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Una mujer condenada

Fuentes:

Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Paz Gómez Moreno

Una mujer condenada

Anna Politkovskaya, la galardonada periodista y escritora rusa, intrépida reportera de las guerras de Chechenia y muy crítica con la administración de Putin, fue asesinada en Moscú el fin de semana pasado (7 de octubre 2006). En un artículo hasta ahora inédito, la periodista explica por qué, a pesar de las amenazas de muerte recibidas, tenía que continuar escribiendo.

Soy una paria. Este es el resultado principal de mi trabajo como periodista a lo largo de la segunda guerra chechena y de la publicación en el extranjero de un cierto número de libros sobre la vida en Rusia y sobre la guerra chechena. No me invitan a las conferencias de prensa ni a las reuniones a las que asisten los dirigentes del Kremlin en Moscú, ya que, en caso contrario, podría sospecharse que los organizadores de las mismas albergan simpatías hacia mi persona. A pesar de ello, todos los altos dirigentes están dispuestos a contestar a mis preguntas cuando así lo necesito para la redacción de algún artículo o para una investigación -eso sí, lo hacen solamente en secreto, cuando nadie puede observarlos, al aire libre, en plazas, en casas secretas a las que llegamos a través de diversos caminos, como si fuésemos espías-.

A los dirigentes les gusta hablar conmigo. Les gusta poder facilitarme información. Me consultan y me cuentan lo que se cuece allí en lo alto. Pero sólo en secreto.

Y aunque una no se llega a acostumbrar, aprende a vivir con ello. Así es justamente como he tenido que trabajar a lo largo de la segunda guerra chechena. Al principio me escondía de las tropas federales rusas, aunque siempre estaba lista para contactar en secreto con ciertos individuos a través de intermediarios de confianza, para que nadie pudiera denunciar a mis informantes a los altos generales. Cuando Putin logró poner en marcha su plan de chechenización (poniendo en el poder a los chechenos «buenos», leales al Kremlin, para que acabasen con los chechenos «malos», opuestos al Kremlin), lo mismo pasó con las conversaciones con los dirigentes chechenos «buenos», a los que yo por supuesto conocía desde hacía tiempo y muchos de los cuales, antes de ser «buenos» dirigentes, me habían protegido en sus casas durante los meses más duros de la guerra. Ahora tan sólo podemos vernos en secreto porque yo soy una paria, una enemiga. Efectivamente, una enemiga incorregible y sin posibilidades de ser reeducada.

Estoy hablando completamente en serio. Hace algún tiempo, Vladislav Surkov, diputado jefe del gobierno presidencial, declaró que hay enemigos a los que se puede hacer entrar en razón, mientras que otros son enemigos incorregibles con los que no se puede hablar y que deberían ser barridos sin más de la arena política.

Así que están tratando de deshacerse de mí y de otros como yo.

El 5 de agosto de 2006 estaba de pie en medio de una multitud de mujeres en la placita central de Kurchaloy, un pueblo perdido de Chechenia. Llevaba puesto un pañuelo en la cabeza, siguiendo la usanza de muchas mujeres de mi edad en Chechenia. El pañuelo no me cubría la cabeza completamente, pero tampoco la dejaba al descubierto. Esto era fundamental si no quería que me identificasen, ya que en caso contrario cualquiera sabe lo que habría podido suceder.

A un lado de la multitud, los pantalones de chándal de un hombre pendían del gasoducto que se extiende de un extremo a otro de Kurchaloy. Estaban cubiertos de sangre. Ya habían quitado de en medio su cabeza para entonces, por lo que no la pude ver.

La noche del 27 al 28 de julio, unidades leales al prokremlista Ramzán Kadírov habían sorprendido a dos combatientes chechenos a las afueras de Kurchaloy. Capturaron a uno de ellos, Adam Badaev, y al otro, Hoj-Ahmed Dushaev, originario de Kurchaloy, lo mataron. Al amanecer unos 20 coches de la marca Zhiguli, ocupados por un sinfín de personas armadas, se dirigieron al centro del pueblo, deteniéndose en la comisaría del distrito. Tenían en su poder la cabeza de Dushaev. Dos de los hombres la colgaron del gasoducto, en el centro del pueblo, y debajo también colocaron los pantalones ensangrentados que yo estaba viendo entonces.

