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Una mirada al futuro: «Cuba Revolucionaria»

Fuentes: Rebelión

El 50 Aniversario del triunfo de la Revolución Cubana es sin dudas un motivo de celebración. Acontecimiento parteaguas de la historia del siglo XX, sobre todo en el ambiente latinoamericano, ha recibido en los últimos meses numerosas muestras de apoyo desde los más apartados lugares. La prensa nacional resalta los mensajes solidarios; pero el medio […]


El 50 Aniversario del triunfo de la Revolución Cubana es sin dudas un motivo de celebración. Acontecimiento parteaguas de la historia del siglo XX, sobre todo en el ambiente latinoamericano, ha recibido en los últimos meses numerosas muestras de apoyo desde los más apartados lugares. La prensa nacional resalta los mensajes solidarios; pero el medio siglo de la primera revolución de inspiración socialista que triunfó en occidente es sobre todo un motivo de reflexión y ello implica, también, mirar las tareas pendientes.

Hace casi dos décadas, la coyuntura internacional cambió radicalmente y el proyecto iniciado en enero de 1959 entró en una nueva etapa. Es indudable, que el impacto de lo que se ha llamado Período Especial o Crisis de los noventa en los habitantes de nuestro país ha ido aumentando: hablamos de un período que temporalmente constituye el 40% de la etapa de Revolución empoderada. Sin embargo, en ocasiones parece que al abordarse la problemática nacional, sobre todo en tópicos relativos a la cuestión ideológica, cultural y política, se subvalora este elemento.

Una de las complejidades que han marcado los noventa y que engloba los tres aspectos mencionados, es el reto que significa la formación de una cultura política de izquierda en los jóvenes cubanos. Este trabajo pretende abordar los avances y retrocesos que se han operado en este sentido durante los últimos veinte años, situarlos en una balanza y valorar su impacto para la permanencia de los presupuestos asumidos desde 1959.

El derrumbe del modelo eurosoviético de construcción del socialismo significó para Cuba en el terreno económico la pérdida de sus mercados, la disminución del intercambio comercial y la abrupta caída de su Producto Interno Bruto. La situación de crisis estimuló la búsqueda de soluciones y la apertura de los llamados sectores emergentes. El turismo, la inversión extranjera y la ampliación de las relaciones con otros socios comerciales pasaron a un papel protagónico en la vida económica del país.

Esta coyuntura, unida a decisiones que posibilitaron una mayor apertura de la política cultural, las relaciones con la emigracióni y la implementación de amplios proyectos de colaboración con otros países en sectores como salud y educación, contribuyó a ampliar el intercambio cultural de los cubanos con el exterior. Este no constituyó un fenómeno nuevo para el país durante el período revolucionario, entre los años 70 y 80 se había producido un gran intercambio con la cultura de los antiguos países socialistas, sobre todo a través de la formación de profesionales en diferentes ramas que comprendían desde las ingenierías hasta las ciencias sociales. También las misiones internacionalistas se convirtieron en un momento de activas relaciones: áreas geográficas como Centroamérica, principalmente Nicaragua en la etapa de la Revolución Sandinista, y África, especialmente Argelia, Angola y Etiopía, contaron con una significativa presencia cubana. Claro, las visiones que se pudieron obtener en aquellos momentos estaban marcadas por la clara definición de los polos existentes en el escenario internacional.

Los contactos de hoy se abren en perspectivas diferentes y diversas. En el país se establecen con turistas procedentes de Europa, Norteamérica (Canadá principalmente) y Latinoamérica; emigrados cubanos de visita; grupos de solidaridad con Cuba; estudiantes de América Latina, África, Asia e islas del Pacífico, entre otros. En el exterior se producen a través de profesionales que participan en intercambios académicos o acceden a becas; médicos y maestros en colaboración en diversos países; personas que visitan a sus familiares fuera de nuestras fronteras o estudiantes cubanos en cursos de idioma en China. Todavía existen limitaciones, entre ellas las trabas que enfrenta el ciudadano común en Cuba para viajar al exterior y la tipicidad de las personas que tienen alguna salida a través de su trabajo, principalmente artistas, deportistas, dirigentes, trabajadores del sector empresarial mixto, colaboradores de la salud, profesores universitarios, entre otros.

