Los descendientes de Villaescusa de Palositos, en Guadalajara, reivindican cada año con la Marcha de las Flores el libre paso a su pueblo. Un terrateniente compró gran cantidad de terrenos para hacer un coto de caza y desde hace años mantiene vallado todo el pueblo e impide el paso al mismo. Además, ha destruido las […]
Los descendientes de Villaescusa de Palositos, en Guadalajara, reivindican cada año con la Marcha de las Flores el libre paso a su pueblo. Un terrateniente compró gran cantidad de terrenos para hacer un coto de caza y desde hace años mantiene vallado todo el pueblo e impide el paso al mismo. Además, ha destruido las infraestructuras públicas, salvo la iglesia y el cementerio que aún se mantienen en pie.
«Tengo a mi madre y a mi padre enterrados ahí. Es muy duro que vengas al cementerio a traerles flores y te prohíban la entrada», dice emocionado Julián Guerrero, de 73 años. Como él, los que fueron vecinos y vecinas, y hoy sus hijos y nietos, tienen prohibido el paso a Villaescusa de Palositos, en Guadalajara.
Los descendientes de este pueblo alcarreño, incluidos Mariano Ramos y Acisclo Rebollo, con 90 años cada uno, se dieron cita el 17 de mayo en las Casas de San Román, una explotación agrícola a unos siete kilómetros de Villaescusa de Palositos, para iniciar la IX Marcha de las Flores. La movilización está organizada por la Asociación de Amigos de Villaescusa de Palositos con el apoyo de los Amigos del Camino de Santiago de Albacete y Cuenca. Esa mañana también estaba presente allí la Guardia Civil. La marcha reunió a unas 100 personas para reivindicar el libre paso por los caminos públicos del pueblo y poder acceder al cementerio donde descansan sus seres queridos.
Los nacidos en Villaescusa de Palositos han llegado desde Zaragoza, Guadalajara, Murcia, Valencia, Segovia y Madrid, a donde emigraron. El sol luce y ya hace calor, otro año más se preparan para recorrer el camino de tierra, el único por el que se accede desde la carretera a este pequeño pueblo. «Si nos dejan pasar… A ver qué ocurre este año», dice Carlos Otero, impulsor de la Marcha de las Flores, empeñado en que la memoria del pueblo no se pierda. Recuerda que el segundo año de la marcha, en 2007, un grupo de guardias civiles apostados en las puertas que cierran el pueblo les prohibieron el paso al mismo. Entonces, como protesta, dejaron las flores que iban a depositar en el cementerio, al pie de la valla que prohíbe el paso a su pueblo.
Un pueblo entre vallas y escombros
Villaescusa de Palositos permanece rodeado por alambradas y cerrado a cal y canto desde 2006. Un cacique compró los terrenos y algunas casas del pueblo para crear un coto de caza. Desde entonces, el terrateniente impide el paso y ha cortado todos los caminos públicos. Pero no sólo eso. Ha derribado todas las casas del pequeño municipio, incluidas las que no son de su propiedad, y todas las infraestructuras públicas: «El Ayuntamiento, las escuelas, las calles, la fuente, el horno, el ‘juegopelota’, la plaza, el lavadero, el pósito, los caminos… lo ha echado todo abajo», relatan los vecinos durante la marcha.
«Ni Atila lo hubiera hecho mejor», afirma Pedro Antonio Serrano, de la asociación de Amigos del Camino de Santiago de Albacete, también presente este año en la Marcha de las Flores.
El titular del coto ha hecho desaparecer el pueblo y ha transformado la fisonomía de Villaescusa de Palositos en un paisaje desolador de montañas de escombros bajo los que están las calles que recorrieron Acisclo, Julián, Mariano, Elvira, Marcos, Carlos… y otros villaescuseros que tienen aquí sus recuerdos.
La Marcha de las Flores este año sí ha podido entrar en Villaescusa de Palositos. Previamente, la asociación de amigos del pueblo tuvo que pedir permiso a la Subdelegación del Gobierno de Guadalajara «para recorrer nuestro pueblo», aclara Carlos.
