Si algo bueno nos ha traído este infernal verano con calurosas cartas credenciales, además de la ausencia de apagones, ha sido el Festival Nacional del Humor Aquelarre que acaba de culminar en estos días. Ni las inclemencias del tiempo ni las dificultades para el desplazamiento dentro de la ciudad impidieron que un teatro como el […]
Si algo bueno nos ha traído este infernal verano con calurosas cartas credenciales, además de la ausencia de apagones, ha sido el Festival Nacional del Humor Aquelarre que acaba de culminar en estos días.
Ni las inclemencias del tiempo ni las dificultades para el desplazamiento dentro de la ciudad impidieron que un teatro como el Carlos Marx, en su tiempo nombrado Blanquita y considerado entre los tres más grandes del mundo, se colmara de un peculiar público que aplaudió con ganas a nuestros mejores humoristas.
En Cuba, como se sabe, el choteo va acompañado de serios asuntos. El show presentado y titulado «Hasta que la Wifi nos separe» nos deparó risas, sonrisas y profundas reflexiones de nuestro día a día.
El cierre del espectáculo, patrocinado por el Centro Promotor del Humor, no pudo ser más encomiado. Los populares Riquimbili y el Colorao, sentados en un parque Wifi para contactar un viejo amigo que después de dos décadas regresaba a Cuba. Y no desde Miami, como suponía uno de ellos, sino de la mismísima Angola. Fino y ocurrente humor, con mucho o casi todo de la mano de la improvisación. Ojalá fuera grabado y mostrado al gran público, acción que dudo porque a no pocos en las alturas podría molestar.
En un ambiente menos concurrido, dada la capacidad del antiguo cine Olimpic, ahora devenido teatro Raquel Revuelta, transcurrió la obra «Sin pelos en la lengua», otro buen regalo para aquellos que ríen y piensan al mismo tiempo. Como bien rezaba en su programa, «un show cardíaco, crítico», bajo el paraguas del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y el Centro de Teatro de La Habana.
Otro cine, convertido en teatro, como lo es ahora el antiguo y legendario Arenal, nos trajo la obra «Farándula», una atrevida comedia melodramática con el tema del trapicheo de medicamentos y la drogadicción. Factura de solo diez pesos cubanos muy bien empleada y con buena asistencia.
Encomiable la actuación de nuestros humoristas y actores. Uno les escucha, le presta la debida atención a cada uno de sus bocadillos y no tiene otra opción que sugerirle al visitante no lea periódicos ni revistas, sino que ocupe espacio en una luneta, casi todas de primer mundo para nada incómodas. Entonces, a juego de luces, que son tan importantes como los mismos personajes, tendrá un acercamiento a la realidad que vivimos.
Fuente: http://progresosemanal.us/20180712/verdades-a-carcajadas/