En alguna medida, el posicionamiento del cubano respecto a «lo extranjero» – y en ocasiones superando esta barrera «lo foráneo» – ha variado, sin lograr desgraciadamente borrar un quiebre que se produce al compararlo con «lo nacional». Existe en los jóvenes de hoy una exaltación de lo primero, que a veces roza con una infantil exacerbación. Al mismo tiempo, están menos expuestos a chocar y deslumbrarse por el efecto de «lo desconocido», pero ayudaría mucho que pudieran enfrentarse con un juicio crítico – desde la práctica – a una realidad que difiere de la que viven en nuestro país.

Los últimos veinte años han traído también una ampliación del acceso a los adelantos científico-técnicos, que en campos como la informática y las comunicaciones (INTERNET, telefonía celular, estudios de las ciencias de la computación, ampliación de la programación televisiva) se ha hecho acompañar de un mayor acceso a la información. Las mayores insuficiencias en este proceso se localizan en las pocas personas que tienen acceso a estos adelantosii, en algunos casos porque dependen de su labor profesional y/o una situación económica favorable.

Por otro lado, la ampliación de la programación televisiva – en buena medida relacionada con el incremento del número de canales – ha permitido la incorporación de programas foráneos de amplia demanda, la proyección de nuevos dramatizados de factura nacionaliii y la diversificación de los programas musicales en acuerdo a las preferencias de la población. Sin embargo, se ha mantenido el estatismo en los espacios de información, que aun cuando han cambiado en algunos casos elementos formales, o han incorporado noticias con un enfoque crítico; se mantienen alejados de las urgencias y la cotidianidad que viven los cubanos. Tampoco espacios como las aventuras, las telenovelas, los dibujos animados y algunos cinematográficosiv han podido frenar la avalancha que nos llega desde las grandes industrias: lo deslumbrante de la pirotecnia o el agradable modo de vivir americano.

Resulta evidente que el creciente intercambio cultural y la ampliación del acceso a los adelantos científico-técnicos se encuentran íntimamente relacionados. También, que el acceso a la información contribuye al establecimiento de un juicio crítico sobre otras realidades y al ensanchamiento de miras. Pero con las carencias que mencionamos anteriormente, nuestro proyecto no sale bien parado; sobre todo si analizamos el problema desde la errada educación política que hemos recibido, basada en la permanente comparación con el capitalismo y la agudeza en mirar las dificultades del otro.

Digno de atención resulta el relanzamiento que ha ocurrido recientemente de los derechos de las llamadas minorías. Varias acciones se han suscitado referidas a la cuestión del género, la homosexualidad, la transexualidadv, el racismo, la marginalidad, entre otras. La incorporación de promotores, el trabajo conjunto con la televisión, la educación popular, la participación de las instituciones ha pretendido – y en algunos casos ha logrado – romper esquemas anteriores o al menos, soltar temas a debate público.

Tres son las amenazas fundamentales. En primer lugar, que se privilegie el trabajo en uno de los sentidos y se desatiendan otros. Recordemos que para abordar temas espinosos como estos, antes debe producirse la aceptación del problema y existen terrenos particularmente delicados como el del racismo en la Cuba actual que no gozan de esta ventaja. Esperemos que exista suficiente valentía.

En segundo lugar, que todo tribute a una exaltación de la marginalidad que ya viene habitando tácitamente en el imaginario popular cubano de estos comienzos de siglo. En la calle, los medios y las escuelas se ha ido legitimando e imponiendo una forma de actuación que muchas veces establece como factor de triunfo o aceptación social supuestas o reales expresiones de marginalidad.

