La fragata Álvaro de Bazán, con 200 militares a bordo, se integró en mayo en el Grupo de Combate del portaaviones Roosevelt formando parte de la 31ª escuadrilla de escoltas. Este navío de guerra pasó tres meses en un «ciclo de adiestramiento» en aguas de la costa este americana, según reconoció la propia Armada española, […]
La fragata Álvaro de Bazán, con 200 militares a bordo, se integró en mayo en el Grupo de Combate del portaaviones Roosevelt formando parte de la 31ª escuadrilla de escoltas. Este navío de guerra pasó tres meses en un «ciclo de adiestramiento» en aguas de la costa este americana, según reconoció la propia Armada española, y participó en ejercicios de respuesta a amenazas con fuego real para su integración total en el sistema de mando y control estadounidense.
A mediados de septiembre la fragata española es unió al ya citado Grupo de Combate, zarpando como escolta del portaaviones Roosevelt junto a otros seis buques del puerto de Norfolk (Virginia). Según la propia marina estadounidense su objetivo es el de «apoyo a la guerra global contra el terrorismo». La flota de guerra navega ahora por el Mediterráneo hacia el Índico en una misión que podría durar hasta finales de año.
En la ceremonia que precedió a la salida de la flota de la base norteamericana, el monaguillo del Imperio Dionel M. Aviles (a la sazón subsecretario de la Armada estadounidense) afirmó ante Bono que su país y España tienen en común haber «sufrido terriblemente a manos de los terroristas» (en referencia al 11-S y al 11-M) y que por ello, ahora «es importante que cooperemos, y nuestras Fuerzas Armadas son poderosas para librar la guerra contra el terror». Bono, emocionado, prometió que «Europa nunca olvidará que Estados Unidos nos salvó del totalitarismo». Por si esas palabras no habían sonado lo suficientemente serviles añadió un elogio a la bandera yanqui asegurando que «nosotros le rendimos honor emocionadamente a vuestra bandera que respeta el pueblo español y significa el valor de la libertad».
Dentro de unos días, cuando el grupo «contra el terror» alcance el Canal de Suez, y abandonen el Mediterráneo, su mando operativo pasará a estar bajo el control del cuartel general de Tampa (Florida), desde donde Washington dirige su guerra global. A partir de ese momento los navíos estarán disponibles para cualquier misión.
Esa es la forma en que el gobierno de Rodríguez Zapatero interpreta la oposición, más que rotunda, de la sociedad española a la guerra. De ese modo se cumple el compromiso de informar y solicitar permiso al Parlamento antes de enviar cualquier contingente militar al extranjero, como recoge la recién aprobada Ley de Defensa.
El pasado 28 de septiembre, durante la Sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, el ministro de la guerra se mostró orgulloso de la misión en la que se encuentra la fragata española pese a que «haya polizones que lo que desean es que fracasen las relaciones de España con un país amigo y aliado como los Estados Unidos».
José Bono, preso de sus compromisos belicistas con el Imperio y dando la espalda a las promesas electorales de su partido, enfatizó que esta era «una gran oportunidad para ofrecer buques de estas características a otros países», puesto que es la única fragata no norteamericana en el Grupo de Apoyo al portaviones Roosevelt.