David Huff, presidente de la comisión de planificación de la zona de Osceola Township, una pequeña localidad del norte de Estados Unidos, observa el 11 de enero de 2018 las aguas del arroyo Chippewa Creek. AFP / Steven M. Herppich Una pequeña ciudad del norte de Estados Unidos está en pie de guerra contra la […]
David Huff, presidente de la comisión de planificación de la zona de Osceola Township, una pequeña localidad del norte de Estados Unidos, observa el 11 de enero de 2018 las aguas del arroyo Chippewa Creek. AFP / Steven M. Herppich
Una pequeña ciudad del norte de Estados Unidos está en pie de guerra contra la multinacional suiza Nestlé y sus planes de extraer agua de los ríos y arroyos locales para comercializarla.
«No es el mismo río de antes. Se ha estrechado y es más profundo, por lo tanto es más caliente», dice Maryann Borden, una exprofesora de 73 años que se instaló en la zona en 1953.
Mientras lo cuenta, muestra una serie de fotos sobre la transformación del Twin Creek, el arroyo que pasa al lado de su casa.
El cambio comenzó, en su opinión, a principios de la década del 2000, cuando Nestlé empezó a extraer el agua de la región para venderla bajo su marca Ice Mountain, que comercializa como agua de manantial, más cara que la purificada.
Situada a 320 kilómetros al norte de Detroit, Osceola Township es una comunidad agrícola formada por unos 900 habitantes, que votaron a Donald Trump. El principal empleador es un centro de retiro espiritual llamado SpringHill Camp.
Esta localidad se niega a que Nestlé construya una estación de bombeo, el eslabón más importante de su proyecto para sacar 1.500 litros de agua por minuto, frente a los 950 litros que extrae hoy en día.
Por eso en enero apeló la autorización de un juez, alegando que afectará el medioambiente.
200 dólares por 500 millones de litros
«Cuando se miran los conductos, que dan los niveles históricos del agua, no hace falta ser geólogo o hidrólogo para ver que son mucho más bajos que hace dos años o cinco años. Evidentemente esto preocupa mucho a los habitantes de la ciudad», cuenta Tim Ladd, gestor municipal.
«Hay algunas presas que pueden afectar los ríos», defiende Arlene Anderson-Vincent, que dirige la gestión de aguas de Nestlé en Norteamérica.
La estación de bombeo tendrá «un impacto muy, muy pequeño en el medioambiente», según ella.
Los datos ofrecidos por científicos pagados por Nestlé muestran que apenas hay un efecto en la naturaleza, pero no existen estudios independientes que los corroboren.
Parte del enfado de los residentes de Osceola Township tiene que ver con el sentimiento de ser explotados.
Nestlé paga 200 dólares al año al estado de Michigan para extraer algo más de 500 millones de litros de agua.
Muchos estados autorizan a las compañías del sector a sacar toda el agua que quieran pagando un impuesto mínimo, a condición de que la bombeen ellas mismas y construyan las infraestructuras necesarias.
También pueden alquilar los pozos municipales, la opción preferida de Coca-Cola y PepsiCo para crear sus aguas Dasani y Aquafina, respectivamente.
«Nestlé tiene la reputación de ir a las comunidades rurales pobres ofreciendo todo tipo de beneficios económicos que nunca se materializan y de usar toda el agua que quieren, y cuando los ríos están secos se van», se queja Peggy Case, presidenta de la asociación de Ciudadanos de Michigan para la Conservación del Agua.
Nestlé asegura que cada año da al estado de Michigan 18 millones de dólares, 2,4 de ellos en 2016 en concepto de impuestos.
De los 280 empleados que tiene a tiempo completo en su fábrica de Mecosta County, situada a unos 40 minutos en automóvil, alrededor de 50 vienen del condado en el que está Osceola Township.
«Miedo»
La multinacional suiza quiere aprovechar la expansión del mercado estadounidense de agua, cuyas ventas (16.420 millones de dólares) superaron en 2016 por primera vez la de los refrescos sin alcohol (12.460 millones), según la firma Beverage Marketing.
Las aguas vendidas en Estados Unidos representaron un 55,3% (o 4.690 millones de dólares) de las ventas totales del grupo en 2016.
En Evart, la localidad vecina de Osceola Township, donde el ingreso medio anual es de 20.000 dólares al año (justo por encima del umbral de pobreza para una familia de tres miembros), Zackary Szakacs no escatima elogios al hablar de Nestlé, que desde 2007 alquila dos pozo municipales.
«Ayudan a mantener bajos los precios del agua para nuestros vecinos pobres», explica este policía jubilado, que ahora gestiona las finanzas de esta pequeña ciudad.
Además recuerda que, tras descubrirse en 2015 perclorato, un tipo de contaminante, en los pozos de Evart, Nestlé se ofreció a limpiarlos.
Pero las ambiciones de la compañía suiza preocupan en una región donde los hogares tienen dificultades para pagar la factura del agua y donde el escándalo de la contaminación con plomo en la ciudad de Flint dejó huella.
«Tengo miedo de que mis hijos y mis nietos no tengan acceso a agua potable», confiesa Wendy Nystrom, de 53 años.
Un estudio publicado hace un año por la investigadora Elizabeth Mack de la Universidad de Michigan estimó que el número de estadounidenses que no podrán pagar la factura del agua se triplicará y alcanzará el 36% en los próximos cinco años.