Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Paloma Valverde
Olvidaos de la gripe aviar. La amenaza de que se convierta en una pandemia es más una táctica de terror político y una bonanza potencial para los beneficios de las empresas farmacéuticas y de su red de accionistas importantes (incluido Gilead Sciences, que desarrolló el medicamento Tamiflú, y su ex presidente y mayor accionista Donald Rumsfeld) que algo parecido a una crisis de salud pública – a menos que vivamos al lado de pollos infectados o nos inyecten una vacuna no experimentada. Hay muchas más probabilidades de que nos maten otras bacterias o amenazas víricas que la aviar y que no llaman la atención. No hay que preocuparse por las posibles o improbables amenazas. Hay que preocuparse por las reales: bacterias y virus, para los que no existe tratamiento con antibióticos, son buenos ejemplos. Así hay un calentamiento global y muchas otras cosas. Pero hay posiblemente una amenaza que supera a todas las demás por su gravedad y porque se ha ocultado deliberadamente al público – nunca se ha discutido, explicado o se ha tomado alguna medida para remediarlo. Es la amenaza global de los efectos tóxicos del uranio empobrecido y la amenaza global del uranio empobrecido tiene el potencial de destruir toda la vida del planeta. ¿Cómo algo tan potencialmente destructivo puede ocultarse, ignorarse y por qué?
La arrogancia del poder
No hay discusión sobre el hecho de que Estados Unidos [EE.UU.] es hoy el poder mundial preeminente y distinto de cualquier otro precedente. Ahora admite ser un imperio. De hecho, es el primer imperio global del mundo. En la actualidad, para expandir su alcance e influencia, gasta en su ejército casi lo mismo que todas las naciones juntas y ha construido y mantiene una capacidad militar que ninguna nación del mundo se atreve a enfrentar. Además, conserva para sí mismo el derecho a desarrollar y utilizar las armas más peligrosas y destructivas, incluso aquellas cuyo uso prohíben las leyes internacionales o la costumbre. Alguno de los que ahora están en los más altos niveles creen que tienen el derecho divino a usarlas, incluso la obligación. George Bush podría ser uno de ellos. Un nacido -y autoproclamado- autodenominado renacido cristiano que dice que sus designios provienen del Altísimo. Esto es auténtica arrogancia, la clase suprema que solo un poder incontestable y sus líderes se atreven a arrogarse.
Hasta ahora, EE.UU. ha utilizado su poder de forma efectiva para dominar a otras naciones ya sea mediante la persuasión, el aislamiento económico o la conquista. Afirmamos ser un modelo de democracia pero nuestras políticas y actos demuestran otra cosa. En EE.UU. somos una democracia para unos pocos -los privilegiados y los poderosos. Son ellos quienes gobiernan y dirigen nuestras instituciones, que incluyen a las más poderosas: las multinacionales gigantes a cuyos intereses sirven todos los gobiernos, lo que incluye el emprender guerras para su beneficio. Las guerras son buenas para los negocios – mientras sean fáciles de ganar, el público las apoya y no ocasionan problemas económicos que puedan afectar a la economía, en cuyo caso son malas para los negocios.
Existe un término curioso utilizado con frecuencia en plural y en el contexto de los negocios que también resulta apropiado en un contexto más amplio. El término es «efectos secundarios». En el mundo de los negocios hace referencia a los desafortunados efectos colaterales o consecuencias de las acciones de una empresa que puedan tener un efecto perjudicial sobre terceros. Un ejemplo típico es una planta industrial que genera una sustancia peligrosa en su propio proceso de producción, tal y como un subproducto invendible. Para evitar el coste de eliminación, almacenamiento o tratamiento, la fábrica lo vierte a los ríos, a zonas no habitadas o [al aire] por las chimeneas. Con esta acción daña el medioambiente. Las guerras también tienen «efectos colaterales»- con consecuencias bastante más graves; los mejores ejemplos, sobretodo, son la muerte, la enfermedad y la destrucción. Pero también lo son los residuos peligrosos y sus efectos secundarios derivados del uso de armas como tóxicos químicos, agentes biológicos y todo tipo de municiones nucleares. Todos somos conscientes del peligro derivado de las dos primeras categorías, a pesar de que cuando se utilizan afectan a no sólo pequeñas zonas, no son «armas de destrucción masiva». También hemos visto la capacidad destructiva de una bomba nuclear y tenemos información sobre el uranio empobrecido. Pero la gente tiene un conocimiento escaso o nulo sobre el peligro real y la amenaza del uso de cualquier sustancia o artefacto nuclear. Esa información ha sido eliminada intencionada y deliberadamente porque el daño potencial es demasiado grande e irreversible. Incluso cuando hay pruebas evidentes de la generalización de los problemas, como fue el caso de los efectos del Gas Naranja en los veteranos de Vietnam y el «síndrome de la guerra del Golfo» en los ejércitos de ese conflicto, nuestro gobierno ha negado cualquier conexión y ha impedido el trabajo para ayudar a quienes lo necesitaban -hasta que ya no pudieron ocultar más la verdad y tuvieron que actuar.
El uranio empobrecido es un «metal denso» que aumenta su potencial como arma para penetrar en un objetivo, aumentando así su capacidad destructiva. La propaganda del Pentágono y la desinformación describen con falsedad las armas de uranio empobrecido diciendo que sólo van recubiertas. En realidad son misiles sólidos, bombas, obuses y balas que pesan hasta 5.000 libras [aprox. 2,7 toneladas] en una simple «bomba antibúnker». Todas esas armas contienen proyectiles sólidos de uranio empobrecido o cabezas nucleares y su utilización en combate, como ha hecho el ejército estadounidense en las cuatro guerras y ahora lo está haciendo a diario en Iraq, es el uso «de hecho» de bombas nucleares. Desde Nagasaki en 1945 hasta la [Primera] guerra del Golfo en 1991, esas armas han estado prohibidas completamente por un acuerdo común (y por el sentido común) y jamás se utilizaron, excepto una vez en la guerra del Yom Kippur de 1973. Nunca más .
