La violencia simbólica contra las mujeres está constituida por la emisión de mensajes, iconos o signos que transmiten y reproducen relaciones de dominación, desigualdad y discriminación que naturalizan o justifican la subordinación y la violencia contra las mujeres en la sociedad. Son muchos los mensajes que se transmiten en este tipo de violencia, entre éstos […]
La violencia simbólica contra las mujeres está constituida por la emisión de mensajes, iconos o signos que transmiten y reproducen relaciones de dominación, desigualdad y discriminación que naturalizan o justifican la subordinación y la violencia contra las mujeres en la sociedad. Son muchos los mensajes que se transmiten en este tipo de violencia, entre éstos se pueden destacar tres: 1) el desprecio y la burla por lo que son y/o hacen las mujeres; 2) el temor o desconfianza por lo que son y/o hacen las mujeres, y 3) la justificación de la subordinación femenina y /o de la violencia contra las mujeres.
Esta violencia simbólica se ejerce a través de la publicidad, las letras de canciones, del refranero y de los dichos populares, juegos de video, novelas, revistas, caricaturas políticas entre otros. Pero también esta violencia se transmite mediante la divulgación de las profundas elaboraciones filosóficas de hombres catalogados como «grandes pensadores de la historia». Tomemos por ejemplo la propuesta pedagógica para la educación de las niñas que propone Juan Jacobo Rousseau en su obra Emilio: «Toda la educación de las mujeres debe referirse a los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, educarlos de jóvenes, cuidarlos de adultos, aconsejarlos, consolarlos, hacerles la vida agradable y dulce; he aquí los deberes de las mujeres en todo tiempo, y lo que debe enseñárseles desde la infancia. Mientras no nos atengamos a este principio nos alejaremos de la meta, y todos los preceptos que se les den de nada servirán ni para su felicidad ni para la nuestra».
Otro gran cultivador de la violencia simbólica contra las mujeres fue Honorato de Balzac, que inmortalizó frases como las siguientes: «La mujer se burla de los hombres como quiere, cuando quiere y mientras quiere»; «Ningún hombre debería casarse hasta haber estudiado anatomía y hecho la disección al menos de una mujer»; «El que puede gobernar a una mujer, puede gobernar una nación», entre otras. La lista de «grandes pensadores» que en su momento alimentaron la violencia simbólica contra la mitad de la humanidad estaría incompleta sin los nombres de Aristóteles, San Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aquino, Martín Lutero, Denis Diderot, Arthur Schopenhauer, entre muchísimos otros.
A diferencia de otros tipos de violencia de género, la violencia simbólica contra las mujeres, es poco perceptible y hasta sutil. Muchas veces se utiliza de manera inconsciente como parte de la «normalidad» de la identidad cultural, de las tradiciones, o de las prácticas cotidianas. Por ejemplo, una maestra o un maestro de lenguaje puede sin proponérselo ejercer violencia simbólica contra las mujeres cuando enseña a sus estudiantes que el refranero español es un claro ejemplo del saber popular, sin darse cuenta que en este «saber» incluye mensajes como: «A la mujer y a la burra, cada día una zurra», «Mujeres juntas, ni difuntas» ó «Gallina que al gallo espanta, córtale la garganta».
Este velo de cultura o de sabiduría popular que encubre la violencia simbólica contra las mujeres, la vuelve una de las modalidades de violencia más difícil de identificar y/o de reconocer como tal. Se necesita de marcos jurídicos modernos y avanzados para poder prevenirla, sancionarla y erradicarla. Afortunadamente El Salvador es uno de los países en el mundo que cuenta con una normativa jurídica para lograr este objetivo.
Hace un año los legisladores y legisladoras de nuestro país acordaron por unanimidad incluir este tipo de violencia en el contenido de la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia de las Mujeres y definieron las responsabilidades específicas para su aplicación. En concreto, el artículo 22 de esta ley ordena al Ministerio de Gobernación a través de la Dirección de Espectáculos Públicos de Radio y Televisión, que «protegerá y defenderá la imagen de las mujeres en el más amplio sentido conforme a los principios constitucionales de respeto a la dignidad humana y los derechos fundamentales. Garantizando para tal fin, que los anunciantes, medios de comunicación y agencias de publicidad, incluidos los electrónicos informáticos telemáticos, cuya actividad esté sometida al ámbito de la publicidad y comunicaciones, no difundan contenidos, ni emitan espacios o publicidad sexista contra las mujeres, considerándose ésta, cuando se promueva la agresividad, malos tratos o discriminación contra las mujeres, la salud, la dignidad u igualdad. Para el cumplimiento de lo anterior, el Ministerio de Gobernación, por medio de la Dirección General de Espectáculos Públicos de Radio y Televisión, garantizará la observancia y aplicación de los Códigos de Ética de los medios de comunicación».
