La muerte del Ayoloco es una catástrofe ecológica irreversible y una advertencia de que los pocos glaciares mexicanos que quedan podrían desaparecer en las próximas décadas.
El autobús Estrella Roja avanza por la carretera federal 150 desde la zona metropolitana de Ciudad de México hacia Puebla, capital del Estado de Puebla. A mitad del trayecto, el autobús, con sus pasajeros acomodados en desgastados asientos de felpa, con una producción actual de Hollywood doblada al español proyectada en varios monitores de vídeo repartidos por la cabina, cruza un punto relativamente bajo en la cresta que forma la frontera natural entre las dos regiones demográficas mexicanas, y luego comienza a descender.
Hacia el sur, las altitudes de este parque nacional son impresionantes: el volcán extinto Iztaccíhuatl, llamado «mujer blanca» en náhuatl por sus picos nevados, o «mujer dormida» en español por sus curvas onduladas, se eleva a 5.215 m, mientras que el todavía activo Popocatépetl, amante de Iztaccíhuatl según la leyenda, que hasta hoy entra en erupción periódicamente en señal de dolor por su desaparición, alcanza los 5.426 m.
Investigadores de la UNAM dejaron un mensaje a las generaciones futuras a través de una placa de acero que declara la muerte del glaciar Ayoloco | Cortesía UNAM
Los glaciares son una importante fuente de agua dulce y de regulación del clima, y no se puede subestimar la gravedad de esta pérdida. Ayoloco era el mayor glaciar del Iztaccíhuatl
Si no fuera por la espesa capa de smog que se cierne sobre la capital del país, que en su día fue la ciudad más contaminada del mundo y que lucha por descender en la lista, la pareja estaría siempre a la vista; la visibilidad es mejor desde Puebla, sobre todo desde la cima de Cholula, donde se erigió un templo católico sobre la pirámide del Tlachihualtepetl en el año 1500.
Se cree que antes había 18 glaciares a lo largo de la Cordillera del Sol, sobre la que el sol se eleva para contemplar la gran y antigua ciudad de Tenochtitlan, como se llamaba la capital antes de la invasión española en el siglo XVI. A principios del siglo XXI, sólo quedaban tres glaciares, y ahora, sólo dos. En 2018, el glaciar de Ayoloco se quedó sin nieve, y hace una semana, en abril de 2021, geofísicos de la Universidad Autónoma de México (UNAM) anunciaron oficialmente su muerte.
Los glaciares son una importante fuente de agua dulce y de regulación del clima, y no se puede subestimar la gravedad de esta pérdida. Ayoloco era el mayor glaciar del Iztaccíhuatl; sin él, la princesa azteca ha perdido su blanco vestido de novia y ahora sólo está cubierta de roca gris y dentada. Hace cinco días, investigadores de la UNAM subieron a la cima y colocaron la siguiente placa, una admisión de culpa colectiva expresada en palabras sencillas, dirigidas «A las generaciones futuras»:
“Aquí existió el glaciar Ayoloco y retrocedió hasta desaparecer en 2018. En las próximas décadas los glaciares mexicanos desaparecerán irremediablemente. Esta placa es para dejar constancia de que sabíamos lo que estaba sucediendo y lo que era necesario hacer. Sólo ustedes sabrán si lo hicimos”.
Fuente: https://www.opendemocracy.net/es/crisis-climatica-glaciar-mexicano-ayoloco/