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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«Una res publica es un tipo de cultura material de vida, un vivir en común, deliberado por la comunidad con el fin de que todos sean por igual dueños»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. *** Estamos en la segunda parte querido amigo. Informo al lector de la situación. Esta parte se titula «La República […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.

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Estamos en la segunda parte querido amigo. Informo al lector de la situación. Esta parte se titula «La República es una cultura común de vida. Crítica del republicanismo liberal». Abarca desde la página 75 hasta la 225 del libro. Está divida en seis capítulos y un apartado de conclusiones. El primero de los capítulos se titula: «Tres republicanismos y sus momentos históricos». En él nos situamos. Antes de ello unas preguntas sobre el título de esta segunda parte. República como cultura común de vida. ¿Qué es una cultura común de vida?

Uso la palabra «cultura», tal como la utiliza la antropología cultural. Es el conjunto de saberes prácticos, tanto saberes técnicos como axiologías valorativas o principios orientativos de la actividad. Ese saber que la comunidad produce y reproduce y dentro del cual todo individuo se socializa y se construye, el saber hacer que ahorma nuestras costumbres de vida, nuestros hábitos. Desde saber hacer pan a saber cómo se usa el pan, a usar el pan. Desde el cortejo amoroso al saber cómo cruzar una calle. La cultura material de vida como saber hacer total y que, insisto, incluye lo que está bien y está mal. Es lo que en el mundo clásico se denominaba ethos.

Ahí tenemos una definición-aproximación a la noción, a un término, ethos, que usamos a veces con mucha ligereza, sin saber muy bien qué significa…

Aristóteles, gran pensador republicano, tiene tres obras, nada menos, denominadas éticas. Es lo que el republicano Rousseau denomina «moeurs», costumbres y las considera las leyes más fundamentales de toda sociedad y de toda república. Es lo que Hegel denomina «Sitte», costumbres, y sistema de costumbres o «Sittlichkeit». O lo que se ha traducido, acertadamente, desde el idealismo italiano, como «eticità», eticidad.

Todo orden social, todo régimen, es, ante todo, una cultura material de vida, que ordena un vivir, y dentro de la cual se forman -se construyen- las individualidades, su saber hacer, sus normas de vida, sus necesidades, sus expectativas, sus capacidades y facultades, que no son preexistentes ni innatas. Y una res publica es un tipo de cultura material de vida, un vivir en común, normado, deliberado por la comunidad con el fin de que todos sus ciudadanos sean por igual dueños de su comunidad.

Toda república, por serlo, ¿es una cultura común de vida? La república federal alemana o la república de Estados Unidos, ¿son culturas comunes de vida?

La objeción que planteas es muy cierta.

Casi no tenía intención de objeción. Por casualidad.

Estos regímenes no son repúblicas, res publicas, porque una república es una sociedad cuyo vivir en común es asunto público, deliberado, elaborado voluntariamente en común por parte de todos sus ciudadanos. Los sociedades que tú destacas son regímenes liberales, en los que la cultura material de vida, lo que regimenta la mayor parte del tiempo de vida humano y ordena la sociedad, está excluido de la política. Y es considerado «asunto privado». Esta superchería -la privacidad- implica que carecemos de instancias para deliberar y organizar y decidir cómo vivir, y nuestro vivir queda sometido al capitalismo y a su poder de manipulación y control sobre la vida cotidiana. La «vida privada» es un concepto acuñado por la ideología liberal para excluir de la actividad política el orden de la sociedad civil. Sobre esto me he extendido en mi libro.

Sí, sí, sin duda.

Si estos dos regímenes que mencionas no son repúblicas precisamente por este respecto que tú señalas, y a la luz de lo que era considerada res publica por la propia tradición republicana, tampoco lo son por otros respectos.

Por ejemplo.

Las repúblicas no son, es intolerable para la tradición res publicana, regímenes representativos. La representación, esto es, la cesión de la capacidad legislativa en una minoría de especialistas, es una monstruosidad para el republicanismo, y así lo afirma por ejemplo, Rousseau al referirse a Inglaterra. La ciudadanía res publicana puede delegar la acción gubernativa inmediata en individuos mandatados -no «representantes»-, pero nunca la capacidad legislativa. La soberanía tiene que estar siempre en manos del pueblo, de la comunidad republicana, y no hay soberanía sin ejercicio de la deliberación y votación de las leyes. Sin el control permanente sobre el personal al que se delega su ejecución. Esto se convierte en ficción, cuando lo que se elige es una cámara que es la que legisla sin mandato imperativo ni control ni posibilidad de revocación, cuando los elegidos pueden incumplir su programa electoral sin que esto tenga consecuencias. En todos esos casos, la soberanía es poseída y ejercida por la cámara y por el gobierno, no por los ciudadanos.

