Coincidiendo con el 24º aniversario del terrible fallecimiento de Petra Kelly, se permite uno el placer y el dolor de caminar por los recuerdos de lo que esta luchadora, intelectual, activista y política representó en la década de los ochenta y primeros noventa. Pienso en Petra Kelly y lo hago, como ella sugirió en el […]
Coincidiendo con el 24º aniversario del terrible fallecimiento de Petra Kelly, se permite uno el placer y el dolor de caminar por los recuerdos de lo que esta luchadora, intelectual, activista y política representó en la década de los ochenta y primeros noventa.
Pienso en Petra Kelly y lo hago, como ella sugirió en el título de uno de sus últimos libros, desde el corazón. Lo hago teniendo en cuenta tres claves esenciales para comprender mejor la dimensión del personaje:
La primera de estas claves es que está mujer dio carta de naturaleza política a un movimiento, el ecopacifista, que hasta el momento se había ceñido a la lucha en las calles, con un protagonismo preeminente del espíritu antinuclear. Kelly, en un proceso colectivo, consideró la necesidad de crear un sujeto político transformador que no prescindiera de su identidad combativa. Se trataba de desbordar las calles sin abandonarlas, para asaltar las instituciones y ponerlas al servicio de la justicia social, la paz y la defensa del medio ambiente.
Petra Kelly a través de su partido Die Grünen (Los Verdes), planteaba una alternativa transformadora de gran calado. De una parte consideraba esencial un cambio en la cultura política, «…por ello los verdes somos un partido antipartidos», que además, no perseguía la reforma, tan ensanchada por los socialdemócratas alemanes, sino el cambio, sin dilaciones ni excusas, de ideas, proyectos y estructuras que lo que, a modo de ver de Kelly y los suyos, lo único que hacían era perpetuar la injusticia y la destrucción planetaria. De otra parte, generaba un auténtico conglomerado ideológico que, siendo claramente rupturista, se alejaba, no obstante, de los lenguajes propios del comunismo autoritario del otro lado del muro, y de las prácticas armadas de otras organizaciones alemanas.
Propuestas transversales, proceso destituyente de una realidad injusta e insostenible, sincretismo ideológico a través de una ruptura del marco conservador que quería aprisionar a cualquier alternativa en el radicalismo extremista, violento y utópico. Es evidente que Petra Kelly fue una precursora de quienes décadas después se empeñan en la lucha por asaltar los cielos para que estos sean accesibles a toda la sociedad.
Los ejes que Petra Kelly y los verdes impulsaron en aquellos años son de absoluta actualidad: justicia social, ecologismo, feminismo, democracia directa, pacifismo y noviolencia. A lo que hay que añadir un lenguaje político contracultural de gran efectismo y tributario del Mayo del 68. Todo ello en un marco contextual dominado por la lucha de bloques, la degradación planetaria y un creciente flujo informativo que a todas luces mostraba la violación sistemática de los derechos humanos por parte de occidente y el bloque soviético en el resto del mundo.
La capacidad de síntesis de Petra Kelly actualizaba el legado transformador, dejando reflexiones de gran profundidad e impacto: «Estamos tan condicionadas por los valores masculinos, que hemos cometido el error de emularlos al precio de nuestro propio feminismo». «Nuestro ecosistema es el universo. La Tierra y yo tenemos las mismas raíces. La Tierra la hemos tomado prestada a nuestros hijos». «Ser tierno y al mismo tiempo subversivo: eso es lo que significa para mí, a nivel político, ser «verde» y actuar como tal. Entiendo el concepto de ternura en sentido amplio. Este concepto, para mí también político, incluye una relación tierna con los animales y las plantas, con la naturaleza, con las ideas, con el arte, con la lengua, con la Tierra, un planeta sin salida de emergencia. Y, por supuesto, la relación con los humanos. Ternura entre las personas, también en el seno de un partido alternativo y noviolento, que apuesta públicamente sin cesar por la suavidad, la descentralización, la noviolencia».
La fuerza, el carisma, la elocuencia aguda y chillona, la capacidad de atracción de Kelly se basaban en el respeto que se había ganado a golpe de activismo, ocupando, por ejemplo, la embajada alemana en Pretoria para denunciar las relaciones de su país con el régimen racista de Sudáfrica; o aquél logro tan significativo, que obligó a Alemania a pedir perdón por el bombardeo nazi sobre Guernica. Luchó a favor de los derechos humanos, dando visibilidad a la represión China sobre Tíbet, se opuso al despliegue de misiles balísticos Pershing II en Europa, fue detenida tanto en Berlín como en Moscú por denunciar el militarismo y la confrontación de los dos bloques, recibió el Nóbel Alternativo… En fin, que su biografía es la huella de una mujer entregada a la defensa de la justicia social y la sostenibilidad ambiental.
