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Una reflexión de Manuel Sacristán sobre lenguaje y sexismo

Fuentes: Rebelión

En 1975, la editorial Grijalbo de Barcelona editó El varón domado de Ester Vilar [1]. El libro se vendió como rosquillas y durante bastantes meses. «Máximo Estrella» -una clara referencia al personaje de Luces de Bohemia de Valle Inclán- figuraba como traductor del ensayo escrito en alemán. Fue Manuel Sacristán quien vertió al el texto […]

En 1975, la editorial Grijalbo de Barcelona editó El varón domado de Ester Vilar [1]. El libro se vendió como rosquillas y durante bastantes meses. «Máximo Estrella» -una clara referencia al personaje de Luces de Bohemia de Valle Inclán- figuraba como traductor del ensayo escrito en alemán. Fue Manuel Sacristán quien vertió al el texto de Vilar al castellano, probablemente uno o dos años antes de su publicación.

Se trató de un favor casi personal al que difícilmente podía negarse Sacristán, quien seguía expulsado de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona por motivos políticos vía no renovación de su contrato de profesor asociado (¡Un rojo del ejecutivo del PSUC dando clases de Metodología de las Ciencias Sociales!, ¿dónde se había visto una cosa así?) y se ganaba la vida como trabajador editorial. Vergara, Anagrama, Siglo XXI. Ariel, Destino, Revista de Occidente, Labor, Zeus, Seix y Barral, Guadarrama, Tecnos, Península, Alianza, Skira-Carroggio, Noguer, pero sobre todo Grijalbo, fueron algunas de las editoriales con las que colaboró [2]. También para publicaciones de la UNESCO gracias a la ayuda de Francisco Fernández Santos.

En una carta de 11 de setiembre de 1972, dirigida a Javier Pradera [3], por aquel entonces editor de Alianza, se vierte algún juicio de interés sobre el libro de Vilar (quien por cierto escribió a «Máximo Estrella» una carta de agradecimiento algunos años después) y sobre el oficio de traductor y la búsqueda de tiempo (El lector/a sabrá disculpar -y entenderá perfectamente- el tono no cuidado y netamente familiar de algunas de las expresiones de Sacristán, nada frecuentes en él por lo demás).

«Querido Javier:

acabo de recibir tu carta del 8. Claro que me gustaría seguir traduciendo para Alianza cosas como Hempel y Toulmin . Interesarme , desgraciadamente, no. Cuando termine este verano [de 1972] -en sustancia, dentro de nueve días- habré traducido cuatro libros: un bonito ensayo de un discípulo de Lukács, G. Markús, para Grijalbo [ Marxismo y antropología ]; un trivial ensayo de otra lukácsiana, A. Heller [probablemente Historia y vida cotidiana ], también para Grijalbo (es lo que estoy acabando ahora); el precioso librito de Quine [ Filosofía de la lógica ]; y una mierda incalificable para Grijalbo: El varón domado, de Esther Vilar, que he traducido por petición personal suya, como favor, y firmando la traducción con una alusión cínica que él no pesca (he firmado «Máximo Estrella»). Pues bien: Márkus y Heller me han reportado por jornada de trabajo (= 5 horas, incluida corrección) un poco más del triple que el Quine. La mierda de Vilar, exactamente cuatro veces más».

 

Sacristán proseguía señalando su desinterés por la acumulación crematística y sus deseos de reducción de su horario de trabajo:

«Sabes que no me interesa tener dinero, sino reducir el horario de trabajo. Si fuera consecuente, debería traducir sólo mierdas. Por otra parte, me sentí culpable por el hecho de que mi comentario al primer precio ofrecido por Alianza para la traducción del Quine provocara sin más un aumento. No tengo carácter para que eso se repita. En resolución, creo que podríamos llegar a un compromiso, por ejemplo, traducir un mes al año para ti -quiero decir, para Alianza, o Siglo XXI-, al primer precio que propongan Ortega u Orfila, y sobre tema epistemológico, a poder ser (incluida la lógica formal), o sobre tema marxista (lo digo pensando en Siglo XXI). ¿Qué te parece?»

