Eva Moreno-Lago reconstruye la vida y obra de una de las figuras más desconocidas de la escena teatral española, unas de las mujeres olvidadas del 27.
Antes de profundizar en Victorina Durán, una de las mujeres más olvidadas de las ya olvidadas mujeres de la Generación del 27, conviene explicar quién ha escrito su biografía, publicada recientemente en la editorial Renacimiento. Porque tal vez sin Eva Moreno-Lago, la autora de Victorina Durán, una vida llamada teatro, no estaríamos hoy hablando de esta creadora madrileña que renovó la plástica escénica, especialmente en el ámbito del vestuario, tanto en el teatro español como en el argentino.
Durán, para que nos hagamos una idea, participó en grandes obras, como la primera película de Bodas de sangre, de Lorca, en 1938, sin que su nombre saliera en los créditos; obtuvo dos medallas en la Exposición Internacional de Arte Decorativo e Industrial de París de 1925, una de las citas artísticas más importantes del mundo en aquel momento; ganó, frente a ocho hombres, la cátedra de Indumentaria del Real Conservatorio de Música y Declamación. Sobrevivió a las imposiciones y corsés de la época y de su propia familia para ser todo lo que quiso ser: escenógrafa, figurinista, dramaturga, guionista, directora de teatro, productora, docente, periodista, pintora, conferenciante, crítica de arte y de cine, escritora, poeta, fotógrafa, percusionista e incluso empresaria de un bar de copas. Y, entre otras cuestiones, tuvo que exiliarse por ser lesbiana.
“Acercarnos a la vida de esta artista implica descubrir una red femenina integrada por mujeres (unas intelectuales y otras no) que, pese a la magnitud de su aportación a las artes y las letras, permanecen en su mayoría como grandes desconocidas para la historia”, escribe Moreno-Lago en el libro, una defensa, a su vez, de las investigaciones apasionadas, como ella misma las denomina. Que no es otra cosa que romper las costuras de la academia, anclada, según considera la autora y profesora de la Universidad de Sevilla, en «la lógica patriarcal y capitalista«.
Eva Moreno-Lago se crió en Almadén de la Plata (Sevilla) hace 35 años. Nadie antes en su familia había estudiado una carrera. Su abuela, por ejemplo, no sabía leer ni había salido nunca de los confines de ese pequeño pueblo de la Sierra Norte sevillana. Ella sí, ella salió de ahí, un lugar que puede amarse y odiarse al mismo tiempo, cuando aún era una niña y observó que eran posibles otros mundos. Con sus vivencias, comprendió también que los otros mundos nunca llegarían a esos lugares remotos, a esas gentes, a esas otras mujeres como su abuela si no se traducían. Se dio cuenta de que no llegarían, por tanto, las Victorinas ni tantas otras mujeres referentes de vida y que tanto pueden cambiar las vidas de las demás. Por eso, cuenta, escribió este libro, para que todas, más allá de donde nazcamos, entendamos por qué nos pasan unas cosas y no otras.

He leído que su madre, la de usted, era modista. ¿Puede que su madre, de alguna manera, le abriera el camino para encontrar a Victorina Durán? Es decir, de no haber sido su madre modista, ¿habría llegado a Victorina? ¿Cuánto hay en su investigación de lo que usted ha vivido personalmente?
Mucho, y eso tiene que ver con haber encontrado a este personaje. Yo trabajo en la universidad y parece que tiene que haber una desconexión entre las experiencias personales y la investigación. Y yo creo que no. Yo creo que lo que nos conecta con una investigación apasionada, que es lo que yo reivindico, obviamente tiene que ver con nosotras, con nuestras experiencias, porque cuando a ti te remueve algo es porque lo conectas con tu vida. Y por eso esa investigación o ese referente, en este caso, te va a llenar más. Y creo, además, que no le tiene que quitar mérito a tu estudio. Las investigaciones no son objetivas, no pueden ser objetivas. Ni la mía, ni la de ningún investigador o investigadora. Uno hace unas elecciones y toma unas decisiones en su vida por muchos motivos, pero dentro de los motivos hay una experiencia personal que te lleva a que te gusten o no unas cosas u otras, a que tengas una inquietud, unas curiosidades. Y eso se tiene que poner también de relevancia, yo no lo quería ocultar. La investigación sin la pasión es imposible, y la pasión conecta con nuestras propias experiencias personales.