En tercer lugar, es importante evitar las caricaturas. Que estos movimientos reivindicativos no establezcan una ruptura comunicativa con el pueblo, alejándose con ello de su objetivo educativo. En ocasiones, se realizan actividades que más que formar y dar información a todos, pretenden un impacto cerrado y limitado a aquellos que están relanzando sus derechos.

Echemos un vistazo ahora a la cuestión educacional. Al inicio del trabajo se identificó al sistema educacional como uno de los catalizadores más importantes en la formación (o no) de una cultura política de izquierda. Particularmente, en Cuba, siempre se ha insistido en la condición clasista de la educación y en sus relaciones con el proyecto económico, político, ideológico y social que se lleva a cabo en el país. De hecho, la Educación, fue uno de los problemas fundamentales mencionados por Fidel en su alegato conocido como «La historia me absolverá», asumido como programa inicial de la Revolución.

Con el Período Especial, los históricos problemas para la formación de maestros y profesores se agudizaronvi. La cobertura docente sufrió un golpe aun más duro por el significativo éxodo hacia centros de trabajo y sectores económicos de mayor remuneración. Los programas de formación emergente de maestros para los niveles primario y secundario intentan una salida a las dificultades con la captación y el poco interés que despierta el magisterio en los adolescentes cubanos. Este fenómeno está relacionado con la inversión de la pirámide social y el hecho de que el conocimiento y trabajar duro no necesariamente constituyen factores de triunfo para la economía individual y familiar.

En el terreno de la infraestructura, el sistema educacional vivenció una mejoría con los programas de la «Batalla de Ideas», entre ellos la reparación de las escuelas, el aumento de las computadoras y la introducción de soportes técnicos para la enseñanza como videos, televisores y software educativos. Sin embargo, el impacto real de estas inversiones no depende exclusivamente de cuentas matemáticas. La subordinación del trabajo individual del maestro al empleo del soporte técnico, la existencia de reglamentaciones que desconocen las particularidades de cada centro, una deficiente caracterización de los alumnos en los terrenos ideológico y cultural, la disminución de la influencia familiar en los asuntos escolares y el promocionismo, son algunos elementos que dan al traste con estas condiciones materiales mejoradas a partir de las inversiones realizadas.

Hemos abordado hasta el momento algunos aspectos que influyen en la conformación de la cultura política en los jóvenes cubanos en la actualidad. Recordando: la situación económica, el intercambio cultural, el acceso a los adelantos científico-técnicos, el relanzamiento de las llamadas minorías y la educación.

Resultaría interesante, dar un vistazo a cómo han ido cuajando estas influencias y la forma en que se expresa en los jóvenes la cultura política. Cuestiones relativas a la actitud ante el Estado, la relación que se establece con el mismo y el posicionamiento respecto a las organizaciones políticas y de masas, podrían servirnos en este sentido.

Las últimas dos décadas se han visto marcadas por una mayor independencia de la población económicamente activa respecto al Estado. Un papel importante en este proceso jugaron la difícil situación económica, la obligación de satisfacer necesidades básicas por cualquier vía y la introducción de nuevas formas de propiedad.

Esta realidad – en contradicción con una idea en la que se ha insistido por la dirección del país en los últimos tiempos – ha puesto en duda el presupuesto de «Estado proteccionista» para la gente. La clave no está solo en lo que «el Estado te da»; sino en «cuánto resuelve lo que te da». Si a ello sumamos, la realidad de que las remuneraciones más bajas (o las opciones de otras vías de ingresos) se relacionan con los empleos vinculados a la empresa estatal (o las personas empleados en ellos) se agrava este tema.

El principal problema está en la producción, como bien se ha identificado, y el camino es «trabajar duro» para producir más; pero el hecho es que entre los más afectados desde el punto de vista de la economía individual en estos últimos años, se encuentran los que «más duro han trabajado», casi siempre en el sector estatal. Esto tiene sin dudas un costo ideológico que se traslada a las actuales perspectivas de los jóvenes respecto al Estado.