 

El traductor de El Capital daba a continuación un curioso apunte administrativo:

«No me mandes el dinero a ningún sitio por ahora. Si por fuerza tienes que cogerlo (por alguna razón contable), falsifícame la firma y guárdalo hasta dentro de un par de semanas que estaré en Barcelona. No tengo cuenta corriente en Barcelona sino una cartilla de ahorros cuyo número no me sé. Te escribiré al respecto desde Barcelona».

 

El antiguo camarada de Javier Pradera en las filas del PCE antifranquista se despedía así:

«Recuerda que, salvo grave ofensa de los correctores de Alianza, querría dar el visto bueno a las compaginadas antes de tirar el Quine. Devolveré en poquísimos días. Un abrazo (o los que hagan falta)»

 

En una carta de 20 de julio de 1972, dirigida a D. I. Vidal, un yerno de Juan Grijalbo, Sacristán hacía también referencia, entre otros asuntos, a su traducción del libro de Vilar:

«Estimado señor Vidal:

he recibido los envíos a que se refieren sus memoranda de los días 13 y 14 de julio. He empezado a traducir Der dressierte Mann [El varón domado] -que su suegro me recomendó-como urgente. En cuanto que haya leído los libros para informar le mandaré notas al respecto»

 

Proseguía luego Sacristán comentando una traducción de Lukács – El realismo ruso en la literatura universal- que iba a realizar Feliu Formosa y solicitando un razonable «aumento de salario» para el traductor: «[…] Formosa cobró su último trabajo para Ediciones Grijalbo a 100 ptas. la holandesa (de 2.100 pulsaciones mecanográficas de media, como de costumbre). Yo creo que ahora se le debería subir algo la tarifa, como lo ha hecho recientemente el Sr. Grijalbo con varios de nosotros, en atención a la elevación del coste de le vida. Disculpe usted que aluda a esta cuestión que no es de mi incumbencia. Así quedo más tranquilo».

 

Pues bien, cogiendo el hilo central que mueve esta nota, en la nota introductoria que Sacristán escribió para la traducción de EVD [3], página 6 de la edición castellana, el traductor de El Banquete platónico apuntaba dos advertencias del traductor directamente relacionadas con el tema del lenguaje y el sexismo.

La primera de ellas:

«El alemán dispone de un término simple (‘ Mensch’ ) para el concepto de ‘ser humano’, y de otro (‘ Mann ´) para el concepto de «ser humano varón». Las lenguas latinas tienen que contentarse con el derivado de ‘homo’, que, trátese de ‘uomo’, ‘homme’, ‘hombre’, etc. dice él solo, según los casos, «Mensch» o «Mann». Avergoncémonos.

Y resolvamos el problema usando oscilantemente -pero sin posibilidad de confusión- ‘hombre’, ‘varón’, ‘ser humano’, e incluso (creo que sólo una vez) ‘Homo sapiens’. ‘Mujer’ no tiene problema. Porque, aun cuando los alemanes disponen, también en este caso, de un matiz para nosotros desconocido -‘ Weib ´, neutro, la mujer en cuanto hembra de la especie Homo sapiens, y ‘ Frau’ , femenino, la mujer en cuanto compañera del (hoy degradado) ‘ Herr’ , señor-, en este caso el matiz es feudalizante y son ellos los que se tienen que avergonzar».

 

La segunda advertencia apuntada por el traductor:

«Der dressierte Mann» significa literalmente «el varón amaestrado». Con el galicismo dressieren los alemanes designan la actividad de amaestrar animales, salvajes o domésticos, principalmente para el circo; pero también el corriente amaestramiento de los perros, por ejemplo, para que realicen actividades o adopten posturas más o menos caricaturescamente humanas. Por lo tanto, «el varón amaestrado» habría sido traducción más literal del título alemán.

Pero el sustantivo correspondiente al verbo dressieren -‘Dressur’- significa, en general, el arte del domador y su efecto. En castellano decimos domador, no amaestrador. Consiguientemente, ‘Dressur’ se debe traducir por ‘doma’. Ocurre, además, que el arte del domador incluye, junto con el primario y básico dominar, también el amaestrar. Por donde «amaestramiento» se puede considerar incluido en la comprehensión de «doma»

Por último -en enunciación y en importancia-: siendo el de traducir un oficio hecho principalmente de represión, y siendo particularmente represiva la traducción de este libro, me ha parecido peligroso para mí imponerme la represión ulterior de renunciar a retorcer -por lo demás, con completa fidelidad a la autora- la habitual traducción castellana del título de la comedia de Shakespeare ( La fierecilla domada ). Eso sin olvidar el viejo y cruel romance castellano del mismo tema luego dramatizado por Shakespeare. Etcétera.