¿Y esa pasión se traduce también a la hora de escribir la historia?
Exacto. Yo defendí la tesis sobre la trayectoria de Victorina Durán en 2018 pero no la llegué a publicar porque había partes que quería sacar en la biografía, que al final no tiene nada que ver con la tesis porque el formato era infumable para el público general. En esta biografía de Victorina Durán he hecho todo lo contrario. Yo estoy muy acostumbrada a la escritura académica y he entendido que es una forma de hacer que la investigación quede solamente en una minoría. Y sí, tienes que adaptarte a ciertos estilos, dependiendo de dónde estés o dónde vayas a publicar, en revistas científicas especializadas, etc. Pero incluso ahí creo que estoy haciendo un trabajo de desencorsetar la forma rígida del lenguaje y de la academia. Porque, para mí, toda esa estructura rígida de la academia tiene una base muy patriarcal y capitalista, la del conocimiento por unos cuantos, de la autoridad, como el cultismo en el Barroco, para que solamente lo entiendan unos pocos.
Y en esos pocos casi nunca están las mujeres, por cierto.
Yo tengo 35 años y llevo 11 años en la academia, pero parto de una base muy humilde. En algún momento, entiendes que tienes que seguir esas dinámicas, pero cuando estás en esas dinámicas casi que no te reconoces. Yo no he nacido en la academia, es decir, nadie en mi familia ha estudiado. Por tanto, de repente hay un choque, una crisis prácticamente identitaria, diría yo. Y te planteas: «A ver, si yo hago esto así, mi familia, por muy interesada que esté en el tema y otras personas, no se van a enterar”. El conocimiento tiene que ser accesible. Y no me refiero a que los artículos estén abiertos, que sí, que eso hace la ciencia abierta, sino a que tienen que poder leerse y entenderse bien.
Porque ocurre que, muchas veces, ni siquiera nuestro alumnado es capaz de entender ciertos discursos y ciertos artículos científicos. En cierto modo, ha sido también un desaprender, porque si tú quieres entrar en la academia, entras en estas dinámicas, pero cuando entras en la academia y a la misma vez abrazas los estudios de género, los estudios queer, etc. y partes de una base de una familia humilde como yo, ocurre esto.
¿Quién fue Victorina Durán?
Victorina es un referente artístico, cultural, pero también vital y eso no pasa con otros artistas. Si pensamos en Picasso, por ejemplo, podemos adorar su obra, pero no lo podemos tener como un referente. Es decir, tenemos en la historia del arte y la literatura a grandes genios, pero no los podemos tener como referentes de vida. A Victorina sí. Y eso es lo que nos ayuda, es la aportación a la sociedad, una mujer que, con tantos obstáculos, empieza y termina su biografía diciendo: “He sido y soy feliz”.
Los obstáculos comienzan en su propia familia.
Sí, ella dice que quiere ser actriz y la familia no la deja y coge otro camino. Yo me tomo la licencia y reflexiono sobre ello, sobre cómo la vida muchas veces nos pone obstáculos, pasamos por momentos de frustración, pero encontramos otros caminos que no son los que teníamos previstos, que no son los que esperábamos, y que pueden ser incluso más maravillosos que los que nos habíamos planteado a priori. Ese es el aprendizaje que nos llevamos de los referentes, porque a nosotras mismas nos pasan cosas muy parecidas.
