Integralidad y formación especializada deben ser piezas clave de cualquier mecanismo de atención a la violencia de género en Cuba, coinciden expertas con años de investigación en torno a esta problemática.
«Quienes trabajamos en este tema sabemos que cualquiera no puede prestar un servicio de atención, que la prevención y atención de la violencia requiere conocimiento, sensibilización, preparación, para que el compromiso no sea formal», reflexionó con SEMlac la socióloga Clotilde Proveyer, profesora de la Universidad de La Habana, durante un debate virtual reciente.
«Cuando ofrecemos un servicio para atender a víctimas, ya sea jurídico, psicológico, médico, de cualquier naturaleza, si no estamos sensibilizadas, si no tenemos las herramientas necesarias, lo que hacemos es revictimizar», precisó la especialista, quien coordina el equipo de asesoría en asuntos de violencia que trabaja actualmente con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
Testimonios diversos recogidos en investigaciones acerca de la violencia machista en el país confirman esa tesis.
A Dania, por ejemplo, su esposo nunca la golpeó. La primera vez que discutieron fuerte fue por los vestidos que a ella le gustaba ponerse, ajustados y de colores vivos.
«Fue apenas unas semanas después de casarnos. Me dijo que esa ropa estaba bien para cuando estaba soltera, pero que ahora no tenía que estarme exhibiendo por ahí, porque ya tenía dueño. Después de la discusión, estuvo una semana sin hablarme», narró la joven santiaguera de 24 años, identificada aquí bajo un nombre ficticio.
El patrón se repitió varias veces, por motivos diferentes. La muchacha lo contó a una abogada amiga de su familia en busca de ayuda. «No podía más y no sabía qué hacer», confesó.
«Pero ella me dijo que eso no era violencia porque mi esposo nunca me había tocado un pelo, se preocupaba por mí y no era infiel. ‘Tienes que poner de tu parte, porque ya no eres una adolescente y a los hombres no les gustan las mujeres alborotadoras’, me dijo.
Narrada de forma anónima, esta vivencia fue compartida durante una serie de dinámicas grupales, parte de un taller sobre temas de género y salud sexual y reproductiva para jóvenes en la zona oriental del país.
La historia de esta joven se enlaza con otras que tienen un denominador común: las víctimas no tuvieron a su alcance orientación, consejo o ayuda especializada para salir de la situación de maltrato, ya sea porque desconocían a dónde ir o, simplemente, porque la persona o institución a la cual acudieron no tenía suficiente preparación para atenderlas.
«Me obligaba a tener relaciones sexuales. Le temía porque me golpeaba muy fuerte, nunca supe qué hacer, a quién acudir o pedir ayuda», contó a la socióloga Iyamira Hernández Pita una de las mujeres que brindó testimonio anónimo para su investigación doctoral.
A juicio de Hernández, garantizar la especialización de los espacios de atención a la violencia de género es muy importante «por la presencia de este fenómeno en nuestro contexto y por las consecuencias para la salud y la vida de las personas en situaciones de violencia», explicó a SEMlac.
Según la Encuesta Nacional de Igualdad de Género realizada en 2016, el 39,6 por ciento de las mujeres entrevistadas había sufrido violencia en sus relaciones de pareja en algún momento de su vida, mientras que 26,7 por ciento de las mujeres entre 15 y 74 años declaró haber sido víctima de maltrato en los últimos 12 meses.
Si
bien hoy se cuenta con sistematizaciones teóricas y resultados
representativos acerca de lo que ocurre en el país, así como acciones de
formación, sensibilización y consejería, en opinión de Hernández aún no
se aplican protocolos ya elaborados y faltan espacios especializados
para la atención a sobrevivientes y agresores.
Tanto Proveyer como
Hernández consideran la integralidad como piedra angular de cualquier
espacio o protocolo de atención de la violencia machista.
«La
violencia de género requiere de la articulación de todos los actores de
la sociedad que participan en la prevención y la atención. No es posible
pensar en la creación de un servicio que no parta de la articulación
como sistema. Es imprescindible, porque este es un problema que requiere
de servicios especializados, asesoría jurídica, acompañamiento y
protección a las víctimas», detalló Proveyer.
Capacitación de género como punto de partida
Para ella, además, cualquier proceso formativo para atender la violencia debe partir de sólidos conocimientos de género.
«No incluir esta perspectiva trae aparejado el riesgo de seguir enmarcando el problema como propio del ámbito privado o familiar, el cual deberá ser solucionado dentro de los límites de la intimidad, sin visualizar su dimensión social ni cuestionar el contexto de la ideología patriarcal», argumenta la socióloga en su artículo «La atención a la violencia contra las mujeres. Reflexiones conceptuales sobre experiencias de atención- prevención«.
