El 1° de septiembre, la Unión Europea dejó de fabricar e importar lamparitas de luz incandescentes. Los europeos ahora pasarán a utilizar las lamparitas compactas fluorescentes, las halógenas y los LEDs (diodos emisores de luz), que son mucho más eficientes. Los críticos dicen que las lámparas incandescentes gastan hasta un 95 por ciento de la […]
El 1° de septiembre, la Unión Europea dejó de fabricar e importar lamparitas de luz incandescentes. Los europeos ahora pasarán a utilizar las lamparitas compactas fluorescentes, las halógenas y los LEDs (diodos emisores de luz), que son mucho más eficientes. Los críticos dicen que las lámparas incandescentes gastan hasta un 95 por ciento de la energía en forma de calor, utilizando tan solo el 5 por ciento para alumbrar. La Unión Europea espera ahorrar el equivalente al uso energético de 11 millones de hogares para el año 2020, lo que equivale a 7.330 millones de dólares al año para la economía europea.
Esta prohibición impulsada por la UE llega justo antes de la Conferencia sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, que se llevará a cabo en Copenhague en diciembre de 2009, y que tiene como objetivo actualizar el Protocolo de Kioto de 1997. Las emisiones de gases de efecto invernadero ahora ocurren a mayor velocidad que nunca. Copenhague será fundamental en el éxito o el fracaso de establecer un plan de acción mundial práctico y vinculante antes de que el cambio climático provocado por seres humanos alcance un punto de no retorno, creando una ola de catástrofes.
Tarde o temprano el calentamiento global se va a volver irreversible si no se toman medidas al respecto. Las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera se miden en «partes por millón» (PPM). El ambientalista Bill McKibben dice que un nivel sustentable de dióxido de carbono en la atmósfera es de 350 PPM. McKibben denominó a su organización 350.org para reforzar este aspecto. Actualmente estamos en 387 PPM y la cifra va en aumento. McKibben y 350.org están convocando a un día de acción global el 24 de octubre para presionar a los gobiernos antes de la cumbre de Copenhague.
Una nueva generación de ambientalistas ya está en movimiento. Esta semana, dos jóvenes fueron arrestados en Virginia Occidental por detener los trabajos de extracción de carbón con remoción de la cima de la montaña de la minera Massey Energy mediante una ocupación que duró una semana, y seis personas fueron arrestadas en la sede del Royal Bank of Scotland en Londres por protestar contra las inversiones del banco en proyectos de combustibles fósiles. Los activistas se pegaron entre sí y al piso del banco para impedir ser retirados, provocando que Reuters titulara su noticia sobre el tema «Manifestantes se unen en una manifestación en sede de banco británico».
Pero el camino hacia Copenhague también está recubierto de oro: las ricas industrias del petróleo, del gas y del carbón están gastando un dineral en su intento por hacer desacrrilar o debilitar cualquier posible resultado. El Instituto Estadounidense del Petróleo (API, por sus siglas en inglés) lanzó en Estados Unidos una campaña llamada «AstroTurf», a la que hay que tener cuidado en no confundir con una campaña llevada adelante por grupos de base. La API pagó y organizó eventos, con asistencia mayorotiaria de empleados de empresas de petróleo, gas y carbón, bajo la consigna «Ciudadanos por la Energía». Los empleados fueron trasladados en autobuses a los eventos con carteles que proclamaban «NO quiero el combustible a 4 dólares» y «¡Congresistas, no me quiten mi trabajo!». Cualquier parecido con los grupos organizados que irrumpen en los foros públicos sobre la reforma del sistema de salud no es mera casualidad. El grupo FreedomWorks, del ex líder de la Mayoría de la Cámara de Representantes, el republicano Dick Armey, financiado, entre otros, por empresas petroleras y farmacéuticas, figura como consultor de las campañas públicas de todas estas industrias.
La API está intentando menoscabar la consideración por parte del Senado de Estados Unidos de la legislación sobre cambio climático, y podría lograrlo. El proyecto de ley de la Cámara de Representantes, conocido como Ley Estadounidense de Energía Limpia y Seguridad o proyecto de ley Waxman-Markey sobre el clima, será considerado por el Senado en septiembre. Se necesitaría una acción casi inmediata del Senado para darle al Presidente Barack Obama capacidad de negociación en la reunión del G20 que se realizará en Pittsburgh a fines de septiembre, un paso clave en el camino hacia Copenhague. Pero los senadores Barbara Boxer y John Kerry afirmaron esta semana que el tratamiento del proyecto de ley se va a demorar, según dijeron, a causa del debate sobre la reforma del sistema de salud y la muerte del Senador Edward Kennedy. ¡Qué irónico! Cada semana que se posterga la votación sobre los proyectos de ley de asistencia de salud y energía es una victoria para quienes se oponen al cambio, lo cual es muy triste debido a que estos eran, precisamente, dos de los temas más importantes para Kennedy.
La acción ciudadana auténtica, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, será fundamental para contrarrestar la influencia de la industria en las negociaciones de Copenhague. Hay una luz al final del túnel del cambio climático, y no es precisamente incandescente.
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2009 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps y Democracy Now! en español, [email protected]
Amy Goodman es la presentadora de «Democracy Now!», un noticiero internacional diario de una hora que se emite en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en 200 emisoras en español. Es coautora del libro «Standing Up to the Madness: Ordinary Heroes in Extraordinary Times,» recientemente publicado en edición de bolsillo.