El pasado 25 de diciembre fue publicado en Rebelión un artículo de Manuel Casal Lodeiro titulado: «Es urgente que la izquierda comprenda las implicaciones de él Cénit de él petróleo«. En este interesante artículo, Manuel Casal expone la absoluta dependencia de todo nuestro sistema productivo de los combustibles fósiles y las dificultades (habla de catástrofe […]
El pasado 25 de diciembre fue publicado en Rebelión un artículo de Manuel Casal Lodeiro titulado: «Es urgente que la izquierda comprenda las implicaciones de él Cénit de él petróleo«. En este interesante artículo, Manuel Casal expone la absoluta dependencia de todo nuestro sistema productivo de los combustibles fósiles y las dificultades (habla de catástrofe civilizatoria) a las que nos enfrentaremos a causa de esta dependencia por la inminente reducción del petróleo disponible. Esta reducción de la disponibilidad de petróleo haría imposible mantener los actuales ritmos productivos lo que llevaría al colapso a las distintas economías nacionales.
A causa de esto, propone que la izquierda cambie de estrategia y principios para anticiparse al colapso civilizatorio que se producirá en consecuencia e incluso pone en tela de juicio las luchas por el empleo y por las pensiones. Propone en cambio, que la izquierda, «sin esperar más a asaltar ningún palacio de invierno», se convierta en «neorrural» y que comience a construir «desde abajo, múltiples y heterogéneas alternativas autogestionadas de vida simple, orgánica y local».
No seré yo quien discuta los datos aportados por Manuel Casal, e incluso podo decir que comparto con él la idea de la absoluta necesidad de reducir el consumo de combustibles fósiles e incluso de llegar a eliminarlo por completo lo antes posible. Lo que no puedo compartir es la manera que él propone de enfrentarse al problema.
El rechazo sin más de la tecnología conseguida a través de los siglos por la humanidad, supondría un retroceso histórico que la izquierda no puede ni por asomo aceptar. Un ejemplo: ¿Estamos dispuestos a renunciar a los avances tecnológicos sin los que la medicina moderna sería imposible?. Por otro lado, proponer sin más la adopción de modelos locales de autogestión es una propuesta que en un principio puede parecer buena pero que conllevaría muchos problemas. ¿Se integrarían todas las comunidades humanas al mismo tiempo la ese modelo?, porque mientras quede una gota de petróleo, las comunidades que hubieran mantenido su carácter tecnológico estarían en superioridad de condiciones con respeto a las comunidades «locales autogestionadas», que quedarían totalmente indefensas ante las agresiones que sin duda, y más en un período de escasez, se producirían por parte de las sociedades tecnológicas. Digámoslo claro, no se impone la idea de quién tiene más razón, si no la de quien tiene más fuerza. Por no hablar de lo que podría suceder en una zona concreta ante un período climatológico desfavorable que diera al traste con las cosechas. ¿Volvemos a la Edad Media?. Esta supuesta solución nos llevaría a la misma situación de decrecimiento traumático, de hambre y miseria, de la que supuestamente nos quiere salvar.
Propone también que «la izquierda debe abordar este radical cambio de escenario con urgencia, revisando estrategias e incluso principios hasta ahora sagrados, como el derecho al trabajo asalariado o el protagonismo de una clase obrera condenada en su mayor parte a reconvertirse de nuevo en clase agraria». Olvida aquí que la izquierda tiene que dirigirse a la clase trabajadora que existe actualmente, que será rural o industrial dependiendo de las zonas. Que las propuestas de la izquierda deben estar contextualizadas en un lugar concreto y en un momento concreto. También critica las reivindicaciones sindicales y de la izquierda de reducción del tiempo de trabajo y de reclamación de subidas salariales y de pensiones ya que el ritmo productivo actual será imposible sin petróleo. Vuelve a olvidar que la lucha de los trabajadores debe orientarse en función de las actuales condiciones, no de las que se puedan dar en un futuro, y es evidente que actualmente sobran horas de trabajo socialmente necesario (por lo menos en los países industrializados), horas de trabajo que solamente sirven para engordar el capital de unos pocos.
Solamente quien día a día trata de inculcar los valores de la izquierda en la clase trabajadora, esa clase intoxicada por la propaganda capitalista, es consciente de las dificultades a las que nos enfrentamos. !Explicadle a los trabajadores por qué no deben hacer horas extra!. !Explicadle que si están ahogados económicamente es porque se han creído lo de que eran clase media!.
La izquierda tiene que ser la vanguarda de los desposeídos, pero tampoco una vanguarda tan adelantada que se pierda de vista de la masa, porque entonces deja de serlo y se convierte en un grupito con muy buenas ideas pero incapaz de transmitir su mensaje al conjunto de la sociedad.
Con petróleo o sien él, los capitalistas, la clase dominante, van a seguir intentando obtener beneficios sean cuáles sean las consecuencias. El único actor social con un potencial suficiente para plantar cara al sistema productivo capitalista es el mismo que ha sido siempre: la clase trabajadora. Llegados la este punto, sería un error no apoyar la lucha de la clase trabajadora por sus intereses. Es cierto que la lucha sindical sin una orientación política, necesariamente se ve intoxicada por las concepciones capitalistas y adopta posicionamientos capitalistas, cosa que por lo que parece es justo lo que sucede. También es cierto que parece que los trabajadores conscientes de su condición de clase, a pesar de las agresiones del capital, no son aún mayoría. Bastante empeño pusieron las clases dominantes en destruir esa conciencia a lo largo de los años. Pero para eso está la izquierda, para ayudar a los trabajadores a recuperar esa conciencia que finalmente lleve a la clase trabajadora a la hegemonía (también hay que decir, a la vista de los resultados, que no lo debemos estar haciendo muy bien). Solamente entonces se podrán plantear políticas ajenas a los intereses del mercado, planificar democráticamente la producción, decidir democráticamente que productos son necesarios y cuales prescindibles y cambiar los modos de producción de manera que caminemos hacia un decrecimiento del consumo de las materias primas.
Evidentemente el conjunto de la izquierda tiene mucho que aprender y muchos obstáculos que superar. Como siempre, las clases dominantes no van a consentir la pérdida de sus privilegios sin presentar batalla y de momento van ganando. La izquierda tiene que ser capaz de dar respuesta las nuevas condiciones y para eso debe estar dispuesta a escuchar nuevas propuestas y desde luego la cuestión del cénit del petróleo es algo a tener muy en cuenta. Pero lo que no puede hacer ni por asomo la izquierda, es adoptar posicionamientos que desactiven la lucha de clase.
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