Los territorios productivos son espacios que han sido seleccionados de acuerdo a los sitios donde se encuentran materiales genéticos de embriones originarios y semillas precolombinas. Estos territorios se demarcan según las escuelas bolivarianas, rurales e indígenas, vinculándose hasta el momento 9 etnias y cubriendo 16 estados del país. Esta originaria iniciativa, nacida en el proceso […]
Los territorios productivos son espacios que han sido seleccionados de acuerdo a los sitios donde se encuentran materiales genéticos de embriones originarios y semillas precolombinas. Estos territorios se demarcan según las escuelas bolivarianas, rurales e indígenas, vinculándose hasta el momento 9 etnias y cubriendo 16 estados del país.
Esta originaria iniciativa, nacida en el proceso revolucionario venezolano, comienza a sistematizar el caudal de conocimientos que se han registrado, partiendo de distintas metódicas participativas. Se trata de una relación entre los maestros y alumnos de las escuelas con los «libros vivientes», quienes son personas en su mayoría ancianas, que guardan un profundo conocimiento ancestral sobre las características y manejo ambiental de nuestros recursos genéticos que, a lo largo de la historia, permanecen aún en nuestros espacios rurales.
Hasta el momento, con un promedio 40 escuelas por estado, nos garantizan aproximadamente 500 territorios productivos, donde los representantes de los colegios en conjunto con los «libros vivientes» han verificado y establecido in situ cómo seleccionan sus semillas; cómo las secan y las preservan; cómo las germinan; cómo se siembran y cómo se cuidan los cultivos (agroecológicamente); cómo se le da valor agregado a los productos, cómo se comercializa y se valora la cultura gastronómica del cultivo-alimento en su área geográfica. Todos estos conocimientos se han valorado en 37 cultivos precolombinos y en cruces de animales y embriones. Un denso conocimiento se ha generado, el cual es indispensable rescatarlo y revalorarlo como parte de nuestro patrimonio cultural y científico, para ser transferido a nuestras nuevas generaciones y sustancialmente poder colaborar con el auténtico fundamento de una política de soberanía agroalimentaria, como es la base de nuestras semillas y embriones autóctonos.
Los territorios productivos que se han venido definiendo nos reportan cultivos con los siguientes aportes amerindios: yuca, maíz cacao, batata, papa, maní, tomate, ají, pimentón, vainilla, caraotas, frijoles, auyama, ocumo, chayota, mapuey, moriche, palmito, onoto, frutales como la lechosa, guayaba, mapuey, guanábana, aguacate, piña, níspero, riñón o anón, merey, cotoperíz, parchita, hicaco, jobo, semeruco o cerecita, la maya, el merecure, plantas como algodón, tabaco, coca. Animales y embriones: gallinas (diferentes cruces), pollos, gallos, pavos, patos, guineos, gansos, codorniz, perdiz, palomas, guacharaca, pájaros, avestruz, ganado, morrocoy, cochino, abejas, ovejas, perros, peces, burros, mulas, caballos macho, yegua, chiguire, danta, chivos, gatos, búfalo, gusanos de seda entre otros.
El valor de las metódicas participativas
Este inédito y valioso encuentro reflexivo en relación al tema de los germoplasmas y embriones ha sido financieramente apoyado por la Lic. Trina Manrique del CONAC, siendo concebido por un revolucionario a carta cabal, curtido en las luchas de los 60, el compañero. Libio Rangel, quien en conjunto con 140 facilitadores a nivel nacional, iniciaron sus viajes por los territorios señalados haciendo uso de los calendarios productivos social y culturalmente. Dicha metódica participativa ha estado orientada a sustentar un proceso de investigación y acción permanente de las particularidades socioculturales del entorno escolar y sus comunidades. Desde el inicio se destacó el legado histórico gastronómico de las comunidades productivas, llegándose a encontrar con este cúmulo de conocimientos e iniciativas que apuntan hacia la construcción colectiva de una referencia nacional e internacional, la cual exponga, valore y potencie las múltiples ventajas comparativas que nuestros sistemas agrícolas tropicales nos presentan como las bases materiales de la agricultura social del siglo XXI.
Reflexiones encontradas:
Las distintas dinámicas de las metódicas participativas que se han utilizado con los «libros vivientes» presagian llenar 3000 cuadernos de registros para analizarlos, sistematizarlos y presentárselos al Presidente Chávez.