Arriba me preguntaba por qué se utilizan esas armas, si son tan mortíferas y peligrosas, mucho más allá de las zonas objetivo. La respuesta es fácil – porque funcionan muy bien y las fuerzas enemigas atacadas no las tienen por lo que no pueden contraatacar con ellas. El hecho de que comprendamos el peligro de su utilización y los «efectos colaterales» que dejan con su estela es un problema que otros tendrán que solucionar. Al igual que una empresa pública, que solo se preocupa de converger con lo que Wall Street considera las próximas ganancias de un cuarto de punto, nuestro gobierno y el ejército solo se preocupan de ganar la próxima batalla y la próxima guerra – muy peligroso si en el proceso se irradia [todo] el planeta y se amenaza toda la vida futura sobre él. Después será el problema de otros. Así es como piensa el gran mercado y además cómo también lo hacen nuestros dirigentes políticos y militares.
Nuestro valioso planeta y cómo lo maltratamos
Hoy estamos amenazados por muchos desastres, naturales y provocados, que podríamos evitar pero que no lo hacemos. Además de los mencionados más arriba hay que añadir la contaminación del aire, del agua y de la tierra, que incluye la comida insana que comemos debido a los contaminantes químicos y a otro tipo de contaminantes y aditivos insalubres, sin ignorar el daño a la capa de ozono, la deforestación, la destrucción del valioso hábitat natural y el peligro de extinción de las especies, las insensatas formas de desarrollo y la utilización de nuestros recursos naturales, que incluye el despilfarro de unos recursos de agua potable finitos que podrían agotarse y que son irremplazables. Y no nos olvidemos de las guerras que traen de modo temerario más destrucción, unido a las nuevas tecnologías y armas que se están desarrollando para luchar y las naciones poderosas que las poseen [y] que no muestran ninguna restricción a la hora de usarlas.
En noviembre de 2005, esta nación perdió a un gran hombre lamentablemente desconocido para la mayoría de la gente. Su nombre era Vine Deloria Jr., un renombrado intelectual estadounidense, historiador, autor, investigador y activista. Con gran elocuencia, Deloria habló y escribió sobre cómo, durante toda su existencia, el planeta había estado bien conservado por quienes vivían en él hasta alrededor de unos 200 años atrás cuando comenzó el desarrollo tecnológico occidental y todo cambió. Fue entonces cuando se transformó de prístino en envenenado. [Deloria] Expresaba tal grado de sabiduría en sus escritos y conferencias que merece la pena citarle. A continuación van algunos ejemplos:
«El progreso es la destrucción absoluta del mundo real a favor de una tecnología que crea un modo de vida cómodo para unos pocos privilegiados y afortunados. Durante nuestra época, las diferencias entre la utilización de la tierra por los indios y por los blancos se hará evidente. El indio vivía con su tierra. El blanco destruyó su tierra, destruyó el planeta tierra.»
Deloria dijo una vez que los misioneros cristianos «se habían puesto de rodillas y rezado por los indios» antes de levantarse para «poner de rodillas a los indios y desposeerlos de su tierra.» Además, afirmó que la destrucción acarreada por los valores corporativos y su tecnología era tan dañina que el regreso a la forma y la cultura tribal americana podría verse como la salvación. Fue testigo de una sociedad corporativa depredadora como EE.UU., como un «Adolph Eichmann de los aviones», cuyos soldados fueron herramientas «no defensores de la civilización; ellos aplastaban otra sociedad.»
Deloria escribió 20 libros, editó algunos otros, publicó sus memorias y dos volúmenes de los tratados entre EE.UU. y los nativos americanos [indios], todos ellos sobre los devastadores resultados de la doble moral de EE.UU. que, hasta la fecha, ha roto, ignorado y pisoteado intencionadamente todos y cada uno de los tratados firmados, así como los derechos de nuestros nativos con todo tipo de mentiras, falsedades y engaños. Sólo el último ejemplo de esto lo tenemos en una de las acusaciones del escándalo de corrupción política y financiera de Jack Abramoff que ahora aparece a diario en las cabeceras de los periódicos. Abramoff, su socio, y otros republicanos bien conocidos han sido acusados de estafar al Casino Indio unos suculentos intereses estimados en alrededor de 85 millones de dólares. Además, en sus ahora públicos correos electrónicos, se refirió a los indios como «monos, trogloditas (gente de naturaleza sub-humana) e idiotas.»
Deloria, además, escribió que contrariamente a los afroamericanos, los indios no quisieron igualarse en la sociedad estadounidense. No quisieron ser parte de ella. Vine Víctor Deloria, Jr., historiador, investigador, activista y muchas otras cosas, nació el 26 de marzo de 1933 y murió el 13 de noviembre de 2005. Le echaremos de menos.
La revolución industrial y su único objetivo de [obtener] beneficios (lo que Veblen denominó «la maximización de los intereses pecuniarios») era el objetivo de Deloria. [La revolución industrial] generó consigo un gran arsenal de tóxicos que han hecho un daño ecológico indecible. La alarma sonó con fuerza en el libro, pieza clave, de Rachel Carson Primavera Sin Voz [Silent Spring] publicado en 1962 que obligó a la prohibición del DDT, influenció al Presidente Jack Kennedy y afectó a la legislación sobre el aire, el agua y la tierra. Además, impulsó un movimiento ecologista que está creciendo en grupos muy diversos que presionan y luchan por la salubridad y la justicia medioambiental.