Pero además, desde el pasado 17 de marzo de 2011 El Salvador cuenta con una Ley de Igualdad, Equidad y Erradicación de la Discriminación contra las Mujeres, que considera la prevención de la violencia simbólica contra las mujeres como una condición necesaria para avanzar en la igualdad sustantiva de derechos entre hombres y mujeres. En el artículo 34 establece que el Estado velará por «la utilización no sexista del lenguaje y de las imágenes, especialmente en el ámbito de la publicidad, así como la utilización no violenta y discriminativa del lenguaje y de las imágenes, especialmente en el ámbito de los programas de radio, televisión, espectáculos públicos, publicaciones, videos, grabaciones y todo tipo de audiovisual, y en todos los formatos, relativos a los medios de comunicación social referidos».
Se puede afirmar entonces que en El Salvador existe un moderno y avanzado marco jurídico para prevenir, sancionar y erradicar la violencia simbólica contra la mujer. Es decir, los diputados y las diputadas de la Asamblea Legislativa han hecho su labor aprobando esta normativa y han dado a las denominadas «autoridades competentes» los instrumentos necesarios para tutelar el derecho de las mujeres salvadoreñas a vivir una vida libre de violencia simbólica.
Aclarado este punto, y frente a la infame campaña la zapatería MD denominada «Lecciones para hombres», es pertinente preguntar:
¿Por qué las autoridades competentes de nuestro país no han procedido a la suspensión de esta campaña que representa un claro ejemplo de emisión de mensajes, iconos o signos que reproducen la discriminación?
¿Ya se dieron cuenta nuestras autoridades que entre «las lecciones para hombres» que esta campaña contiene se encuentra el mensaje que señala que las mujeres «TE DECIMOS NO, PARA VERTE SUPLICAR» y el mensaje que «CUANDO TE DECIMOS QUE NECESITAMOS TIEMPO ES PORQUE YA TENEMOS A OTRO».
¿Están conocedoras las autoridades en cuyas manos se ha depositado la obligación de cumplir y hacer cumplir la legislación en materia de igualdad y de violencia de género, que estos mensajes alimentan los mitos son responsables de una gran parte de la violencia sexual que sufren las mujeres de parte de sus parejas?.
Por ejemplo, una mujer dice a su pareja que no quiere mantener relaciones sexuales en ese momento o bien que necesita pensar mejor si está lista para iniciar una relación intima. Siguiendo el «manual MD», la pareja masculina debe entender que en realidad ella quiere tener relaciones, pero que solo se está haciendo la difícil para hacerlo sufrir; o bien debe entender, que no quiere tener relaciones porque ya tiene a otro, es decir, porque le está siendo infiel.
En ambos casos, el manual de lecciones MD ofrece una justificación a los hombres para sentirse en la libertad de forzar a sus compañeras, novias, o esposas a tener sexo (por las buenas o por las malas) , … de todas manera «ellas en el fondo quieren aunque digan que no». O en el peor de los casos, la pareja encuentra justificación para forzarla a tener sexo como un castigo a su infidelidad, ya que «si me pide esperar, es porque ya tiene a otro y me es infiel».
¿No saben nuestras respetables autoridades que estos y otros mitos similares son los que esgrimen muchos policías, abogados, fiscales, y/o jueces cuando dejan en libertad o se niegan a procesar a un acusado de ejercer violencia sexual contra sus parejas?.
Mientras quienes están obligados por ley a intervenir en este caso, se informan, reaccionan y/o se deciden a actuar para ordenar el retiro de esta despreciable campaña publicitaria, las mujeres y hombres comprometidos con la erradicación de todas las formas de violencia de género podemos comenzar a actuar más allá del discurso de la igualdad. ¿Cómo? De varias maneras, pero la más inmediata: declarándole un boicot nacional y regional a las empresas que utilicen la violencia simbólica para generar vender sus mercancías, comenzando por esta zapatería MD.
Este tipo de boicot ha funcionado contra las marcas globales de ropa que incumplen los derechos laborales en sus procesos de producción en los países del tercer mundo, y podría funcionar en nuestro país como una forma de disuadir a empresas del talante de MD, para que su conducta esté apegada a la normativa que prohíbe el uso de mensajes o iconos que refuerzan la violencia contra las mujeres. Lamentablemente las empresas no cumplen las leyes por virtud ni por responsabilidad social, sino por necesidad. En este caso, la necesidad de mantener sus ventas y sus ganancias podría ser el factor que las obligue a acatar las leyes del país y poner fin al uso de la violencia simbólica contra las mujeres en sus campañas y mensajes publicitarios. Mientras las autoridades no actúan, la sociedad puede comenzar a hacer la diferencia.
* Julia Evelyn Martínez, columnista de ContraPunto