Los hombres armados pasaron las dos horas siguientes fotografiando la cabeza con sus teléfonos móviles.

Dejaron allí la cabeza 24 horas, después de lo cual las milicias la retiraron, aunque dejaron los pantalones. Algunos agentes de la oficina del Fiscal iniciaron la investigación de la escena del crimen, y algunas personas del pueblo escucharon como uno de los agentes preguntaba a un subordinado: «¿Han acabado ya de coserle la cabeza?».

Llevaron el cuerpo de Dushaev, con la cabeza ya cosida, al lugar del enfrentamiento y la fiscalía comenzó a examinar la escena del incidente según los procedimientos de investigación ordinarios.

Escribí acerca de ello en mi periódico, absteniéndome de hacer comentarios que fuesen más allá de relatar lo sucedido. Llegué a Chechenia exactamente al mismo tiempo que se publicó el artículo en el periódico. Las mujeres de la muchedumbre trataron de esconderme porque estaban seguras de que los secuaces de Kadírov me dispararían en el acto si se enteraban que estaba allí. Me recordaron que Kadírov había jurado públicamente asesinarme. En realidad, Kadírov dijo durante una reunión gubernamental que ya había tenido bastante y que Politkovskaya era una mujer condenada. Fueron miembros del gobierno quienes me pusieron al corriente de los hechos.

¿Por qué razón? ¿Por no escribir como Kadírov quería? «Cualquiera que no sea uno de los nuestros es un enemigo», afirmó Surkov, principal partidario de Ramzán Kadírov en el entorno de Putin.
Un viejo conocido, funcionario de alto rango de las fuerzas especiales de la milicia, me lo contó ese mismo día, «Ramzán me dijo: ‘Es tan estúpida que no conoce el valor del dinero. Le ofrecí dinero pero no lo aceptó'». Nos vimos en secreto. Como él era «uno de los nuestros», no como yo, se vería en serias dificultades si nos sorprendían hablando. Cuando llegó la hora de marcharme se había hecho de noche y me rogó que me quedase en su seguro emplazamiento. Temía que me matasen.
«No debes irte», me dijo. «Ramzán está muy enfadado contigo».

Sin embargo decidí marcharme. Alguien me esperaba en Grozni y necesitábamos hablar durante la noche, también en secreto. Me ofreció llevarme allí en un coche de la milicia, pero me pareció aún más arriesgado, ya que así me convertiría en objetivo de los combatientes.

«¿Tienen al menos armas en la casa adonde te diriges?», continuó con preocupación. Durante la guerra he estado siempre en medio. Cuando alguien te amenaza sus enemigos te protegen, pero al día siguiente serán otros los que te amenacen.

¿Por qué me estoy extendiendo tanto? Simplemente con el fin de explicar que los chechenos temen por mi vida y esta actitud me emociona, ya que se preocupan por mí más que yo misma, y gracias a eso sobrevivo.

¿Por qué Ramzán ha jurado matarme? Una vez lo entrevisté y publiqué la entrevista tal y como fue, mostrando al completo la rematada estupidez, ignorancia e inclinaciones satánicas que lo caracterizan. Ramzán estaba seguro de que yo reescribiría íntegramente la entrevista y de que lo presentaría como una persona inteligente y honorable. Después de todo, así es como se comportan, hoy día, la mayor parte de los periodistas, los que están «de nuestro lado».

«¿Es esto razón suficiente para que alguien jure matarte?». La respuesta es tan sencilla como el sentido de la moralidad alentado por el mismo Putin. «No tenemos piedad con los enemigos del Reich». «Quien no está con nosotros está contra nosotros». «Los que están contra nosotros deben ser aniquilados».

«¿Qué mosca te ha picado con la dichosa cabeza?» me preguntó Vasiliy Panchenkov cuando regresé a Moscú. Es el director del departamento de prensa para las tropas del Ministerio del Interior, pero es un hombre decente. «¿No tienes nada mejor de lo que preocuparte?». Cuando le pedí su opinión sobre lo sucedido en Kurchaloy para nuestro periódico, su respuesta fue: «Olvídalo. Haz como si nunca hubiese ocurrido. ¡Te lo digo por tu propio bien!».

¿Pero cómo puedo olvidarlo si realmente sucedió?