Desde la época de Carson, sabemos mucho más acerca de los peligros a los que nos enfrentamos, y nos enfrentamos a muchos más. Pero pese a nuestros conocimientos, a la influencia de muchos científicos preocupados [por el tema] y a un público que apoya la necesidad de un medioambiente saludable, nuestros dirigentes políticos [estadounidenses] de ambos partidos, al servicio de los intereses a los que las multinacionales dominantes sirven, poco han hecho salvo flacos favores al tema más importante junto al de la guerra y la paz Aunque el Congreso [estadounidense] aprobó más de una docena de decretos fundamentales y leyes medioambientales, desde la Ley de la Política Nacional Medioambiental de 1969, que incluye las Leyes del Aire y del Agua Puras, la Ley Integral de Compensación, Respuesta y Responsabilidad (CERCLA en sus siglas en inglés) que establece el Superfondo para financiar la limpieza de los vertidos tóxicos, la Ley de especies en peligro de extinción y otras más, esas leyes han sido, desde entonces, ignoradas o despreciadas. Como resultado, las condiciones [medioambientales] hoy son mucho peores que hace 40 años y los peligros derivados de ellas amenazan nuestra supervivencia. En su libro publicado en 2003, Hegemonía o Supervivencia (Hegemony or Survival), Noam Chomsky citaba las reflexiones de un eminente biólogo, Ernst Mayr. Mayr observó que otras especies eran más proclives a sobrevivir que los humanos y que el promedio de vida de una especie es de alrededor de 100.000 años. Es creencia común que la especie humana está ahora a punto de alcanzar ese límite y que podría estar cerca la extinción. Si tal es así, y a la luz de nuestro comportamiento más reciente, podríamos, como señala Chomsky, convertirnos en la única especie capaz de destruirse a sí misma y junto a ella todo el entorno al mismo tiempo.
La era nuclear lo cambió todo
Desde que se produjo por primera vez la escisión del átomo en un laboratorio de Berlín en 1938, el mundo no ha vuelto a ser el mismo. La Teoría de la Relatividad del gran científico Albert Einstein fue decisiva en el desarrollo nuclear que siguió a la creación de la bomba atómica. Pero su máxima influencia fue la carta que [Einstein] envió a Franklin Roosvelt en 1939 apremiándolo a crear la bomba atómica. Einstein tenía miedo de que los Nazis la pudieran construir antes con consecuencias desastrosas. Más tarde lamentó este hecho y dijo: «Cometí un gran error en mi vida cuando firmé la carta al Presidente Roosvelt recomendándole que se construyera la bomba atómica…»
También afirmó «nuestro mundo se enfrenta a una crisis todavía imperceptible para aquellos que tienen el poder de tomar grandes decisiones para el bien y para el mal. La energía liberada del átomo ha cambiado todo menos nuestra manera de pensar y, por lo tanto, vamos hacia una catástrofe sin parangón». Si hoy estuviera vivo, ¿qué podría decir Einstein sobre la amenaza del uranio empobrecido, que convertido en arma es posiblemente el arma de destrucción masiva definitiva?. Pero incluso si lo dijera, ¿se le permitiría a la gente escucharle? Y más importante aún, ¿cambiarían algo sus palabras?
El uranio empobrecido: qué es y cómo se usa
Para poder utilizar el uranio como combustible para aviones comerciales o como arma nuclear hay que enriquecerlo. El proceso de enriquecimiento continúa después con la difusión de los gases en dos vías – una se enriquece y la otra se empobrece. Antes de que se le encontrara un uso, el uranio empobrecido simplemente se almacenaba en enormes montones como un producto derivado. Sin embargo, cuando se descubrió que los proyectiles del sólido «metal denso» de uranio empobrecido en todas sus formas (misiles, bombas, obuses y balas) aumentaba enormemente la capacidad para penetrar y destruir un objetivo, el Pentágono obtuvo una nueva tecnología que esperaba utilizar en combate y que ahora posee desde hace 15 años.
El primer sistema de armas de uranio empobrecido se desarrolló para la Marina en 1968 y las armas con uranio empobrecido se entregaron en primer lugar a Israel para que las utilizara en la guerra del Yom Kippur, en 1973, bajo supervisión estadounidense. Esas armas se vendieron posteriormente a 29 países pero hasta la [Primera] Guerra del Golfo de 1991 -cuando EE.UU. violó el tabú que las prohibía-, no se usaron nunca. Desde entonces, EE.UU. ha combatido en las guerras de Yugoslavia, Afganistán y nuevamente de Iraq. En todos esos conflictos, se han usado miles de toneladas de armas con uranio empobrecido sólido causando bastante más devastación con su radiación y toxinas químicas que la que [pudieran causar] los objetivos destruidos o las personas asesinadas en las zonas objetivo militar. Lo peor de todo: la persistencia y la expansión de la contaminación con uranio empobrecido en las zonas afectadas -que no tiene límite- lo que implica que todos aquellos que han estado expuestos, junto con sus seres cercanos con quienes tienen un contacto íntimo y su descendencia, tengan la posibilidad de padecer cualquier enfermedad, dolencia o minusvalía inimaginable, que a menudo terminan en una pronta muerte o, al menos, en una vida de sufrimientos y enormes gastos. En lenguaje orweliano, el uranio empobrecido es el regalo (mortal y no deseado) que nos siguen regalando y [nos sigue] matando.
