¿Cómo analizas el movimiento popular del 13-M (cuando la gente decidió salir a la calle para pedir la verdad sobre los atentados de Madrid) y si ves alguna relación con el movimiento contra la guerra de hace un año? Veo tres aspectos de esta movilización popular. El primero, que es una característica más de las […]
¿Cómo analizas el movimiento popular del 13-M (cuando la gente decidió salir a la calle para pedir la verdad sobre los atentados de Madrid) y si ves alguna relación con el movimiento contra la guerra de hace un año?
Veo tres aspectos de esta movilización popular.
El primero, que es una característica más de las nuevas formas de autoorganización, una experiencia más que confirma la tendencia de la gente oprimida -no de la «multitud»- en la sociedad capitalista actual a la utilización de medios como son los teléfonos móviles e Internet que facilitan una mayor rapidez de coordinación de las luchas en una sociedad que quiere protestar.
Antes existía el teléfono y existían las radios que convocaban, o las octavillas pero eran medios más lentos, y ahora ya es más fácil por de las nuevas tecnologías. Antes también existía la tendencia social a la rápida movilización en momentos críticos, y la historia de las luchas está llena de súbitas movilizaciones que estallan sin aparente uso de un sistema previo de intercomunicación entre los participantes. Precisamente, para superar la distancia entre los recursos de intercomunicación y la urgencia de movilizaciones fuertes y masivas en momentos determinados, para lograrlo, las organizaciones revolucionarias insistieron con mucha razón en preparar políticamente a los militantes para que fueran capaces de decidir por sí mismo cuándo, por qué y cómo era necesario dar el paso a actos de masas de ese calibre. Muchos lo lograron, y aquella experiencia sigue siendo tan válida entonces como ahora. Lo que ocurre actualmente es que las nuevas tecnologías de la comunicación, convenientemente liberadas del control burgués, facilitan enormemente la comunicación en tiempo real. Pero esto nos lleva al debate sobre cómo desarrollar una intercomunicación revolucionaria, debate que otros compañeros ya están realizando.
A este punto se le añade el segundo aspecto, y es el estallido del malestar de la gente que se ha ido acumulando tras tantas mentiras y engaños, y que viene desde antes del año 2000, aunque se ha agudizado desde entonces a esta parte. Se empezó con varias cosas: con algunas luchas sociales y obreras que rompían el mito del fin de la historia y con el cuento de la posmodernidad; con las lecciones de las movilizaciones francesas de mitad de los ’90; con las lecciones de Lizarra-Garazi en Hego Euskal Herria; con la reaparición de las corrupciones, nepotismos y avasallamientos realizados por el PP; con la LOU, el decretazo, el Prestige, la guerra en Iraq, la chulería insoportable del PP y su neofascismo rampante y cínico… Entonces, tras la bombas de la resistencia musulmana, se llegó a un punto donde la cosa estalló. No nos debe extrañar este proceso ascendente de malestar y cabreo, porque la sociedad capitalista nunca lograr derrotar del todo a la conciencia resistente, ni siquiera en las peores dictaduras y en los atroces campos de exterminio. Mujeres enfurecidas por el terrorismo machista y por el empeoramiento de sus condiciones de vida y trabajo; jóvenes asqueados por la precariedad y la incertidumbre vital; parados; heridos en la guerra social de la explotación capitalista, y conocidos y amigos de las centenas de víctimas del terrorismo empresarial; viejos militantes que recobran las esperanzas; masas activas de las naciones oprimidas por el Estado español, familias enteras acogotadas por las deudas y con crecientes problemas para llegar a final de mes, estas y otras fracciones del Trabajo, del trabajador colectivo, se pusieron en marcha con diferentes ritmos e intensidades hasta confluir en un torrente.