Naturalmente de esta cantidad de registros se desprenden un sin fin de reflexiones en diferentes dimensiones, dignas de ser tomadas en cuenta para acercarse a debatir desde otras perspectivas científicas e ideológicas, lo que debe ser una auténtica política de soberanía agroalimentaria.
A continuación presentamos algunas reflexiones fundamentales para la propuesta sugerida:
1) No cabe dudas que existen en nuestras comunidades productivas estrategias agroalimentarias locales definidas por los campesinos y productores.
2) Dichas estrategias han tenido un uso sustentable de los recursos naturales, donde los campesinos y productores demuestran conocimientos de sus limitaciones y potencialidades ecológicas y biológicas, haciendo uso de tecnologías populares propias de su racionalidad ambiental y de su acervo histórico-cultural.
3) Se afianza el significado y reconocimiento social y cultural del conocimiento productivo de nuestro campesino como base para lograr una autosuficiencia agroalimentaria local, totalmente desconocida por las instituciones de investigación y académicas de las ciencias agrícolas y pecuarias. Se cumple con la aplicación de l Articulo No 19 de la Ley de Tierras.
4) Una vez más se pone de manifiesto que el atributo de la endogeneidad agroalimentaria debe sustentarse en el manejo agroecológico del suelo y el sistema productivo como base para garantizar la utilización y la pureza de los materiales genéticos que tenemos en nuestro país. Dicho de otra manera, para avanzar en al oferta y la demanda de un sistema o cadena productiva hacia la consecución de una seguridad y soberanía agroalimentaria local y regional, debemos tomar en cuenta que la preservación, manejo y uso de nuestra biodiversidad es y será inseparable de cualquiera de las estrategias agroalimentarias a definir para superar el hambre.
5) Las experiencias de los territorios productivos venezolanos se relacionan con otros procesos investigativos de algunos países latinoamericanos tropicales, los cuales también nos demuestran que es posible encontrar un equilibrio social y ecológico de las áreas donde se han establecido las dinámicas productivas similares a las nuestras.
Reflexiones finales:
Es nuestro devenir revolucionario hemos aprendido y compartido con el Movimiento Vía Campesina, que la lucha por el derecho a la tierra y los territorios, el derecho al acceso al agua, los bosques, los suelos y la defensa de la vida son inseparables de la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a decidir de forma autóctona, sin ningún tipo de presión, ni imposición, la agricultura que quieren tener y los alimentos que quieren consumir como se ha establecido en nuestra Constitución Nacional. Afirmamos, sin semillas no hay agricultura, sin agricultura no hay alimentos y sin alimentos no hay pueblos.
Una vez que en nuestra Venezuela revolucionaria hemos re-encontrado las bases de nuestro patrimonio genético de nuestras semillas y embriones, nos preguntamos
¿Qué instituciones del gobierno nacional van a potenciar los conocimientos rescatados y valorados en los territorios productivos?
¿Cuales instituciones gubernamentales de la academia que siguen a espaldas al proceso revolucionario agroalimentario, incorporarán el carácter científico y tecnológico que nuestros recursos genéticos nos están aportando?
¿Cómo nuestra bien ofertada asesoría internacional cubana, brasilera y argentina en materia agroalimentaria pueden integrar las enseñanzas de nuestros territorios productivos?
¿Como podríamos institucionalmente articular los conocimientos encontrados en los territorios productivos y producir la sinergia exigida en impulsar nuestra soberanía agroalimentaria?
¿Qué debiésemos hacer para que este inédito proceso de revalorar nuestro patrimonio genético-biológico no fallezca, no lo desvirtuemos y pueda recibir un sustancial apoyo del gobierno nacional para su ampliación?
Por último; ante la inexistencia de una institución gubernamental que haya podido dedicarse a las actividades de los territorios productivos y ante los resultados encontrados, muchos nos preguntamos ¿constituyen estos conocimientos las bases para la creación de un Ministerio de Asuntos Campesinos? Hacemos tal reflexión, por cuanto la situación actual de cualquier proceso de soberanía alimentaria pasa también por saber distinguir que en el mundo existen dos tipos de agriculturas que se encuentran enfrentadas. La agricultura industrial corporativa transgénica que siempre ha tenido el suficiente apoyo para su relativo desarrollo científico y tecnológico y, la agricultura de los pequeños productores, que aún sin los apoyos requeridos, nos siguen demostrando su existencia y otras reales posibilidades de su desarrollo.