Recomiendo:
0

Venezuela:

Vacas locas, perros muertos

Fuentes: Rebelión

En Venezuela, un alto número de muertes de perros, y posiblemente también gatos, con síntomas de daño hepático fulminante durante las últimas semanas ha llevado las investigaciones sobre la causa de las mismas al consumo de un alimento elaborado por la empresa Purina, una filial de Nestlé. En una fecha tan oportuna como es el […]

En Venezuela, un alto número de muertes de perros, y posiblemente también gatos, con síntomas de daño hepático fulminante durante las últimas semanas ha llevado las investigaciones sobre la causa de las mismas al consumo de un alimento elaborado por la empresa Purina, una filial de Nestlé. En una fecha tan oportuna como es el domingo de Carnaval, sin duda para no alarmar a la población con un aviso por televisión, Purina sacó un comunicado en su página de Internet, el lugar menos probable para ser leído, notificando el retiro voluntario del comercio de sus productos Dog Chow y Cat Chow, debido a los informes de lo señalado. Dos días después emitió otro comunicado acotando que no era el alimento si no sólo dos lotes los posibles causantes, no de las muertes, si no de «problemas de salud debido al alimento». Mientras, los dueños de mascotas podían sustituirlos con otros de la misma empresa ¡ni se le ocurra probar con otra, claro! con la advertencia de que «por el cambio drástic o de marca, es probable que su mascota presente alteraciones en el proceso digestivo y por ello las heces podrían ser inconsistentes». De la ictericia a la diarrea ¿de que están compuestos realmente estos «alimentos» que no se pueden sustituir bruscamente? Entonces me fui al supermercado y me puse a leer los ingredientes de todas las marcas de comida para perros que vendían. En general predominaban los «subproductos», no sólo animales, también de trigo y otros cereales; incluso uno tenía un digestivo (no especificaba cual) lo que me hizo comprender lo de la inconsistencia fecal de Purina. Como diría Cantinflas, por ahí empiezan los detalles. Veamos. No es la primera vez que sucede, parece ser que la misma empresa ya confrontó un problema similar en Estados Unidos y no sería de extrañar que más adelante sucediera en otro lugar. Esperemos que el fabricante dé pronto una explicación convincente sobre la causa del envenenamiento de los animales, porque la cuestión no es sólo que pueda haber un fallo en la producción del producto y su contaminación, el problema puede ser el producto en sí, su producción o una combinación de elementos.

El origen de las vacas locas está en que convirtieron en carnívoros a estos rumiantes cuando alguien tuvo la idea genial de acabar con el exceso de desperdicios de los mataderos convirtiéndolos en alimentos para herbívoros. En realidad esta es la composición habitual de la comida para gatos y perros: pellejos y huesos triturados mezclados con grasa y harina de soja para convertirlos finalmente en granulados de simpáticas formas que, cuando se los damos a nuestros perros, no entendemos como hacen para que les resulten tan apetitosos a los de las cuñas publicitarias y tan poco a los nuestros. Claro, debemos entender que es necesario librarse de todos esos «subproductos animales», como eufemísticamente dice en los envases de los alimentos para perros y gatos, y estos problemas no surgirían si tuviésemos como mascotas caseras a buitres o hienas, que son los preparados por la naturaleza para digerir lo que no pueden hacer otros animales. Por otro lado ¿que pueden tener de malo esas galletas para perro tan sabrosas que hasta las consumía habitualmente Mel Gibson en una película?

También debemos tener en cuenta que Purina se limita a fabricar y promocionar esos productos, es su negocio, y que los responsables de que lo coman nuestras mascotas somos los dueños, en algunos casos aleccionados por los veterinarios que suelen recomendarlos. Es como las armas, el peligro no está en ellas si no en quien las utiliza; entonces aceptemos la culpa por ser tan acomodaticios.

Nos estamos convirtiendo, literalmente, en unos come… Gracias a la tecnología nunca como ahora había sido posible producir tanta carne y a precios tan asequibles para el consumidor, por lo que no debe extrañarnos que, dentro de todos los excesos alimenticios que se practican en los países más desarrollados, está el de la ingesta de productos cárnicos en todas sus formas. Esto ha llevado a la industrialización de la cría de animales y a que en países como Estados Unidos la diferencia entre una granja de engorde de vacas y una de pollos esté únicamente en el tamaño de las instalaciones.