La utilización del uranio empobrecido como arma es ilegal al amparo de la legislación internacional
El gas venenoso en sus múltiples formas se utilizó por primera vez como arma en la Primera Guerra Mundial por ambos bandos. Sus mortíferos efectos causaron muy por encima del millón de heridos y cerca de 100.000 muertos. Tras al guerra, el rechazo contra su uso llevó al Protocolo de Ginebra de 1925 y a otra famosa Convención de Ginebra sobre Armas que específicamente prohibió el uso de agentes químicos y biológicos en la guerra, en cualquier forma y por cualquier razón. El Protocolo sobre el Gas de la Convención de Ginebra de 1925, prohíbe concretamente el uso de armas de gas venenoso. A pesar de que ninguna Convención de Ginebra ni otro tratado prohíbe el uso de uranio radioactivo en las armas, lo que incluye las armas de uranio empobrecido, estas armas son en realidad ilegales -de hecho y de derecho- bajo las premisas de la Convención de La Haya de 1907, que prohíbe el uso de cualquier «tóxico o armas tóxicas». Las armas de uranio empobrecido, en todas sus formas y usos, son radioactivas y químicamente tóxicas y, por tanto, se ajustan palmariamente a la definición de armas tóxicas prohibidas por la Convención de La Haya. EE.UU. es un país firmante de las Convenciones de La Haya y de Ginebra (que son tratados vinculantes de acuerdo con la legislación internacional). EE.UU. ha violado las sagradas obligaciones del tratado con la utilización de armas de uranio empobrecido en combate o en cualquier situación y es culpable de un crimen de guerra. Además, todas las armas de uranio empobrecido se ajustan también a la definición del Código federal estadounidense que divide las «armas de destrucción masiva» en dos o tres categorías. El Código estadounidense, Título 50, Capítulo 40, Sección 2302 define arma de destrucción masiva como sigue: «El término ‘arma de destrucción masiva’ implica cualquier arma o mecanismo con el que se pretenda o se pueda causar la muerte o heridas de gravedad a un número significativo de personas mediante la liberación, la diseminación o el impacto de: a) productos químicos tóxicos o venenosos o sus derivados, b) un organismo nocivo y c) radiación o radioactividad». Puesto que EE.UU. es firmante de las Convenciones de la Haya y de Ginebra, el ejército estadounidense está violando su propio código militar. Mediante la utilización en combate -en cuatro guerras-, del uranio empobrecido (que claramente es un arma de destrucción masiva y, por tanto, ilegal) EE.UU. es, sin paliativos, culpable del crimen por antonomasia sobre el que EE.UU. basó su derecho a iniciar la guerra contra Iraq para prevenirlo.
- Además, según varias Convenciones y Acuerdos de Naciones Unidas, vinculantes para sus signatarios de acuerdo con el derecho internacional, la utilización de armas que causen daño tras la batalla, lo que incluye zonas lejanas al campo de batalla, daño al medio ambiente, o asesinen, hieran o causen daño de forma inhumana son ilegales y están prohibidas. Las armas de uranio empobrecido son nocivas según la legislación internacional y violan todo citado anteriormente. Incluso la imprescindible Declaración de Derechos Humanos, que legalmente no es vinculante para su signatarios, implica una obligación moral de no utilizar jamás cualquier arma tan potencialmente dañina como el uranio empobrecido.
Efectos conocidos del uranio empobrecido hasta la fecha: lo peor está por venir
Estoy en deuda con Leuren Moret por los datos aportados a lo largo de este artículo y los que aparecen más abajo. Leuren es una científica independiente y experta reconocido internacionalmente en temas de radiación, uranio empobrecido y salud pública. Ha realizado investigaciones exhaustivas sobre los efectos de la radiación atmosférica de bajo nivel en el medioambiente y en la salud pública, investigando las lluvias radioactivas, las centrales nucleares y la radiación de las armas de uranio empobrecido en 42 países; ha escrito detallados informes y artículos sobre sus importantes descubrimientos, atestiguando los efectos dañinos de la contaminación por uranio empobrecido y es una abierta opositora al uso del uranio empobrecido. En un artículo de julio de 2004 escribió: «La utilización de armamento con uranio empobrecido por parte de EE.UU. desafiando todos los tratados internacionales, aniquilará lentamente todas las especies de la tierra, incluida la humana y, sin embargo, este país continúa utilizándolas con pleno conocimiento de su potencial destructivo».
El trabajo de Leuren ha revelado algunos hechos sorprendentes. Desde que el ejército estadounidense utilizó por primera vez armas con uranio empobrecido en la [Primera] Guerra del Golfo, en 1991, se ha liberado a la atmósfera la radioactividad atómica equivalente a 400.000 bombas nucleares de Nagasaki, (esta [cifra] no es una errata) lo que causa una contaminación permanente [radioactiva] de una vida media de 4,5 billones de años. Además, esa radiación de uranio empobrecido es diez veces el total liberado en la atmósfera en todas las pruebas [nucleares] que en total equivalen a 40.000 bombas como la de Hiroshima (de nuevo [la cifra] no es una error de imprenta). Las dos bombas atómicas utilizadas contra los japoneses mataron a 300.000 personas o más, [contabilizando] desde el inicio de la explosión hasta las muertes causadas por las subsiguientes radiaciones y contaminación química. Aún hoy, se sigue informando de muertes atribuidas a las bombas [nucleares]. Imagínense ahora la amenaza potencial que suponen para la vida de todo el planeta las armas de uranio empobrecido utilizadas desde 1991 y su uso continuado en Iraq y Afganistán -el equivalente a 400.000 bombardeos como el de Nagasaki, diariamente en aumento, al tiempo que el ejército estadounidense bombardea, con bombas de uranio empobrecido, entre 4 y 6 veces diarias objetivos sólo en Iraq .