Por otro lado, la política del gobierno cubano respecto a la implementación de programas para atender a los más desfavorecidos se ha mantenido en estos años. Las principales líneas de desarrollo de estas políticas han abarcado el beneficio a los pensionados, la asistencia social y con la llegada de la llamada «Batalla de Ideas» la apertura de un grupo de programas de incorporación social como las Sedes Universitarias Municipales y la formación de Trabajadores Sociales.

Como resultado de esta práctica, se atendieron un grupo de problemas con inmediatez; entre ellos, la tendencia a un creciente desempleo que alcanzaba magnitudes alarmantes sobre todo en las provincias del oriente del país. De hecho, con la apertura de las Sedes Universitarias Municipales y la promoción de la idea de considerar «el estudio como empleo», se incrementaron significativamente las matrículas universitarias en provincias sin una gran tradición en la educación superior, ni centros de mucha importancia, como es el caso de Guantánamo y Granma.

Aun cuando no se haya reconocido tácitamente, algunas políticas implementadas como parte de la «Batalla de Ideas»vii, se han ido rectificando con posterioridad. Por ejemplo, en los últimos dos años el Ministerio de Trabajo y sus dependencias junto al Ministerio de Educación Superior, han impulsado la vinculación laboral de los estudiantes de las Sedes Universitarias. Esta constituye una práctica realista y objetiva desde el punto de vista económico atendiendo a la realidad del país y al enfoque de los últimos tiempos que llama a la producción y la disminución de gastos innecesarios; sin embargo, choca con el criterio de quienes se incorporaron a este programa con la visión de que su único empleo sería estudiar y ahora cambia completamente la perspectiva. Es el efecto de una decisión desacertada que se manifiesta en la resistente actitud de los jóvenes ante una disposición estatal.

Otro fenómeno asociado a la apertura de las Sedes Universitarias Municipales que puede tener incidencia en la actitud de los jóvenes ante las decisiones estatales y gubernamentales; constituye el hecho de que a la par de los estudios universitarios se elevan las aspiraciones económicas y profesionales de un grupo más amplio de personas, y ello puede chocar con el respaldo económico que existe en el país para satisfacer esas aspiraciones, sobre todo si recordamos que la mayoría de las carreras que se otorgaron inicialmente en los municipios tenían el perfil de las humanidades.

En resumen, puede apreciarse – y sería necesario profundizar en este diagnóstico – una afectación de la relación armónica entre los jóvenes y el Estado; contradictoria, si atendemos a la creciente implementación de políticas sociales desde la dirección del país. Algunas causas intentamos recogerlas anteriormente, pero son necesarios otros puntos de vista.

Veamos ahora algunos comentarios relacionados con la actitud de los jóvenes respecto a las organizaciones políticas y de masas. Ciertamente, los principales procesos de discusión y crítica – en espacios oficiales – sobre la situación del país se han producido desde el Partido. Momentos como el debate del discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro el 26 de julio de 2007 contaron con el protagonismo de las diferentes instancias de la organización partidista. De igual forma, el Partido Comunista ha asumido desde los núcleos la responsabilidad en el combate por la eficiencia económica y la lucha contra la corrupción y las ilegalidades.

Por una parte, estos elementos refuerzan en los jóvenes la idea de que el Partido Comunista mantiene su función rectora en la sociedad cubana, pero al mismo tiempo reivindica la visión del «verticalismo» existente en el país y centra la responsabilidad de los más disímiles errores y dificultades en la máxima entidad política de la nación. Por este camino se responsabiliza a las organizaciones políticas (principalmente al PCC) de los problemas administrativos, sigue sin fomentarse una cultura de administración y gestión empresarial desde la profesionalidad y se sustenta el descrédito de las instituciones a partir de que no cumplen sus funciones.

El esquema organizacional del país – incluyendo políticas y de masas – ha tenido poca movilidad en los últimos años. Es por ello que detenernos en el componente generacional que matiza la actitud de los cubanos ante el mismo puede resultar interesante.

