Es de gran repercusión en los medios de comunicación la huelga de hambre que está llevando a cabo el psicólogo cubano Guillermo Fariñas en el hospital Villa Clara Presentado como un periodista de la agencia anticastrista Cubanacán Press, lleva en huelga de hambre desde el 31 de enero exigiendo, según su escrito dirigido al presidente […]
Es de gran repercusión en los medios de comunicación la huelga de hambre que está llevando a cabo el psicólogo cubano Guillermo Fariñas en el hospital Villa Clara Presentado como un periodista de la agencia anticastrista Cubanacán Press, lleva en huelga de hambre desde el 31 de enero exigiendo, según su escrito dirigido al presidente cubano, «que se me instale por parte de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba SA, como lo hacen con los privilegiados del gobierno, un acceso directo a Internet desde mi hogar».
El caso de Fariñas es presentado en los medios de comunicación del mundo como un ejemplo de la crueldad y de la represión del gobierno cubano. Su repercusión es tal que si consultamos en el buscador de noticias de google, su demanda y su huelga de hambre aparece en 97 informaciones en español en el último mes. Si la consulta es en todo el buscador Google, Guillermo Fariñas aparece con 131.000 accesos, la gran mayoría recogiendo la noticia de su huelga de hambre.
La exigencia de Fariñas, «que se me instale por parte de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba SA un acceso directo a Internet desde mi hogar», ha sido recogida desde por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en su página web, hasta numerosas organizaciones políticas que la han llevado a innumerables instituciones, recientemente el Partido Popular la planteó en una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados español.
Según datos manejados en la Cumbre de la Sociedad de la Información, el 85 por ciento de la población mundial no tiene acceso a internet. De una población mundial de más de 6.350 millones de personas, menos de la sexta parte, mil millones, utilizaron internet en el año 2005, según datos de un estudio de la consultora estadounidense Morgan Stanley citados por la agencia Efe en un teletipo del 28 de diciembre. En el Africa negra sólo un 1% de los habitantes son usuarios, entre ellos muy pocas mujeres. Si observamos en América Latina, tiene acceso a internet sólo el 0,6 por ciento de la población; en México, el 4’6 por ciento; en El Salvador, el 0,7; en Nicaragua, el 0,04; y en Honduras, el 0,03 por ciento. En la India, es el 1,6 por ciento; en Indonesia, el 1,8 por ciento y en Rusia es el 4,2 por ciento de los ciudadanos el que accede a la red.
Por otro lado, es evidente que estos pocos ciudadanos que puede utilizar internet en los países del sur, lo hacen porque poseen línea telefónica, viven en lugares con las infraestructuras necesarias y pagan las correspondientes tarifas a las empresas de telecomunicaciones. Es decir, no se lo ha puesto el Estado a petición propia alegando ser un derecho fundamental incluido en la declaración universal de los Derechos Humanos, tal y como exige el cubano Guillermo Fariñas. En su último comunicado, Fariñas recordaba que «se encuentra en huelga de hambre y de sed hace 47 días porque se nos instale en nuestra casa Internet basado en los artículos 19 y 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos». Es evidente que esa declaración universal no era muy específica con internet puesto que se redactó en 1948, bastantes años antes de la existencia de la red.
Observando estos datos podemos concluir que son muchos los ciudadanos del mundo -más de 5.500 millones-, los que no disfrutan del derecho que Fariñas exige al gobierno cubano y por el cual está en huelga de hambre. Me pregunto cómo reaccionarían los gobiernos -y los medios de comunicación- de Honduras, Senegal, la India o incluso el de España o Estados Unidos, si uno de sus habitantes un día escribiera una carta dirigida a su presidente diciendo que inicia una huelga de hambre exigiendo que le pongan internet en casa. Aunque supongo que muchos, antes deberán escribir otras cartas pidiendo casa, electricidad y línea de teléfono.
Por otro lado, a mí me parece razonable que en un mundo donde mueren cuarenta mil niños cada día de hambre y enfermedades curables, sea más urgente atender estas necesidades. Es lo que parece que también piensa el gobierno cubano y por eso Fariñas tiene casa, pudo estudiar y es atendido en un centro hospitalario aunque no se le instala internet en su domicilio.
Me temo que si uno buscase en los medios de comunicación el nombre de alguno de los ciudadanos que integran ese veinte por ciento de habitantes de Ganha que no tienen corriente eléctrica, el de alguno de los 115 millones de niños en el mundo que no tienen acceso a la educación, de los 854 millones de adultos en el mundo que no saben leer ni escribir o los cien millones que viven sin techo, no encontraría ninguno.
Podemos imaginar en cuantos medios de comunicación se publicaría y cuantas organizaciones políticas y de derechos humanos se movilizarían como lo han hecho por el caso del cubano Fariñas, si un africano de un campo de refugiados de Darfur se pusiese en huelga de hambre para exigir al gobierno de Sudán que le ponga internet en su tienda de campaña.
Puede parecer cruel hacer estos comentarios sobre un persona que lleva, según dicen, más de dos meses sin comer ni beber. Pero a mí me parece más cruel quienes quieren convencerle al mundo que el problema de derechos humanos que enfrenta nuestra sociedad es la instalación de internet en la casa de este hombre, o sea, el gobierno de Cuba.