Por eso, en muchos momentos en los que estamos perdidas, tener ciertos referentes nos da herramientas, y entendemos que hemos tenido una genealogía femenina bastante cercenada y mutilada, que no es algo que nos pase a ti o a mí en concreto, sino que es algo que nos pasa a nosotras. Empezamos a descubrir a otras mujeres que no son las que la literatura nos ha puesto como referentes, que siempre han sido o modelos de puta o de santa, todos estos binomios opuestos que nos han hecho tanto daño. Por eso creo que la biografía de Victorina o las de muchas de estas mujeres llegan tanto, porque te ves reflejada en un montón de momentos vitales. Es uno de los legados más bonitos que nos pueden dejar.
Cuenta usted que en las memorias que Victorina Durán dejó escritas ya denunciaba toda la violencia que existía entonces y que sigue existiendo. Siguen siendo reflexiones actuales.
Ella denuncia, sobre todo, en las obras de teatro. En los años 40, por ejemplo, escribió una obra basada en un hecho real sobre el secuestro y la violación de niñas. Pero claro, esas obras son inéditas porque son temáticas muy fuertes. Incluso en el teatro contemporáneo no encontramos esas temáticas tratadas de una forma tan directa, una denuncia tan directa. Ella no lo hace solo con el objetivo de denunciar, sino también de crear referente porque entiende que las mujeres que aman a otras mujeres, lesbianas y bisexuales, tienen un sufrimiento particular, comenzando por el rechazo de familiares y amigos, como le ocurrió a ella, que tuvo una relación con María del Carmen Vernacci. Y eso lo vemos en sus escritos, una persecución social muy grande, familiar y eclesiástica.

¿Por qué escribían estos temas si sabían que eran impublicables en aquella época?
Yo hablo de una escritura de la sanación, es decir, había ciertos temas que estas mujeres necesitaban escribir y les daba igual si se publicaban o no. La urgencia era otra. Muchas veces, sobre todo las mujeres, escriben sin una pretensión del éxito, de la fama, de la representación, del reconocimiento, y supone un contraste muy fuerte con la figura masculina, que vemos que, desde el exilio, se adaptan más a las exigencias comerciales. A estas mujeres, por el contrario, les importaba bien poco porque, como digo, había una necesidad más de desahogo, de entenderse las unas con las otras. En círculos más cerrados, leen sus producciones, porque en su agenda veo muchas veces cómo se reunían para leer obras de las amigas, y entiendo que es una dinámica.
En el mismo círculo que ella en Buenos Aires estaba Elena Fortún, de quien también se quedaron inéditas Oculto Sendero y El pensionado de Santa Casilda por la temática, por la misma temática. Ellas saben que no pueden escribir eso para ganar dinero, hay otros motivos en la escritura. Y, obviamente, no tiene nada que ver con la calidad, porque ahora Oculto Sendero, por ejemplo, está teniendo un éxito increíble y nadie cuestiona la calidad. Pero es que la temática sobre la violencia de género y el secuestro te imposibilitaba la circulación de esa obra. Es que ni se les ocurría escribir a editoriales.
De todas las mujeres olvidadas del 27, Victorina Durán es quizás una de las más olvidadas. ¿Por qué?
Hay muchos motivos. Está el hecho de que las mujeres que se han recuperado eran escritoras o prioritariamente escritoras. Sabemos que ella fue escritora, pero no con publicaciones en vida. Tenemos siete obras de teatro, poesía, tenemos tres memorias, están saliendo guiones de cine… Pero todo es póstumo. Otro motivo del olvido es la poca estima que se le tenía a las mujeres que trabajaban en el teatro y que no eran actrices, y que participaron en la renovación teatral como ella. Victorina, sin embargo, es una pieza clave para entender la renovación teatral. En España no entenderíamos ahora mismo el diseño de vestuario como profesión sin Victorina. Sin otras muchas figuras también, pero se consolida en ese momento. El vestuario comienza a tener una connotación artística con las vanguardias. Y ella está en una profesión que no se valora desde el mismo teatro. La escenografía tal vez un poco más, pero ella decide entrar más en el vestuario porque necesitaba ese aporte teórico y a la misma vez práctico para que se produjera el cambio. Ahora hay un reconocimiento, pero en ese momento no. Hay muchas producciones en las que yo sé que participó y que hizo el diseño de vestuario pero no aparece en en el programa de mano ni en el cartel. No hay documentación, no hay reseñas que hablen de su trabajo artístico, que la mencionen.
