya-K’ekchí. Edición Cultura, Ministerio de Cultura y Deportes, Colección Obra Varia no 3. Guatemala Ciudad, Guatemala. 374.
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Núñez, M. A. 2002. Propuesta de Desarrollo Rural Sostenible. Parlamento Latinoamericano, Consejo Legislativo Regional del Estado de Barinas. Mérida, Venezuela. 152 pp.
Plataforma Agraria. 2003: Abriendo brecha. Una propuesta de desarrollo rural. Ediciones Plataforma Agraria 2da. Ed. Guatemala Ciudad, Guatemala. 68 pp.
RAPAL-VE. 2005.TRANSGÉNICOS al día no. 25. En www.rap-al.org. 30 de abril de 2005.
Tuxil, J. y Nabhan, G. P. 2001. Plantas, comunidades y áreas protegidas. Una guía para el manejo in situ. Manuales de conservación de la serie «pueblos y plantas». Fondo Mundial para la Naturaleza, Editorial Nordan-Comunidad. Montevideo, Uruguay. 227 pp.