Leuren llama al uranio empobrecido «el caballo de Troya» de la guerra nuclear [porque ] sigue emitiendo y sigue matando. No hay forma de eliminarlo y no hay forma de anularlo porque se desintegra en otros isótopos radiactivos… «Mientras se desintegra, sigue emitiendo más radiación. Cuando el uranio empobrecido se utilizó como arma en la guerra, como ha hecho EE.UU. cuatro veces (sigue haciéndolo en Iraq y Afganistán y pretende seguir haciéndolo), convirtió en real la máquina imaginaria Doomsday de Stanley Kubrick (en su película de 1964, Dr. Strangelove)». El uranio empobrecido podría ser el arma definitiva de aniquilación masiva. A menos que haya un público masivo en todo el mudo consciente de esta amenaza para exigir de forma inmediata el fin de su uso, sea cual sea la finalidad, nos quedamos con poco más que el mensaje del subtítulo de la película de Kubrick – deja de preocuparte y acepta la bomba- y seguramente prepárate para morir.
El daño mayor del uranio empobrecido proviene de los residuos radiactivos [que emite] tras su uso. Cuando un proyectil de uranio empobrecido alcanza un objetivo penetra profundamente y se convierte en un aerosol de fino spray que entonces contamina el aire y la tierra en los alrededores de la zona del objetivo. El residuo es permanente, y sus partículas microscópicas y submicroscópicas quedan suspendidas en el aire, o son barridas al aire desde el suelo contaminado y transportadas por el viento por toda la tierra como un componente radiactivo del polvo atmosférico. Ese polvo cae a la tierra de forma indiscriminada, por todas partes, causando contaminación radiactiva que afecta a cada ser viviente y que no se puede evitar. La contaminación causa virtualmente cada una de las enfermedades y afecciones conocidas, desde dolores de cabeza intensos, dolores musculares y astenia, hasta importantes malformaciones de nacimiento, infecciones, depresión, enfermedades cardiovasculares, muchos tipos de cáncer y tumores cerebrales. También provoca invalidez permanente y la muerte. En junio de 2003, la Organización Mundial de la Salud [OMS], sin hacer una referencia específica al uranio empobrecido, anunció en una rueda de prensa que las cifras globales de cáncer se incrementarán en un 50% en 2020. La OMS es normalmente conservadora en sus estimaciones. ¿Considerarían que las cosas van a peor?, y ¿están investigando en profundidad los efectos del uranio empobrecido en aquellas zonas de combate donde se han utilizado y todavía se utilizan esas armas?
Las personas (civiles y militares) en zonas-o cerca de- alcanzadas [por armas con uranio empobrecido] quedan, de forma inmediata, contaminadas por el uranio empobrecido, sobretodo si permanecen en el lugar durante mucho tiempo. Durante las seis semanas de la [Primera] Guerra del Golfo de 1991, solo 467 personas al servicio de EE.UU. fueron heridas y unos 150 resultaron muertos. De los 580.000 efectivos militares que participaron en esa guerra se sabe que, en el año 2000, 325.000 efectivos estaban en situación de baja médica por invalidez permanente. También se supo entonces que el número aumentaba cada año en 43.000 [efectivos]. De hecho, el incremento anual era incluso mayor y, en 2004, el Departamento de Asuntos de Veteranos informó que alrededor de 518.000 veteranos del Golfo eran bajas médicas permanentes. También se supo que alrededor de 500.000 veteranos eran sin techo. Además, se realizaron estudios sobre los veteranos cuyas esposas tuvieron niños sanos antes de la guerra. Se informó de que dos tercios de los niños nacidos tras la guerra padecían graves defectos de nacimiento, tales como ausencia de masa encefálica [anencefalia], ojos, piernas y brazos, así como enfermedades de la sangre.
Ya hay tempranos, aunque escasos, informes sobre los problemas de salud causados por el uranio empobrecido en el conflicto actual en Iraq (y probablemente en Afganistán) y, al igual que se ha citado antes, sobre la media de suicidios de los que aún están en servicio militar activo, de los veteranos y de la violencia familiar. Como los despliegues [de tropas] en el actual conflicto son mucho más largos que en la breve [primera] Guerra del Golfo y la mayoría de los que han servido vuelven una segunda, e incluso una tercera vez de servicio, es fácil imaginar un literal holocausto que, finalmente, aniquilará a todo el ejército y al personal que ha servido o está sirviendo ahora en Iraq y en la región, y probablemente tenga un efecto similar entre las esposas y maridos de los veteranos y su descendencia tras el servicio en el ejército. Conviene subrayar una vez más [que] el gobierno estadounidense anterior a 1991 tenía un conocimiento absoluto sobre los devastadores efectos que el uranio empobrecido causaría [pero] se siguió usando, aún se sigue utilizando, y todavía se utilizará. ¿Supera la realidad? Si alguien escribiera esto como un trabajo de ficción o de ciencia ficción, nadie lo creería y probablemente nadie lo publicaría.