A su juicio, ese desafío pasa también por desarrollar una estrategia que permita desnaturalizar la violencia de género en la cultura, eliminar mitos que la sostienen y dotar a las personas de herramientas para detectar y reconocer el maltrato en cualquiera de sus expresiones, explicó a SEMlac.
En entrevista publicada en el diario Granma el 22 de agosto, la psicóloga Mayda Álvarez consideró urgente «perfeccionar vías, procedimientos, mecanismos, protocolos de actuación en las instituciones implicadas y todo lo necesario para atender, con inmediatez, con respeto y sin prejuicios, a las víctimas de violencia, y aplicar con todo rigor la ley a quienes cometen estos actos».
«Esencial es la capacitación en género y violencia a decisores y juristas por la importancia de su papel en este tema, la inserción en planes y programas de estudio, en la capacitación a educadoras y educadores, a especialistas en comunicación, entre otros actores», argumentó la directora del Centro de Estudios de la Mujer (CEM), de la FMC.
Mirna Méndez, jurista y coordinadora en el oriente del país del proyecto Justicia en clave de Género, de la Unión Nacional de Juristas de Cuba (UNJC), aboga también por desmontar mitos y prejuicios que naturalizan la violencia machista, la justifican y la hacen invisible para la población y quienes ejercen el Derecho.
Al intervenir en el panel «La violencia contra las mujeres y las niñas. Acciones sociales y jurídicas», realizado a fines de 2019 en la Universidad de Oriente, durante la Jornada Nacional por la No violencia contra las mujeres y las niñas, la jurista se refirió además a otros aspectos del problema.
Entre
los mitos más frecuentes que subyacen en los hechos de violencia sexual
se encuentran aquellos «que responsabilizan a las mujeres», dijo en la
ciudad de Santiago de Cuba, a unos 878 km de La Habana.
«No se
visualiza la violencia psicológica como un tipo de violencia de género»,
señaló y agregó que otras expresiones, como la económica y la
obstétrica, suelen pasar inadvertidas.
El anuncio reciente de que se abrirá una línea telefónica para la orientación y el apoyo psicológico a personas que sufren violencia de género permitirá «interconectar servicios que habitualmente se han brindado», considera la jurista Yamila González Ferrer.
«Estamos previendo que las personas que la atiendan tengan conocimientos jurídicos que les permitan dar orientación, garantizando enlaces con los servicios de la Fiscalía General, de las Casas Sociales de la Unión de Juristas de Cuba, o con las Casas de Orientación de la FMC», entre otras, precisó González Ferrer al responder preguntas de SEMlac.
«Es decir, el diseño de la línea permite mantener y fortalecer ese trabajo integrado que se requiere a todos los niveles, particularmente de la comunidad, y fortalecer las redes de apoyo que son tan importantes para contener estas situaciones y dar las salidas que corresponden», agregó la jurista, quien integra también el equipo asesor de la FMC para atender la violencia.
En las próximas semanas, esa línea telefónica comenzará a brindar ayuda psicosocial, información y orientación a víctimas de violencia y también podrá derivarlas a otros servicios esenciales del sistema de protección, como los policiales y jurídicos.
«Es una decisión relacionada con los esfuerzos para perfeccionar la estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género, que coordina la FMC. Y aunque ya existen las líneas de la Fiscalía General o la 106, de la policía, el hecho de disponer de una que incluya el tema de la violencia como prioridad y se articule con otros servicios, es muy importante», insistió González.
A juicio de Proveyer, aunque «estamos urgidas del perfeccionamiento de los servicios y del logro de una atención eficaz a la problemática de la violencia», en un problema como este no se puede improvisar.
«Hemos estado preparando un servicio que pueda ser sostenible y eficaz. Se ha elaborado una guía con herramientas teóricas, metodológicas y prácticas para la atención y para la ayuda psicológica. También hemos conformado un plan de formación y sensibilización dirigido a todo el personal, no solo de la línea 103, sino también de la 106, la línea de la Fiscalía, las compañeras de las Casas de Orientación, o sea, para todas las personas que tienen ese encargo social», explicó a SEMlac.
Para la socióloga resulta vital que esta sensibilización se entienda, también, «como proceso de apropiación de herramientas de género y otras que permitan internalizar la problemática y comprender la violencia como un asunto de derecho, como un problema social y de salud», abundó.
«Si no lo abordamos de esa manera, puede quedar como una solución epidérmica», alertó.