La segunda clave tiene que ver con su muerte, terrible, como ya se ha dicho antes, brutal, incontestable… y también extraña. Petra Kelly falleció de un disparó en la cabeza efectuado a bocajarro el 1 de octubre de 1992. Todo indica que su compañero sentimental y correligionario, antiguo militar de mando alemán, Gert Bastian, mató a Kelly y después se quitó la vida.
Rápido, de manera demasiado fulminante quizá, las autoridades alemanas cierran el caso haciendo ver como probable la tesis de que ambos, Petra y Gert, habían acordado suicidarse. Estas conclusiones son vertidas a toda velocidad, a pesar de que los cadáveres de ambos fueron encontrados una semana después de su muerte y en avanzado estado de descomposición. Es cierto que los verdes alemanes habían iniciado una deriva ideológica hacia postulados reformistas, que años después explicaría que un tan pragmático como lamentable Joschka Fischer, terminara siendo ministro de relaciones exteriores del gobierno socioliberal de Gerhard Schröder, justificando y posibilitando la intervención militar alemana en la guerra Kosovo. No es menos cierto que Petra Kelly había sido desplazada y cruelmente marginada dentro de su propio partido y que eso la había afectado anímicamente. Pero ninguna de estas cuestiones justificaría, en opinión de sus amigos y familiares, el suicidio de Kelly. Sin tener certeza sobre las circunstancias últimas de la muerta de Petra Kelly, lo cierto es que su desaparición fue muy traumática y las resonancias de aquél acontecimiento en modo alguno han cesado.
La tercera clave es sumamente personal. Entre septiembre y octubre de 1989 andaba yo junto a otros compañeros del Movimiento de Objeción de Conciencia explicando por el norte y centro de Europa, las causas de la campaña antimilitarista de la Insumisión. Terminado mi cometido pasé unos días en casa de Dorle, una amiga alemana, frecuentada por entonces por una mujer sumamente delgada, lívida, tremenda observadora y con una sonrisa, la verdad, siempre a medio hacer. Con Petra Kelly compartí algunas conversaciones y pude disfrutar de una fuerza suave, pero sumamente sólida, con una capacidad de análisis y argumentación absolutamente incontestables. Profundamente de izquierdas, con brillos claramente libertarios, admiraba los procesos de autogestión, la desobediencia civil y la necesidad imperiosa de transmitir que la defensa del planeta debía ser una referencia innegable para quienes quisieran transformar nuestra sociedad: «El planeta es el hogar de las luchas por la igualdad y la libertad».
Son muchas las lecciones a extraer de la vida y muerte de Petra Kelly. Las más importantes se han glosado en un formidable volumen editado por uno de los colectivos más importantes en la generación de pensamiento ecologista, como lo es EcoPolítica, junto a Clave Intelectual, una editorial capitaneada extraordinariamente por Lourdes Lucía, que la ha convertido en toda una referencia de creación de pensamiento crítico. Se trata de una biografía escrita por Sara Parkin, amiga de Petra Kelly y militante ecologista. Sobria, rigurosa, extensa, permite conocer profundamente la vida, la personalidad y el contexto de una persona imprescindible, singular y compleja. El libro cuenta con el prólogo del integrante de EcoPolítica y eurodiputado Florent Marcellesi, a mi juicio, la mente más lúcida de la exigua dirección de Equo.
Tras la lectura de esta biografía aparecen preguntas sumamente presentes: ¿cuál es el futuro del ecologismo político? ¿Ha sido ya devorado por el tumefacto metabolismo del sistema, o por el contrario se están produciendo nuevas innovaciones que enraízan con el pensamiento y carácter de Petra Kelly? ¿Se pueden extrapolar virtudes y fracasos de los verdes alemanes a las experiencias emergentes de nuestro entorno? Rosa Martínez, diputada estatal de Equo, acierta cuando sostiene que «la alternativa verde pasa por arrumbar las viejas culturas políticas y los liderazgos patriarcales y unipersonales, para adentrarse en un modelo de equipos que piensan y sienten de manera colectiva».
José Vicente Barcia Magaz es periodista experto en comunicación política. Durante años dirigió el departamento de prensa de Ecologistas en Acción. Despúes formó parte del equipo de la empresa de no lucro Ecooo, donde hizo comunicación y aprendió un motón sobre energías renovables. En estos momentos sus coordenadas son Su/Sur.
Fuente: http://blogs.publico.es/el-imaginario-salvaje/2016/09/29/vida-y-muerte-de-petra-kelly/