Los años sesenta y setenta estuvieron caracterizados por el proceso de institucionalización revolucionaria. La celebración del primer congreso del Partido, la constitución del Comité Central, la fundación de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), la Organización de Pioneros José Martí (OPJM), la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), así lo demuestran. Pero los cambios ocurridos en la estructura social, cultural y económica del país entre los ochenta y la actualidad no se reflejaron con similar dinámica en este esquema organizacional.

La tendencia en los años noventa, quizás como un esfuerzo por equilibrar este ausente dinamismo, se caracterizó por presentar «caras jóvenes» que lograron en varias ocasiones un impacto movilizativo. Se pueden identificar tres hornadas en este asomo de «rejuvenecimiento».

La primera de ellas se aprecia a inicios de los años noventa, justo cuando se derrumbaba el campo socialista y la situación económica y social en el país adquiría matices críticos. Teniendo como plataforma la dirección de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) se logró un efecto movilizativo en el momento de explosión de la crisis. En rigor, se estaban recogiendo en los jóvenes los resultados de una cultura conformada entre los años setenta y ochenta, en la que ocupaban un lugar esencial la idea de bienestar que acompañó a la Revolución Cubana en esos años, el liderazgo de la dirección histórica de la Revolución y sobre todo de Fidel y una profunda valoración de la responsabilidad que desempeñaba Cuba en la arena internacional, avivada por las gestas internacionalistas en África. Esta generación de dirigentes juveniles pasó casi inmediatamente a desempeñar importantes funciones en las estructuras de gobierno del país.

Un segundo momento bien definido llegó con la anteriormente mencionada «Batalla de Ideas». De nuevo la dirección de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) se erigió en la base de una promoción de cuadros que pretendía llevar a cabo los nuevos programas, teniendo como principio el control y la eficiencia. Este proceso se presentó con una nueva cualidad: el establecimiento de un paralelismo institucional que situaba los nuevos mecanismos de la «Batalla de Ideas» en competencia a los tradicionalmente existentes. Los dirigentes jóvenes debían formarse en medio de tareas que implicaban el manejo de grandes recursos y asumir de facto – sin nombramiento oficial – responsabilidades gubernamentales y administrativas.

El tercer momento, se caracteriza por una mayor dilación temporal. Ha abarcado aproximadamente los últimos tres lustros y tiene su base en la promoción de jóvenes a responsabilidades partidistas y gubernamentales en el ámbito territorial. Aspectos como el rigor del trabajo en los territorios, la importancia de un contacto directo con la población, la preparación y flexibilidad para enfrentar discusiones; hicieron de este proceso una necesidad.

El balance final, que en buena medida define la actitud de muchos jóvenes hacia cuestiones trascendentales como el desempeño de cargos de dirección, la pertenencia a las organizaciones, la disposición a movilizarse y la empatía con los dirigentes; está marcado por la percepción de que el espacio de los dirigentes jóvenes está limitado fundamentalmente al ámbito territorial y es allí, donde pueden funcionar satisfactoriamente.

Existe una posición de ruptura generacional. La misma ha sido reforzada por la permanencia de la idea de «lograr un relevo generacional» que en sentido práctico se pospone con la actual tendencia de reincorporar y potenciar los cuadros de la «generación histórica» en la membresía del Buró Político o en responsabilidades en el Consejo de Ministros. En rigor, no debía hablarse de ese relevo porque debe estarse produciendo paulatinamente. Resulta muy necesario presentar la incorporación de los jóvenes a importantes responsabilidades de manera natural y no como una cesión, porque la dirección y el desempeño del poder no son privilegio de ningún individuo en el marco de nuestro proyecto revolucionario.

A estas alturas del trabajo, resulta evidente que no se pretende asumir una visión restringida sobre el significado de la cultura política, limitando su comprensión a la participación de los individuos en los asuntos del Estado, o su posición respecto a las estructuras del mismo y el esquema institucional y organizacional existente en el país. Cuando se habla de la conformación una «cultura política de izquierda» en los jóvenes cubanos entronca con el deseo de perfilar en este grupo etario la cultura de la liberación y la resistencia, con la aspiración de prepararlos para responder a problemas universales y consolidar la alternativa que constituye el proyecto socialista cubano.