Los integrantes de la marcha cruzaron la puerta que cierra la aldea y tras ella estaba, otra vez, la Guardia Civil, que identificó a algunas personas. En la entrada está lo que fue la plaza de El Coso. En el centro de esta plaza había una fuente, hoy destruida, en su lugar el terrateniente ha colocado una farola y enfrente ha construido un edificio adornado con cornamentas de gamos para dar la bienvenida a los cazadores que llegan al coto de caza. Desde la plaza de El Coso los descendientes y amigos de Villaescusa de Palositos se dirigieron hacia el cementerio por el cordel de Carrasalmerón, una vía pecuaria que ha labrado y cerrado al paso el propietario del coto aunque ese día la puerta estaba abierta.
Un cementerio que se cae
La entrada al cementerio fue uno de los momentos más emotivos de la IX Marcha de las Flores. La pequeña construcción a cielo abierto está en muy mal estado, «cada año [el terrateniente] empuja los muros del cementerio un poco más con la excavadora. Estas paredes de piedra no se caen así como así», dice una de las asistentes.
El cementerio está cubierto de hierba, que cortan los vecinos para tratar de adecentar un poco el lugar donde descansan los suyos. Mientras, en silencio, depositan los ramos de flores que han traído. En el solar hay cruces plantadas, con piedras alrededor que apenas se ven.»Es una vergüenza. Pedimos a las autoridades que al menos reparen el cementerio. El alcalde de Peralveche no hace nada», dice Julián.
Villaescusa de Palositos hoy es una pedanía del Ayuntamiento de Peralveche, municipio vecino también de Guadalajara, pero hasta los 70 tuvo alcalde y fue un pueblo independiente con unas 30 casas. Marcos Guijarro, nacido allí, relata que «por circunstancias políticas y geográficas, Villaescusa de Palositos está aislado. Se proyectó una carretera. Recuerdo que de niño caminaba con mi padre por la dehesa y ya habían puesto las balizas para marcar el recorrido, pero la carretera nunca llegó al pueblo. Hasta los 60 no había posibilidad de entrar con un vehículo con ruedas. Después, los hombres, trabajando gratis, lo que ellos llamaban con las ‘penalidades’, construyeron el camino de tierra», dice Marcos. El mismo camino por el que se sigue accediendo al pueblo, a unos 10 kilómetros de la carretera más próxima.
La electricidad llegó también en los 60. «Tampoco teníamos médico, entonces, si alguien se estaba muriendo, teníamos que ir a buscarlo a dos horas de camino. Con estas condiciones de vida la gente empezó a emigrar. Sí contábamos con una maestra y en las escuelas había niños, pero un año ya no mandaron a la maestra y entonces los padres tuvieron que elegir…«, apunta Marcos, residente en Zaragoza.
«En los 60, en las escuelas había niños, pero un año ya no mandaron maestra y entonces los padres tuvieron que elegir…» Explica este vecino, que a la gente de Villaescusa de Palositos se les ofreció la posibilidad de vender sus casas y tierras para poder emigrar y salir de aquella situación de abandono. «El dueño de un hotel del pueblo de Sacedón compró tierras y gran parte de las casas, aunque no todas, y se decidió que Villaescusa de Palositos se ‘agregara’ a Peralveche», señala Marcos.
«Pero los vecinos que tenían nostalgia podían venir al pueblo a visitar el cementerio, a pasear… Luego este señor vendió a unos constructores, que se llevaron las tejas de las casas y con eso ganaron mucho dinero. Éstos vendieron todo a otro por seis millones de pesetas y, al final, vino el actual propietario, un señor de Bilbao que es el que ha cerrado los caminos y vallado todo el pueblo», dice Marcos. Recuerda que las casas eran de piedra «porque nunca pudo entrar ningún otro material» hasta el pueblo, pero cuando los segundos propietarios quitaron la teja a esas casas, éstas se empezaron a resentir.
En manos de una empresa
Villaescusa SA es la sociedad que figura como propietaria de la mayoría de las casas (demolidas) y tierras de Villaescusa de Palositos. Tras esta sociedad está José Ramón Lázaro Núñez, un empresario de origen vasco, que en 2003 adquirió esas propiedades como representante de otra empresa, Lázaro Galdiano SA.