El uranio empobrecido utilizado como arma: un acto deliberado de genocidio
Desde su utilización, ya en cuatro guerras, el uso de armas de uranio empobrecido es un acto de locura así como posiblemente el mayor crimen contra la humanidad (y contra todas las demás especies vivas) y un crimen de guerra. Los responsables, incluidos tres presidentes, van desde altos cargos del gobierno y del Alto Mando del Pentágono hasta muchos generales y almirantes. Esas personas son criminales. Son culpables de asesinatos masivos que se siguen perpetrando. Todos ellos deben responder por sus crímenes con denuncias y juicios, tanto en los tribunales nacionales como en la Corte Penal Internacional en La Haya que se estableció en 2002 para juzgar a individuos acusados de crímenes de guerra, de crímenes contra la humanidad y de genocidio. Esas personas, o al menos la mayoría de ellas, son culpables de esos tres crímenes y deben pagar, sin piedad, el precio más alto. Sus condenas deben servir, de una vez por todas, como recordatorio para todos los futuros dirigentes de que este tipo de comportamiento temerario nunca jamás volverá a tolerarse.
El premio Nóbel Harol Pinter, un autor distinguido y hombre de honor, pasión y elocuencia, en el discurso de 2005 de aceptación del Nóbel hizo esas observaciones sobre la actual guerra de Iraq. También enfermo de cáncer, no pudo viajar a Oslo para la ceremonia de entrega de los premios y en su lugar leyó su discurso en un vídeo. Pinter es un afilado crítico contra la guerra de Iraq, EE.UU. y del papel que juega el gobierno británico en ella. En su discurso del Nóbel, definió la invasión de Iraq como «un acto delictivo, un acto descarado de terrorismo de Estado que demuestra el desprecio absoluto por el concepto de legalidad internacional». Señaló que «EE.UU. ya no se preocupa de sus conflictos de baja intensidad. Ya no ve la necesidad de ser reticente o incluso utilizar artimañas… simplemente le importa muy poco Naciones Unidas, la legalidad internacional o los disidentes críticos, a quienes considera impotentes e irrelevantes.»
Pinter tiene razón, y dijo mucho más en sus 46 minutos de discurso de aceptación del Nóbel. Podría haber añadido que desde el 11 de septiembre de 2001 la Administración Bush ha gobernado temeraria y arrogantemente. Con secretismo obsesivo y desprecio a la Constitución, al Congreso, a los tribunales y al pueblo estadounidense, George Bush ha gobernado con Órdenes ejecutivas o Decretos, una herramienta de tiranos cuando se utiliza para rebasar el poder otorgado, como hace este presidente. Lo ha hecho para lograr una política de guerra imperial permanente con la finalidad del dominio estadounidense global. Dejando de lado la tragedia del 11 de septiembre, la Administración Bush creó una fingida amenaza terrorista mundial para inducir el miedo para poder guerrear durante las décadas venideras contra la llamada «guerra global contra el terrorismo». También creó un estado semipolicial con redadas masivas sin fundamento, detenciones ilegales y deportaciones como parte de una guerra racista contra los inmigrantes de piel oscura, espionajes nacionales ilegales y sin garantías, el uso sistemático de la tortura con los detenidos y con los encarcelados en el extranjero y «puestas en escena» para la mayoría de los países innombrables que toleran esta práctica. La Administración Bush hizo todo esto basándose en los pilares de la mentira, la falsedad, el engaño deliberado, una trama de mentiras sin fin y un posterior desprecio del imperio de la ley para la política, la economía y la justicia social en EE.UU. y en el extranjero.
Hasta hace pocos meses, Bush se libraba de todo. Ahora, con las cifras de las encuestas cayendo, la guerra de Iraq un atolladero sin esperanza (a pesar de la desinformación en contra), la posibilidad de que, además, se acuse a altos responsables de la Administración junto a Lewis Lobby, [y] todo ello unido al potencialmente gran escándalo de corrupción política y financiera de Jack Abramoff, con los Demócratas y algunos Republicanos finalmente conmovidos y expresando su irritación, la Administración [Bush] podría estar cerca de su propio [escándalo] Waterloo. Como muchos otros regímenes del pasado culpables de «arrogancia imperial» y de ambición (como el último juzgado- los Nazis- y aunque [los imperios] pensaron gobernar durante 1.000 años, sin embargo, el último duró 12 años), esta Administración y su temeraria e inclemente agenda podría enfrentarse a un destino similar .
Grandes pensadores y observadores perspicaces se han aventurado a imaginar lo que nuestro destino podría convertirse como resultado de nuestras acciones. Sin anunciarlo, Noam Chomsky en una reciente conferencia mencionó el peor de los resultados posibles: un holocausto nuclear, la destrucción medioambiental o el final de una democracia nominal.
El experto investigador de [la Universidad de] Yale, Immanuel Wallerstein, en su libro trascendental de 2003, La Decadencia del Poder Estadounidense (The Decline of American Power) cree que EE.UU. «ha sido un poder global en decadencia desde la década de los 70 y la respuesta estadounidense a los ataques terroristas del 11S simplemente ha acelerado esta decadencia». [El autor] Continúa diciendo: «los factores económicos, políticos y militares que contribuyeron a la hegemonía estadounidense son los mismos factores que, inexorablemente, producirán el declive venidero de EE.UU. «Posteriormente escribió que no podía predecir el resultado de esta crisis de nuestro sistema mundial capitalista», pero el intento estadounidense para detenerla fracasará. Como máximo solo podrán retrasarla como están intentando hacer. Wallerstein vislumbra un futuro que se desarrollará en dos direcciones (si sobrevivimos), bien una tendencia basada en valores progresistas o bien todo lo contrario.
