Una compañía norteamericana está a punto de concretar un jugoso (y monstruoso) proyecto: dinamitar tres glaciares chilenos para explotar oro. Lea aquí abajo esta desgarradora historia, en un reportaje de Marcel Claude para la agencia Altercom, que retrata muy bien el espíritu del «desarrollo» que mueve al capitalismo: para ganarse unos piches dólares vale la […]
Una compañía norteamericana está a punto de concretar un jugoso (y monstruoso) proyecto: dinamitar tres glaciares chilenos para explotar oro.
Lea aquí abajo esta desgarradora historia, en un reportaje de Marcel Claude para la agencia Altercom, que retrata muy bien el espíritu del «desarrollo» que mueve al capitalismo: para ganarse unos piches dólares vale la pena destruir la naturaleza.
El próximo 16 de febrero, la Comisión Regional del Medioambiente (Corema) de la III Región de Atacama, en el norte de Chile, aprobará el proyecto minero Pascua Lama. Como los organismos técnicos del Estado carecen de autonomía y sucumben ante las presiones políticas, la materialización de la millonaria inversión de Barrick Gold es sólo cuestión de tiempo.
Pese a que la minería del oro es una de las más contaminantes del mundo y a que al remover tres glaciares se pone en serio riesgo la conservación de la vida en el Valle del Huasco, Pascua Lama verá la luz frente a la negligencia cómplice del gobierno de Ricardo Lagos. Los efectos sociales y ambientales no son advertidos en la mirada miope de las autoridades que centran su discurso en la necesidad de apoyar proyectos como éste para tener un crecimiento económico sostenido.
En Pascua Lama, una vez más observamos una dicotomía que no existe, pues se quiere hacer creer que la preservación del medioambiente es una traba para el progreso de una nación. Apelar al desarrollo sustentable es justamente apostar por un justo crecimiento del país en todas sus áreas. Barrick Gold es la principal minera del mundo y espera en 20 años de explotación apropiarse de 10 mil millones de dólares en recursos naturales de todos los chilenos. Obviamente, con un enorme costo para el medioambiente y para la comunidad aledaña.
Esto no es desarrollo, pero la casta política chilena no lo entiende.
Para extraer 17 millones de onzas de oro, Barrick dinamitará tres glaciares que nutren de agua al valle del Huasco en la Tercera Región de Chile. Ahí se encuentra el desierto de Atacama, el más árido del mundo, y el agua escasea, por lo que el daño ambiental de Pascua Lama será irreparable porque contaminará las fuentes de vida y de trabajo de miles de pequeños agricultores.
Mientras en el agua habrá mercurio, los habitantes del Huasco respirarán arsénico y otras emisiones tóxicas de la minería del oro. Pero qué importa cuando se trata de una inversión tan millonaria, que elevará los indicadores del Producto Interno Bruto y dejará contento a las autoridades del momento. Esas mismas que no entienden de qué se trata el desarrollo.
Ni siquiera los nefastos precedentes de otros desastres ecológicos han alertado a quienes deben velar por el resguardo medioambiental. El caso más paradigmático del último año ocurrió en el río Cruces de Valdivia, donde la planta de celulosa de Anacleto Angelini acabó con la vida en un Santuario de la Naturaleza, protegido internacionalmente.
En Chile, existe una sumisión total frente al poder avasallador de los grandes grupos económicos, que se materializa en el actual modelo de acumulación, y no de desarrollo, que estimulan las autoridades gubernamentales. La acelerada conversión de capital natural en capital financiero ha puesto a nuestro país como vitrina para quienes quieren copiar el modelo neoliberal en Sudamérica.
La Presidenta debe dar un giro a esta docilidad ante el poder económico y mantener su compromiso de candidata de no remover los glaciares del Valle de Huasco, por ende de rechazar el proyecto de Barrick Gold.
Permitir que un proyecto tan emblemático se apruebe a días de que asuma su cargo, sería una clara señal de que la tan vociferada nueva relación con la ciudadanía fue sólo un discurso para la campaña.
Ojalá que Michelle Bachelet decida en su gobierno el futuro del proyecto Pascua Lama, y no repita los mismos males que Lagos ha amplificado en Chile, como la escandalosa distribución del ingreso, los grandes desastres ecológicos, el triunfo de los conglomerados económicos y la desesperanza de los millones de chilenos alejados de lo que los últimos gobiernos llaman «desarrollo».