Unas diez mil de personas reclamaron el cierre de las centrales nucleares existentes en España, ayer, 8 de mayo de 2011, desde la Puerta de Toledo hasta la Puerta del Sol de Madrid. Dos meses después del accidente de Fukushima la situación sigue sin control, no han conseguido estabilizar los reactores accidentados. La radiactividad de […]
Unas diez mil de personas reclamaron el cierre de las centrales nucleares existentes en España, ayer, 8 de mayo de 2011, desde la Puerta de Toledo hasta la Puerta del Sol de Madrid.
Dos meses después del accidente de Fukushima la situación sigue sin control, no han conseguido estabilizar los reactores accidentados. La radiactividad de la central ha contaminado casi 3.000 kilómetros cuadrados de tierra y una zona desconocida pero muy amplia del mar.
En contra de lo que muchos expertos declararon, el control de los reactores accidentados de Fukushima-Daiichi no fue cosa de días ni siquiera de semanas, sino que se programa casi un año para ello. Dos meses después del maremoto, tsunami, se sigue tratando de enfriar los reactores en uno de los países del mundo más industrializado y tecnológicamente avanzado. En estos días se ha conseguido entrar en un reactor e instalar un sistema de extracción de aire que filtre las partículas radiactivas. Las dosis son altísimas y el trabajo es muy comprometido. El reactor número 1 tiene el 70 por ciento del núcleo fundido, el número 2, el 30 por ciento, y 3, el 25 por ciento. En estas condiciones se necesita proceder, antes de cualquier otra cosa, al enfriamiento de los reactores ya que nuevos terremotos o incidentes podrían provocar una situación extremadamente catastrófica.
La radiactividad esparcida desde la central es muy alta, aproximadamente la quinta parte de la que se escapó en Chernóbil. Por ello, no ha sido suficientemente eficaz la evacuación de miles de personas y las autoridades japonesas han decidido subir las dosis permitidas en sus normas. Con esta decisión, una persona, incluidas las niñas y los niños, pueden recibir legalmente dosis veinte veces por encima de lo establecido en la legislación europea para la población en general y la misma que las plantillas trabajadoras de la industria nuclear europea. Aún así ha sido necesario remover grandes cantidades de tierra en espacios abiertos para disminuir el nivel de radiactividad y en algunos parques infantiles se ha aportado un metro más de tierra. La realización de los trabajos necesarios para controlar el reactor también ha obligado a subir las dosis permitidas para las personas que operan en su interior muy por encima de las normas anteriores. Los efectos de estas altas dosis sobre las personas se dejarán notar durante varias décadas.
Todo este conjunto de hechos ha provocado una reacción consciente de la población japonesa contra de la energía nuclear, como revelan las encuestas que muestran que sólo el 39 por ciento está a favor de este tipo de energía. Este porcentaje ha caído 20 puntos desde el accidente de Fukushima. La cortesía japonesa y la paciencia con sus autoridades parecen también haber llegado a su fin, como muestran las protestas que han tenido lugar en Tokio.
La manifestación del domingo 8 de mayo en Madrid exigió a las administraciones públicas que tomen nota de lo ocurrido en Chernóbil y Fukushima y procedan a establecer el calendario de cierre escalonado de las nucleares españolas. Estas son perfectamente prescindibles puesto que en la actualidad hay exceso de potencia instalada y en el futuro se habrán podido impulsar las energías renovables y tomar medidas para aumentar el ahorro y la eficiencia.
El movimiento antinuclear español señala que la energía nuclear es incompatible con un modelo energético ambientalmente sostenible. No es económicamente eficiente y no es socialmente justa. Ni segura, ni limpia, ni barata.
De hecho, la energía nuclear ha demostrado ser un fracaso económico, tecnológico, medioambiental y social, causando graves problemas a la salud pública y al medio ambiente. La energía nuclear genera residuos radiactivos para los que no hay solución y mantiene una especial contribución a la proliferación de las armas atómicas.
Además del urgente calendario de cierre de las centrales nucleares, comenzando por Garoña, es necesario retirar el actual proceso de selección del emplazamiento del ATC, Almacén Temporal Centralizado, y abrir un verdadero proceso democrático de participación pública.
En el manifiesto leído en la Puerta del Sol como culminación de la manifestación se señala que la energía nuclear es muy peligrosa. La tragedia de Chernóbil demuestra su capacidad de generar catástrofes. La radiactividad liberada en aquel desastre viajó miles de kilómetros, traspasando todo tipo de fronteras y cobrándose decenas de miles de víctimas mortales, además de dejar un rastro de personas afectadas cuya cifra, 25 años después, sigue aumentando.
El accidente de Fukushima, pese a la presión mediática del «lobby» nuclear, que intentó ocultarlo desde el primer momento, está afectando a decenas de miles de personas. Los territorios evacuados permanecerán vacíos durante muchos años. Los costes, ya superiores a los de Chernóbil, no serán asumidos por la empresa eléctrica explotadora y recaerán sobre el erario público. Estamos viviendo una tragedia de dimensiones descomunales, a la que no se ve fin y en la que cada día aparecen más datos escalofriantes.
La energía nuclear es muy sucia. Las centrales nucleares generan residuos radiactivos cuya peligrosidad permanece decenas de miles de años y cuya gestión, tratamiento y/o eliminación son cuestiones aún no resueltas. La industria nuclear no ha sido capaz de encontrar una solución técnica satisfactoria y segura para el grave problema de los residuos.
La energía nuclear es muy cara. Necesita fuertes subsidios estatales de forma continua para poder existir, no paga el coste real de la responsabilidad civil en caso de accidente, es un obstáculo a las energías renovables y aumenta el coste del recibo de la luz.
La inmensa mayoría de la población rechaza la energía nuclear. La viabilidad técnica y económica de un sistema de generación eléctrica basada al 100% en energías renovables es un hecho comprobado y genera 5 veces más empleo que la nuclear por cada unidad de energía producida.
Es el momento de abandonar la energía nuclear. Es exclusivamente una cuestión de voluntad política pues no hay ningún problema técnico, energético o económico que lo impida. Es lo más deseable desde el punto de vista de la seguridad y de la protección del medio ambiente y la salud.
Sin nucleares tendremos un mundo más sano, más limpio y más seguro.
La manifestación fue convocada por Acción en Red, Acsur, Amigos de la Tierra, ARBA, Asociación Ecologista del Jarama El Soto, Asociación Paz Ahora, CCOO Madrid, CGT, Confederación Intersindical, Confederación de Los Verdes, Cristianos de base, Ecologistas en Acción, Ecolo Verdes, Equo, FRAVM, Globalízate, Grama, Izquierda Unida Federal, IU Comunidad de Madrid, Izquierda Anticapitalista, Jarama Vivo, Los Verdes – Grupo Verde, O2O3, Partido Comunista de Madrid, Plataforma Térmicas NO – Aire Limpio, Solidaridad Obrera, con la adhesión de Greenpeace.