Por último, esos dos regímenes apuntados por ti, tampoco son repúblicas.

¿Por qué no lo son?

Por el inmenso poder personal acumulado por sus magistrados. El presidencialismo no es republicano. EEUU, Francia también, son en realidad, y para un res publicano, monarquías, monarquías electivas. Estos regímenes son regímenes liberales representativos, basados, como todo régimen liberal, en elitismo aristocratizante, en minorías selectas que ejercen el poder. Estos regímenes liberales surgen precisamente tras la Revolución Francesa, una vez derrotada ésta, y como alternativa para aniquilar la tradición republicana que resurge precisamente en la Revolución Francesa, con Robespierre.

Una vez pronunciamos la palabra República y recurrimos a la tradición republicana para definirla, nos percatamos de que esta tradición es muy exigente y tiene mucho calado político, ético político. Esta tradición nada tiene que ver con el liberalismo, que es precisamente la reacción anti-republicana creada en la contemporaneidad para liquidar el republicanismo.

Dos preguntas si me permites sobre lo que acabas de decir. Estamos hablando de republicanismo en singular. ¿No deberíamos hacerlo en plural? ¿No pasa aquí lo mismo que ocurría con el ser aristotélico que se decía de muchas formas?

El republicanismo tradicional, originario, siempre fue conscientemente comunitarista y es también ético, ético político: sostiene la noción de ethos. No tiene sentido proponerse la deliberación y gestión pública de la comunidad, esto es, la república, la politeia, si no se parte del carácter comunitario del ser humano.

Aceptado esto, podemos adoptar la idea que propones, siempre que registremos su relación con una u otra de las corrientes tradicionales, clásicas, de pensamiento, reinterpretadas desde su presente. El republicanismo, como la literatura oral, perviviría materialmente solo en variantes. De hecho, la política, toda práctica política, resultante de un periodo histórico concreto y de una concreta correlación de fuerzas dentro de una sociedad con una tradición histórica previa concreta, es concreción resultante, a partir de los saberes, las tradiciones intelectuales y los proyectos de las diversas fuerzas sociales organizadas en conflicto.

El problema es la «unidad» que posee el nuevo republicanismo académico, que se basa en una doctrina común, y muy enfrentada con el anterior, porque es una elaboración que pretende producir una republicanismo, en realidad, liberal, un pez cornudo, sin comunidad, sin ethos, sin sociedad civil real, fundamentado en el individualismo antropológico; sin puntos quemantes tales como quién hace la ley, quien la elabora verdaderamente, quién ejerce de veras la soberanía. Sin caracterización de la realidad concreta histórica, de las fuerzas sociales en conflicto, ni los dramas sociales históricos que se debaten.

De hecho se autopostula como «el» republicanismo, y no tiene necesidad de estudiar las prácticas republicanas históricas, reales, de, por ejemplo, el siglo XX -«nada» sobre el «Estado de bienestar», forma concreta adoptada por el republicanismo en ese periodo- . Este republicanismo liberal, académico, que es el que ha puesto en circulación el término para autodefinirse en estricta soledad y apartamiento, es muy unitario. Por supuesto, debemos debatir con él.

Lo de pez cornudo les hubiera encantado a Brecht, Benjamín y Fernández Buey. ¿Debemos entender, por lo dicho, que la llamada democracia representativa nunca es propiamente una democracia? Más en concreto: los sistemas políticos vigentes en muchos países europeos, ¿son o no democráticos desde tu punto de vista? ¿Cómo, si fuera que no, organizar la vida pública en sociedades con millones de ciudadanos? ¿No podría caerse en el caos social, en la total ineficacia?

Los sistemas políticos vigentes no son democracias, ni son repúblicas. Democracias son regímenes donde se establece el poder de los pobres, repúblicas son regímenes donde la ciudadanía, sea esta mixta -pobres y ricos, o clases medias y ricos- o patricia, ella ejerce prácticamente la soberanía. O sea controla la producción de la ley.

Me preguntas sobre posibles alternativas que permitan evitar el caos y la ineficacia.

Por eso te preguntaba.

Permíteme que destaque que vivimos en el caos y la ineficacia políticas, que eso es lo que se da ahora, y es, precisamente, resultado de la «gobernanza»: del control de poder por parte de elites y minorías políticas y económicas. Lo que hoy podemos concluir de cierto, antes de preguntarnos si la participación protagonista en la política de la mayoría produciría el caos -nos faltan «muestreos» para afirmarlo-, es que el orden opuesto, el existente, el oligárquico liberal sí las causa.

