Reconocer la existencia de la violencia contra las mujeres por motivo de género y profundizar en los mecanismos que la sustentan es el primer paso para enfrentarla, coinciden especialistas en Cuba, donde apenas se hablaba de ese tema hace unos años y hoy se aboga por respuestas más efectivas, desde la prevención hasta la atención. […]
Reconocer la existencia de la violencia contra las mujeres por motivo de género y profundizar en los mecanismos que la sustentan es el primer paso para enfrentarla, coinciden especialistas en Cuba, donde apenas se hablaba de ese tema hace unos años y hoy se aboga por respuestas más efectivas, desde la prevención hasta la atención.
«Este tema necesita un enfoque multisectorial, desde varias disciplinas, pero igualmente precisa de una centralización estatal, como ocurre con el consumo de drogas, el VIH/sida y otros», considera la psicóloga Mareelén Díaz Tenorio, quien durante años ha integrado varios equipos de investigación sobre este asunto en la isla.
De acuerdo con la estudiosa, el enfrentamiento a la violencia demanda atención integral y hay potencialidades para ello desde los servicios de salud -«donde esa atención especializada nos impone un gran reto», dice- hasta los vínculos con otros actores, autoridades públicas, tribunales, comunidades y medios de comunicación.
En parte concuerda con ella la socióloga Clotilde Proveyer, para quien este es «un momento de cristalización de esfuerzos en la lucha contra la violencia de género en nuestra sociedad».
A propósito de la jornada de activismo de noviembre pasado, Proveyer dijo a SEMlac que es necesario trabajar en la comunidad, llevar las acciones a los espacios de intervención e implicar a los actores que tienen la obligación de atender a las víctimas desde su accionar institucional. «No como un paliativo que entretiene, sino con acciones concretas que favorezcan el empoderamiento de las mujeres», afirmó.
En ese camino, «las personas más afectadas por la violencia de género han sido y siguen siendo las mujeres», reiteró Díaz Tenorio al intervenir, junto a la jurista Tania de Armas Fonticoba, en el espacio mensual de debate Letra con Vida, cuyo tema central en marzo fue «Violencia de género y familia en Cuba», en su habitual sede del Centro Cultural Dulce María Loynaz, en la capital cubana.
La investigadora abundó en algunas características de la violencia de género en la isla, donde «existen todas las formas que describe la literatura para otros países» y también tiene una manifestación «poco visible, extendida, circular, diversa» y «se naturaliza como si fuera parte inevitable de la vida cotidiana».
«Es un fenómeno con un condicionamiento multicausal, que tiene que ver con aprendizajes de una cultura patriarcal y su transmisión intergeneracional, con una circularidad de mensajes que letigiman esos modos de comportamiento como los adecuados», comentó Díaz Tenorio.
También es difícil precisar la frecuencia y magnitud del problema por falta de información y estadísticas nacionales. Además, «la que se conoce es apenas la punta del iceberg, la que se denuncia y sale a flote, que es mínima», agregó la socióloga.
Aunque hay estudios locales y registros de la Policía Nacional y el Ministerio de Justicia, estos últimos apenas refieren los casos que se constituyen en denuncias o delitos; «la mayoría no sale a la luz», sostuvo.
Las agresiones físicas provocaron la muerte a 128 mujeres y 376 hombres en 2010, según el Anuario Estadístico de Salud del Ministerio de Salud Pública. Aunque no se especifica la naturaleza de esas agresiones, ocupan el puesto 12 entre las primeras 35 causas de muerte para ambos sexos. Desde el ámbito jurídico ha sido muy limitada la percepción de la violencia de género, en opinión de la abogada y profesora universitaria Tania de Armas Fonticoba. «Es un fenómeno muy viejo que se empezó a visibilizar hace muy poco; obviamente, desde el derecho su enfrentamiento es relativamente reciente también».
No obstante, «falta visión de género a la hora de enfocar jurídicamente este asunto para que se vea que el fenómeno se da fundamentalmente y de una forma específica contra las mujeres, con connotaciones graves», reconoció De Armas, para quien el problema no concierne solo al derecho, aunque este trata de legitimar los esfuerzos de los Estados por combatirlo.
En Cuba no hay leyes específicas de violencia de género y familiar, y su tratamiento se disemina por las diferentes ramas del derecho de forma muy general. De ese modo se recogen diferentes manifestaciones ejercidas sobre cualquier integrante de la sociedad, con delitos como lesiones, amenazas, privación de libertad, asesinato, homicidio violación y proxenetismo, entre otros.
En materia de propuestas las tendencias oscilan entre incluir un acápite del tema en el Código Penal o crear una ley específica de violencia de género, pero parece prevalecer la primera, indicó De Armas ante una pregunta de SEMlac. De cualquier modo, «el derecho todavía tiene mucho que hacer en este terreno», ratificó.
Entre otras limitaciones, las leyes actuales no consideran delito el denominado maltrato de obra o amenaza muy velada y, en no pocos casos, para el proceder jurídico se exige la denuncia de la persona agraviada, incluidos los hechos de violación, pederastia, abusos lascivos, incesto y matrimonio ilegal.
«La ley tiene determinadas limitaciones para que otras personas ajenas al drama que se vive puedan denunciar, salvo que se produzca alarma o escándalo público», reflexionó la jurista.
Tampoco establece medidas cautelares o provisionales, como las de protección y alejamiento, que actúen como freno e impidan el desarrollo y avance de la violencia hacia niveles superiores.
Quedan fuera de toda evaluación social y jurídica los temas del maltrato psicológico, difíciles de probar técnicamente en procesos que se basan esencialmente en las pruebas y no en las presunciones, tal como actualmente ocurre.
«Falta por hacer todavía en el campo preventivo, pues el derecho penal acude, incluso, cuando ya el fenómeno se manifestó; cuando ya la mujer está lesionada, fue asesinada, amenazada o está privada de la libertad. El derecho actúa sobre las consecuencias», remarcó De Armas.
Especialistas insisten en las peculiaridades a tener en cuenta en el caso de la violencia contra las mujeres por motivo de género, por sus propias especificidades, que lo diferencian de otros actos violentos.
En ocasiones las víctimas «no solicitan ayuda por vergüenza, por miedo, porque muchas veces confían en el cambio del maltratador, por evitar complicaciones a terceros que puedan implicarse y otras muchas razones. Pero en todos los casos confirman que sienten mucha necesidad de ayuda y apoyo», comentó Proveyer para SEMlac.
Otro tanto ocurre con el propio proceso en el cual se sienten atrapadas, lo que limita muchas veces la denuncia de su situación e, incluso, condiciona su retirada o la posibilidad de pedir ayuda. De ese modo, sin denuncia, no hay caso que atender jurídicamente.
«Los que nos dedicamos a estudiar este tema sabemos que las mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia no pueden salir sin recibir apoyo, de la misma manera que necesitan crecerse y autovalidarse como sujetos para enfrentar por sí mismas ese reto», abundó Proveyer, quien integra como académica el Grupo Nacional de Atención y Prevención de la Violencia Intrafamiliar, creado en 1997.
«Mientras no se apropien de su historia, difícilmente puedan trascenderla, pero para ello resulta necesario desaprender el modelo de víctima asumido y contar con las redes de apoyo que les brinden esas herramientas que con certeza reclaman», aseguró.