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El historiador Jorge Ramos Tolosa rescata los hitos urbanos de la II República y la Guerra Civil en la capital valenciana

Valencia, ciudad de la desmemoria (histórica)

Fuentes: Rebelión

A finales de los años 90 se inició en el estado español, con todas sus limitaciones, un proceso de recuperación de la «memoria histórica» desde el punto de vista de los «vencidos». Sin embargo, todavía en muchas ciudades prolifera la simbología, nomenclatura (en el callejero y edificios públicos) y honores que rinden homenaje a los […]

A finales de los años 90 se inició en el estado español, con todas sus limitaciones, un proceso de recuperación de la «memoria histórica» desde el punto de vista de los «vencidos». Sin embargo, todavía en muchas ciudades prolifera la simbología, nomenclatura (en el callejero y edificios públicos) y honores que rinden homenaje a los «vencedores». En una investigación que podría extenderse a otras capitales, el profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de València, Jorge Ramos Tolosa, constata la diferencia entre el olvido al que se ha sometido a la Valencia republicana (capital de España desde el 6 de noviembre de 1936), y la memoria del bando faccioso: al menos seis escudos franquistas y un número mayor de Falange Española permanecen visibles en la ciudad. El investigador ha coordinado durante varios años visitas guiadas en las que señala esta discriminación de la memoria.

En el verano de 1936 se colectivizó en Valencia la industria de la construcción, la madera, la química, los transportes públicos, los espectáculos, el agua, la electricidad, el gas, el textil y la Unión Naval de Levante. Sobre todo la CNT, pero también la UGT (o los dos sindicatos de manera conjunta) impulsaron 353 colectividades agrícolas (en torno al 5% de la superficie agrícola total). Entre 1936 y 1939 la ciudad fue bombardeada en 442 ocasiones, sobre todo por la aviación y los barcos italianos con base en Palma de Mallorca (entre 315 y 835 muertos, y casi 3.000 heridos). El parlamento de la II República fue el Ayuntamiento de Valencia (al constituirse en capital republicana en noviembre de 1936), bombardeado en mayo de 1937. El 4 de julio de 1937 se inauguró el II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, con la presencia de intelectuales como Bertolt Brecht, Nicolás Guillén, André Malraux, Ilya Ehrenburg, Pablo Neruda, Octavio Paz o Tristan Tzara.

¿Qué queda de aquella capital republicana y de efervescencia revolucionaria en el verano de 1936? «Prácticamente ninguna señal, marca o monumento; ningún programa pedagógico ni política de memoria pública», responde Jorge Ramos Tolosa. «Pocos municipios conviven con esta desmemoria urbana». El historiador pone el ejemplo de otras ciudades como Albacete, Alcoy, Almería, Barcelona o Cartagena, que han recuperado los refugios de la guerra de 1936 y los han dado a conocer. Las cuatro décadas de dictadura franquista, según Ramos Tolosa, representaron un «memoricidio», sólo corregido por algunas «actuaciones simbólicas» de los ayuntamientos democráticos hasta 1991 (año en que empieza a gobernar el PP en la ciudad).

Las denominaciones de las calles daban testimonio del cambio de época. La calle Barón de Petrés se convirtió en la calle CNT; la Plaza de Cánovas, en Plaza de la Generalitat Catalana; la calle del Clergat pasó a calle del Frente Popular; la plaza Comte del Reial, a plaza Federico García Lorca; El callejero urbano apuntalaba un nuevo imaginario. De calle Conde Salvatierra, a calle Salvador Seguí; de calle Corona a calle «Pasionaria». Los vecinos de una de las principales arterias, la Gran Vía Marqués del Túria, vivían ahora en la Gran Vía Buenaventura Durruti. No menos llamativos fueron los cambios en la avenida del Puerto y la calle San Vicente, que se reconvirtieron en avenida Lenin y calle Largo Caballero.

Los bombardeos sobre Madrid en noviembre de 1936 alcanzaron el Museo del Prado y la Biblioteca Nacional, lo que forzó a un traslado del Tesoro Artístico Español. «Las obras más importantes se alojaron en las Torres de Serranos y el Colegio del Patriarca de Valencia, que se protegieron con la máxima minuciosidad y continuas revisiones», recuerda Jorge Ramos Tolosa. Los sótanos de las Torres aledañas al río Túria albergaron las obras de Velázquez, Goya o El Greco. Muy cerca, en la calle Serranos, se construyó un refugio antiaéreo para proteger a la población civil. Desde principios de 1937, detalla el investigador, «se habilitaron refugios públicos, privados, subterráneos y sobre el nivel de la calle; también en escuelas, ministerios, palacios, plazas e iglesias». Un total de 173, en una ciudad donde sólo el 14 y 15 de marzo los ataques aéreos mataron a 58 personas e hirieron a centenares.