El varón domado quiere decir, pues, «el varón domado con amaestramiento». Y en la traducción se usa ‘doma’ connotando conscientemente también «amaestramiento».

 

Las siguientes reflexiones de Sacristán sobre la temática feminista [4] ayudan a completar esta nota:

«Sobre la feminización del sujeto revolucionario» (1979): «Wolfgang Harich -autor del tercero de los proyectos marxistas de superación de la crisis ecológico-social a los que he querido prestar homenaje aquí- ha llamado a atención (con otras palabras) sobre la revisión necesaria de la concepción del sujeto revolucionario. Lo que aquí se ha presentado como cambio de una dialéctica formal de la pura negatividad por una dialéctica empírica que incluya consideraciones de positividad es para Harich una feminización del sujeto revolucionario y de la misma idea de sociedad justa. Creo que lleva razón, porque los valores de la positividad, de la continuidad nutricia, de la mesura y el equilibrio -la «piedad»- son en nuestra tradición cultura principalmente femenina» [la cursiva es mía]

Fusión de movimientos (1979): «(…) el movimiento obrero, porque los que viven por sus manos son hoy una humanidad de complicada composición y articulación. La tarea se puede ver de varios modos, según el lugar desde el cual se la emprenda: consiste, por ejemplo, en conseguir que los movimientos ecologistas, que se cuentan entre los portadores de la ciencia autocrítica de este fin de siglo, se doten de capacidad política revolucionaria; consiste también, por otro ejemplo, en que los movimientos feministas, llegando a la principal consecuencia de la dimensión específicamente, universalmente humana de su contenido, decidan fundir su potencia emancipadora con la de las demás fuerzas de la libertad…»

Reconocimiento de una labor (1979): «[…] En cambio, sí que se aspiraba a elaborar y comprender realidad con la teoría disponible y con la crítica. Mucha realidad, toda la posible, igual la básica que la más sofisticada. Quizá parezca ridículo a la vista de los resultados pero el hecho es que al menos la redacción de Horitzons en el interior quiso practicar desde el principio un programa gramsciano , un programa de crónica crítica de la vida cotidiana entendida como totalidad dialéctica concreta, como la cultura real. Esto no es una interpretación a posteriori: ese programa era explícito y querido por los redactores. Y su realización, por modesta que fuera, permitió a Nous Horitzons algunos aciertos que no da rubor recordar, por ejemplo, haber tratado en serio los problemas de la mujer cuando no eran muchas las mujeres (y menos los hombres) conscientes de esa problemática».

A propósito del discurso de Sócrates-Diótima en El Banquete (1956): «La vaciedad que comentamos ( Banquete 211 b) viene, además, rodeada de una estupenda ignorancia de la mujer, como si ésta fuera un ser absolutamente desprovisto de relación con el tema del amor al espíritu. Antes que disimular esas lacras del discurso socrático-platónico, el lector de espíritu científico debe considerarlas seriamente y descubrir el hecho que las provoca y alimenta: la presencia de una determinada sociedad».

 

Por lo demás, el lugar donde Sacristán habló con más detalle del movimiento feminista, desde la perspectiva de la tradición, fue en una conferencia de 1983 que llevó por título «Tradición marxista y nuevos problemas» [5]. Aquí señalaba por ejemplo que «los movimientos herederos de los clásicos, los marxismos posteriores, son bastante mejores que los clásicos mismos por lo que hace al problema de la mujer». Limitándose a nuestro país, se podía afirma que «después de la guerra civil la recuperación del tema de la emancipación de la mujer fue una iniciativa no ya sólo de ambientes culturales marxistas sino precisamente de partidos marxistas». Sacristán rendía homenaje a la labor de su primera esposa, Giulia Adinolfi: «Creo no equivocarme, si, siguiendo a las editoras de la revista de sociología de la Autónoma Papers , indico que el número 12 de Nous Horitzons , que era la revista teórico-cultural del PSUC entonces, en el año 1967, publicó la primera aportación -de después de la guerra civil se entiende; antes de la guerra civil había habido, como es natural, mucho desarrollo- a este problema: un artículo de Giulia Adinolfi que luego reprodujeron en Papers al hacer la historia del movimiento feminista en España en el número 9, el año 1978».