El profesor jubilado Chalmers Johnson, en su libro de 2004, Las Adversidades del Imperio (The Sorrows of Empire), también predice la disolución del imperio estadounidense si la tendencia actual continúa. Contrariamente al Imperio romano que tardó cientos de años antes de que llegara su caída, él ve las adversidades de EE.UU. llegando «a la velocidad del rayo». Si la actual tendencia continúa, predice cuatro adversidades que darán pie a una lamentable alternativa a nuestra actual forma de gobierno constitucional: ambición imperial con un «estado de guerra perpetua» que nos llevará a más contraofensiva terrorista contra nosotros, una pérdida de democracia y de nuestros derechos constitucionales, el fin de la verdad [que será] reemplazada por «un sistema de propaganda, desinformación y glorificación de la guerra, del poder y de las legiones militares».
Para terminar, [el autor] ve a la nación [EE.UU] yendo a la bancarrota por su incapacidad para continuar con sus «grandiosos proyectos militares». La deuda nacional de EE.UU. sobrepasa ahora los 8,2 billones de dólares y aumenta de forma insostenible en unos 400 mil millones de dólares al año, de forma que el déficit actual podrá llegar en 2006 al billón de dólares anuales. Ambos déficit [la deuda actual y el crecimiento de la deuda] confían en la «amabilidad de los extranjeros» para mantenernos (gobiernos extranjeros e inversores deseosos de seguir comprando nuestras atesoradas seguridades e invertir en nuestra equidad y en nuestros mercados de ganancias seguras). Lo harán sólo mientras crean que están haciendo buenas inversiones. Johnson no cree que la tendencia actual sea irreversible. Todavía hay tiempo suficiente para cambiarla, pero considera que más adelante ni siquiera lo intentaremos. Así, cree que la única esperanza para nosotros y para el planeta es que la comunicad mundial de naciones actúe unida para darnos el «jaque mate». Si no lo hace, o no quiere, o no puede hacerlo, la guerra nuclear podría finalmente tener lugar y la civilización desaparecerá».
Para evitar que ocurra lo descrito, la comunidad mundial de naciones debe unirse pronto y tener como objetivo el «jaque mate». Y deberá exigir que ninguna nación tolere jamás este tipo de conducta. [La comunidad de naciones] Debe ahora reforzar lo suficiente la legalidad internacional, en lugar de debilitarla, exigir que cada nación sea signataria y obligar a las naciones a acatar esas leyes vinculantes con graves consecuencias para aquellos que no las cumplan. Pero incluso si todo esto ocurriera, el daño ya hecho es inmenso y se extiende; ya podría ser demasiado tarde. Sólo en EE.UU., 42 estados están contaminados con el uranio empobrecido de sus fábricas, pruebas [nucleares] y desarrollo [tecnológico] Además, la fabricación de millones de bombas de uranio empobrecido y su desarrollo en bases militares en todo el mundo, continúa.
Leuren Moret acaba de saber por un documento desclasificado que el grupo Quaker con baase en de Hawai supo, mediante la Ley de Libertad de Información (Freedom of Information Act, FOIA en sus siglas en inglés), que el ejército estadounidense tenía todavía 2, 7 millones de bombas de uranio empobrecido en Corea del Sur (50 años después del final de la guerra de Corea). [Moret] afirma que no es de extrañar que Corea del Norte quiera armas nucleares. Considera que esas bombas se trasladaron allí en la década de 1990 desde la todavía ocupada [por EE.UU.] Okinawa (Japón) 60 años después de la Segunda Guerra Mundial porque los japoneses (que abominan las armas nucleares) rechazaron alojarlas [en su territorio] por más tiempo. Y [Moret] especula además que es muy probable que haya muchos millones más de bombas de uranio empobrecido en otros países donde EE.UU. haya tenido bases. Eso podría significar muchas más, según Chalmer Johnson. En Las Penalidades del Imperio, Chalmer Johnson mencionaba la existencia de, al menos, 725 bases estadounidenses conocidas en 153 países, además de cientos más en este país [EE.UU.] También cree que tenemos bases secretas de forma que el total real podría ser mucho más alto y ahora es más que probable con todas las bases nuevas que estamos construyendo en Iraq, Asia Central, Europa del Este, Hispanoamérica, y las previstas para África. Incluso sin que esas armas se utilicen, hay que imaginar el peligro potencial al que sometemos a las gentes de esos países (y también a nuestros ciudadanos ) simplemente porque las armas están allí (y aquí). Podría haber accidentes, el ejército realiza ejercicios en los que es muy probable que esas armas se prueben y, desde luego, las pueden robar o incluso vender militares sin escrúpulos u otro personal en busca de dinero fácil.
Imaginemos por un momento la situación contraria. ¿Qué pasaría si Reino Unido, Francia, Rusia o China tuvieran bases en este país (eso ya sería suficientemente terrible) y además almacenaran millones de bombas con uranio empobrecido u otro tipo de armas nucleares en nuestro suelo? ¿Toleraríamos los ciudadanos simplemente las bases, por no hablar de las bombas de uranio empobrecido? Difícilmente. Imaginemos, además, lo que pasaría si la gente supiera que miles o millones de esas armas estuvieran almacenadas en bases estadounidenses aquí, cerca de donde viven.
Además, podrían considerar las 104 operaciones comerciales actuales de centrales nucleares en EE.UU. [Las centrales nucleares] Todas son muy peligrosas, pero especialmente las más viejas. Cada una de ellas es una bomba nuclear potencialmente inestable y una posible catástrofe a punto de ocurrir bien por un accidente inevitable, bien por un sabotaje. Expertos responsables creen que es sólo una cuestión de tiempo el que ocurra una gran catástrofe nuclear en alguna parte del mundo, posiblemente, o incluso muy probablemente, una fusión accidental del núcleo del reactor -el peor tipo de catástrofe nuclear distinta a una explosión nuclear o termonuclear o al uso masivo de armas con uranio empobrecido-.