Y el tercero, estos sujetos viejos y nuevos han podido comprobar que no ha existido voluntad, ni por parte del PSOE ni por parte de Izquierda Unida, de decir la verdad sobre los atentados, que conocían, ni menos aún de pasar a la movilización de protesta activa. El PSOE lo sabía porque tienen información de la policía y personas en organizaciones de este cuerpo. Se sabía desde el primer día que había sido la resistencia musulmana, y como no tuvieron la valentía para denunciarlo, la gente tuvo que coordinarse por su cuenta. No es la primera vez que esto ocurre. Cuando hace un año la gente salió a la calle, y se comenzaron a atacar sedes del PP, estos presentaron fotos de concejales del PSOE que estaban participando en esos actos, y al PSOE le entró un miedo impresionante. Esta es una de las razones, no la única, para entender que en las anteriores elecciones municipales, en vez de una victoria del PSOE con una pérdida del PP de, al menos, 400 mil votos quedara únicamente en una pérdida de 200 mil. Ahora se ha vuelto a repetir el mismo ciclo. En los momentos álgidos en los que el PSOE e IU tienen que demostrar la iniciativa, que en este caso hubiera sido que 4 ó 6 horas después de los atentados hubieran contado lo que estaba pasando, se callan como muertos para no desatar la movilización una fuerza de masas que podría enfrentarles al capital y a su Estado-nación español.
¿Esto muestra un cambio de tendencia en el movimiento social o ya venía de antes?
Nosotros, me refiero a gente de la izquierda abertzale, analizamos esta tendencia desde bastante antes de su fecha oficial de nacimiento, desde Seattle. A finales de los 90, gente de la izquierda abertzale ya hizo una reflexión sobre los bastantes más que simples indicios de que se asistía a una nueva oleada de luchas en el capitalismo. Uno de estos textos, que se encuentra en la red para quien quiera comprobarlo (en www.basque-red.net, www.lahaine.org, etc.), decía que habíamos entrado en un momento de luchas ascendentes, antes incluso de Seattle. No se trata de que los independentistas abertzales nos condecoremos a nosotros mismos. En absoluto. Sólo recordar que una correcta aplicación del método marxista permite ver más lejos y con más nitidez y detalle que aplicando las técnicas de la sociología burguesa, o las vaciedades del reformismo político. Lo que ocurre es que cuando se está en medio de un enfrentamiento largo y sostenido contra una máquina tan atroz como es el Estado, todo Estado, y en especial el español, cuando se mantiene esta lucha, como es el caso de la izquierda abertzale, se debe desarrollar siempre un método de pensamiento que te facilite no cometer errores de apreciación estratégica, que es lo fundamental, porque las adecuaciones tácticas siempre se hacen después y sobre la base estratégica. Si fallas en ésta, fallas en todo lo demás.
Desde entonces, desde mediados de los ’90 en muchos sitios, se comprueba una tendencia al alza, con todos sus vaivenes, que no tiene porqué verse reflejada inmediatamente en una tendencia al alza electoral. Una cosa son los movimientos sociales y populares, otra cosa es el movimiento sindical y el movimiento obrero, otra son los movimientos políticos y otra es el movimiento electoral. Cada uno tiene su ritmo y sus peculiaridades, pero cuando tienden a juntarse, como ha sido en este caso, esas diversas crisis, una chispa produce la explosión. En este caso fueron los atentados de la resistencia musulmana, pero había otras previas. De hecho, sin entrar ahora en precisiones, ya se sabía una semana antes, que había un empate técnico, clave y manifiesto, con sólo dos puntos de diferencia entre PP y PSOE.
Estos datos se conocían, pero para mí lo interesante es que esta misma tendencia se está viendo en Italia, en el estado francés, en Alemania, y en otros muchos sitios como en EE.UU., donde gobierna Bush que es un presidente marrullero y que ganó haciendo trampa. Y la propia burguesía norteamericana se calló por miedo a las movilizaciones.