No sólo eso, añadía, reconociendo el trabajo de otras organizaciones de izquierda comunista: «[…] también posteriormente el tema del feminismo ha sido de cultivo preponderante en algunos partidos comunistas. Prácticamente en todos, pero de manera muy destacada en alguno de ellos. Por ejemplo, en el Movimiento Comunista, en donde hay toda una elaboración y un trabajo sobre el problema que seguramente, al menos en cuanto al aspecto de difusión y propaganda política, no tiene paralelos en España » [la cursiva es mía]

De los tres grandes movimientos nuevos que respondían a los nuevos problemas de la segunda mitad del siglo XX (paz, ecologismo y feminismo), el problema de la mujer era aquél respecto del cual la tradición marxista estaba mejor preparada «mejor, como veremos, que respecto del movimiento por la paz o del ecologismo». Lo estaba mejor, desde luego, «que las tradiciones conservadoras y tan bien como pudiera estarlo los mejores grupos anarquistas en este campo, en el cual, por lo demás, se había producido cierta indefinición entre qué aportaciones eran anarquistas y cuáles eran marxistas. Piensen, por ejemplo, en las aportaciones de Kollontai, de la que no se sabe muy bien si está haciendo marxismo o está haciendo libertarismo en sus textos».

¿Por qué entonces, se preguntaba Sacristán, algunas corrientes feministas contemporáneas parecen necesitar definirse en pugna con la tradición marxista? Distinguía dos causas: una más superficial y otra más profunda. La más superficial: «el gusto, muy comprensible, por si no limitarse por lo menos centrarse en torno a los rasgos específicamente femeninos de la problemática, con una atención que podríamos llamar «microscópica» a esos problemas, mientras que en la tradición marxista más bien se pecaba de lo contrario. Una vez formulado el hecho de la opresión de la mujer se pasaba en seguida… a su inserción en un marco social general, sin más preocupación por los detalles salvo en casos tan excepcionales como el de Kollontai».

La causa más profunda: Sacristán creía que lo que había determinado «no una separación pero sí un cierto desfase entre los movimientos feministas y la tradición marxista central, troncal, no es tanto deficiencias de la tradición marxista respecto del problema de la mujer cuanto una entrada en crisis de la misma visión global marxista y de la esperanza global que significa para muchos pero que antes lo significaba para más». Tal vez, cuando aquella época de crisis político-cultural pasara, volvería a tener sentido, a «significar para muchos más». Y para muchas más desde luego.

 

Notas:

[1] Sacristán trazaba en solapa el siguiente retrato de la autora: » Ester Vilar nació en Buenos Aires en 1935, de padres emigrados de Alemania. Ha vagabundeado por media América, África y Europa, de secretaria, obrera industrial, vendedora, intérprete».

[2] E xplotándose a sí mismo, como explicó Josep Fontana en los documentales «Integral Sacristán» (Xavier Juncosa), para ganarse de vida y obtener tiempo para sus actividades políticas clandestinas.

[3] Los documentos usados en esta nota pueden consultarse en la biblioteca de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona

[4] Por aquellas mismas fechas, Sacristán hizo un comentario, también para Grijalbo, de un libro de la periodista alemana H. Schütz titulado La mujer domada , con epílogo de Ursula von Kardorff (que había sido editado en alemán en 1971), donde se vertían también comentarios críticos sobre El varón domado de Vilar.

Sacristán señalaba que se trataba «de un libro escrito polémicamente contra El varón domado de E. Vilar, que va a publicar en castellano esta editorial. El libro de E. Vilar es citado casi en todas las páginas, y varios de los títulos de los capítulos -así como el título mismo del libro de H. Schütz- son retorsiones de frases de E. Vilar». Esta circunstancia se tenía que destacar por dos razones. La primera era de orden comercial: «probablemente el libro de H. Schütz contribuirá a la venta del libro al que ataca, el de E Vilar, porque el primero es casi incomprensible sin el conocimiento del segundo. A la inversa, el libro de E. Vilar promoverá la venta del libro de H. Schütz, que lo parodia-retuerce incluso en su título».

