Durante los últimos años se ha publicado mucho sobre el fenómeno que los anglosajones denominan disease mongering o tráfico de enfermedades. El concepto de enfermedad está estirándose todo lo posible para abarcar a la mayor cantidad de personas que sean catalogadas como «enfermas», aunque no lo estén, claro. El objetivo es que todo el mundo […]
Durante los últimos años se ha publicado mucho sobre el fenómeno que los anglosajones denominan disease mongering o tráfico de enfermedades. El concepto de enfermedad está estirándose todo lo posible para abarcar a la mayor cantidad de personas que sean catalogadas como «enfermas», aunque no lo estén, claro. El objetivo es que todo el mundo esté medicado para algo. Pero hoy no vamos a tratar sobre ninguna de ellas, eso ya lo hemos hecho en otras ocasiones y seguiremos haciéndolo. Resulta que el escritor Mike Adams ha desarrollado un invento por el que cualquier persona puede crear su propia enfermedad mental. Con ello trata de poner en evidencia los enormes intereses creados que hay en torno a determinadas enfermedades que no lo son y que sólo existen como excusa para vender más fármacos. Adams ha denominado a su invento La máquina de crear enfermedades.
Ésta consiste en un programa que coge al azar un grupo de síntomas que suelen darse en personas con patologías psiquiátricas y genera extraordinarios diagnósticos -inventados, claro- pero cuya gracia -o falta de ella- está en que suelen asemejarse a denominaciones de enfermedades mentales que podemos encontrar en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que, publicado por la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, es más conocido como DSM-IV. Este manual es la «Biblia» de la psiquiatría y en la actual versión, la cuarta, ofrece un catálogo de más de 800 enfermedades mentales (en breve renovará su contenido y se auguran numerosas nuevas patologías que sumarán más de 1.000 diagnósticos diferentes). Se da la circunstancia que un estudio publicado en abril de 2006 en Psychotherapy and Psychosomatics reveló que más de la mitad de los 170 miembros del panel responsables del DSM tenían nexos financieros ocultos con la industria farmacéutica, cifra que ascendía al 100% de los «expertos» en los paneles sobre trastornos de la personalidad incluidos en el DSM.
Adams denuncia que la psiquiatría en buena medida hace tiempo que perdió el rumbo y se ha convertido en parte del marketing de las farmacéuticas. Lo cierto es que multitud de especialistas han cuestionado durante los último años «enfermedades» como la Fobial social, con la que se diagnostica a personas a las que les cuesta hablar en público; el Síndrome de las Piernas Inquietas, ciertos problemas nerviosos de origen desconocido reconceptualizados como «enfermedad» por determinado laboratorio interesado en vender antidepresivos; o el Déficit de Atención con o sin Hiperactividad, la inquietud propia de la infancia y pubertad.
Un ejemplo de enfermedad creada por esta máquina es el Trastorno Hipoactivo Dismórfico Mental (HDMD):
«Que aparece como extrema resistencia y bajo consumo de energía que se correlaciona con la infelicidad extrema cuando se involucran en la actividad cognitiva extenuante».
O también la Disfunción Género Nervioso Hiperactivo (HNGD):
«Comportamiento de alta energía que se correlaciona con una alteración fisiológica que crea síntomas de agitación y sudoración relacionados con las preferencias de pareja sexual».
Y así hasta varias decenas de miles de combinaciones que surgen como parodia de lo que Adams denomina la teoría de los hermanos siameses:
Según este autor, las grandes corporaciones farmacéuticas y la psiquiatría moderna son una especie de hermanos siameses unidos por partes vitales del cuerpo. Por supuesto que de intentar separarlos, uno (o tal vez los dos) morirían de manera indefectible. Y ellos dependen uno del otro para poder tener un éxito comercial que les depare un venturoso porvenir. Un grupo es el encargado de inventar las enfermedades ficticias y el otro ha llegado al mundo para fabricar las soluciones (las drogas) a estas enfermedades, a veces funcionando a la inversa, cuando las compañías farmacéuticas ensayan nuevas drogas en tratamientos aún por comprobarse que apenas han superado las instancias de ensayos de laboratorio.
Por último, un consejo del creador de La máquina de crear enfermedades , que dicho de paso explica que no pretende desacreditar a la buena Medicina:
Consultar a un profesional de confianza es fundamental para no caer en la trampa.
Más info: La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009) contiene un capítulo sobre la invención de enfermedades.
Fuente: http://www.migueljara.com/2010/02/16/una-maquina-para-inventar-enfermedades/