Traducido para Rebelión por Catherine Bryan
Hace veinte años, en junio de 1992, se celebró en Río de Janeiro, Brasil, la «Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo» (Río-92) a que asistieron cientos de gobiernos y jefes de estado del planeta.
Desde la Río-92 (también conocida como la «Cumbre de la Tierra»), comenzó a circular entre la gente la noción de «desarrollo sostenible» que ha sido discutido y definido como «un desarrollo que satisfaga las necesidades actuales sin comprometer los recursos para las generaciones futuras».
Muchos de los que celebraban los resultados «positivos» de la Río-92 (como la preparación de los documentos oficiales que establecen las convenciones de biodiversidad, la desertificación y el cambio climático), tuvieron sus esperanzas desvanecidas cuando, en estado de shock, vieron que el presidente George W. Bush (hijo del expresidente George Bush, quien participó en la Río-92) se había retirado del Protocolo de Kioto (y los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que intensifican el efecto invernadero).
Cuando tomó esa decisión irracional, George W. Bush declaró, con arrogancia, que no iba a someter el avance de la economía de los EE.UU. a los sacrificios necesarios para poner en práctica las medidas propuestas, justificativa por no haber ratificado el Protocolo que se había preparado con bases en la convención de cambio climático en Río-92.
Por lo tanto, el Presidente del país más poderoso del sistema capitalista imperialista rechazó el Protocolo de Kioto de 1997 (la joya de la corona de Río-92) para, a cambio, invadir el Irak, y durante el asesinato de millones de iraquíes, hacer la apropiación ilegal del petróleo del país.
Después de colocar en la circulación la noción de «desarrollo sostenible», los países capitalistas ricos acaban de regresar a Río de Janeiro (Río + 20), con otra trampa conceptual llamada «economía verde» que propaga un disfraz de color verde para ocultar la continuidad ideológica de la explotación y la dominación de la economía capitalista de los países y las clases sociales del tercer mundo.
Por lo anterior se puede decir que uno de los objetivos centrales de los países ricos en la Conferencia Río +20 es obtener una autorización (un mandato) de las Naciones Unidas para continuar con el monopolio para desarrollar el marco teórico, metodológico e institucional del «desarrollo sostenible» que les sea conveniente y funcional.
De esta forma, uno de los aspectos centrales de la agenda de la conferencia es la creación de un marco institucional que garantice la legitimación de la «economía verde» como el modelo ideal de «desarrollo sostenible». Es, en esencia, como algunos críticos ya han denunciado, un modo de institucionalizar nuevas formas de explotación mercantilista de la naturaleza (por ejemplo la apropiación privada del agua para venderla en el mercado capitalista) y de fortalecer la acumulación de capital con el objetivo de, entre otras cosas, superar la crisis actual del sistema.
Pero aquí aparece la cuestión fundamental que debe ser discutida con prioridad en la Río +20: ¿Puede haber «desarrollo sostenible» dentro del sistema capitalista? O poniendo esta cuestión en términos metafóricos: ¿Puede la serpiente de cascabel volar?
No es difícil demostrar que la serpiente de cascabel no puede volar por sus propios medios, ya que no tiene, ni tendrá las características estructurales de las aves que la naturaleza ha criado para transportarse por el aire.
Tampoco es difícil argumentar que (teniendo en cuenta las características objetivas de este sistema), no hay posibilidad de «desarrollo sostenible» dentro del capitalismo.
El capitalismo, como uno de los modos de producción de sociedad, tiene, desde hace más de dos siglos, las mismas características estructurales, las cuales anulan cualquier posibilidad de «desarrollo sostenible»: la explotación económica y la dominación, la concentración de la riqueza, la desigualdad y la injusticia social, el consumo depredador, la extracción irracional de las riquezas naturales, la contaminación y la destrucción de los bosques, de los ríos, de las especies animales, y la producción de guerras sin fin. Son todas características inherentes del sistema capitalista, que actualmente se agrava aún más durante esta etapa de la globalización neoliberal y de su crisis financiera, económica, política y social a escala mundial.