La segunda, de mayor enjundia, era de orden literario: «el seguir paso a paso a E. Vilar perjudica gravemente a H. Schütz. Esta es, en realidad, mucho más culta y mejor escritora que E. Vilar (H. Schütz es una periodista eficaz y con bastante veteranía). Además, sus tesis – aparte de ser menos reaccionarias que las de E. Vilar- descubren de vez en cuando una cierta fundamentación científica. Pero, evidentemente, ha creído que para combatir con éxito a E. Vilar y hacer el mismo negocio que ella tenía que escribir en un estilo parecido al de las mísera lengua de E Vilar».

El resultado final, en su opinión, era lamentable: «E Vilar no da para más, y sus malos chistes resultan naturales en el marco de su pensamiento. Pero la señora Schütz da para mucho más que esta retorsión de su contrincante, y aunque a veces se dé el gustazo de poner de manifiesto la baja calidad del desarrollo y del lenguaje de E. Vilar, el hecho es que, puestas a escribir vulgaridades vulgarmente, la más vulgar -E. Vilar- lo hace mejor». El estilo de Schütz en el libro, proseguía el traductor de EVD, era falsísimo: «el lector nota en seguida que ella es mucho menos tonta de como escribe, y ese discrepancia -que falta en el libro de E. Vilar- perjudica mucho al aquí considerado».

Especialmente triste, remarcaba Sacristán, resultaba el esfuerzo de Schütz por encubrir sus fuentes estadísticas y teóricas. «Si E. Vilar ha recurrido, como se dice, a un ghostwriter para redondear su especulación, la señora Schütz habría debido recurrir a E. Vilar para conseguir que su texto fuera tan armoniosamente estúpido con el de ésta. Tal como está es mucho menos armonioso. Y casi igual de estúpido». En cualquier caso, el lector asociado a la editorial que había rechazado el libro en 1971 «por demasiado ligero» llevaba toda la razón en su opinión. «Sólo que las cosas quedan alteradas por el hecho de que, mientras tanto, la editorial ha comprado otro best-seller que es (a) todavía más trivial que éste y (b) puede reforzar su venta: es el libro de E. Vilar».

Para acabarlo de arreglar, una veterana escritora, la señora de Kardorff, ponía un epílogo » en serio a las trivialidades poco armoniosas que la señora Schütz ha escrito contra las memeces armoniosas de E. Vilar y con el evidente objeto de ganar tanto dinero como ésta y pare usted de contar. La señora Von Kardorff se esfuerza por ser también ella «ligera» en su arbitraje entre el infralibro de E. Vilar y el infralibro de H. Schütz. El resultado es triste, porque, de un modo u otro, se tiene que tomar en serio las dos mercancías».

Sacristán creía inevitable reconocer que «los dos libros se venderán mucho, y todavía más si van juntos». Consiguientemente, decidida la publicación de la primera mitad del negocio, se debía «decidir también la publicación de la segunda mitad». El único obstáculo de importancia iba a ser la censura: «a diferencia de E. Vilar, que, con mucha mayor astucia comercial, no dispara nunca más que cartuchos de fogueo, la pobre señora Schütz quiere encender una vela a Dios y otra al Diablo, o sea, decir verdades al mismo tiempo que gana mucho dinero. Eso le hace dar traspiés, y uno de ellos, que ocupa un capítulo entero, es grave: es una crítica no ya sólo de la conducta de la Iglesia católica respecto de las mujeres, sino también de la concepción judeo-cristiana misma de la mujer, tal como aparece en el Génesis, algunos profetas y, sobre todo, los conocidos textos de San Pablo». El capítulo en cuestión caería entero en censura.

La conclusión del escrito era un Sacristán en estado puro: «en general, el libro será mucho más recortado que el de E. Vilar, a causa de su tendencia a mezclar la gimnasia con la magnesia, el «progresismo» con la transformación del escribir en especulación bolsística».

[4] «Comunicación a la jornadas de ecología y política», Pacifismo ecologismo y política alternativa, Icaria, Barcelona, 1987, pp. 14-15; «Carta de la Redacción del nº 1 de mientras tanto , Ibidem, p. 40; «Entrevista con Nous Horitzons «, Intervenciones políticas, Icaria, Barcelona, p. 282; El Banquete , Icaria, Barcelona, 1982, p. 33.

[5] Ahora en M. Sacristán, Seis conferencias , El Viejo Topo, Barcelona, 2005, pp. 115-156.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.