Con anterioridad se ha hecho referencia al lugar de los cubanos ante fenómenos como la imposición de los modelos culturales occidentales, el desarrollo científico-técnico, el creciente determinismo de los medios de difusión en la transmisión de los mensajes culturales, las transformaciones ocurridas en la composición socioclasista de nuestra sociedad, el lanzamiento reivindicativo de nuevos grupos sociales, la afectación del sistema educacional de la isla y la explosión de complejidades en el terreno económico. Estos fenómenos – y otros no mencionados – tienen un importante efecto en la población y dentro de ella, especialmente en los jóvenes.

Para encararlos es de vital importancia contar con una juventud – y entroncamos con algunos componentes de una «cultura política de izquierda»viii – con mayor implicación respecto al Estado, confianza en las instituciones y organizaciones, capacidad de movilización espontánea, activismo político, presencia y reconocimiento de elementos identitarios, referencias de liderazgo, entre otros.

Esta necesidad constituye un reto para los revolucionarios cubanos. Para enfrentarlo, el punto de partida es su reconocimiento, la discusión de sus expresiones y matices. De igual forma, urge potenciar las investigaciones que ofrezcan datos precisos sobre cómo se manifiestan en los jóvenes los elementos mencionados en su condición de componentes de la cultura política. Ya anteriormente dedicamos un espacio al papel de los medios y a la cualidad de la información que se ofrece en los mismos, que debe caminar hacia una mayor transparencia en los temas domésticos, incluso a la hora de precisar informaciones sobre dirigentes del Estado y las organizaciones políticas, sobre todo si funciona la dialéctica dirigente-poblaciónix.

A la par del proceso estimulado por el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, el General de Ejército Raúl Castro, que comprende la evaluación de la estructura institucional y sus funciones en el paísx; debe incorporarse la revisión de la funcionalidad de algunas organizaciones de masas en las actuales condiciones de Cuba. También, resulta vital encontrar alternativas que potencien la participación ciudadana, la consolidación de las administraciones territoriales y la ampliación de proyectos locales implementados por instituciones, individuos, centros de investigación y Organizaciones No Gubernamentales; son estas, vías que contribuyen a la formación de líderes jóvenes, con apego a las condiciones, aspiraciones y problemáticas de la población.

En todo este entramado continúa siendo una preocupación la manera en que son recibidos los acontecimientos por los más jóvenes. Ha sido la principal inquietud expuesta desde los inicios del trabajo. Las principales influencias que reciben los jóvenes cubanos provienen de la sociedad, la familia y la escuela. Por ello, considero importante dar un vistazo – casi al finalizar – al sensible terreno de la educación.

En el sector educacional el primer paso hacia su perfeccionamiento está en la cobertura docente. Existen dos líneas básicas. Por un lado, la cuestión relativa al salario, la escasa estimulación y la inexistencia de vías para adquirir ingresos extras, al menos, en el caso de quienes laboran exclusivamente en los centros adscritos al Ministerio de Educación. Por el otro – constituyendo un aspecto menos abordado con un enfoque crítico – las condiciones de trabajo en el sector educacional: horarios rígidos, controles frecuentes, abundante documentación, predominio de centros internos en el nivel preuniversitario, menor cooperación de los padres con la escuela, vacíos en la formación en los niveles inferiores de enseñanza, entre otros.

Como una cadena, el problema de la cobertura docente y sobre todo, el desinterés por las carreras pedagógicas, repercute en otros aspectos esenciales. No existe la posibilidad de realizar buenos procesos de captación porque – sencillamente – no hay cantera. De esta forma se escogen – salvando las siempre presentes excepciones – los «menos malos» y se refuerza la idea de lograr un «proceso de transformación» del adolescente durante su trayecto por el preuniversitario o los estudios superiores.