Por ejemplo, ella participó en Argentina en Bodas de sangre, que fue la primera adaptación cinematográfica de una obra teatral de Lorca, en 1938. Tenemos fotos, tenemos bocetos, tenemos el contrato que le hizo Margarita Xirgu… Pero llegamos a los créditos y no está su nombre. Ni el de ella ni el de ninguna diseñadora de vestuario. Las mujeres que más conocemos dentro del teatro son actrices, ni siquiera las dramaturgas.
¿Y por ser lesbiana?
Sí, las grandes mujeres de la Generación del 27 que nos han llegado, prácticamente cumplían un rol más o menos esperado: estaban casadas, les fue mejor o peor en los matrimonios… Pero ella era lesbiana y estaba muy lejos de la imagen feminizada que se esperaba de las mujeres. Victorina está muy masculinizada físicamente y eso ya crea un rechazo. Rompe todos los patrones, los roles, las imposiciones, y creo que era una estrategia para identificarse –ella nunca dijo ‘soy lesbiana’– y entrar, a su vez, en un mundo tan masculinizado como la escenografía, porque, al final, ella trataba con carpinteros, técnicos, diseñadores de luces. Era también una forma de sobrevivir en ese mundo tan masculinizado y evitar así que todo el rato te hicieran comentarios incómodos. Por encima de artistas, escritoras, literatas, pintoras, son mujeres frente a los ojos del resto de sus colegas contemporáneos, de los que necesitan aprobación para publicar en revistas, ser aceptadas en los círculos literarios.

Habla en la biografía del sexilio, otro motivo del exilio en la guerra civil poco estudiado también.
Sí. Dentro de los estudios del exilio, al menos del exilio republicano, no hay una mirada, no hay una recuperación desde este punto de vista. Seguramente tendremos un montón de muertos y muertas en las cunetas que no sabemos que fueron fusilados precisamente por eso, por su orientación sexual, porque hay una falta de información, nos faltan los expedientes o han desaparecido o son muy superficiales.
Ella también es un referente en ello y nos hace pensar que no todo el mundo se exilió por motivos exclusivamente políticos, y eso nos habla también del hoy, cuando sigue habiendo personas que salen de sus países porque no hay una aceptación. Ahora ha salido una nueva normativa en Europa que insta a los Estados a reconocer los matrimonios igualitarios aunque no sean legales en sus países. Esto es un reflejo todavía de que este sexilio se sigue produciendo, aunque no se jueguen su integridad física, pero sí muchos derechos.
Recoge usted una frase suya que me llamó la atención por la actualidad que implica también. Decía que ya mayor no salía de casa porque consideraba que Madrid estaba insoportable.
Sí, sí. Yo creo que lo decía en dos sentidos. Uno, en el sentido de la gentrificación. A ella le encantaba Ópera, su barrio en Madrid, y de repente vio que ya no podía salir ni pasear porque estaba lleno de turistas. Es también uno de nuestros grandes problemas actuales, es decir, estamos expulsando a los vecinos de sus barrios de toda la vida para poner por delante el turismo. Cerramos viviendas, echamos a la gente, ponemos alquileres insoportables…
Y dos, ella ya empezó a quejarse de algo que ha ido a peor y que actualmente es un gran problema nuestro, ahora que se han cumplido los 50 años del fallecimiento de este señor del bigote, como yo digo: cómo está la democracia. Tiene un poema muy sarcástico sobre ello, sobre cómo se pasó del franquismo a la democracia.
“Ya hemos votao. Ya hemos votao y algún panoli ni siquiera se ha enterao.
España y la Democracia
ay qué risa y ay qué guasa quién te ha visto y quién te ve. Se cambian la camiseta
le dan vuelta a la chaqueta
no quieren perder el tren.