El propietario de Villaescusa SA se ha construido una mansión con varias dependencias en la zona más elevada de Villaescusa de Palositos, en lo que llaman La Coronilla del pueblo, al lado de la iglesia románica, en terreno rústico. Para cercar su mansión ha colocado una valla a menos de un metro de la iglesia, aún en pie, catalogada en 2012 como Bien de Interés Cultural.
José Ramón Lázaro saltó a los medios de comunicación 1992, cuando la policía frustró la venta de un cargamento de armas que había adquirido, según publicó ABC, y que iba a vender al traficante sirio Monzer al Kassar.
Uno de los asistentes a la marcha llama la atención sobre la explanada alrededor de la iglesia, antes abierta y libre al paso, hoy ocupada y vallada. «Ahora no sobresale ningún símbolo religioso, sí esos ciervos de hierro que adornan la mansión del terrateniente. Es el mundo al revés».
Para Carlos «es una vergüenza que las administraciones que han reconocido el valor de esta iglesia sean las que estén dejándola caer. Tiene un gran valor histórico, cuenta con un sillar epigrafiado con la firma del autor, es la segunda en la provincia de estas características», explica. La iglesia tiene varias grietas que pueden provocar su muerte. «Las puertas que han puesto al pueblo suponen también la destrucción de esta joya del patrimonio», dice Carlos.
Caminos públicos cortados
El cierre de los caminos es también objeto de denuncia por parte de las asociaciones de Amigos del Camino de Santiago que ven con preocupación que la Ruta de la Lana, que une Alicante y Burgos en 23 etapas, se encuentra interrumpida al paso por este ‘cortijo’ cerrado. Además, explican que alguien «ha arrancado las balizas en esta zona y una de ellas se ha cambiado de lugar e indica ahora un desvío, para no pasar Villaescusa de Palositos, y obliga a los caminantes a hacer un recorrido de 7 kilómetros más», denuncia el presidente de la asociación Amigos del Camino de Santiago de Cuenca.
También permanecen cerrados al paso los caminos públicos que comunican Villaescusa de Palositos con los municipios vecinos de Viana de Mondejar, La Puerta, Escamilla, Salmerón, Hontanillas, Torronteras y Peralveche. El titular del coto de caza impide el derecho a la libre circulación por los caminos públicos, en contra de lo que marca la Constitución, la Ley de Régimen Local y la Ley de Patrimonio de las Administraciones Públicas que reconocen el libre paso por los caminos públicos y señalan que son bienes «inalienables, imprescriptibles e inembargables».
Diagonal se ha puesto en contacto con el alcalde de Peralveche (62 habitantes), José María Sáiz, que reside en Madrid. Es de su Ayuntamiento de quien depende administrativamente Villaescusa de Palositos y todo su patrimonio. «La primera vez que fui a Villaescusa, el guarda me prohibió el paso y me intentó agredir con un palo», dice José María. Asegura que no cuenta con fondos para arreglar el cementerio, aunque los vecinos le reprochan que recibe dinero por la gestión de la dehesa de su pueblo. Sobre la mansión del terrateniente que ha hecho el coto, explica que fue su Ayuntamiento el que autorizó la construcción con el informe favorable de la Diputación de Guadalajara.
Elvira Ramos señala: «¡Mira!, toda esta explanada era la casa de mis padres -dice emocionada-. Pero no la vendieron. En 2007, vimos que a nuestra casa también le había metido la excavadora en un esquinazo. Denunciamos y ganamos el juicio, pero al año siguiente la tiró entera. A mí que no me hablen de justicia. Esto les costó a mis padres tener una vejez muy triste».
Afirma que sigue pagando el recibo de contribución de esa casa y que algunas personas le dicen ahora que no hubieran vendido, «pero la gente no vendió un pueblo, vendió casas y tierras. La circunstancias obligaban como hoy obligan a otras personas», argumenta Elvira.
La Marcha de las Flores acabó con una comida popular en las casas de San Román. Los descendientes de Villaescusa de Palositos se despidieron hasta el año próximo porque los caminos no tienen pinta de abrirse. Durante la comida, por tercera vez, una pareja de la Guardia Civil se acercó para pedir la autorización de la Marcha de las Flores. Al parecer, el cacique se había quejado de que los descendientes de Villaescusa de Palositos estuvieron «más tiempo de lo previsto» en su pueblo.