Lo cierto es que por la importancia de la formación educacional en nuestro proyecto y el papel central que desempeñan en el mismo la escuela y el maestro; no debían ser los centros de formación de profesores un espacio para rescatar jóvenes o evitar su salida del sistema educacional.

Como se señalaba anteriormente, instituciones como la escuela y la familia son de vital importancia en la formación integral de los jóvenes cubanos. También constituyen campos de estudio y actuación por parte del Estado y las organizaciones en virtud de reorientar su influencia y su papel. Numerosas investigaciones que abordan estos temas y ofrecen alternativas permanecen engavetadas o apenas sirviendo como materiales de consulta. La articulación entre nuestros centros de investigación, las Universidades y el diseño de políticas institucionales es otra de las asignaturas pendientes.

Las intenciones de este trabajo no son grandilocuentes. Aspira, al menos, a echar una mirada a preocupantes y diversos temas. Por fuerza natural y social los hijos son diferentes a sus padres. Los jóvenes cubanos somos hombres de nuestro tiempo. Como tal deben entenderse nuestras carencias, nuestros errores y nuestras virtudes. Asistimos de niños a la crisis y caída del socialismo en Europa del este y la URSS. Nuestra vida ha sido la situación de crisis del proyecto cubano, de nosotros en buena medida dependerá su «no caída». Para ello es clave la unidad: que la diversidad existente en los puntos de vista, la manera de actuar y la forma de entender la Revolución; se concrete luego en la voluntad y disposición para defenderla de nuestros enemigos externos, de la contrarrevolución y no menos importante, de nuestros vicios. José Martí, uno de los ejes de nuestra cultura política apostó por la continuidad como arma en las luchas por la Independencia. Como en aquellos tiempos, son muchos los retos que enfrentamos, partiendo siempre del más difícil: forjar el hombre que al mirar al futuro se siga viendo en Cuba Revolucionaria.

i Recordemos los pasos que se dan con los Acuerdos Migratorios firmados con los Estados Unidos y la celebración de las conferencias «La nación y la emigración».

ii Aunque en los últimos tiempos se ha visto un impulso, con destaque para la ampliación de los estudios de ciencias de la computación en el nivel técnico profesional y superior; persisten muchas limitaciones por factores diversos – por ejemplo – para el amplio acceso y uso de INTERNET.

iii Felicitar la proyección de un número de cuentos y teatros para televisión de buena factura. Recuerdo especialmente «La Bala» y «Sol y sombra», esta última una producción nacional basada en una historia de Ray Bradbury.

iv Aquí estoy pensando en los ejemplos que constituyen «Somos Multitud» y «Arte siete».

v En rigor, ha sido este un terreno que ha recibido un impulso especial – incluso mayor que problemáticas igual de sensibles – con la protagónica participación de instituciones como el CENESEX.

vi Es verdad que fenómenos como la formación emergente y la búsqueda de alternativas para completar los claustros a diferentes niveles son anteriores a 1990. Recordemos los llamados a integrar el Destacamento Pedagógico y procesos similares.

vii Asumiremos el período de la «Batalla de Ideas» como los seis años que transcurren entre diciembre de 1999 con el inicio de la lucha por la devolución del niño Elián González y el 17 de noviembre de 2005, cuando se produce el histórico discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

viii Es evidente que nos referimos a algunos componentes de esa «cultura política de izquierda», atendiendo a las condiciones actuales de Cuba.

ix Sobre la importancia de esta relación insistió Ernesto Guevara en su trabajo «El Socialismo y el hombre en Cuba».

x Luego de una espera que se extendió a más de un año, a inicios de marzo se realizaron un grupo de movimientos que aunque inicialmente fueron presentados como parte de este proceso de reestructuración; rápidamente se evidenció que lo superaba y mezclaba naturales reordenamientos con movimientos de cuadros no esperados por el pueblo, que además no recibió suficiente información.