Este conjunto de rasgos negativos del sistema capitalista demuestra su inviabilidad futura y revela la imposibilidad de lograr un «desarrollo sostenible» dentro del capitalismo. Esta es, pues, repito, la pregunta fundamental que los países pobres no deberían perder de vista y que los países ricos tratarán de evitar, de escaparse a través del truco de «la economía verde».
Pero nada de eso es realmente una novedad. Sabemos que desde la Revolución Francesa, la burguesía victoriosa estableció los valores de la «libertad», de la «igualdad» y de la «fraternidad» y los convirtió en derechos humanos en el planeta; derechos que (para poner en práctica entre las diferentes naciones) requerían, entre otras cosas, la creación de un organismo, como las Naciones Unidas (ONU), que debería ayudar al proceso de desarrollo social y humano.
Si evaluamos (después de décadas y décadas de existencia) el desarrollo histórico del capitalismo y de la ONU desde la perspectiva de la distribución de los derechos humanos entre las naciones ricas y pobres, llegaremos a la triste conclusión de que el resultado es sumamente negativo: nunca la situación de los derechos humanos (resultante de los valores burgueses de la «libertad» «igualdad» y «fraternidad») estuvo en peor situación histórica dentro del sistema y la ONU se ha convertido predominantemente en una gran herramienta de apoyo a la globalización imperialista que no respeta los derechos humanos de los pobres. Día tras día, somos testigos del ascenso de la falta de empleo, ingreso, educación, salud y vivienda de miles de millones de seres humanos que habitan miserablemente este planeta. Desde esta perspectiva no hay una luz al final del túnel y, por la locura de los capitalistas para obtener altas tasas de ganancia, nos conduce inexorablemente hacia el colapso total, hacia la decadencia y la destrucción de la civilización occidental.
Pero no hay novedad en este proceso. Desde el siglo XIX, Karl Marx escribió en el libro I de El Capital que la explotación extensiva e intensiva de la clase obrera («la gallina de los huevos de oro») por los capitalistas ingleses para obtener ganancias (plusvalía absoluta y relativa) fue de tal magnitud que dio lugar a deformaciones y reducción del tamaño físico de los trabajadores. Esta y otras deformidades físicas obligaron al gobierno británico a poner inspectores en las fábricas para supervisar el asombroso número de horas de la jornada de trabajo que se estaba utilizando para la sobreexplotación de los trabajadores. Fue a través de la ley de la jornada de trabajo que el Estado burgués ha logrado evitar la depredación absoluta y la muerte total y completa de la «gallina de los huevos de oro». Marx puso de manifiesto que:
«La producción capitalista, que es esencialmente producción de plusvalía, absorción de plustrabajo, produce, pues, con el alargamiento de la jornada de trabajo, no sólo la atrofia de la fuerza de trabajo humana -a la que se arrebatan sus condiciones normales, morales y físicas, de desarrollo y actuación-, sino también el agotamiento y la muerte de la misma fuerza de trabajo. Prolonga el tiempo de producción del trabajador durante un plazo dado mediante el acortamiento de su tiempo de vida» (El Capital, I. Cap. VIII, 287; OME 40) (1)
Marx también escribió en el libro I de El Capital que todo el desarrollo (progreso) capitalista se basa en la depredación del trabajador, de la tierra y de sus fuentes de vida. Él demostró que:
«…todo progreso de la agricultura capitalista es un progreso no sólo del arte de depredar al trabajador, sino también y al mismo tiempo del arte de depredar el suelo; todo progreso en el aumento de su fecundidad para un plazo determinado es al mismo tiempo un progreso en la ruina de las fuentes duraderas de esa fecundidad».
«La producción capitalista no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de la producción más que minando al mismo tiempo las fuentes de las que emana toda riqueza: la tierra y el trabajador.» (El Capital, I. Cap. XIII, sección 10 ; OME 40) (2)
Desde este punto de vista, no debemos olvidar que en la primera Conferencia Río-92 el expresidente George Bush (que invadió Panamá y realizó la primera guerra contra Irak), trató de difundir el «Nuevo Orden Mundial» capitalista, afirmando arrogantemente que «El estilo de vida de EE.UU. (the American way of life) no está abierto a negociaciones».