En otros países, como Brasil, en que los animales consumen preferentemente pasto, la necesidad de más tierras para la ganadería conlleva la deforestación acelerada. Todo ello causa un desequilibrio en la naturaleza que acaba afectando, directa o indirectamente, la salud de todos. Pero es que el mercado está en contra de algunas prácticas conservacionistas, especialmente si estas suponen menos beneficios y si no importa el futuro de la humanidad, menos el de unos animales a los que se ha desprovisto de su condición de seres vivos para convertirlos en meros productores de proteínas. Lo mismo se aplica a los que acabarán comiendo lo que es imposible hacerle tragar a su dueño bajo ningún otro disfraz, léase salchicha, mortadela o conserva cárnica de lo que sea. En el afán por rentabilizar al máximo la producción incluso se llegó al extremo de mezclar el excremento de los pollos con su comida cuando se descubrió que estos no digerían todo lo que comían lo cual se podía recuperar, como si el canibalismo involuntario no fuese suficiente. Esperemos que aquí no se cumpla aquello de que somos lo que comemos.

No sabemos que comemos

Volviendo al tema inicial, la industria de alimentos procesados, tanto para animales como para humanos, tiene mayor interés en la preservación en el tiempo del producto, su facilidad de consumo y atractivo que en cuan seguro y saludable (en su término más estricto) pueda ser para quien lo consume. Personalmente no deja de llamarme la atención como es posible que una torta casera se endurezca a los pocos días de horneada, y la similar elaborada industrialmente se mantenga durante semanas, o incluso meses, como el primer día sólo con la protección de un celofán. Así, por ejemplo, hay que leer la composición para comprobar que lo que antes se llamaban patatas fritas, porque estaban elaboradas simplemente con patatas, aceite y sal, ahora requieren de un número notable de otros ingredientes. Cuales son exactamente lo puede saber, generalmente sólo con la ayuda de una lupa, si el producto ha sido elaborado en Estados Unidos u otros países fuera de Europa, porque en el viejo continente basta con el código del aditivo y, a menos que cargue también con la guía correspondiente en su bolsillo, jamás sabrá realmente que está introduciendo en su organismo.

Tampoco se fíe de los estudios médicos, muchos son deductivos y con frecuencia vinculados a intereses comerciales. Por ejemplo, hace años se informó que no era recomendable el consumo de aceite de oliva pues, por no ser poli-insaturado, podía incrementar las enfermedades cardiovasculares, motivo por el cual debía ser sustituido por los obtenidos de semillas como el girasol, la soja (ahora transgénica) y otros. Luego se comprobó que era todo lo contrario, pero el negocio ya estaba hecho.

En Europa no se permite la importación de carne de EE.UU. porque en este país se administran a los animales hormonas prohibidas por la UE, pero no hay límites para la de otros productos alimenticios, como los transgénicos por ejemplo, y mejor no entrar en detalles porque en ninguna parte, evidentemente, existe un verdadero control sobre los alimentos, como puso de manifiesto un artículo reciente de prensa sobre la cantidad de químicos que contaminaban las manzanas que llegaban al mercado.

Millones de moscas

En el caso de los perros, Purina puede alegar que lo sucedido ha sido un hecho aislado (en verdad no) y que en el mundo hay millares de animales sanos y bien alimentados con sus productos. Pero igualmente podemos responder que, a pesar de que millones de moscas no pueden estar equivocadas, no significa que lo que ellas comen es también excelente para nosotros. Y que conste que no tengo nada personal en contra de Purina, salvo una mascota que comía Dog Chow. Mi dilema ahora es que, como las demás marcas presentan una composición y características similares, no sé si acabar con la comodidad de seguir alimentándola con estos productos o darle alimentos frescos, aunque me cuesten más en dinero y, sobre todo, tiempo. La verdad es que si yo mismo procuro evitar los alimentos manufacturados de larga conservación debería hacer lo mismo con mi mascota, así sea como muestra de respeto por su salud y vida. En cualquier caso debo agradecer a la empresa Purina por haberme hecho reflexionar sobre lo anterior, aunque deba decir con pena ¡Cuan lejos aquellos tiempos de mi infancia en que uno suspiraba por un chocolate Nestlé!

Para opiniones y comentarios: [email protected]