El que comió a dos carrillos
besando el culo al Caudillo
hoy pide a gritos perdón.
Se proclama en la lista
con Carrillo o Albornoz […]”.
Victorina no creyó nunca en esa democracia, es decir, se burlaba del paso de la democracia. Somos de los pocos países que ha tenido una dictadura tan brutal y aquí no es delito hacer apología del franquismo. Lo que critica ella es que hubo un día en que muchas personas se acostaron franquistas y se levantaron demócratas. Eso es una falsedad, cambiarse la chaqueta, aquí no ha pasado nada, tú has cometido un montón de crímenes pero vas a seguir trabajando en el mismo país diciendo ahora que ya es libre, en el Gobierno y ocupando puestos de poder. Hubo ahí como un lavado de cara, nuestro país tiene una deuda con nuestra memoria histórica y por eso también hablaba de lo insoportable que estaba Madrid. Yo creo que ella vio allí una hipocresía muy gorda.
Ella, además, donó su cuerpo a la ciencia, no hay una tumba, un lugar que diga que aquí yace Victorina Durán, lo que contribuye más al olvido, ¿no?
Fue práctica hasta el final. Pero no hace falta que tengamos un cuerpo. Hace falta que dentro del urbanismo haya un reconocimiento, una placa que diga dónde nació. Eso no está y creo que va a tardar. La presencia de estas referentes en el urbanismo es muy importante, porque, no sé, nosotros paseamos y vemos continuamente nombres de hombres, y están ahí, nos resuenan, y sabremos más o sabremos menos sobre quiénes son esas figuras, pero están ahí, en nuestro imaginario y sabemos que son importantes.
En Sevilla, por ejemplo, los referentes femeninos que tenemos en nuestro urbanismo son vírgenes y santas. Por eso, la ausencia de todas estas mujeres referentes, de esta genealogía femenina –y no solo hablo del 27– es algo que hay que revisar. Esa ausencia que hay en el urbanismo es grave.
Victorina, por cierto, ganó también la cátedra a ocho hombres.
Sí, yo creo que ella fue una gran pionera en un montón de aspectos, abrió muchos caminos a todas las mujeres que veníamos detrás. Ganó a ocho hombres que, además, muchos de ellos eran familiares de los que conformaban el tribunal, sabiendo la endogamia que hay en este tipo de concursos. Victorina era consciente de ello. Y esto también nos sigue pasando ahora, que tenemos que ser mucho más buenas, tenemos que ser dos, tres o cuatro veces más buenas que los hombres para poder quedar las primeras o ser consideradas. Ella tenía un programa impresionante, una historia de la indumentaria fascinante. Y solamente así pudo ganar, porque si hubiera quedado más o menos igualada, no hubiera ganado la cátedra. Es decir, si hubiera sobresalido solo un poquito, hubieran cogido a un hombre. No tengo datos, no tengo pruebas, pero tampoco dudas, porque es algo que seguimos arrastrando hasta ahora. Eso hace también que nosotras tengamos una resiliencia mayor y una cultura del esfuerzo, del trabajo, mucho mayor.
Se quedó ciega y aun así siguió creando hasta el final.
Tenía una creatividad que no la podía parar, un mundo interior tan rico que necesitaba el arte para expresarse. No es extraño que al final de su vida pintara bailarines. Parece que ella diseña el escenario en el que nace y en el que muere como un escenario perfecto de su vida: nace en una familia de bailarines y muere pintando estas figuras danzantes. Y esto me recuerda también a mi abuela, que murió recientemente. Ya no hablaba y con lo único que reaccionaba en su última etapa era con la música. Le apasionaba la música y cantaba muy bien, pero le prohibieron cantar en público. ¿Qué es lo que aparece en estos últimos momentos de la vida de las personas? Lo que nos llena. Sin una investigación apasionada no es fácil verlo.
Fuente: https://www.lamarea.com/2025/12/17/victorina-duran-sexilio/