Todo ello indica que el movimiento antiglobalización, que es una parte de un movimiento más amplio, vive una tendencia ascendente de lucha, a pesar de sus altibajos y caídas. Desde esta perspectiva se entienden mucho mejor todas las medidas represivas que se están tomando. No son medidas puntuales ante determinados hechos, son medidas estructurales pues la UE sabe que lo se avecina. Que tras la marcha y traslados de empresas a otros países, sobre todo a los del este de Europa, la tensión social se va a multiplicar. Es más, del mismo modo que el grueso de la estrategia militarista y del endurecimiento imperialista de los EE.UU. estaba decidido con antelación al 11-S, también las medidas represivas inherentes a la actual reordenación capitalista de Europa ya estaban pensadas con antelación en lo esencial. No hace mucho se reunieron los mandamases de Alemania, Gran Bretaña y el Estado francés, para oficializar públicamente los ataques salvajes contra las clases trabajadoras que se habían elaborado en las cloacas burocráticas de sus Estados y en los despachos, cuarteles e iglesias de las burguesías de esos países. Las medidas represivas tienen varios objetivos, y a la vez funcionan también contra la conciencia crítica y libre de las masas trabajadoras. Hay que decir que muchos aparatos de Estado que aparentemente no tienen nada o muy poco que ver con la llamada «represión», son sin embargo imprescindibles para la práctica de una represión totalitaria, que abarca con diversos instrumentos la totalidad de la sociedad. Y uno de los problemas que más inquieta a la burguesía europea es la tendencia al aumento de las conciencias nacionales y las identidades colectivas de los pueblos. Las burguesías europeas, y sus medios de alineación, presionan cada vez más contra dicha tendencia.
Hace pocos días, Schroeder dijo que la Siemens, que va a abandonar Alemania, estaba haciendo algo antipatriótico. Hasta la socialdemocracia alemana empieza a hablar de la patria alemana. Recordando el comportamiento de este partido en 1914 y ante el nazismo, el nuevo patrioterismo capitalista alemán es extremadamente peligroso a la vez que significativo.
Vemos por tanto la precipitación de los acontecimientos al calor de las contradicciones. Todo eso, mal que bien, la izquierda abertzale ya lo había previsto. Incluso en otros continentes también se esperaba que ocurrieran procesos ascendentes de lucha.
¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades del movimiento antiglobalización?
Dejando sin precisar el problema del nombre -antiglobalización-, como fortalezas veo la iniciativa, el empuje, la originalidad, la creatividad, y la espontaneidad. Como debilidades, pues que no está muy bien aquilatado y engrasado lo que vertebra esa creatividad y originalidad, o sea la dialéctica entre organizaciones de vanguardia y revolucionarias, por un lado, y el movimiento popular y social, por otro. De ese modo los movimientos populares pero sobre todo los movimientos sociales -existe una diferencia entre ambos muy clara, sobre todo en las naciones oprimidas, de modo que la solidez de los movimientos populares es más amplia que la de los sociales- crecen y estallan en un fulgor espectacular pero se desinflan como la espuma, y luego tardan tiempo en volver al mismo sitio. Si esa dialéctica fuera ágil y flexible, y si hubiera organizaciones revolucionarias que estuvieran trabajando dentro, y actuasen como lubricantes y como cohesionadores para facilitar el proceso, si esto existiera, los movimientos populares y sobre todo los sociales -más débiles, desestructurados e inconstantes que los populares- no sufrirían tantas oscilaciones y derrotas.
Desgraciadamente en el estado español este factor subjetivo todavía no existe o es muy débil. De hecho hemos visto como el movimiento antiglobalización ha caído en picado. No es ni una caricatura de lo que fue en el 2002 o en el 2003. Entre otras cosas porque en gran parte era un movimiento estudiantil, juvenil y de gente cabreada que no cuentan con una ideología firme, y que se sostiene con teorías como las de Negri y esa gente, que son globos vacíos. No tienen contenido teórico y son como un estallido de fuegos fatuos.
