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Vivir y dejar morir

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Cerdos y Fragancias Cada tres segundos hay un niño menor de diez años que muere de hambre, en un mundo donde una de cada seis personas mueren anualmente a causa del hambre o a raíz de sus consecuencias. Esto ocurre en un planeta que podría alimentar sin problema a 12 mil millones de seres humanos, […]

Cerdos y Fragancias

Cada tres segundos hay un niño menor de diez años que muere de hambre, en un mundo donde una de cada seis personas mueren anualmente a causa del hambre o a raíz de sus consecuencias.

Esto ocurre en un planeta que podría alimentar sin problema a 12 mil millones de seres humanos, o sea, el doble de la humanidad actual (World Food Report de la FAO sobre agricultura mundial).

Al mismo tiempo -según la ONU- para satisfacer las necesidades básicas del conjunto más pobre de la población del planeta, bastaría con lo que se gasta anualmente en perfumes en Estados Unidos y Europa.

La irracionalidad del modelo económico globalizado, tiene otras facetas igualmente patéticas: la quema de la selva en Brasil para cultivar soja, ha destruido el 15% de los cuatro millones de kilómetros cuadrados de la Amazonía; provocando asimismo una serie de trastornos climáticos ligados directamente con el avance del calentamiento global. ¿Cuál es el destino de esta rentable actividad productiva? Servir de alimento para la cría de cerdos en Europa.

No existe ninguna fatalidad en estos temas. El orden capitalista y caníbal del mundo mata personas para maximizar ganancias. En suma, la falta de alimentos para millones de seres humanos, responde a un esquema organizado en beneficio del enriquecimiento -ya sin límites éticos- de un grupo minúsculo de empresarios transnacionalizados.

El Mundo No Basta

En el mundo casi 9 millones de personas poseen fortunas individuales que sumadas llegan a los 33,3 trillones de dólares. Ese volumen gigantesco de dinero equivale al 75% del PBI de todo el globo, o al 95% de lo que producen los países más ricos. Dicha fortuna es semejante a 13 veces el PBI anual de América latina y el Caribe. Esta minoría de ricos sólo representa el 6,5% de la población del mundo, pero sus decisiones privadas afectan ya no sólo a las instituciones estatal-nacionales; sino al planeta y a la especie humana.

Uno de esos multimillonarios, el Sr. Johan Eliasch, (donante de varios millones de libras al Partido Conservador británico, productor de cine, dueño de la marca deportiva Head, de una fortuna personal calculada en 510 millones de euros y propietario de una extensión de 1.600 kilómetros cuadrados de bosque amazónico en Brasil); tuvo la brillante idea, ante las calamidades que observó y con un preventivo sentido «ecologista», de privatizar el Amazonas.

La propuesta la realizó en un congreso de seguros organizado por la empresa LLoyds que podría resumirse del siguiente modo: con la selva amazónica privatizada, las compañías de seguros reducirían los costos que deben afrontar por las catástrofes ocasionadas por los desastres naturales producto de la quema del Amazonas, tales como tsunamis, huracanes y las silenciosas y perjudiciales consecuencias del calentamiento global. Eliasch considera que con 41.000 millones de euros se puede comprar todo el Amazonas. Y opina que de la mera conservación del bosque amazónico se puede obtener un suculento beneficio económico lo que además garantiría un mejor futuro para las aseguradoras amén de que quienes sean los flamantes propietarios del pulmón del planeta que proporciona el 20% del oxígeno del mundo y el 30% del agua limpia puedan «cobrarle derechos de emisión de dióxido de carbono» a otros empresarios, ya que ellos se encargarían de «transformarlo» en oxígeno. Nada dice este convencido «ecologista» de la humanidad sobrante que, de ser así, dependería de voluntades privadas para respirar.

Porque claro, a partir de allí, el oxígeno también cotizaría en bolsa.