Me repugna la dirección tomada por el Kremlin y elaborada por Surkov, que traza una línea divisoria entre los que están «de nuestro lado», los que «no están de nuestro lado» y lo que es más, los que están «del otro lado». Si un periodista está «de nuestro lado», él o ella ganará premios, será respetado y tal vez le propongan trabajar como diputado en la Duma [Cámara baja del Parlamento ruso].

Sin embargo, si un periodista «no está de nuestro lado», él o ella será considerado partidario de las democracias europeas, de los valores europeos y automáticamente pasará a ser un paria. Este es el destino de todos los que se oponen a nuestra «democracia soberana» o «democracia rusa tradicional». (Nadie sabe qué diantre se supone que es pero aún así juran lealtad: «¡Estamos a favor de la democracia soberana!»).

Yo no soy lo que se dice un animal político, nunca me he afiliado a ningún partido político y considero que, en Rusia por lo menos, es un error que un periodista lo haga. Nunca he sentido ganas de ocupar un puesto en la Duma, aunque hubo años en los que tuve sus puertas abiertas.

Así que ¿cuál es el crimen por el que he merecido la etiqueta de no ser «una de los nuestros»? He informado de lo que he presenciado, eso es todo. He escrito y, con menor frecuencia, he hablado. Soy muy reacia a hacer comentarios, porque me recuerda demasiado a las opiniones impuestas durante mi infancia soviética y en mi juventud. En mi opinión, nuestros lectores son capaces de interpretar solitos lo que leen. Por eso el género con el que más trabajo es el reportaje, aunque a veces incluya en él, lo reconozco, mis propios incisos. No soy ninguna jueza instructora, sino alguien que describe la vida que le rodea para los que no pueden verla con sus propios ojos, ya que lo que cuentan la televisión y la abrumadora mayoría de los periódicos está cercenado y empapado de ideología. La gente sabe muy poco acerca de la vida en otras partes de su propio país, y a veces incluso de la de su propia región.

La respuesta del Kremlin es tratar de bloquear mi acceso a la información, dado que sus ideólogos consideran que es la mejor manera de invalidar mis escritos. No obstante, es imposible impedir que alguien consagrado por completo a su profesión hable del mundo que le rodea. Mi vida puede ser difícil y las más de las veces humillante, ya que después de todo, a mis 47 años no soy tan joven como para seguir siendo rechazada y teniendo mi propio estatus de paria inscrito en la frente. Sin embargo, puedo vivir con ello.

No entraré en más detalles acerca de todas las dichas que me proporciona el camino que he elegido: el envenenamiento, los arrestos, las amenazas por carta e internet, las llamadas telefónicas con amenazas de muerte, las citaciones semanales de la oficina del Fiscal General para firmar una declaración prácticamente acerca de todos y cada uno de los artículos que escribo (la primera pregunta siempre es la misma: «¿Cómo y dónde obtuvo usted esta información?»). Por supuesto que no me hacen gracia los constantes artículos irrisorios que aparecen sobre mí en otros periódicos y sitios web, que llevan tanto tiempo presentándome como la loca de Moscú. Es vergonzoso tener que vivir de esta manera, desearía un poco más de comprensión.

Sin embargo, lo principal es sentirme a gusto con mi trabajo, poder describir lo que veo, recibir diariamente visitas en la oficina de nuestra editorial de gente que no tiene otro sitio adonde llevar sus problemas, pues el Kremlin considera que sus historias no corresponden con la línea del partido, por lo que el único lugar en el que pueden airearse es nuestro periódico, la Novaya Gazeta .


Entre los libros de Anna Politkovskaya cabe citar: Una guerra sucia: un reportero ruso en Chechenia (2001) y La Rusia de Putin
(2004). Léase el discurso (en inglés) que pronunció en 2005 el Hay Festival (festival literario que se celebra anualmente en Hay, Gales) en www.hayfestival.com/archive/results.asp

Fuente: The Guardian.

Traducido del ruso por Arch Tait. Este artículo formará parte de Another Sky, una antología de English PEN (Asociación mundial de escritores que promueve la literatura y defiende la libertad de expresión) que se publicará en Profile Books en la primavera de 2007. Para más información visite http://www.englishpen.org/.

Traducido del inglés por Paz Gómez Moreno miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística (www.tlaxcala.es). Esta traducción es copyleft para uso no comercial: se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a los traductores y la fuente.
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