El paseo por la «desmemoria» de la ciudad tiene obligatoria parada en la calle Metalurgia (antigua calle Caballeros). Allí se emplazaron tres ministerios: Agricultura, Industria y Justicia. Se da la circunstancia de que dos de los ministerios fueron dirigidos por miembros de la CNT, Joan Peiró (Industria) y García Oliver (Justicia). Precisamente en el casco antiguo pueden puntearse muchos de los hitos de la capital republicana. En la parte alta de la torre del Micalet se ubicaba el centro de observación antiaérea (que daba la alarma para que se activaran las sirenas de la ciudad), a tiro de piedra de la Oficina de Prensa Extranjera, que dependía del Ministerio de Estado. El recorrido esbozado por Jorge Ramos Tolosa continúa por la calle del Mar, que acogía en el número diez el edificio de la Universitat Popular, impulsada por la Federació Universitària Escolar (FUE), principal sindicato de estudiantes universitarios.

En paralelo a la calle del Mar se hallaba uno de los puntos neurálgicos de la capital, la calle de la Paz. Además de sedes de partidos políticos y sindicatos, en el inicio de la calle destacaba la escuela antifascista Lina Odena, que enseñaba a leer y escribir a mujeres que lo requerían; unas manzanas más adelante se encontraba la asociación Cultura Popular, junto al edificio de Solidaridad Antifascista Internacional y la sede de la organización anarquista y feminista Mujeres Libres. Adentrarse en la calle implicaba toparse con el Frente de la Juventud de España y el Comité Provincial de Mujeres Antifascistas, aunque Jorge Ramos Tolosa destaca sobre otros espacios la Casa de la Cultura. En un edificio cedido por la CNT, anteriormente sede del Hotel Palace, por la Casa de la Cultura se podía ver a Rafael Alberti, Rosa Chacel, León Felipe, Alejo Carpentier o María Teresa León; el presidente del patronato era Antonio Machado. Por otro café de esta calle principal, el Ideal Room, se dejaban caer Hemingway y Dos Passos, y pululaban escritores, bohemios, profesores y espías.

¿Qué ha ocurrido con este legado político y cultural? «Son desconocidas las marcas de los bombardeos en lugares tan céntricos como el zócalo del edificio del Ayuntamiento de Valencia». Además, «es habitual el desconocimiento de que durante más de dos años las bombas cayeron sobre la ciudad, y que incluso ésta fue capital del estado (sólo una placa colocada en 1984 por el equipo de gobierno del PSPV-PSOE recuerda el periodo); ninguna señal recuerda la sede de ministerios, embajadas o los centros sociales y culturales más relevantes», critica Ramos Tolosa.

Pese a todo, la memoria se concentra y densifica en un puñado de calles del centro. Como la dedicada a Máximo Gorki (hoy calle Comedias), donde la antigua sede de la Universitat de València, allí ubicada, acogió al Ministerio de Instrucción Pública. El edificio también se dio a conocer por los discursos de Azaña como presidente de la República. La ruta de la memoria tiene otro jalón relevante en la plaza de Emilio Castelar (hoy del Ayuntamiento) y su entorno, con las sedes del Comité Nacional de la CNT, el Comité Provincial de Izquierda Republicana y la Federación Local de Juventudes Libertarias. Prueba de la agitación política y cultural que en la zona se daba era el Ateneo Mercantil, con los grandes carteles antifascistas de Manuel Monleón o Josep Renau. También el cine Rialto y la «tribuna popular», donde Alberti, León Felipe y Antonio Machado recitaban poesías y leían discursos. El actual edificio de Correos, en la plaza del Ayuntamiento, era entonces la sede del Ministerio de Comunicaciones.

La invisibilización del pasado republicano y democrático contrasta con el recuerdo a los golpistas. Más de 60 calles de la ciudad llevan el nombre de miembros del bando sublevado o figuras del franquismo. El contraste entre dos calles paralelas -la avenida del Doctor Peset Aleixandre (rector de la universitat de València y diputado de Izquierda Republicana fusilado en 1941) y la calle Marco Merenciano (uno de los falangistas que lo delató)- revela una notoria equidistancia. Desde 1972, son 28 las calles dedicadas a personajes «caídos por Dios y por España» en Valencia, o que desplegaron una «gran actividad en pro del Movimiento». Al dictador no se le retiró la alcaldía honorífica hasta 2012 y la medalla de oro de la ciudad de Valencia hasta 2015, sin embargo Carrero Blanco mantiene la medalla de oro; Adolfo Rincón de Arellano, miembro fundador de Falange Española en Valencia y alcalde en el periodo 1958-1969, conserva los honores de alcalde honorífico. Ramos Tolosa también destaca los casos de José Iruretagoyena y José Urrutia, generales del bando franquista y regidores honoríficos de la ciudad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.