Tocado y hundido. Gracias por la corrección.

Es más, el caos ha aumentado de forma inaudita en la medida en que los regímenes liberal parlamentarios fueron consiguiendo eliminar los movimientos de masas, expulsar a las masas de la activa participación política mediante la forma mediada en que ello era posible, logrando la burocratización y oligarquización de las agencias políticas y sindicales, etc.

Para articular alternativas verdaderamente democráticas, de masas, se puede recurrir al referéndum, que es precisamente, lo que, las pocas veces que se ejerce, horripila a las clases partidarias de la gobernanza. Las convocatorias de los referendos de Grecia, Gran Bretaña, Italia… han sido considerados «grandes errores». El gran error de la democracia, claro.

Pero, para reflexionar sobre posibles alternativas, me quiero referir a la denominada Constitución Jacobina la francesa de 1792, la de la Convención. Una constitución elaborada para permitir la participación política de un país de 25 millones de habitantes y, creo recordar, 30 mil comunas. Y que es la solución histórica propugnada en un momento histórico social real, concreto, no una especulación de libro.

Adelante con tu reflexión.

En primer lugar, veamos lo que era la Convención. No era un parlamento. Tenía la capacidad elaborar y promulgar los decretos, y ese era su único instrumento legislativo ejecutivo. O sea, era un gobierno, «el» gobierno, pues los decretos son el instrumento característico del poder ejecutivo, del gobierno que ejecuta los mandatos promulgados previamente por las leyes. Había ministerios, pero estos no tenían la potestad de juntarse el consejo de ministros, no podían deliberar colegiadamente para adoptar decisiones sobre la marcha del gobierno. Además, la Convención operaba como comité de redacción de leyes. Un comité de redacción de un parlamento actual, redacta el borrador de una ley, y luego, ésta, se discute en el plenario del parlamento, se enmienda, y, por fin se vota. Si se aprueba, se promulga.

¿La diferencia?

La Convención era ese comité de redacción de borradores de leyes. Una vez redactadas, eran publicadas en la Gaceta, y ésta era enviada a las circunscripciones de electores, las Asambleas Primarias, un organismo fundamental de la constitución jacobina. Allí, todos los ciudadanos de una circunscripción electoral, convocados a reunión, la votaban. La ley constitucional determinaba el mínimo de asambleas sin cuya reunión y voto en favor, no era válida la votación de la ley.

¿Y los controles?

Había además instrumentos de control del poder central. El poder local ejercitaba todas las actividades que estaban a su alcance, y los escalones superiores tan solo actuaban sobre lo que delegaba el poder local, una vez no era posible actuar desde el mismo. Se recomendaba que el poder local, encargado de la recaudación de impuestos, no transfiriera de golpe el total recaudado al poder central. Además, el poder central, dotado de burocracia o funcionariado, estaba bajo la supervisión de un organismo de vigilancia de funcionarios. Esta era la verdadera tarea, la tarea no mitológica del Comité de Santé Publique. Se creó porque recursos del estado republicano habían aparecido en manos de las tropas anti republicanas, y porque una forma de boicotear el estado revolucionario era dejar incumplidos los mandatos legales, cosa que hacían los funcionarios no adeptos. El comité dictó cinco mil penas de muerte: solo esas.

Los parlamentarios no podían ser elegidos dos veces consecutivas. Sí podían presentarse nuevamente, tras el periodo de intermitencia.

Bueno, podemos ver aquí una posibilidad, una elaboración histórica, concreta, surgida dentro de un proceso de movilización, lucha, negociación, concreto, histórico.

Lo dejo aquí.

Lo esencial…

Lo importante es que haya un movimiento popular organizado que posibilite la actividad política, directa, cotidiana de todo aquel que quiera, incite a muchos a participar y promueva y sostenga el activismo de la gente: en centros de trabajo, en barrios, etc. Eso es lo importante, y cada movimiento popular -eso es la «democracia»- deberá encontrar sus recursos, sus instancias, sus instituciones, deberá aproximar la capacidad de ejercicio de poder, a la vida cotidiana de la gente. No al revés. Lo contrario sería, sin movimiento real de masas, convocar asambleas sobre «participación ciudadana», promover desde cursillos, la «participación ciudadana», tratar de educarnos desde la administración sobre ello, etc. Elaborar listados a priori de formas de ejercer el control y declarar que los va a prescribir…

Lo de «crítica al republicanismo liberal», ¿es un homenaje a Kant? ¿Qué aspectos de la filosofía de Kant te interesan más? Perdona por la generalidad de la pregunta. Hablamos a continuación sobre esto que apunto.

De acuerdo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.