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La historia de una joven haitiana que se ha salvado de la explotación sexual en la República Dominicana

Vida de una clandestina

Fuentes: PeaceReporter

Traducido del italiano para Rebelión y Tlaxcala por Gonzalo Hernández

¿Cuánto cuesta salvar la vida de una joven haitiana clandestina, de quince años? Y más en concreto, ¿qué valor tiene la vida de una menor de Haití, clandestina, en la República Dominicana?

Si la respuesta de la primera pregunta es «mucho», en la segunda el asunto se complica: según parece, la vida de una mujer menor de Haití, y además sin tener los papeles en regla, no vale absolutamente nada.

Lo confirma la historia de un cooperante italiano, Gianni Dal Mas, que un día decidió ir a comprobar personalmente lo que conoció durante una larga estancia en la República Dominicana.

La historia. Un par de semanas antes de la navidad de 2005, Gianni, que se dedica diariamente al tema de la inmigración, decidió ocuparse de las menores (ya fueran haitianas o dominicanas) que se prostituían en los bares de Montecristi, pequeña ciudad al norte del país, no muy lejos de la frontera con Haití.

Aquí se encuentra con una escena terrible: una joven de quince años recibía palizas de su proxeneta porque se negaba a prostituirse por el precio que él había acordado, ante la presencia de un nutrido grupo de personas, que no intervinieron. Gianni consiguió sacar de ahí a la joven, arrancándosela de las manos al hombre (haitiano también él) y quedándosela bajo su protección. Enseguida el cooperante italiano se dio cuenta de que se trataba de una de las tantas jóvenes víctimas de la «trata de personas de explotación sexual», que es una práctica muy difundida en la República Dominicana, pero de la que poco se habla. Los estudios y las investigaciones de las que disponemos todavía no dan suficiente luz sobre la trastienda de esta barbarie.

Dificultades con las autoridades. Gianni se topa con la dificultad de dar aviso de lo ocurrido a las autoridades, que muestran su intención de lavarse las manos, ya que se trata de «una haitiana ilegal y menor de edad». Intenta a toda costa sacar a la luz lo que ha sucedido y busca consejos útiles entre jueces y abogados amigos. Desde luego, no podía llevar a la joven al cuartel para presentar denuncia por los golpes recibidos: habrían arrestado a la chica, e incluso a su protector, mandándola de nuevo a Haití, para dejar el destino de la joven a las manos de aquel hombre sin escrúpulos.

Ante la completa indiferencia que obtuvo de las personas que él mismo consultó, Gianni decidió encargarse de la joven, escondiéndola en diferentes hoteles de la zona a la espera de poder entregarla a la justicia. Gianni todavía recuerda las palabras de un fiscal de Dajabón. «Mira, Gianni, no te metas, nunca podrás hacerlo tú solo. ¡No puedes hacerte cargo de una adolescente, no eres su padre!»

Un asunto peliagudo. Gianni Dal Mas ha experimentado en sus propias carnes lo que quiere decir la corrupción de las fuerzas del orden. «Alguien -dice- se ha dado cuenta de que si la adolescente cuenta todos los detalles de su historia, algunos peces gordos habrían caído en las redes». La joven haitiana llegó a la República Dominicana para trabajar de criada en la casa de una persona muy influyente de Montecristo. Además había tenido que pagar 500 pesos al traficante haitiano para que sobornara los puestos de control en la frontera y entrar ilegalmente en la Repùblica Dominicana. «Era un caso de manual de la «trata de personas», penado por la ley -como recuerda Dal Mas-, según la nueva legislación dominicana, con penas de 15 a 20 años de cárcel». Pero la corrupción y los amigos influyentes de las personas importantes de la zona, junto a los incesantes rumores sobre el italiano que ayudaba a la adolescente, hicieron que a las 16.30 del 25 de diciembre de 2005, la policía entrara en el hotel donde la joven estaba escondida y arrestara a Gianni, acusado de «rapto de menores». Para la chica la repatriación fue casi inminente. Para Gianni Dal Mas se abrieron las puertas de una ruinosa cárcel: una larga noche, rodeado de excrementos y mosquitos, mientras pensaba en el cómo salir de aquella situación.

«A la mañana siguiente, como de milagro, apareció un amigo abogado al que conseguí contactar antes de que me confiscaran el móvil» recuerda Gianni. «Se acabaron las acusaciones para retenerme preso, pero las «influencias» seguían todavía aclamando contra mí: enseguida me llevaron ante el juez y me impuso la prohibición de salir del territorio dominicano durante seis meses, periodo en el que el procurador podría reunir las pruebas suficientes para llevarme ante el juez de primera instancia».

Epílogo. «En conclusión: estaba libre, pero sólo en apariencia. Ya no podía luchar para defender a la joven porque ya me habían chantajeado con el fantasma de la cárcel.»

En ese momento empezaron seis largos meses esperando que algo sucediera. La chica haitiana ha quedado obligada a vivir en Haití, huésped en una precaria casa de acogida. En su casa nadie la espera. En Haití nadie le dará la opción de reconstruirse la vida. Gianni intenta sacarle un pasaporte, el único medio para que pueda entrar legalmente en la República Dominicana, y ofrecerle la ayuda que precise. Hoy, Gianni ha quedado eximio de las falsas acusaciones que le habían llevado a la cárcel. Ha recuperado su libertad pero, al mismo tiempo, se ha dado cuenta de todo lo que hace falta todavía por hacer a lo largo de la frontera entre la República Dominicana y Haití.

Fuente: http://www.peacereporter.net/dettaglio_articolo.php?idc=&idart=5743

Gonzalo Hernández es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.