Si ocurre una fusión accidental del núcleo del reactor, una vasta zona podría quedar contaminada y quedar inhabitable para siempre. Donde yo vivía en Chicago, estaba rodeado de 11 centrales nucleares, muchas de ellas viejas y todas con un historial de violaciones de las condiciones de seguridad provocadas por la antigüedad y el pobre mantenimiento. Incluso sin [que ocurra] un accidente, esas instalaciones (y las de otros lugares) emiten a diario en sus actividades normales la suficiente radiación para contaminar la comida que comemos (incluidos los alimentos ecológicos), el agua que bebemos y el aire que introducimos en nuestros pulmones. Si una de esas centrales sufriera una fusión accidental del núcleo del reactor, el área metropolitana de Chicago y la periferia con el viento de la lluvia radioactiva se convertirían en inhabitables para siempre y [sus habitantes] tendrían que ser evacuados rápidamente con lo puesto, abandonando hogares y pertenencias.
Todo el mundo, por tanto, se hace la pregunta obvia, ¿merece la pena esta especie de «ruleta rusa nuclear insalubre»? Hay alternativas disponibles más limpias -o se pueden desarrollar-, alternativas seguras [pero] sólo si existe el deseo de invertir lo suficiente en fuentes de energía alternativas distintas a la opción nuclear y a los combustibles fósiles. Hay, además, formas de prácticas de conservación dictadas por el sentido común, que apenas modificarían nuestro estilo de vida occidental. Hasta ahora, nuestros dirigentes han sido irresponsables y han cometido dejación en sus obligaciones de informarnos sobre el riesgo, han actuado irresponsablemente en la eliminación de los riegos para protegernos del daño potencial. Además, no han mostrado freno en sus actos o respeto por la gente de los países que pretenden dominar. Esos países nunca son los [países] desarrollados del Norte con poder de respuesta. Son siempre [países] débiles, subdesarrollados y sobreexplotados; normalmente pueblos con población de piel oscura y religión no judeo-cristiana. En este país [EE.UU.], especialmente para los pobres y los necesitados sin un futuro y con pocas oportunidades de mejorar, el servicio militar, con la promesa de educación y otros incentivos (que normalmente no llegan a conseguir nunca), se convierte en la elección de profesión temporal adecuada.
Los ricos y privilegiados sólo empiezan las guerras, no van a ellas. Por el contrario, envían a los pobres a luchar y a morir por ellos para ser aún más ricos. Cuando nuestros soldados regresaron de Vietnam, enfermos y moribundos por los efectos tóxicos del Agente Naranja (una dioxina altamente tóxica), Henry Kissinger, un premio Nóbel de la Paz y criminal de guerra acusado, les insultó a todos ellos arrogantemente diciendo: » [son] simplemente animales tontos y estúpidos que sirven como peones de la política exterior». [Los veteranos ] Han sido utilizados, maltratados y eliminados como manchas en los zapatos. El pasado de Kissinger ha vuelto para darle caza. Antes de poder salir del país tiene que asegurarse en el Departamento de Estado que no hay órdenes de arresto contra él extranjero.
Hoy el mundo está más cerca que nunca del final. De hecho, tendríamos que haberlo evitado, y ahora es demasiado tarde. El precio que hemos pagado por nuestros avances tecnológicos ha aumentado proporcionalmente a la amenaza sobre nuestra supervivencia. Hasta ahora, no hemos encontrado la manera de acabar con este camino destructivo. Vamos contrarreloj y, a menos que hagamos algo pronto, no tendremos otra oportunidad. EE.UU. hoy es como el gigante Gulliver Agonistes y el resto del mundo los liliputienses -en la sátira clásica de Jonathan Swift-. A pesar del desequilibrio, los liliputienses (que medían escasos diez centímetros) fueron capaces de derribar a este gigante y evitar que destruyera sus hogares. Al final, pudieron obligar a Gulliver a que se marchara y volver a vivir sus vidas. La moraleja está clara. La gente de todo el mundo tiene que comprender el gran peligro al que nos enfrentamos: nuestra supervivencia. Entonces, como los liliputienses, tenemos que atar de pies y manos a este Gulliver depredador y fuera de control para salvarnos a nosotros mismos.
Dos cuestiones finales a considerar. La primera, de la Dra. Helen Caldicott, presidenta del Instituto de Investigaciones de Política Nuclear, experta en riesgos sanitarios relacionados con la energía nuclear, escritora, activista y nominada para el Premio Nóbel de la Paz por su libro de 1978 La Locura Nuclear (Nuclear Madnes, revisado en 1994): «Como médica, lucho contra la amenaza de extinción de la vida de nuestro planeta [provocada] por la tecnología nuclear (militar y comercial). Si la tendencia actual continúa (y cada vez va a peor) el aire que respiramos, la comida que comemos y el agua que bebemos pronto estará tan contaminada con tantos contaminantes radioactivos que supondrá un potencial riesgo sanitario para la salud bastante mayor que cualquier plaga que hasta hoy haya experimentado la humanidad.» La segunda [cuestión], del periodista británico Robert Fisk, [extraida] de su columna de finales de año [2005] en el London Independent titulada «Guerra sin final» («War without end»): «Sólo la justicia, no las bombas, pueden hacer de nuestro peligroso mundo, un lugar más seguro.»
* Stephen Lendman vive en Chicago ([email protected])