Durante esta conferencia, Fidel Castro, en nombre de Cuba y de las naciones pobres en vías de desarrollo, se enfrentó con Bush cuestionando y denunciando el modelo imperialista de desarrollo del «Nuevo Orden Mundial, advirtiéndonos de los peligros de las interminables guerras imperiales. El dijo:
«Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.»
Hoy, 20 años después de la Río-92, quedó demostrado que Fidel Castro tenía razón cuando denunció que el «Nuevo Orden Mundial», (basado en la expansión del capitalismo neoliberal), era un modelo aún más opresivo y predatorio que antes ya que colocó a la especie humana (y las otras especies) en peligro de extinción.
No tengo ninguna duda de que la intervención de Fidel, se ha convertido en uno de los elementos que ha servido para advertir a la humanidad y ha estimulado al incremento de la lucha de resistencia contra el imperialismo y el colonialismo de los países ricos, especialmente de Estados Unidos.
Afortunadamente, hoy existe un conjunto de movimientos y organizaciones políticas de resistencia al capitalismo global que lucha para presentar propuestas alternativas que sirvan para invalidar la propuesta burguesa de la «economía verde». Esos movimientos y organizaciones se reunieron en Río de Janeiro para la realización de la «Cumbre de los Pueblos» (3) (una conferencia paralela a la conferencia oficial Río +20; la conferencia de los jefes de Estado y las empresas transnacionales) buscando presentar propuestas de soluciones democráticas y anticapitalistas para resolver los problemas que agobian a la humanidad y su medio ambiente.
Por lo tanto, contra el discurso de la «economía verde», los movimientos de la sociedad civil en su conjunto, se enfrentan con el reto de mostrar al mundo las salidas reales y efectivas que están siendo construidas por las comunidades y varias organizaciones políticas de resistencia en América Latina y el Caribe, África y Asia, Europa y los Estados Unidos. Las alternativas productivas, sociales y de gestiones económicas que se crearon, están siendo realizadas con éxito por las cooperativas, asociaciones de vecinos, movimientos sociales, pueblos indígenas y las minorías étnicas, sexuales y religiosas. Todos estos modos de construcción colectiva apuntan, en la «Cumbre de los Pueblos», para la construcción de un mundo nuevo, de una nueva sociedad (anti-capitalista, realmente democrática y revolucionaria) que esperamos que sea factible en un futuro próximo. ¡Qué sean bienvenidos!
NOTAS
1) Karl Marx, El Capital, traducido al español por Manuel Sacristán Luzón, para el Editorial Grijabo.
2) Karl Marx, El Capital, traducido al español por Manuel Sacristán Luzón para el Editorial Grijabo.
Vean los escritos de Manuel Sacristán Luzón sobre temas marxistas, ecológicos, pacifistas y feministas en la revista española Mientras Tanto fundada por él, su esposa Giulia Adinolfi y un colectivo de pensadores marxistas españoles contemporáneos.
Sobre estos temas, vean también los escritos de Manuel Sacristán que se encuentran en los libros El pacifismo, la ecología y política alternativa, de 1987, Icaria, Barcelona; y, Seis conferencias sobre la tradición marxista y los viejos problemas, de 2005, El Viejo Topo, Barcelona.
3) Para obtener más información (auditiva, escrita, visual) sobre la «Cumbre de los Pueblos», vean el siguiente link: http://cupuladospovos.org.br/.
Debido a la realidad de que los medios de información oficiales (la gran prensa y la media corporativa) excluyeron las informaciones y las voces de sus representantes, la «Cumbre de los Pueblos», ha creado esta nueva forma alternativa de comunicación para informar a la sociedad. Debemos destacar que no sólo la media oficial ha tratado de sabotear la «Cumbre de los Pueblos» sino que la policía brasileña utilizó la violencia constante para reprimir las innúmeras demostraciones de protesta que hubo en contra de la Conferencia Río+20.
Fuente: http://novaspensatas.blogspot.com/2012/06/pensatas-de-domingo_24.html