Y ahora es cuando se está viendo que las contradicciones estructurales del Estado español, algunas de las cuales se reflejaban en el movimiento antiglobalización, vuelven a aparecer y vuelven a ser lo que históricamente han sido: la cuestión nacional, las tensiones dentro de la burguesía, la tensión entre la burguesía centralista y la burguesía periférica, la tendencia dentro del movimiento obrero de ir creando poco a poco organizaciones sindicales y sociopolíticas que vayan acabando con la burocracia sindical amarilla. Estas cuestiones han anulado el espejismo de la antiglobalización.
¿Cómo ves el futuro en el estado español del movimiento antiglobalización?
El futuro lo intuyo con grandes riesgos y grandes peligros, porque veo posible que haya un desencanto, como ya ocurrió con el PSOE en 1982.
Que el PSOE sea minoritario le va a obligar a pactos con otras fuerzas políticas, y que la nueva dirección del partido pueda mantener cierta independencia organizativa en su proyecto, lo veo difícil con respecto al peso muerto de la tradición de Felipe González y compañía.
De hecho ya se han plegado a los dictados de la oligarquía española que quieren coger el tren de Europa como sea y acortar distancias con la Unión Europea a todo correr. Pienso que el PSOE va a actuar con algo más de astucia y no creo que cometa el error burdo y bruto de liquidar ahora mismo el movimiento popular y social, pues en seguida vienen las elecciones europeas y necesita ese caldo de cultivo y esos votos. Luego ya veremos como los va asfixiando lentamente, es decir, intentando no cometer el error de la vez anterior. Pero hasta esas elecciones va a intentar dar esa imagen.
Muchos de sus votos han sido de jóvenes, que tienen la característica de ser muy fugaces, y otros muchos no son directamente a favor del PSOE sino anti-PP. Eso lo saben unos y otros. Entonces en esa dinámica el panorama se va a mover así.
¿Y a más largo plazo, qué va a ocurrir con el movimiento social?
Todo dependerá de que el movimiento obrero en el estado español se vaya recuperando. Es el movimiento decisivo. En una población donde los asalariados rondan el setenta y tantos por ciento, esa es la masa social que se tiene que mover.
Cuando esa masa social, o aunque sólo sea la mitad de ella, se ponga en marcha va a tener una fuerza y una potencia que superará infinitamente a la lucha antiglobalización. Imaginemos que RENFE se declare en huelga o el Metro de Madrid, o cualquier sector de los transportes o la sanidad, lo que es el moderno proletariado pues ahora la mayor parte de la población laboral se encuentra en el sector servicios. Eso provocaría una crisis inimaginable. O que se pusieran en huelga los trabajadores de banca y ahorro durante unos días.
Las empresas se irían a pique. Pero para mover todo eso hacen falta organizaciones y nuevos sindicatos. Sobre todo hace falta que se extienda dentro de los trabajadores españoles el internacionalismo solidario para con los pueblos trabajadores oprimidos nacionalmente por el Estado español. Desde hace mucho tiempo se sabe que nunca será libre el pueblo que oprime a otros pueblos. Pero los sindicatos reformistas -CCOO y UGT- son fuerzas españolistas que dependen del Estado, de la banca y de las empresas capitalistas para pagar los cómodos sueldos de su burocracia. Mas su obediencia colaboracionista no nace sólo de los sueldos y otras prebendas, sino también de su propio nacionalismo español opresor. Sin embargo, por razones que no puedo exponer ahora, se va extendiendo y profundizando en algunas izquierdas revolucionarias una pregunta que nunca antes se había planteado con la fuerza que ahora se plantea: ¿puede triunfar el socialismo en la península sin destruir el Estado español en cuanto marco estatal de acumulación capitalista? O sea, ¿podrá alguna vez haber libertad si sigue existiendo España? Resulta cada vez más patente que las naciones oprimidas se han cerciorado de que es imposible, e incluso, «naciones dormidas» como Andalucía y en mayor medida Castilla, empiezan a hacerse esas mismas preguntas.